jueves, 23 de diciembre de 2010

Cuento (real) de Navidad. Aún tenemos esperanza.


Mi amigo Javi me dijo una tarde, hace un par de Nochebuenas, que «todos merecemos celebrar la Navidad». Me lo dijo cuando me detuve en su semáforo para darle un “aguinaldo” de veinte euros a cambio de un paquete de kleenex, que es de lo que vive, y mientras él me mostraba el interior de la Caja de Navidad que otro amigo –más generoso que yo- le había regalado esa mañana, enseñándome orgulloso y agradecido la cecina ahumada, los espárragos, el turrón, las peladillas y demás lujosas viandas que aquella noche, Nochebuena, compartiría con su compañera Adela, que andaba enganchada a Javi desde hacía un par de años… y enganchada a más cosas desde mucho antes.

Mi amigo Javi lleva más de 30 años en esa esquina, y no es que sea viejo, Javi, aunque sus ojos dicen que sí; es que lleva en esa esquina desde que era un chaval. 30 años de inviernos lacerantes («¡qué frío hace hoy, jefe!» me dice, con su frágil anorak calado como papel de fumar), 30 años de veranos asfixiantes, de primaveras de tregua-trampa, de otoños tristes, apagados. Y Javi, ahí, al pie del semáforo, siempre amable, siempre alegre el tío, siempre agradecido, como si el que lo pasara mal fueras tú, ahí en tu coche, con la calefacción o el aire acondicionado a tope, que tienes que hacer el esfuerzo de abrir la ventana para darle un par de euros por los kleenex, que coges o no, porque si le dejas el paquete, mejor, que ya se lo colocará a otro, sin problema, oye, sin falsas ofensas a la dignidad… ni a la inteligencia. Y le ves ahí, cada día, semáforo a semáforo, después de dejar a tus hijos en el cole, bien peinaditos y prestos a aprender para labrarse un futuro mínimamente cierto, y piensas «¡Dios, qué suerte tenéis, hijos! ¡Y qué suerte tienes tú, Pepe; sobre todo tú!»

«Todos merecemos celebrar la Navidad» me dijo, con la sonrisa a media asta, como justificándose; o más bien reivindicando, sí, reivindicando su derecho a una noche buena al menos una vez al año. Desde luego, si alguien la merece ése es Javi. Y la tuvo, al fin, la Navidad pasada. Del Cielo le llegó un regalo inesperado pero maravilloso: Daniela, su niña. Un regalo para él y para Adela; y un ejemplo para esta sociedad enferma y egoísta, en la que la vida de un niño no nacido vale tan poco como un capricho adolescente. Ellos decidieron tirar para delante, desoyendo los consejos de los expertos, de los asistentes sociales, de los políticos e incluso del sentido común. Javi y Adela tuvieron a su niña hace un año, porque pensaron que toda vida merece ser vivida, y tenían (tienen) la esperanza de que la de su hija Daniela iba a ser mejor que la suya. Para empezar, abandonaron la heroína y el cutre refugio de cartones, plástico y luz ‘prestada’ del tendido eléctrico en el que habían pasado los últimos años de indigencia, y se instalaron en un humilde piso de alquiler, ayudados por la madre de Adela (una santa), por el párroco de ‘su’ esquina y por la caridad de sus clientes, que subieron automáticamente la cotización del paquete de kleenex y aportaron, además, la correspondiente contribución en especie (una cuna, ropita para la niña, una buena cesta de Navidad, un anorak contundente, pañales…). Esa Navidad, Javi y Adela celebraron la Nochebuena entre paredes de verdad por primera vez en años; y cenaron caliente, sobre una mesa de verdad, en familia; y durmieron en una cama de verdad, y a su lado, una cuna azul y una niña agradecida por haber nacido, les recordó que quien tiene un porqué para vivir puede enfrentarse a todos los cómos.

Ha pasado un año desde aquella Navidad, y no ha sido un año fácil para Javi y su familia (como para muchas otras, que hace un año tenían un trabajo y cena caliente, y hoy sueñan con salir de la cola del INEM mientras hacen cola en el comedor de Cáritas). Pero han salido adelante; con esfuerzo y con ayuda, con fe y valentía. Hace unos días vi a Javi en su semáforo, y vi más cansancio en su mirada, más años en sus ojos prematuramente envejecidos. «Es la niña, que me da las noches. Pero ¿sabe, jefe?, también me da una razón para estar aquí, con los cataplines congelaos».

Termino de escribir estas líneas y echo un vistazo al Nacimiento que mis hijos me han ayudado a instalar en el salón, con su San José y su Virgen María y su Niño Jesús, que nos recuerdan que la familia es sagrada, y pienso en Javi y en Adela y en su valiente y generosa decisión de traer a su hijita Daniela a este mundo de cobardes egoísmos. Y pienso en la coincidencia de que su nacimiento fuera, precisamente, en Navidad, ese día en que un niño nació para hacernos mejores. Y me digo, convencido, que aún tenemos esperanza.
Feliz Navidad, Javi y familia. Y a todos ustedes, Feliz Navidad. Lo necesitamos más que nunca.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Nos sigue doliendo Haití


Las noticias que nos llegan de Haití estos días no han mejorado mucho respecto a las de hace un año. Epidemia de cólera, miles de muertos, cientos de cadáveres por recoger, caos electoral, miedo, impotencia, falta absoluta de medios y de esperanza. Y sin embargo, nuestros oídos no escuchan el llanto de Haití como entonces. Menos mal que aún hay alguien empeñado en que no dejemos de oírlo.

Hace casi un año, la noticia conmovió al mundo entero, y los titulares se iban superando unos a otros en macabra e ininterrumpida secuencia: “Devastador terremoto en Haití”. “Destrucción y muerte en el país más pobre de América Latina”. “Puerto Príncipe reducida a escombros”. “Doscientos mil muertos. Miles de desaparecidos. Un millón de personas sin hogar”. La destrucción fue total. La desesperación también. El seísmo, con epicentro a sólo 15 kilómetros de la capital, alcanzó una magnitud de 7,0 grados, el más potente registrado en la zona desde 1770. Los efectos fueron absolutamente devastadores, para la población y para las infraestructuras, mucho más dañinos que un terremoto equivalente en cualquier país occidental. La pobreza es lo que tiene.   
    Inmediatamente fue declarada ‘oficialmente’ una de las catástrofes humanitarias más graves de la historia y se movilizaron Estados, ONG’s, organizaciones civiles y religiosas, estrellas del espectáculo y ciudadanos de todo el mundo. La respuesta fue impresionante. La solidaridad, ejemplar. Las conciencias del mundo civilizado quedaron tranquilas. Durante unos meses llegaron toneladas de ayuda, miles de voluntarios, cientos de médicos, bomberos, cooperantes, religiosas y misioneros, y todo un ejército (literalmente) para tratar de mantener un cierto orden en el caos humano y administrativo, en la vorágine de cadáveres, supervivientes, rapiñas y desgobierno total. Durante unos meses el mundo se conmocionó y se volcó con Haití. Durante unos meses. Luego, el mundo encontró otras causas por las que conmocionarse, más cercanas tal vez, más suyas. Y Haití se quedó solo, como antes, como siempre. Y al terremoto le sucedieron las lluvias, y más destrucción y más miseria; y luego el cólera, y más tragedia y más muerte. Y más dolor.

Una canción que nació del dolor
Pero aún hay quien no se olvida, aún hay quien sigue luchando, porque ese dolor lo lleva muy dentro. Y porque su proyecto de ayuda sigue vivo. Como un grito de rabia y esperanza, como un grito de tristeza y reivindicación (“¡Ay Haití! Me sigues doliendo, pero sigo gritando por ti. Para que el mundo siga escuchando tu lamento”). Ese grito, ese clamor, ese lamento se convirtió hace casi un año en canción, luego en un gran proyecto solidario, plagado de estrellas, y hace unos días en justo Premio “Algo Más que una Canción” otorgado por el IV Congreso Lo Que De Verdad Importa 2010.

    La idea nació de la tristeza, del dolor, de la importencia. Nació de las lágrimas de un padre, el del músico y productor Carlos Jean. “Cuando vi la mirada de mi padre tras el terremoto de Haití, donde él nació, sus ojos tristes como yo no los había visto nunca, pensé que había que hacer algo. No sabía entonces exactamente cómo, pero sí que había que ayudar”. De esa pena profunda en los ojos de su padre, de esa impotencia no asumida, de ese grito de dolor descarnado nació “Ay Haití”. El proyecto surgió de forma improvisada, apenas un mes después del terremoto, como un encuentro de pretigiosos DJ’s reunidos para recaudar dinero con urgencia. El éxito de la iniciativa “Mezclando por Haití” llevó a Carlos Jean a intentar multiplicar sus efectos beneficiosos a través de una canción, y qué mejor manera que echar mano de la estrellas del pop patrio e internacional, todos amigos suyos. Envió un email a David Summers, Nawja Nimri, Alejandro Sanz y Bebe, quienes respondieron inmediatamente a la invitación. De su encuentro en el estudio de grabación nació una canción que luego fue creciendo en internet (“fue una locura”, reconoce Carlos Jean). Empezó a correrse la voz y a sumarse cada vez más gente: futbolistas como Kaká, Iniesta, Forlán y Agüero, artistas de la talla de Juanes, Marta Sánchez, Pastora Soler, Shakira, Estopa, La Oreja de Van Gogh, José Mercé... Todos actuaron en el vídeo de forma desinteresada. “Hay corazones muy grandes”, se emociona Carlos Jean y explica que la canción fue creada con una sola idea: “evitar que Haití se fuera de las noticias, porque hacer de Haití noticia es ayudar”; y, por supuesto, destinar a las víctimas todo lo que recaudara el proyecto (“todo, recalca Jean, no sólo los beneficios”).
    Como era previsible, la canción “Ay Haití” se convirtió en un éxito, en un auténtico himno. Un grito de esperanza que se escuchaba en la radio, en televisión, en las galas, en internet, en los móviles. Durante meses, miles de personas se bajaron la canción (enviando un SMS al 28011) contribuyendo a la causa, no del todo perdida, no del todo olvidada, de Haití. Y es que “Aún hay tiempo de dar amor, borrar el miedo y la destrucción… Ay Haití, hay amor en tu voz; hay que volver a nacer, volver a creer, empezar otra vez”. Escúchenla. Bájensela. Un año después del terremoto, Haití aún no ha dejado de temblar.

Al finalizar las ponencias de la última edición de Lo Que De Verdad Importa, el pasado 26 de noviembre, las miles de personas que abarrotaban el Palacio de Congresos de Madrid bailaron, cantaron, palmearon y se conmovieron al ritmo de “Ay Haití” (por dos veces). Cuando Carlos Jean subió al escenario a recoger el premio, de manos de la Embajadora de Haití en España, el conmovido era él: “Ése que veis ahí, en el vídeo, es mi padre. Por él nació esta idea. Gracias en su nombre y en el de su país”. Gracias a ti, Carlos, por mantener viva la llama.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Viento en popa a toda vela… rumbo al abismo


El 26 de diciembre de 2008, en su último discurso del año, el capitán timonel que guía los pasos de los españolitos por las procelosas aguas de este mundo incierto, soltó una frase para la Historia: “La tempestad es fuerte, pero tenemos un barco sólido que conoce bien su rumbo”. Y añadió, por si no cogíamos la metáfora: “Estamos en condiciones de superar la crisis. Confiar en España no es optimismo, es realismo”. Hoy, dos años después, y tras habernos pasado cada semana por la quilla del realismo, no sólo no estamos en condiciones de superar la crisis, sino que ya no confía en el barco sólido ni España, ni Europa, ni el Mundo, ni el FMI, ni el Mercado, ni el Clan de la Zeja, ni los ‘barones’ del PSOE (“mejor sin él”, dicen). Ni Wikileaks, que ha sacado los colores (el rojo y todo el pantonero) a este Gobierno de mentirosos, facinerosos, felones, gritones e inmaduros. “No es un político de convicciones políticas”; “Lleva mal que le den clases de algo”; “Es cortoplacista y trasnochado” son algunas de las definiciones de nuestro iluminado presidente. Claro, que también aseguran los informes robados y filtrados que es “un político astuto con una asombrosa habilidad, como un felino en la jungla, para oler las oportunidades de peligro”. Exacto, para oler las oportunidades de peligro y esconderse con agilidad felina, sí, pero al más puro estilo avestruz. Ésa es su especialidad, como acaba de demostrar una vez más con el exhibicionismo impúdico-militar de los descontrolados controladores (¡cómo le va el teatro al siniestro Rubalcaba! ¡Y cómo se les ha vuelto a ver el plumero totalitario! ¿Se imaginan la que se habría armado si, por ejemplo, Aznar hubiera solucionado un conflicto laboral de este porte por la vía militar? Habrían ardido las sedes del PP antes de acabar el puente. Fijo).

El caso es que el capitán -oh capitán mi capitán- Mister Paz, felino en la jungla y avestruz en la política, está llevando este barco antes llamado España viento en popa a toda vela… rumbo al abismo. El Iluminado de la Moncloa, ése que según sus propias palabras ha venido “a cambiar el orden mundial”, el mismo que corrigió al propio Jesús con su “No es la verdad la que nos hace libres, es la libertad la que nos hace verdaderos” y que cada noche (según él mismo) le dice a su mujer “no sabes, Sonsoles, la cantidad de cientos de miles de españoles que podrían gobernar”, este mesías cegado por su propia iluminancia, este grumete con ínfulas de Almirantísimo que hace footing en los mismos jardines de El Pardo donde el Generalísimo jugaba al golf, este peligro andante y gobernante que ha batido todos los records de mal gobierno, de mediocridad, de ruina económica y moral, de caída en picado en la escena internacional, de división civil, de infantilismo político… sigue ahí, en la cabina de mando, timón en mano, manejando los destinos de tantos millones de españoles. ¿Pero es que nadie puede hacer nada?

En el Motín del Caine, cuando el capitán Queeg se convierte en un neurótico peligroso y pierde el control de la nave USS Caine durante una tempestad, el segundo oficial Greenwald toma el mando, aunque luego es acusado de instigar el motín. El conflicto moral que plantea la novela de Herman Wouk (que adaptó al cine magníficamente Edward Dmytryk) es ¿qué deben hacer los oficiales cuando consideran que su capitán ha perdido la cordura? ¿Dónde queda la frontera entre la obediencia y la responsabilidad de velar por la tripulación y la nave? Los oficiales del USS Caine lo tienen claro y deciden relevar del mando al incapacitado que, consideran, les lleva inevitablemente al desastre. Y yo me pregunto ¿no es eso, exactamente, lo que está sucediendo ahora en España? ¿No tenemos acaso un incapacitado total que nos lleva inevitablemente al desastre a base de torpezas, frivolidades, neurosis y fanática ceguera? ¿Es que no existe en nuestra Constitución una fórmula que permita relevar del mando a un Presidente manifiestamente incapaz y sustituirlo, pongamos, por un Gobierno de Gestión hasta las próximas elecciones?

En Estados Unidos, que saben de democracia un rato más que nosotros, existe una figura de Derecho llamada “impeachment”, que permite que los cargos públicos puedan ser condenados, destituidos e inhabilitados de las funciones que han desempeñado de forma desastrosa, ilegal o inmoral. Aquí tenemos la Moción de Censura, que el perenne opositor dueto Rajoy-Arriola no aplica por cálculos electorales. También se ha escuchado en los últimos tiempos el runrún de un Gobierno de Consenso o de Gestión, con la aquiescencia del Rey y bajo los auspicios del Informe Everis dirigido por Eduardo Serra, hombre muy cercano a Juan Carlos I. Y queda la posibilidad, apuntada por no pocas voces, de adelantar las elecciones generales haciéndolas coincidir con las municipales y autonómicas de 2011 (que además de ahorrarnos una pasta, nos ahorraría un año de zapaterismo, con todo lo que ello significa). O de movilizar a la población civil, más allá de partidismos, a ver si gritando todos al mismo tiempo se nos escucha (“Hazte Oír” va cosechando éxitos de convocatoria cada vez mayores. Por algo será…). Porque si no tomamos nosotros la iniciativa, nadie lo va a hacer. El PP, confiado por las encuestas, espera la caída de Mister Ruina tumbado en la camita (Arriola dixit: “Tú, Mariano, métete en la cama y no salgas hasta las Generales”). Mientras, la nave en la que todos navegamos va inevitablemente a la deriva, con rumbo tambaleante y a merced de la tormenta, dirigida por un presidente que empezó por accidente y repitió por ineptitud del adversario, dejando a su paso una gruesa estela de desgobierno, descontento, desánimo, despropósitos, desconfianza y millones de desempleados.

Dice la sabiduría popular (la del pueblo, no la del PP) que cuando un tonto coge una vereda, la vereda se acaba, pero el tonto sigue. Pues ya es hora de pararle, antes de que la vereda nos lleve al desastre total. Como la tripulación del USS Caine, hay relevar al inútil capitán del mando, coger el timón y regresar a puerto. Y una vez allí, con serenidad, con cabeza, con sentido del Estado, con responsabilidad política y con una nueva tripulación, profesional, capaz y multipartidista, poner rumbo hacia la salida de la tempestad. Y entonces, sólo entonces, llegará la calma.


PD. No, no vale un relevo dentro del PSOE. No vale quitar a Zapatero para colocar a Rubalcaba. En este caso, hay que relevar al cuerpo de mando completo, por aquello de la responsabilidad compartida. Todos son la misma tropa. Todos dan el mismo miedo.

viernes, 26 de noviembre de 2010

La solución política pasa por la disolución de los políticos

En un examen de química, el profesor realiza la siguiente pregunta: «¿Cuál es la diferencia entre ‘solución’ y ‘disolución’?» El único alumno que sacó un diez respondió: «Si introducimos a un político en un tanque lleno de ácido sulfúrico, eso es una disolución. Pero si los metemos a todos ¡eso es una SOLUCIÓN!»


Esta mañana, camino de la oficina, paseaba enchufado a la radio, zapeando de emisora en emisora, de disgusto en disgusto, escuchando las miserias de la crisis y las vergüenzas de las erecciones catalanas (¿o era las vergüenzas de la crisis y las miserias de las erecciones catalanas?), e intuyendo la nueva jugada-trampa de la pareja de mus ZP-ETA, que ésta sí es vergonzosa y miserable a partes iguales, cuando de pronto se me fue el dedo y, como quien no quiere la cosa, me saltó el dial de RNE Clásica (que llevo programado para casos de emergencia), y automáticamente relajé el rostro, el espíritu y hasta el sentido de mi existencia mortal.

A través de los auriculares, un flujo de sosiego con las notas de las Tres Sonatas para Orquesta del maestro García Abril (que además de música para series de TV y el Mundial 82 compuso verdaderas maravillas sonoras) me trasladó a una realidad paralela infinitamente más plácida, agradecida y positiva; una especie de karma optimistantropológico que me envolvió como a un polluelito despreocupado y calentito bajo el ala protectora de su mamá (un estado parecido al que debe envolver permamentemente a nuestro iluminado Mister Paz en la iluminancia optimistantropológica de su particular realidad paralela; o para lelos).


La cosa es que el resto del camino hasta la cruda realidad del trabajo (aunque es más cruda la realidad del no-trabajo) me sentí mucho mejor saboreando el piano y no atragantándome con la política. Y apliqué el cuento a todo el resto del día y de la noche, momento en que escribo, de forma que no he consultado ningún diario digital, ni he leído ningún diario en papel, ni he visto ningún telediario ni he escuchado la radio, salvo la clásica y mis mp3. Y hoy he sido mucho más feliz. Sin políticos, sin política, sin hipocresías, sin navajazos, sin fanatismos, sin intolerancias, sin corruptelas, sin mentiras compulsivas, sin striptease morales. Sin mierdas.


Y mientras esperaba a que me acabara de alegrar el día esa inconmensurable serie de ácida y divertida inteligencia que es Boston Legal (¡Denny Crane!), he recordado el chiste que prologa esta reflexión; y he pensado que, tal vez, no sea tan mala idea. Disolver a los políticos actuales, digo. A todos. ¿A que sería una magnífica solución?


PD. No tiene que ser en ácido sulfúrico. Puede ser en té…


viernes, 19 de noviembre de 2010

Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir política


Empieza la campaña electoral catalana y, como suele suceder, comienza la ensalada de gilipolleces con denominación de origen. Yo no sé quiénes asesoran a estas gentes, pero si se dedicaran a la Publicidad profesionalmente se iban a morir de hambre más que de risa; de verdad, perderían los clientes a la misma velocidad que un político catalán la vergüenza. Este año, así como siguiendo la pauta nacional-relativista que nos invade, además de las gilipolleces habituales se ha puesto de moda el sexo para pedir el voto. Y yo me pregunto, por simple curiosidad, ¿es que todos manejan la misma agencia de comunicación, y les ha vendido la misma idea a unos y a otras? ¿Acaso padecen alguna patología sexual, tipo disfunción eréctil o frigidez extrema, y el terapeuta de turno les ha aconsejado que la muestren sin miedo al mundo con la promesa de presuntos efectos curativos? ¿O es que, simplemente, están salidorros al más puro estilo Esteso-Pajares-Ozores, ese triángulo de las bermudas y los bikinis que tanto daño hizo al cine español y universal?

Entre los orgasmos ensobrados del PSC (¿serán tan democráticos como aquellos que Zapatero le ‘daba’ a Zerolo?), los orgasmos ajardinados de Montserrat Nebrera, el sexo difuso o confuso de Carmen de Mairena (¿pero dónde se habrá operado esta chica, o este chico o esto o lo que sea?), el sexo profesional de Lucía Lapiedra, la pornostar de Laporta (¿se habrán conocido en alguna de sus orgías champaneras? ¿Habrá pagado la cuenta la Visa del Barça? ¿Se la habrá pasado…? Bueno, aquí lo dejamos) y, last but not least, la matanza virtual de barretinas, inmigrantes, butifarras y demás de Alicia Croft o Angelina Sánchez-Camacho o Ali Jolie o lo que sea… la verdad, visto lo visto, lo mejor será una vez más quedarse en casa. Que, por otra parte, es lo que suelen hacer los catalanes a la hora de votar, protestar, movilizarse o rebelarse en contra de esa casta política que les toma el pelo desde hace tantos años. Allí, los únicos que se movilizan son los borrokas, pero esos no votan.

La explicación que tiene toda esta historia, si es que tiene alguna, es que no hay ideas, no hay programa, no hay fondo. En Publicidad, cuando el producto no tiene nada que vender, hace ruido (llámese creatividad, notoriedad, provocación, sensualidad…). En política, cuando no existe discurso, se hace más ruido (llámese zafiedad, insulto, ataque directo, provocación o, en este caso, puro sexo). La consecuencia, para una marca o un partido, es la misma: que si no convence no se compra. La diferencia es que en el primer caso la perjudicada es la marca, y en el segundo lo somos todos.

Lo de la Mairena, la Lapiedra, los orgasmos de la chiquilla del PSC o los de la madura Montse puede no ser más que una anécdota de campaña, además de una ilustrativa muestra de zafiedad y falta de ideas. Pero lo del PPC y su heroína de pacotilla (¡y esa gaviota a la que han puesto mi nombre!) es verdaderamente preocupante. Porque los problemas de comunicación en el PP siguen siendo graves, muy graves. Y endémicos. Yo no sé quién maneja las campañas, si es una agencia profesional y experimentada (lo dudo) o es un club de amiguetes que se creen un experto Think Tank imparable e ingenioso; no sé si es cosa de Arriola, de Moragas, de Pons o de uno que pasaba por ahí que sabía dibujar. Pero es algo que viene de lejos, y que se repite en cada proceso electoral. Y así les va: recordemos que el equipo de Rajoy lleva perdidas dos elecciones generales… y me temo que va camino de la tercera (a pesar de lo digan hoy las ecuestas).

El PP No llega, no convence, no cae bien, no emociona, no atrae, no entusiasma, no ilusiona. NO VENDE. ¿Y cómo es posible —se preguntan en la Dirección—, si somos mucho mejores y estamos más preparados que la competencia, que son una panda de incompetentes? ¿Cómo es posible que perdamos una elección tras otra frente a unos mentirosos compulsivos? ¿Cómo es posible que ellos no se hundan por el peso de la crisis y nosotros no consigamos despegar? ¿Por qué no acabamos de convencer a nuestros votantes y simpatizantes?

Pues una buena explicación es la última cagada del PPC (Patosos Petulantes y Confusos) y de su aventurera virtual, que además no revisa las cosas que tiene que revisar. Ya metió la gamba en la anterior campaña, haciéndose pasar por Obama en femenino y caucásico. Alicia en el País de las Obamaravillas perdió más votantes de los que ganó, con la tontería obamaníaca. Son las consecuencias nefastas de la Política POP de los pensadores peperos: Mercedes Benz vende seriedad y tecnología; el SEAT Ibiza vende juerga y rock and roll. Si de repente Mercedes vendiera juerga y rock and roll, y además tuneara sus berlinas y las pintara de colores psicodélicos, tardaría un año en hacer un ERE salvaje. El PP es símbolo de gestión, de eficacia, de seriedad, de confianza en determinados valores; no significa que deban ser antipáticos (Mercedes puede hacer campañas con humor y empatía), pero si se alejan de su posicionamiento, la política POP no será más que el sonido de una pompa de jabón al desvanecerse. Lo que tienen que hacer es venderse mejor, no ponerse a bailar una música que no conocen, ni controlan, ni les pega. El hecho de que los demás hagan el ridículo en sus campañas no implica que el PP tenga que hacer lo mismo, es más, supone una magnífica oportunidad de diferenciarse del adversario y acercarse a sus votantes actuales y potenciales.

Señores y señoras del PP, no olvidemos que la gente vota por su identidad, por sus valores, por su idea de la sociedad, de la familia, de la economía; votan por lo que creen y a quienes creen lo mismo que ellos y, sobre todo, a quienes defiendan todo aquello en lo que creen. Y para que esos valores y creencias queden claros ante los ciudadanos, primero hay que tenerlos claros. Y después hay que comunicarlos con claridad, con eficacia. Para eso están los expertos, los profesionales, los especialistas en comunicación, política y no política. Por favor, déjense llevar por ellos. O volverán a quedarse en la estantería. O en el lineal de vídeo juegos

jueves, 11 de noviembre de 2010

En nombre de la tolerancia


Lo acabamos de comprobar una vez más. El concepto que tienen algunas gentes del término ‘tolerancia’ es, cuando menos, bastante peculiar. Según la RAE (si no ha cambiado en la última semana el término por capricho, como lo de borrar tildes y transmutar la i griega en ‘ye’), ‘tolerancia’ significa “respeto hacia las opiniones o prácticas de los demás”, lo que implica, supongo, respetar también a las personas y sus creencias. Pero claro, ya sabemos que aquí la progresía reinante sólo respeta las opiniones y prácticas propias, que son la únicas buenas, y que todo cuanto se aleje de éstas (un centímetro o mil kilómetros, da igual), no merece sino odio, desprecio y mofa. Por no merecer, no merecen ni siquiera existir, ni la opinión ni la persona opinante. La situación ideal sería, pues, exterminarlas por completo y sin complejos. En nombre de la tolerancia, claro.

Así, en nombre de la tolerancia pueden recibir al grito rabioso de ‘pederasta y criminal’ a un Jefe de Estado invitado, que además de venir en son de paz representa a millones de españoles y cientos de millones de personas en todo el mundo; pueden organizarle, con cobarde impunidad, todo tipo de ofensivas originalidades (aunque no ofende el que quiere…), elaborados insultos y blasfemias, enarbolando la bandera de la tolerancia, la paridad y la modernidad. Concursos pastorales, cabaret litúrgico, misa-karaoke, fumata blanca, parodias Buenafuenteces típicas y ese sutil “Fuera los Rosarios, de nuestros ovarios”, cuya imagen resume nítidamente el respeto que estas presuntas personas tienen a la opinión contraria.
En nombre de la tolerancia pueden acusar de retrógrado, cavernícola, rancio y demás cosas nada buenas y nada modernas a toda persona que ose asistir ilusionado al encuentro del Papamóvil, vaya a misa, rece o simplemente crea que hay un Dios y que, además, no es un cabrón con cuernos. Por mucho que esa misma Iglesia haya alimentado a 800.000 ciudadanos hundidos en la miseria de esta Ezpaña tan tolerante, tan próspera… y tan miserable.
En nombre de la tolerancia una drag queen histérica (o histérico) irrumpe en un acto del jefe de la oposición a voz en grito acusando a 11 millones de votantes del PP de homófobos e intolerantes, por el simple hecho de pensar que la palabra ‘matrimonio’ significa “unión legal de hombre y mujer”, según el Derecho Natural, la Historia y el muy homófobo e intolerante Diccionario de la RAE.

En nombre de la tolerancia, los mismos (y las mismas) que ensalzan el derecho de las niñas a matar a sus hijos no nacidos, han juzgado, condenado y ejecutado en plaza pública a un abuelo cebolleta (“juntaletras subvencionado y pederasta”) por presumir de libertino delante de los amigotes, sin mayor prueba del presunto delito que su incierta y exagerada autoconfesión.
En nombre de la tolerancia se retuercen y se revuelven como posesos y posesas contra un escritor no adscrito que ha dicho “mierda” los mismos que llamaron “hijos de puta”, “asesinos”, “tontos de los cojones”, “fascistas” y demás tolerantes piropos a otros 11 millones de no adscritos.

En nombre de la tolerancia pueden condenarte a pagar multas millonarias por hablar, escribir o rotular en el idioma oficial de tu país, que es el español. O pueden llamarte asesino los que luego te entregan una carta con tu retrato adornado con un tiro en la frente; o pueden ladrarte ‘fascista’ los mismos que, mientras sacan espumarajos por la boca, no te dejan hablar en tu propia conferencia (Loquillo lo acaba de resumir en una interesantísima entrevista en la revista Época: “En España, todo aquel que manifieste su desacuerdo es un facha”).

En nombre de la tolerancia echan a los leones a todo un grupo de comunicación, sin distingos ni miramientos, por el simple hecho de no acobardarse, ni arrodillarse, ni pendularse a conveniencia del poder.
En nombre de la tolerancia crucifican a la única democracia en todo Oriente Medio por defenderse del fanatismo, mientras miran para otro lado cuando hace lo propio el amigo sátrapa marroquí. Por cierto, mientras hacen el agosto armamentístico con unos y otros, y con los de más allá (Irán, Venezuela, Arabia Saudí…).
En nombre de la tolerancia levantan tumbas que estaban bien cerradas y resucitan odios que estaban bien muertos porque hubo un tiempo, allá por el 78, en el que sí hubo tolerancia.
En nombre de la tolerancia insultan, condenan, amenazan, aíslan, intimidan, atacan y hasta muerden a todos aquellos que no se arrodillan ante los dogmas de la nueva fe laica.

En nombre de la tolerancia se han metido a decretazo limpio en nuestras aulas, en nuestros coches, en nuestros vicios, en nuestra cultura, en nuestra música, en nuestra tele, en nuestra nevera, en nuestro dormitorio, en nuestras conciencias, en nuestro libro de familia; y ahora también en nuestro árbol genealógico, otro paso más para dinamitar todo aquello que nos pueda recordar, siquiera un poquito, nuestra propia identidad, nuestras raíces, nuestra memoria. Y nuestro sentido común.

En nombre de la tolerancia y la paridad pueden acusarte de machista cavernario por dejar que tu hijo juegue al fútbol y tu hija a las mamás, pero si juegas al mus con Josu Ternera y su ternerito eres el faro universal de los derechos humanos, aunque hayas sido condenado oficial y judicialmente por maltratador (“un hombre bueno”, este Txusito, según Patxi López).
En nombre de la tolerancia matan o negocian con la serpiente, según convenga, mientras se les llena la boca de PAX (con equis). O se van de chuletón y comparten “ruta” con asesinos de niños convenientemente reconvertidos en hombres de paz. O permiten a la serpiente envenenar la Democracia cada cuatro años, todo por la resolución del conflicto y el derecho a vivir (y matar) por una maldita quimera.

En nombre de la tolerancia lo que hacen día a día es asesinar nuestra libertad, esa extraña palabra a la que tanto se abrazan pero que han ido liquidando allá por donde han pululado a lo largo de la Historia.

En nombre de la tolerancia, yo me declaro abierta y manifiestamente intolerante frente a esa tolerancia progre y falsa, esa hipogresía endémica y fatal que nos condena por el simple hecho de profesar una “opinión o práctica” diferente a la suya. Por ser hombre, católico, casado con una mujer, padre de familia, madrileño y defensor del libre mercado soy machista, criminal, rancio, fascista, anticatalán y cerdo capitalista. Y todo eso sin conocerme, oiga. Pues vale.

Por si acaso, y por acabar por el principio, o sea, por la RAE, me quedo con la última acepción del término ‘tolerancia’: “condición que permite que un organismo conviva con parásitos sin sufrir daños graves”. Pues eso, seamos tolerantes a los parásitos.

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miércoles, 3 de noviembre de 2010

Vivir para siempre: una película perfecta de principio a fin


A veces sucede. No mucho en los últimos tiempos, es cierto. Pero cuando sucede, es verdaderamente gratificante. Me refiero a ver una película que te haya llegado tan hondo que sientas la necesidad imperiosa de recomendarla a todo el mundo; de decir a tus amigos, a tus familiares, a tus compañeros de trabajo, a cualquier persona que te encuentres por la calle… o que lea tu blog, “Vete a verla. De verdad. Es una película que hay que ver. Te gustará, te emocionará, te hará reír y llorar. Te hará reflexionar. Y, sobre todo, te hará bien”. Esto es lo que me ha sucedido al ver Vivir para siempre.

“Hago películas sólo para entretener a la gente”, afirmaba el grandísimo Billy Wilder. Claro que luego era capaz de criticar el nazismo, el comunismo, el capitalismo e incluso el machismo en una sola (y desternillante) película, Uno, Dos, Tres; o de realizar obras maestras del cine y la sociología como El Apartamento, La tentación vive arriba o El gran Carnaval (de visión obligada en estos tiempos de periodismo carroñero). Billy Wilder sabía, como demostró en todas sus obras, que el Cine puede, y a veces debe, hacerte pensar. Sin dejar de entretener, claro. Y eso es precisamente lo que hace la película de Gustavo Ron.

Vivir para siempre cuenta una historia breve y al mismo tiempo eterna. La de Sam, un niño de 11 años con leucemia que sabe (y acepta) que va a morir en unos meses pero que no sólo no se resigna a hacerlo antes de tiempo (dejándose vencer por la enfermedad), sino que pretende vivir el tiempo que le quede lo más intensamente posible y, de paso, que esa vida breve dure para siempre en la memoria de los que le rodean, a través de un peculiar diario ‘multimedia’ (letras, dibujos, fotos, vídeo). En este testimonio vital, Sam describe su conmovedora, sincera y divertida visión del mundo, de su enfermedad, de su familia, de su inseparable amigo Felix (enfermo de cáncer) o de su profesora, Miss Willis.

Con mirada limpia, Sam ve su enfermedad como un hecho, no como una maldición. Acepta su suerte, su muerte, con entereza; y habla de ella con naturalidad, con sinceridad, con sentido del humor incluso. Para él no hay tragedia, no hay miedo (“Yo no tengo miedo; sólo se trata de volver adonde estabas antes de que nacieras y nadie tiene miedo de antes de haber nacido”). Para los demás, en cambio, sí hay tragedia, y también miedo. Su madre es la compasión y el dolor; su padre es la negación permanente (“no vamos a hablar de eso ahora”); su abuela es la comprensión cómplice (tal vez porque sea la más cercana a su destino); su amigo Felix es la fuerza que le empuja a realizar sus deseos imposibles; su profesora es el impulso vital y moral, quien le invita a vivir con plenitud y a escribir el diario (“hay algo eterno que podemos dejar detrás, una vez nos hayamos ido”), la que anima a Sam y a Felix a realizar sus sueños, sus deseos, sus listas de “cosas que quiero hacer antes de morirme” (como ser un científico, batir un récord Guinness, subir unas escaleras mecánicas que bajan, volar en dirigible; y, en fin, hacer cosas de adolescentes, algo que él no llegará a ser: ir a un pub, fumar, beber, dar un beso de verdad a una chica…).

“Morirse es la cosa más imprecisa del mundo: nadie sabe nada de nada”. Pero Sam quiere saber, necesita saber, y se hace preguntas a las que nadie responde (¿Por qué hace Dios que los niños enfermen? ¿Duele morirse? ¿Por qué tiene que morirse la gente? ¿Adónde vas cuando mueres?). Su misión es averiguar las respuestas a todas esas cuestiones y lo hace de forma “científica”, reflexionando, investigando, imaginando, experimentando. Soñando. Haciendo realidad sus deseos imposibles. Viviendo.

A través del humor, la ironía, la ternura, el dolor, la ilusión… la película nos envuelve y nos absorbe, nos hace partícipes de los sentimientos de Sam y de su familia. Celebramos con él cada logro de sus listas, sufrimos con él la impotencia de su enfermedad (“¡Esto no es justo!”), nos reímos con él de las ocurrencias de Felix, consolamos con él la tristeza de sus padres (“Papá, no llores”), soñamos con él sus sueños imposibles. Somos parte de él y de su historia. Porque, como describe Gustavo Ron, el director, “es una historia muy cercana. Habla de amores adolescentes, de matrimonios que pasan por momentos difíciles, de sueños que se cumplen, de la vida y de la muerte...” Esta es, probablemente, la clave de la película: la inmersión total del espectador en la vida de Sam. La plena identificación con su proceso de aceptación – rabia – rebelión – dolor – esperanza – aceptación.

El otro secreto de Vivir para siempre está en lo que no es. No es una película empalagosa, ni ñoña, ni condescendiente, ni moralizante, ni oscura, ni pesada, ni intimista, ni trascendental. Es, al contrario, fresca, divertida, imaginativa, sincera, realista, alegre; conmovedora también, y dura. Pero, sobre todo, es vitalista, tremendamente vitalista, aunque trate de la muerte de un niño (al que, además, queremos desde el minuto uno). Una película de la que, como decía Walt Disney, saldrán con una sonrisa por cada lágrima. Lágrimas que el propio Sam rechaza, por cierto (“Lista nº 11. Cosas que quiero que pasen después de mi muerte: Se os permite estar tristes, pero no se os permite estar demasiado tristes. Si estáis siempre tristes cuando pensáis en mí, ¿cómo vais a recordarme?”).

“Vive siempre como si este fuera el último día de tu vida, porque el mañana es inseguro, el ayer no te pertenece y solamente el hoy es tuyo”. La lección de San Maximiliano Kolbe la tiene muy bien aprendida Sam, desde luego. Porque precisamente va de eso la película, de cómo puedes aprender a vivir da igual el tiempo que te quede (¿alguien lo sabe, en realidad?); y de cómo tus sueños no tienen por qué ser inalcanzables, si luchas lo suficiente para conseguirlos.

Vivir para siempre es, en fin, una película importante, necesaria. Pero también es una gran película, cinematográficamente hablando: una maravillosa historia, de la joven escritora británica Sally Nichols, perfectamente adaptada por Gustavo Ron; un reparto excepcional, niños y adultos (mención especial para Greta Scacchi, la profesora, y Ben Chaplin, el padre); una puesta en escena inteligente e imaginativa; un ritmo dinámico, animoso, casi alegre; y una banda sonora espectacular de César Benito, salpicada por las magníficas canciones de Mindy Smith o 100 Elephants, y las melodías sensibles y tranquilizadoras de Farryl Purkiss (“Sigo intentándolo / Esperando tiempos mejores / Así que déjalo pasar. / Sigo rezando / Rezando por tiempos mejores / Así que deja que pase, que pase, que pase”. Better Days).

“Hay cosas que son perfectas de principio a fin, pero no lo sabes hasta que las has vivido”. Como volar en un dirigible. O como Vivir para siempre. Vayan a verla. Es cine del bueno.

jueves, 28 de octubre de 2010

El insulto, el agit-prop, Goebbels y Rubalcaba


Pues nada. Ya ha empezado la cosa. No ha tardado ni dos días el flamante nuevo megavicepresidente omnipresente y omnipotente en poner en marcha la maquinaria que tan bien se le da. La del agit-prop, digo. Y todos los enanitos que a sus órdenenes trabajan –en su partido, en su ministerio y en sus medios de comunicación- la mantienen bien engrasada y a pleno rendimiento. La excusa, esta semana, es la tontería que ha dicho un alcalde del PP (claro), que no deja de ser una grosería y, sobre todo, una gilipollez conociendo el percal, pero que en un país normal no dejaría de ser una anécdota tonta. Pero hete aquí que la maquinaria la ha convertido en asunto de Estado, en noticia de portada en todos los telediarios, en titular y columna de todos los diarios adscritos, en asunto obligado de toda tertulia que se precie y, en fin, en comentario más o menos justiciero de programas tan presuntamente neutros como El Hormiguero (¡ja, neutros!). Si en España existiera la lapidación, como en los países amigos, al alcalde de Valladolid le habrían lapidado en la plaza mayor. Y el megavicepresidente habría tirado la primera piedra (por supuesto, escondiendo acto seguido la mano zurda).

Guiados por la mano diestra del gran cominicador Joseph Goebbels, siguiendo a rajatabla sus famosos 11 principios de la propaganda nazi, Rubalcaba y sus muchachos (y sus muchachas, a ver si me van a tachar de machista, o de machisto) lo han vuelto a hacer. Como en el 11M. Clavadito. Desde el principio. Por poner tres ejemplos, el Principio de la Transposición: cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque; o el Principio de Orquestación: la propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas (Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad); o el Principio de la Exageración y Desfiguración: convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave. ¿Les suena? ¿A que sí?

Pero ya sabemos que la progresía tiene bula en estas cosas. Una bula laica (jeje, suena a ruso eso… ¡bulalaika!) que les permite insultar, amenazar, aislar o agredir (incluso asesinar) a la Derecha porque sí, cuando les venga en gana y con impunidad total. Porque algo habrán hecho; y si no, ya lo harán; y si tampoco, pues porque son los malos (como afirmó Peces Barba en el homenaje a Carrillo). Y punto.

Pero claro, se olvidan de que aún tenemos las hemerotecas y, sobre todo, internet. No sé tampoco si les importa demasiado, pero ahí van algunos recordatorios de lo que han soltado esas boquitas de bífidas lenguas que, a mi modesto entender, es bastante más grave que lo de la señorita Pajín, la de los tres sueldos, los papis tránsfugas presnutamente corruptos y flamante (glups) nueva ministra de Sanidad. Entre otras cosas porque no son sólo insultos, algunos rozan e incluso traspasan el delito. Veamos:

«Habría que matar a todos los del PP» (Ramón Bagó, ex alcalde de Calella); «¡Viva la República, muerte al Borbón!» (Joan Tardá, diputado del Reino de España); “Me cago en la puta España” (Pepe Rubianes, actor fallecido); «La bandera bicolor es cosa de Franco y excluye a los españoles derrotados en la guerra civil» (María Antonia Iglesias, periodista); «Espero que llegue pronto una buena República laica, al estilo francés. Y también que la señora griega (la reina) le salgan niet@s gays, abortistas y plumerines para que se entere de lo que vale un peine social. ¡Viva la República y abajo la Monarquía!» (Karmele Merchante, ¿periodista?); “Los que votan a la derecha son unos tontos de los cojones” (Pedro Castro, ex alcalde de Pinto); “Por cada millón de personas que se manifestaba existían cuatro millones de hijos de puta que callaban sabiendo que iban a votar a Aznar” (Maruja Torres, escritora) “La Terribas está mal follada. No puede ser que sea tan mala persona, tan tendenciosa, tan faltona, tan cínica, tan despectiva hacia su presidente...” (Miguel Ángel Martín, PSC); El PP es una “turba mentirosa que piensa, desde su imbecilidad, que todos somos más imbéciles que ellos” (José Luis Cuerda, director de cine); “La subida de la gasolina a mi me da igual, yo tengo coche oficial, así que el resto que se jodan” (Juan José Martín, alcalde socialista de Pinto); “Éste es el cabrón que me machaca en el Congreso” (Magdalena Álvarez sobre el diputado del PP Andrés Ayala); “¿Imaginan el goce que sentiría al caer en manos de una pandilla de milicianos jóvenes, armados y -¡mmm!- sudorosos?(Almudena Grandes sobre Sor Maravillas); “El Ejecutivo de Esperanza Aguirre no es el de una derecha civilizada, sino que es un gobierno facha” (Tomás Gómez); “Esperanza Aguirre es de las besa de día y muerde de noche” (José Bono, empresario y político); “El pollo que comemos está cargado de hormonas femeninas. Por eso, cuando los hombres comen esos pollos, tienen desviaciones en su ser como hombres” (Evo Morales); “No quiero putos en mi destacamento” (Ernesto Che Guevara); “¡Vamos a quemar a la Conferencia Episcopal por machista y patriarcal!” (frase coreada en el Día del Orgullo Gay… los “putos” que decía el Che); "¡A ver si se te quitas la cara de culo que tienes! ¡Mentirosa!" (Mila Ximénez a Karmele Merchante).

Y, por terminar este repaso con la causa que lo comenzó, o sea, Leire Pajín: «Para la próxima ejecutiva, si sigue Zapatero, estoy preparando a mi nieta para ver si entra, es mujer y joven» (Joaquín Leguina); “¿Pajín es sinónimo de masturbito?” (Wyoming, a Pajín).

Pero claro, bienaventurados los progres porque siempre serán perdonados. Hagan lo que hagan, digan lo que digan, escupan lo que escupan, aquí no ha pasado nada. Si ya lo decía el fundador de la cosa: “Combatiremos sus ideas dentro y fuera de la legalidad, e incluso justificaremos el atentado personal” (Pablo Iglesias a Antonio Maura, presidente del gobierno legalmente constituido).

La estrategia es así de simple: no se imaginan la de miles de veces que vamos a escuchar, de aquí a 2012, la palabra-consigna facha, fascista, extrema derecha, caverna, cinturón sanitario, derechona, falangistas, hijos de puta, asesinos y demás calificativos sin importancia. Rubalcaba lo sabe, como lo sabe Pepiño, como lo saben también El País y la SER y Cuatro y la CNN. Y Roures Entertainment. Como lo sabía, ya en 1943, el Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética: “Nuestros camaradas y miembros de las organizaciones amigas deben continuamente avergonzar, desacreditar y degradar a nuestros críticos. Cuando se vuelvan demasiado irritantes hay que etiquetarlos como fascistas o nazis. Esta asociación de ideas, después de las suficientes repeticiones, acabará siendo una realidad en la conciencia de la gente”.

Y el próximo día hablaremos de ETA.

jueves, 21 de octubre de 2010

El gobierno de halloween


“No hace falta conocer el peligro para tener miedo; de hecho, los peligros desconocidos son los que inspiran más temor” decía el inocente Alejandro Dumas. Claro que a mediados del siglo XIX aún no había nacido Alfredo Pérez Rubalcaba (¿o sí?), hoy Ministro de Escuchas y Asuntos Oscuros y mañana, además, Portavoz y Vicepresidente Primero del Gobierno del Reino de España, que debe ser como una especie de Richelieu pero en más malvado. O sea, el que manda, el que dicta, el que dispone, el que maquina, el que maneja, el que regenta, el que corta el bacalao, vamos, así dicho en cuatro palabras.

No, el inocente Dumas, cuando inmortalizó a su maquiavélico y ambicioso cardenal Richelieu, no conocía al maquiavélico y ambicioso cardenal Rubalcaba, inmortalizado a sí mismo legislatura tras legislatura, superviviente del GAL, del pelotazo, de Roldán, de Almunia, de los 8 años de Aznarato, del fracasado Bono, de la fracasada Trini, del caso Faisán, de los procelosos procesos de paz, de las sombrías negociaciones y los descarados acercamientos, y, en general, de los sucesivos gobiernos en crisis permanente de Mister Paz. Porque si Dumas hubiera conocido a Rubalcaba habría reconocido que no son los peligros desconocidos los que inspiran más temor. No. Habría reconocido que, en efecto, sí hay una cosa más terrorífica que el terror a lo desconocido: el pavor a lo conocido. Si lo conocido es Rubalcaba. Espeluznante.

Desde luego, el presidente Mister Paz no podía haber elegido mejor momento que las vísperas de Halloween para meternos el pavor en cada neurona (las poquitas que nos quedan sanas) de nuestros desgastados cerebros. Ahora que andan los escaparates de las jugueterías, las cuñas en la radio, las marquesinas de la calle rebosantes de terror peliculero (hoy he visto un anuncio genial, por cierto: la fantasmagórica “niña de la curva” haciendo auto stop para ir al Parque Warner, especial Halloween); ahora que tenemos aún fresco en el cuerpo el miedo a los piquetes palo-informativos de la brigada sindicalista, o el temor a las hordas fascistas que invadieron de tanques y legionarios con chapiri la capital de este país o estado o entelequia o discusión o lo que sea; ahora que permanecíamos aún con el tembleque corporal y mental que nos ha dejado la siniestra sensación de estar enterrados en vida (no hablo de “Buried”, la película, sino de la España de ZP); ahora que andábamos cagaditos tras la entrevista-trampa a Otegui en elpaís (¿redactada por Rubalcaba?), coincidiendo siniestramente con los Presupuestos del PNV; ahora, en fin, que 5 millones de zombies recorren las calles y las oficinas del inem en busca de un soplo de vida laboral, ahora que ya no nos cabe más miedo en el cuerpo, va Mister Paz y nos asciende a Rubalcaba. Y nos lo coloca en primera línea de salida para 2012. ¡Joder, con el humor negro!

Hemos pasado del “En ocasiones veo muertos...” al “ya están aquíííí´”. Del muerto andante Zapatero, con Z de Zombi, al desembarco de la Liga Siniestra de Valpurgis en pleno. Porque mira que el gobierno parecía que no podía ir a peor: pues nada, el Míster ha conseguido el más difícil todavía. Y de la mano siniestra del cardenal Rubalcaba viene, agárrense los machos, ¡¡Leire Pajín!! (¡¡Aaaaaahhrrgggg!!) ¡Toma susto! De ministra de Sanidad. (¡¡Aaaaaahhrrgggg!!) ¡Toma más susto! Y con toda su familia (¡¡Aaaaaahhrrgggg!!). Tranquilos, es broma, es broma (uno también tiene su humor negro). Y con Leire, la despeiná, la del puño en alto y los tres sueldos, la del CV monosílabo, la hija del trasfuguismo, la niña del Exorcista, llegan un tal Gómez (¿¡Tomás!? ¡Joder, qué carrerón!), que no se llama Tomás sino Valeriano, que viene de la UGT (aahh, ya veo, ya) y que fue quien limpió el asunto sucio aquél de la PSV (pues eso, de confianza). Y aparece en la escena medioambiental la ex comunista y ex alcaldesa cordobesa Rosa Aguilar, por aquello del cupo paritario, suponemos (al final la han tentado, después de años in-tentándola), que no sabemos si viene llena de ideas tipo Gore (de Al, no de peli de sangre a borbotones); y, ¡al fiiin!, el inefable Moratinos, el bonachón, el blandito, el pacifista, el integrador integrista, el lo-que-quieras-te-lo-doy-y-no-te-pido-nada-más-que-tu-amor, el chikilicuatre sin fronteras, el amigo de sus amigos, Moratinos Desatinos, se va. ¡¡Ooooolé!! ¿Y quién viene con la maleta en su lugar? Pues Trini Sonrisas, claro. Como premio a su sacrificio primario de Madrid, siguiendo la costumbre de ser premiada cuando se deja partir la cara de Mister Paz en la suya propia. Si perder la sonrisa, claro. Con esa sonrisa, llegará lejos. Vaticino.

¿Y quién se va (o le van), se preguntarán? Pues el discutible ser humano o ser vivo conocido por Bibiana, cuyo ministerio ha sido verdaderamente terrorífico, como un Ministerio del Terror, vamos; entre las muertes a domicilio, que han subido bajo sus demagógicas e ineficaces leyes paritarias, y su gran aportación a la (des)humanidad, que ha multiplicado las muertes intrauterinas bajo el ala negra de su ley antiparitoria, el paso de la niña-ministra Aído por el poder ha dejado más terror y destrucción que el viejo Atila. Sobrecogedora, la niña. Más miedo que la muñeca diabólica da.

Y desaparecen también una tal Beatriz Corredor, o Pasillo, no sé, que parece que se ocupaba de hacer la casa o algo así. Porque mucha más competencia no tenía (y además con ella desaparece su ministerio, con muebles y todo). Eso sí, incompetencia, toda. Como el insigne Celestino Corbacho, el personaje que ha conseguido superar el récord Guinness de paro del último Felipismo y lo considera “un marrón” para sí mismo, que no un marronazo para cinco millones de españoles, que ya se arreglarán, los muy quejicas. Y se va también la imagen y voz del zapaterismo, o sea, la imagen arrugada y la voz cascada de María Teresa, la hija de Wenceslao, el ilustre falangista y sin embargo “represaliado”. Lo que ignoramos es si la Vice se va a trasladar a su vivienda fantasma de Beneixida, y si le caben allí los armarios de fondo infinito y su ejército de peluqueras-manicuras-pedicuras-maquilladoras-estilistas, que eran de todo menos milagrosas. Tampoco la echaremos de menos.

En fin, que entre el Zombi Zapatero y su Vicepresidente de Escuchas y Asuntos Oscuros, la crisis de gobierno nos va a sumir en una especie de Noche de Halloween anticipada y de año y medio de duración, qué canguelo tú, y vamos a estar mirando detrás de cada puerta, de cada cortinilla de ducha, de cada negra ventana, de cada árbol tenebroso por si aparece el todopoderoso y todomaligno Rubalcaba, el ojo que todo lo ve, el oído que todo lo escucha, el cerebro que todo lo maquina. Prepárense. Yo ya no me acuesto sin mirar debajo de la cama.

Ya lo decían en la terrorífica y sádica ‘Saw’: “Vive o muere, tú eliges. Vamos a jugar un juego. ¿Crees que se ha acabado porque estoy muerto? No se ha acabado, el juego acaba de empezar.” ¡Glups!

jueves, 14 de octubre de 2010

Del Desfile Militar a la Caravana de la Paz


Otra vez la Fiesta Nacional. Otra vez el desfile. Otra vez el orgullo de nuestros soldados, desfilando ante su gente. Otra vez la ilusión de la gente, orgullosa y agradecida, aplaudiendo a sus soldados. Otra vez los vítores espontáneos y sinceros a España, a la Legión, a la Guardia Civil. Otra vez las banderas engalanando la calle, los balcones y los corazones. Otra vez las miradas hacia el cielo para admirar (con retraso) a la rojigualda Legión Cóndor. Otra vez las lágrimas furtivas al escuchar (y sentir) esa gran verdad y ese gran consuelo que es “La muerte no es el final”. Otra vez las familias, los jóvenes, los abuelos, los inmigrantes, los currantes, los parados, todos a una, abrazando ese concepto para ellos ni discutido ni discutible llamado España, que es mucho más que sus políticos, mucho más que sus representantes sindicales, mucho más que sus artistas, mucho más incluso que su selección de fútbol. Otra vez España salió a la calle, la España real, a decirle a su casta gobernante que está orgullosa de ser española, y que eso incluye estar orgullosa de sus ejércitos, de sus soldados, de su entrega y generosidad (“No quisieron servir a otra Bandera, no quisieron andar otro camino, no supieron morir de otra manera”. ¿Hay mayor acto de generosidad que entregar la vida por los demás?).

Sí. Otra vez el desfile. Y otra vez los cabreados abucheos al presidente zombi, esta vez más frecuentes y atronadores (por la lejanía obligada del público y por el creciente cabreo generalizado). Y otra vez la cobardía que apunta a grupúsculos de la derecha extrema infiltrados entre los pacíficos y agradecidos ciudadanos. Y otra vez la rabia nacionalista, escupiendo contra el viento su rencor y su envidia. Y otra vez la humillación callada ante un desplante impresentable, esta vez del impresentable gorila rojo y su impresentado abanderado. Y otra vez la minimización del acto, con la doble excusa del recorte, de presupuesto y de recorrido (gracias, Gallardón). Y otra vez las soterradas discusiones entre los próceres, las miradas largas (salvo la de Corbacho, que era larga pero de puro y feliz alivio), las miradas esquivas, los saludos fríos y las sonrisas falsas, tal vez porque a muy pocos les gusta estar ahí (¿verdad, Montilla? ¿verdad Rajoy?). Y otra vez la grandilocuente hipocresía de Zapatero, Rojo y Bono, acompañando a viudas y huérfanos en la ofrenda a sus caídos, ésos que cayeron en actos de paz.

Por mucho que a tantos les duela, les corroa y les joda, el ejército español es querido, respetado y admirado por sus compatriotas, y por todos aquellos (soldados y civiles) que los han conocido más allá de nuestras fronteras, desde Haití a Kosovo, desde Afganistán a Somalia, desde Irak a Líbano. Y a muchos españoles nos gusta demostrárselo, al menos una vez al año. ¡Qué menos!

Y además, nunca se sabe hasta cuándo vamos a tener ocasión de demostrárselo. Tal vez, el próximo año, el presidente que nos desgobierna quiera pasar de nuevo a la historia en nombre de la paz y, a falta de Irak o ETA, eche mano de nuestro 12 de Octubre, de nuestra Fiesta Nacional y con la excusa de los abucheos -anécdota elevada artificial y sibilinamente a protagonista- decida por decreto ley que el sentir del pueblo español no es vitorear a sus Fuerzas Armadas por la Castellana (fascista apología del militarismo, aberrante justificación del genocidio), sino ensalzar y aplaudir a sus Fuerzas Civiles más representativas. En lugar del desfile militar, la caravana de la paz, abarrotando de banderas republicanas el paseíllo de la Castellana (otrora del Generalísimo). A la cabeza, el propio Mister Paz con su Grupo de Mando, o sea, los ministros y ministras, sonrientes y orgullosos de su obra, vitoreándose, aplaudiéndose, adorándose a sí mismos. A continuación, la Brigada Sindicalista, arropados por sus tropas de asalto informativas, armadas con bates, barras de hierro, palos pancarteros y demás armas de destrucción masiva de esquiroles. Después, las Fuerzas de Choque Intelectual, esto es, Willy Toledo, Almodóvar, el Gran Wyoming, Juan Diego, los Bardem, Trueba, Botto, Luna, Sacristán, Sabina y demás titiripanda antifascista, abanderados por el represaliado Víctor Manuel, que esta vez no entonaría su oda “A un gran hombre”, dedicada a Franco, sino el universal y pacifista “Himno a la Alegría” (versión Miguel Ríos, of course, mucho más universal que Schiller y Beethoven juntos). De seguido, la Unidad de Izquierdistas Unidos, que es literalmente una unidad, o sea, Llamazares. Y cerrando la primera parte, el famoso Tercio Euskaldún del RH Negativo, formado por insignes hombres de paz como Otegui, De Juana, Ternera y su Ternerito, Eguibar, Arzallus y las nuevas cabezas de la serpiente, cualesquiera que sean, desfilando todos con el uniforme de gala (encapuchados y con txapela, vamos).

Acto seguido, los próceres representantes de las diferentes nacionalidades del estado español, con Carod Rovira a la cabeza y la Unidad de Okupas Demokrátikos Antisistema detrás, engalanados con kufiyas limpias y armados de llameantes cócteles molotov. Después, por puro contraste, los banqueros subvencionados, fumándose un puro en sus carros blindados último modelo. Y tras ellos, el resto de la parada: la Unidad de Curruptos de Emergencia, la Legión de Oenegés Sin Fronteras, la Quinta Columna Periodística Afín (abanderada por Sopena y María Antonia), el Batallón de Feministas Acorazadas, el Escuadrón de Libertadoras Sexuales (también conocido como el Escuadrón de la Muerte de la sargento Bibiana) y la Bandera Arcoiris del Orgulloso General Zerolo, ondeante buclemelena al viento de la paz.

Y, por supuesto, no podían faltar nuestros hermanos hispanos, víctimas del genocidio católico apostólico romano perpetrado por Isabel, Fernando y Colón al alimón: el futbolero Evo, desfilando con paso firme a golpe de genitales (no los suyos, claro, sino los del que vaya delante); el Gorila Chávez, escoltado por la brigada ligera ETA-FARC; los Castro Brothers con una vibrante Leire Pajín de mascota; y el correoso Correa, rodeado de su fiel infantería para salvaguardarse de su infiel policía. Y por detrás, el primo Mohamed, (re)conquistador de Ceuta y Melilla con su ejército de camellos y servicios secretos (¿he dicho servicios o vicios secretos?). Y finalmente, cerrando el glorioso desfile o parada o caravana o carnavalada o lo que quiera que fuese, el victorioso Cuerpo Presente de Represaliados y Represaliadas por la Oprobiosa Dictadura, sacados literalmente de sus tumbas del Valle de los Caídos, con nocturnidad y alevosía, por la Capitana Generala Fernández de la Vega, hija del represaliadísimo Wenceslao, “camisa vieja” del falangismo y hombre de confianza de Girón de Velasco, entre otras bagatelas.

Ah, se me olvidaba. Por aquello del prestigio internacional, y de paso por hacerle la campaña al ninguneado Lissavetzky, la División Motorizada GP/F-1, la Armada Invencible, La Roja (con la ausencia justificada de Sergio Ramos, recién desenmascarado fascista) y el Barça, Sección Fútbol y Sección Basket. Molaría ¿eh?

Pues eso. Que como sobreviva el zombi Mister Paz, la que no sobrevive es España.

viernes, 8 de octubre de 2010

Mister Paz, enterrado vivo.


Anoche vi "Buried" (claustrofóbica, angustiosa, impactante, malévola, absorbente, dolorosa, asfixiante, sofocante, opresora, oscura, abrumadora, frustrante, inteligente, genial, acojonante película; sabiamente hitchconiana y siniestramente poetiana; un peliculón, vamos). Y no pude evitar pensar, cuando aparecieron los créditos (antes no puedes pensar, sólo puedes sufrir y, acaso, respirar), en nuestro presidente por accidente. Ahí metido, en un ataúd, sin luz, sin agua, sin aire, sin vida apenas, sin esperanza. Sin ayuda. Sin amigos. Enterrado vivo por aquellos en los que un día confió. Encerrado a dos metros bajo tierra sintiendo "el rígido abrazo de la morada estrecha, la negrura de la noche absoluta, el silencio como un mar abrumador, la invisible pero palpable presencia del vencedor gusano; estas cosas, junto con los recuerdos del aire y la hierba que crecen arriba, la memoria de los amigos queridos que volarían a salvarnos si se enteraran de nuestro destino, y la conciencia de que nunca podrán enterarse de él".


Así lo decribió el maestro Poe. Y lo clavó ciento cincuenta años antes de la Era Zapatero. Porque ¿no está sintiendo acaso, el enterrado presidente, el rígido abrazo de su propia estrechez política e intelectual? ¿No está inmerso en una negrura absoluta su prestigio internacional? ¿No se extiende a su alrededor un abrumador silencio, una callada traición? ¿No se percibe, ay, la presencia del vencedor gusano, victorioso Bruto, ayer engendrado en su seno y hoy ingrato y desleal conjurador de su muerte? ¿Y el recuerdo del aire y la hierba, de aquellos añorados brotes verdes, acaso no le torturan en su féretro yermo y seco? ¿Y no es aún más siniestra y dolorosa la certeza de que los amigos queridos ya no volarán a salvarlo, no porque no se enteren de su destino sino porque son ellos quienes le han enterrado en él?

Ah, ZP, ¿no estás sintiendo ya ese desasosiego aletargado, esa sensación apática de dolor sordo, ese dejarte llevar por la mano siniestra del destino, sin ninguna preocupación, ninguna esperanza, ningún esfuerzo, mientras la pesada arena cae sobre tu féretro, palada tras palada… palada tras palada…?


Lo dije hace tiempo. Cuando Mister Paz empiece a cojear, serán sus propios amigos, colegas, compañeros íntimos e incluso apadrinados los que le hagan la zancadilla, le empujen al foso, le cubran de tierra húmeda hasta enterrarlo por completo. Son muchas las paladas que han caído ya sobre él: la última, de la mano de Tomás Gómez y su fiel y perdedora Trini (¿o de la mano siniestra de Rubalcaba y Pepiño, los sombríos urdidores?). Pero antes hubo muchas otras paladas: crisis, mentiras, ETA, Europa, FMI, Standard&Poor, Solbes, Obama, aborto, sindicatos, Mohamed, Chávez, PARO (esta palada es grande), Afganistán, Bono, Montilla, Pajín, Patxi, Barreda, Felipe, Peces Barba, MAFO, Intereconomía, Cebrián, Sabina, Mister Bean, las hijas góticas, Sonsoles… Todos y todas han contribuido generosamente a enterrar vivo a este muerto viviente y a escribir en mármol su epitafio: "Aquí yace el hombre que arruinó España. Descansemos en PAZZZZZZZZ".


Pues nada, dejémoslo en manos de su destino incierto. Bajo tierra de nadie, o ya de otros. En su angosta tumba cavada con esmero durante casi siete años de Era Zapatero. "Sentí que yacía sobre una sustancia áspera y que algo similar, a los costados, me estrechaba. Entonces levanté violentamente los brazos que estaban estirados, con las muñecas cruzadas. Golpearon una sustancia sólida, leñosa, que se extendía sobre mi cuerpo a no más de seis pulgadas de mi cara. Ya no pude dudar de que reposaba al fin dentro de un ataúd" (gracias, Edgar).


Sólo espero que en 2012 no le dé al destino por despertar a este muerto viviente, superviviente nato e innato, lo saque de la seguridad (para nosotros) de su tumba política y lo suelte otra vez entre los pobres mortales (que somos todos). Sería absolutamente terrorífico. Aunque no imposible. Me temo que siempre se ha dejado sentir en el personaje un cierto tufillo a zombi. Con Z.