miércoles, 24 de marzo de 2010

Carta a la hija de Otegui


Ignoro tu nombre, no sé si te llamas Leire, Goiatz, Iratxe, Loiola, Aintza o simplemente Itziar. Así que te llamaré hija de Otegui, que supongo a ti no te resultará ofensivo. Sé que estás pasando malos momentos por tener a tu padre en la cárcel y que incluso estás recibiendo apoyo psicológico, según dicen. A los 14 años, en plena adolescencia, debe ser doblemente duro. Leo también que tu madre y tu abuelo paterno están delicados de salud. ¡Vaya por Dios! Parece que la mala suerte se ha cebado con tu familia.


Tal vez sea verdad lo de tus secuelas psicológicas. O tal vez no. Tal vez sea una coincidencia que uno de los hijos de tito Joseba (Permach) se encuentre también en tratamiento en el mismo hospital por la misma razón. O tal vez no. Permítenos que dudemos, hija de Otegui, porque después de tantos años entrando y saliendo de la cárcel, entrando y saliendo de Francia y entrando y saliendo de ETA, que te den las secuelas psicológicas justo en este momento, cuando se prepara la ofensiva política de tu aita y su cuadrilla para (re)negociar la resolución del conflicto y estar en las próximas elecciones (de ahí la necesidad de salir del trullo), pues se me antoja cuando menos sospechoso. Presunto, digamos.


Pero mira, voy a creerme tus secuelas. Echas de menos a tu aita y la amatxo está malita. Afortunada tú. Porque yo conozco mucha gente que echa de menos a su padre y sólo le queda la posibilidad de llevarle flores a su tumba. Y conozco a muchas madres que llevan años sin dormir, con fuertes depresiones o síndromes postraumáticos severos; y que cuando duermen, lo que ven son los restos de sus hijos desperdigados por un parking tras una explosión asesina. Y conozco niñas que a tu edad quedaron salvajemente mutiladas para siempre, sin piernas o sin brazos o sin ojos o, simplemente, sin ganas de vivir (eso sí que son secuelas, ¿verdad?). Y otros niños más pequeños que tú que vieron morir a sus padres a tiros, delante de sus inocentes ojos (eso trauma mucho, te lo aseguro). Y otros muchos que han quedado huérfanos, o que han desarrollado enfermedades psicológicas y físicas, o que han perdido a sus amigos del colegio o a sus hermanos o a sus abuelos. Todos ellos echan de menos a sus seres queridos y a esa parte de su infancia o adolescencia que murió con ellos.


Y de todos esos traumas y secuelas, hija de Otegui, es responsable tu padre. El que está en la cárcel. El que tanto echas de menos.


Yo no sé qué te han contado en casa. Ni qué has aprendido en la ikastola. No sé si practicas el mismo odio visceral y rabioso que tu padre hacia los que no piensan como él. No te conozco. A lo mejor le has rogado, con llanto en los ojos, que deje de ser parte de la serpiente. O tal vez pienses, como otros, que es un hombre de paz. Pero me inclino a creer que no sabes quién es realmente tu padre. Ni qué es. Pues yo te lo voy a contar.


Tu padre es un asesino. Tú aún no habías nacido cuando le llamaban “el Gordo” y militaba en ETA político militar. A los 20 años ya era el encargado de vigilar a los empresarios vascos secuestrables (Lipperheide, Olarra, nombres que no te sonarán). Cuando ETA-pm se autodisolvió, integró con otros “polimilis” el grupo “miliki” que acabó por incorporarse a la ETA actual. Tu padre fue juzgado por el secuestro de Javier Rupérez y absuelto por falta de pruebas (la víctima no pudo identificar a los secuestradores porque iban encapuchados). En cambio sí fue condenado por el secuestro en 1978 del empresario Luis Abaitua, al que ocultó en una cueva de su pueblo, Elgoibar. Un año después, integrado en el comando “Kalimotxo”, junto a José María Estolaza, Luis Alcorta y demás gudaris, trató de secuestrar al político Gabriel Cisneros (uno de los padres de la Constitución), quien recibió un tiro en la espalda al intentar huir, resultando herido de gravedad en el estómago y en la pierna izquierda, y provocándole secuelas (secuelas, hija de Otegui) que perduraron hasta su muerte, en 2007. En el juicio, celebrado en 1990, uno de los secuestradores (Marhuenda) inculpó a tu padre y a los demás, pero aún así se libraron de la cárcel. Sí fue condenado a 6 años por el secuestro de Abaitua, de los que cumplió sólo la mitad. Un chollo, ¿no crees?


Tu padre siempre ha sido parte de ETA. Siempre ha seguido las directrices de ETA. Cuando era militante activo y cuando se pasó a la política (aprovechando el encarcelamiento de la Mesa Nacional de Batasuna, en 1997). Cuando pactó con el PNV, EA y demás abertzales en Lizarra para salvar a una moribunda ETA del linchamiento social, tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, y cuando negoció con Zapatero la resolución del conflicto en el falso proceso de paz. Y también cada vez que enaltece a un compañero gudari y cada vez que escupe las soflamas de ETA, en Gara o en Anoeta. Tu padre ha sido, es y será una parte importante de la serpiente etarra. Y como tal es responsable de todos y cada uno de sus crímenes desde que se integró en ETA, allá por 1977, mucho antes de que tú nacieras.


Sí, hija de Otegui, tu padre está en su derecho de pedir su libertad para que tú no sufras, como ha hecho sufrir él a cientos de niñas de tu edad. La diferencia es que tu padre eligió ser un terrorista y sus víctimas no. Y que sepamos, aún no se ha arrepentido de serlo. Por eso, nosotros estamos en nuestro derecho a pedir que cumpla su condena hasta el último segundo. Aunque sea un pobre consuelo por todas las vidas que ha roto; por todas las secuelas que ha dejado a su paso. Y por todas las que dejará.


Y para terminar, sólo quería hacerte una pregunta que me inquieta. ¿Realmente te provoca secuelas psicológicas el hecho de que tu padre esté en la cárcel durante unos meses y no el hecho de que sea un asesino terrorista desde hace años?

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miércoles, 17 de marzo de 2010

Esperanza, la rebelde con causa y sin IVA.

En 1841 tuvo lugar una rebelión de los ciudadanos de Plzen (Pilsen), pequeña ciudad en la región de Bohemia (Rep. Checa). Hartos del brebaje turbio y oscuro que habían bebido hasta entonces en los mesones, salieron a la calle para reclamar a las autoridades un tipo de cerveza más bebible, de mayor calidad. El alcalde reaccionó como debe un servidor de la ciudadanía, contrató al maestro cervecero Josef Groll y le dio un año para tener lista esa nueva luminosa bebida. El 5 de octubre de 1842 se abrió el primer barril, con gran ceremonia, y los ciudadanos de Plzen celebraron alborozados la creación ese néctar dorado que a partir de aquel momento se conoció como cerveza pilsen. Acababa de nacer la primera cerveza rubia de la historia: Pilsner Urquell. Desde ese día histórico, millones de personas en todo el mundo han podido disfrutar y celebrar el sabor suave y dorado de todas las cervezas rubias que han existido, existen y existirán. Y todo gracias a esa rebelión ciudadana.


Moraleja: que las rebeliones pueden ser buenas. Muy buenas, como en el caso de Plzen. O como pretende la rebelión propuesta por Esperanza Aguirre, que no es más que eso, una (justa) reclamación de los ciudadanos para intentar retirar un innecesario azote impositivo a sus ya menguados bolsillos. Si el gobierno necesita dinero (y mucho) para servicios sociales, que recorte gastos políticos (y muchos); si pretende crear empleo, que dé facilidades a los creadores de empleo (o sea, a las pymes). Pero con la subida del IVA ni se generarán más empleos ni más dinero. Más bien al contrario. Lo que sí se generará, seguro, serán muchas más facturas sin IVA, o sea B, o sea, menos recaudación para papá Estado. Y por cierto, ¿no fue Mister Paz quien afirmó que subir impuestos es de derechas?


Pero claro, lo ha dicho Esperanza Aguirre. Aunque sea lo que piensan todos los ciudadanos y todos los trabajadores y todos los pensionistas y todos los pequeños empresarios y todos los autónomos y todos los economistas (y seguro que incluso todos los sindicalistas). Pero si lo dice Espe, entonces ya no vale. ¡Mala, Espe, mala! Así que se pone en marcha la maquinaria demagógica socialista a toda potencia, para salvar el pellejo a base de titulares humeantes y fórmulas extravagantes, y expandir eso de que si Aguirre es una traidora a la patria, que si incita al delito, que si está fuera de la ley, que si es una insumisa, y una ultra y una facha y una extremista y una… en fin que la rebelión contra el IVA es casi, casi como el levantamiento de Franco contra la II República.


Y no es que la Presidenta haya auspiciado un motín en plan, digamos, Rebelión a Bordo, echando al malvado capitán Bligh y sus ministros a los tiburones, robando la valiosa Bounty (propiedad del Estado) y fundando una nueva comunidad autónoma nacional en una isla paradisíaca, con sus propios impuestos, leyes y felicidad.


Tampoco es que vaya de Jeannette por la vida, rebelde porque el mundo la ha hecho así y porque nadie la ha tratado con amor. Creo que Esperanza Aguirre es rebelde porque ella se ha hecho así y además tiene mucho amor, de su gente y de sus votantes, porque les hace hospitales y centros de salud, y escuelas bilingües y metro y les baja los impuestos y demás cosas que hacen las presidentas por sus ciudadanos. Hasta en el ex cinturón rojo de Madrid recibe amor, la muy rebelde.


No es, ni mucho menos, una rebelde sin causa, a lo James Dean, que vivió deprisa, murió joven e hizo un bonito cadáver. Esperanza tiene muy buenas causas por las que rebelarse ha vivido su carrera sin prisas y no parece que vaya a hacer un cadáver político a corto plazo, ni bonito ni feo.


Tampoco se me antoja una rebelde al estilo Espartaco (el esclavo, no el torero), aunque tiene sangre de gladiadora y lucha por aquello en lo que cree, y por aquellos en los que cree, aunque éstos no crean en ella. Más que liberar a los esclavos, la imagino yo a tridentazos en el circo contra los liberados (sindicales, se entiende).


No la veo como los Rebeldes de Coppola (The Outsiders), en lucha sangrienta por el poder de la calle entre ‘Dandis’ y ‘Grasientos’, o sea, entre pijos y macarras, o entre peperos y sociatas, o entre fachas y rojos, a navajazo limpio por unos votos y alguna sinrazón disfrazada de argumento; no, esa distinción fanática y goebbelsiana sólo se la creen ya los fanáticos goebbelsianos, a uno y otro extremo de la valla. Ella no, desde luego; es lo que tiene ser liberal.


En realidadad, la cosa ésta de la rebelión contra el IVA de Esperanza Aguirre me recuerda, y mucho, a la Rebelión en la Granja de Orwell. Esa revolución que empezó por los derechos de los animales y que acaba en una tiranía bestial, corrupta y mentirosa. Los Siete Mandamientos que se van cambiando sobre la marcha, a conveniencia del cerdo Napoleón, líder único y todopoderoso, me recuerdan mucho a las leyes de esta Ezpaña nuestra que se van modificando o contradiciendo según la coyuntura o la necesidad de justificarse. Siempre con la complicidad de los demás cerdos, eso sí (metafóricamente hablando, por supuesto).

Al final, la rebelión que iba a liberar a los animales del yugo del hombre, acaba con los propios animales trabajando larguísimas jornadas por raciones minúsculas de comida, y sin posibilidad de queja. Eso es precisamente lo que están consiguiendo Zapatero y sus cómplices: que trabajemos cada vez por menos, los que tengan trabajo, y no osemos alzar una voz de protesta, porque entonces seremos rebeldes, antipatriotas y fachas. Y quedará un único mandamiento, que es justo lo contrario de lo que proclaman: “Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros”.


O como el hombre-masa que definía Ortega y Gasset en otra rebelión, La Rebelión de las Masas: ese ser vulgar y conformista, encantado de su propia vulgaridad moral e intelectual; si todos nos sentimos “como todo el mundo” así no nos angustiamos y nos sentimos a salvo. El hombre-masa se cree que con lo que sabe ya tiene más que suficiente y no siente la más mínima curiosidad por saber más; carece de proyectos y va a la deriva (der-iva, ¡qué bueno); por eso no construye nada (¿qué, les es recuerda a alguien?).


Y por eso tampoco es extraño que cuando surge alguien como Esperanza Aguirre, que no se conforma con existir, que se exige a sí misma y a su equipo (¡y qué equipo!) el esfuerzo de realizar un proyecto detrás de otro, que dice las cosas claras, que defiende sus ideas sin flojeras, que coge el toro por los cuernos, ya sea para defender la Fiesta Nacional o la causa de Cuba, no es extraño, digo, que esa mediocridad que nos gobierna de deriva en deriva, la repudie, la insulte y la menosprecie… porque en el fondo la temen. O la envidian.


Pues nada. Como yo me declaro en contra de que me suban el IVA (y en general cualquier impuesto), agradezco a la lideresa que me brinde la opción de rebelarme y exigir su supresión entes de que nazca: ¿dónde hay que firmar? Y mientras espero que esta rebelión ciudadana dé resultado, celebraré con el resultado de aquella otra rebelión ciudadana en Plzen, o sea, con una birrita, que tengo una presidenta que se preocupa por mi dinero y mi bienestar, que vienen a ser casi lo mismo. Así que, pripitek! Y al IVA, que le den.

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martes, 9 de marzo de 2010

De mujeres, trabajadoras, profesionales, madres y amas de casa

Hoy, Día Internacional de la Mujer, he amanecido con el óscar de Kathryn Bigelow como primera “mejor directora” de la historia de los óscar y he desayunado con la ex Ministra de Sanidad Ana Pastor (bueno, y con otras doscientas personas más), que fue una gran ministra y siempre ha sido una gran profesional de la sanidad. Son dos ejemplos de mujeres de éxito en esta sociedad nuestra en la que el éxito es la medida de todas las cosas. Y desde luego que ambas se merecen el éxito y el prestigio, ganado con su trabajo y su esfuerzo, con su profesionalidad y tesón, con su buen saber y buen hacer durante muchos años. Hoy es su día. Felicidades.

Hay, en verdad, muchas mujeres en todo el mundo que merecen ser felicitadas en su día. Mujeres tenaces que se han abierto camino en un mundo de hombres (aunque cada vez menos) y que han llegado a gobernar naves a las que antes sólo podían acceder como grumetes (¿o grumetas?). Metáforas aparte, sí es cierto que hace unas décadas las mujeres españolas tenían que pedir permiso a sus maridos para viajar, para trabajar y casi casi para respirar. Hoy, le pese a quien le pese, la cosa ha cambiado mucho. Y las mujeres tienen las mismas posibilidades profesionales que los hombres, en la teoría y (casi en la misma medida) en la práctica; queda aún camino por recorrer para superar ese ‘casi’, especialmente en la equiparación de salarios y acceso a los cargos de mayor altura. Pero no es una cuestión de leyes ni de manifiestos ni de ministerios, es una cuestión de hechos.

En realidad, no sé si hoy celebramos El Día Internacional de la Mujer o El Día Internacional de la Mujer Trabajadora. En mi humilde opinión de hombre, la diferencia es inexistente, pues salvo alguna excepción parasitaria, la gran mayoría de las mujeres son trabajadoras. Otra cosa es que ese trabajo sea reconocido como un éxito profesional o sea considerado un avance de la sociedad moderna y progresista. Pero trabajar, vaya si trabajan.

Personalmente, he tenido al suerte de conocer mujeres que han llegado a dirigir importantes empresas, directoras generales, consejeras delegadas y hasta presidentas. Conozco mujeres que detentan altos cargos de la Administración y manejan presupuestos millonarios; y también a muchas grandes profesionales de las finanzas, la docencia, la investigación, el deporte, la empresa, la comunicación, las fuerzas de seguridad, la hostelería… En todos los ámbitos y en todos los puestos. Y hoy es su día.
Pero también he conocido mujeres que han dejado una carrera profesional exitosa para cuidar a su marido inválido, día tras día durante años; y he conocido mujeres que lo tienen todo y han decidido vivir su vida al servicio de los que no tienen nada; y mujeres que apenas saben escribir pero poseen un doctorado en nobleza y capacidad de sacrificio; he conocido mujeres capaces de dejar su trabajo y su ciudad para cuidar a su madre enferma de soledad; y mujeres que dejaron su país para ganarse cuatro perras en el nuestro, sólo para que allá sus hijos tuvieran una educación mejor; y mujeres que nunca llegaron a prosperar porque prefirieron estar dos horas más en casa, haciendo deberes o leyendo en inglés; he conocido mujeres con tres hijos cruelmente enfermos que, a pesar de sus jornadas de 24 horas, son incapaces de perder la sonrisa y la esperanza; mujeres emprendedoras que podrían tener un despacho con vistas al éxito y que eligieron ver el fracaso de cada día atendiendo los comedores sociales; mujeres que ayudan a otras mujeres a sobrellevar el drama del aborto, víctimas del “progreso de la sociedad”; o que cuidan a enfermos que todos repudian en los rincones más miserables del mundo. Y hoy también es su día.

Mujeres que nunca se han preocupado por eso de la emancipación, la liberalización o la dignidad en el trabajo. Para las que ser “ama de casa” es tan digno como ser “directora general”; para las que el éxito social es hacer lo más felices posible a los suyos; para las que la remuneración más valiosa es entregarse a los demás; para las que su único Curriculum Vitae es el que llevan impreso en las arrugas del rostro y en los callos de las manos; para las que la carrera más prestigiosa es la “maternidad” y el título más valorado es el de “madre”. A todas ellas, en el Día Internacional de la Mujer, siempre trabajadora, felicidades. Y sobre todo, gracias.


Y como remate final, la simpática y reveladora anécdota de una mujer, trabajadora ejemplar, de profesión… bueno, sigan leyendo y lo descubrirán:

«Cierto día fui a sacar un certificado al Registro y el señor que tomaba los datos me preguntó cuál era mi ocupación. No supe cómo etiquetar mi trabajo de ‘madre’ ni qué responder. Al percatarse de ello el señor me dijo: “Me refiero a si trabaja usted o no hace nada...”. “Claro que tengo un trabajo, le contesté, soy madre”. Él respondió, “No ponemos madre como opción, vamos a ponerle ama de casa”.
Poco tiempo después me pasó exactamente lo mismo, sólo que esta vez en una Notaria Pública. La funcionaria era obviamente una mujer de carrera y muy eficiente. “¿Cuál es
su ocupación?”, me preguntó. "Soy una Investigadora Asociada en el campo del Desarrollo Infantil y las Relaciones Humanas”. La funcionaria se detuvo y me miró como si no hubiese escuchado bien. Repetí el título lentamente, poniendo énfasis en las palabras más
importantes.
“Me permite preguntarle, dijo la funcionaria con un aire de interés, ¿qué es exactamente lo que hace usted en este campo de investigación?”. Con una voz muy pausada le contesté: “Tengo un programa continuo de investigación en el laboratorio y en el campo, estoy trabajando para mi maestría (la familia completa) y ya tengo dos créditos (mis hijos). Por supuesto que el trabajo es uno de los que mayor demanda tiene en el campo de Humanidades. Habitualmente trabajo 14 horas diarias (en realidad son más, como 24), pero el trabajo tiene muchos más retos que cualquier trabajo sencillo y las remuneraciones, más que económicas, están ligadas al área de la satisfacción personal.”
Se podía sentir una creciente nota de respeto en la voz de la funcionaria mientras completaba el formulario. Una vez terminado el proceso, se levantó de la silla y me acompañó a la puerta personalmente.

Al llegar a mi casa, emocionada por mi nueva carrera profesional, salió a recibirme uno de mis socios del laboratorio, el de 8 años de edad. También podía escuchar a nuestro nuevo modelo experimental, en el programa de desarrollo infantil (de 2 años y 6 meses de edad), probando un nuevo programa de patrón en vocalización.»
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viernes, 5 de marzo de 2010

El lugar más seguro (una historia real de un aborto que no fue)


Sucedió en el tren, camino de Santander, una sofocante tarde de julio. El viaje, largo, se hacía relativamente soportable gracias al aire acondicionado, a la soledad de mi asiento y al ipod (la película que habían programado era bastante mala). Estaba escuchando una selección de la banda sonora de House, esa magnífica serie sobre la vida y la muerte, en la que cada canción tiene un significado preciso e intenso; sonó en mis auriculares “Are you alright” de Lucinda Williams y “Happiness” de Grant Lee Buffalo y “Desire” de Ryan Adams y “None of us are free” del gran soulman Solomon Burke. Y cada canción me trasladaba a un momento de la serie, y también a algún momento de mi vida en el que había escuchado esa canción (eso es precisamente lo que hace la música: recordarte tu vida). Y entonces sonó la voz dolorosa, triste, de Damien Rice cantando (llorando) “Grey Room”, implorando un poco de calor a su desolada y gris soledad, y recordé ese capítulo en el que una joven, Eve, embarazada tras una violación, se niega a abortar, a pesar de la insistente recomendación del doctor House. Para ella es, simplemente, un asesinato, y además de su hijo. Para House no es más que una solución cómoda, puro pragmatismo social.


“I've still got me to cross your bridge in this storm / And I've still got me to keep you warm / Warmer than warm, yeah…” La guitarra lastimera de Damien Rice se iba perdiendo en mi cabeza, mientras la historia de Eve y House me recordaba otra historia que escuché en otro tren, no recuerdo hacia dónde. Fue de esas conversaciones que empiezas escuchando sin querer y acabas enganchado como a una buena película. Sólo que esta historia era muy real.


Eran cuatro jóvenes, dos chicos y dos chicas. Según sus comentarios debían pertenecer a una productora de televisión y se encaminaban a rodar un reportaje. La que parecía ser la jefa era una joven guapa y menuda; no debía de llegar a los 27 y se notaba nerviosa por la responsabilidad, probablemente recién estrenada. No recuerdo en qué momento ni por qué la conversación de trabajo cambió de tema y de tono y comenzaron las confidencias (debió ser cuando los dos chicos se fueron a investigar el vagón restaurante). La jefa, con voz entrecortada, susurró: “He decidido no hacerlo”. Su compañera, que además debía ser su amiga, le preguntó, sorprendida “¿Vas a seguir entonces? ¿Pero no lo tenías tan claro?”. “Sí, eso creía yo. Pero estaba equivocada. Ahora es cuando lo tengo claro”. “Pero… ¿qué pasó? ¿no fuiste ayer al ginecólogo para cofirmar la fecha de la intervención?”.


Ella entonces, casi en un susurro, contó a su amiga cómo, efectivamente, había acudido la mañana anterior a su ginecólogo. Estaba embarazada de 10 semanas y había decidido abortar (“interrumpir voluntariamente mi embarazo”, se autoconvencía). El médico la había intentado persuadir en una consulta anterior, explicándole otras opciones para no acabar con la vida de su hijo (era niño); pero ella se enfadó y se escudó en su trabajo y en la relación fallida con su pareja y en los planes de futuro y en su derecho a elegir y a decidir sobre su cuerpo y… y le habló hasta de las guerras y de África y de lo injusta que es la vida. Y acabó llorando. Ni siquiera sabía por qué, ya que lo tenía tan claro; y ese médico no tenía derecho a reprocharle una decisión que había tomado con plena conciencia. ¡Faltaría más!


Pero en esa segunda ocasión el ginecólogo no abrió la boca. “Bien, pensó ella, calladito está mejor”. Se tumbó sobre la camilla, de espaldas al monitor del ecógrafo, y la enfermera le desabrochó la blusa, dejando asomar una tripa incipiente. Le extendió el gel y el médico colocó el transductor por debajo del ombligo, moviéndolo suavemente mientras observaba fijamente la pantalla del monitor. En ese momento, la joven comenzó a percibir un sonido que no había escuchado la primera vez. Era como una pulsación regular, rápida, que cada segundo se hacía más intensa. “¿Qué es ese sonido?” preguntó ella. “Es el corazón de tu hijo”, respondió el médico, mirándola a los ojos con inesperada ternura. “¿Quieres verlo?”. Ella apenas si pudo asentir con la cabeza, probablemente sin querer hacerlo, y él giró el monitor y señaló el corazón latiente del feto. Ella comenzó a llorar, levemente al principio, y luego afloró de golpe todo el llanto que llevaba dentro, que era mucho y muy profundo.

Tras unos minutos de intenso desahogo, el ginecólogo le entregó una ‘foto’ de su hijo y se despidió “hasta la próxima”. Ella susurró un “gracias” y salió de la consulta abrazada a la imagen de la ecografía. Esa noche apenas durmió. A la mañana siguiente, se despertó con la foto sobre su tripa, la miró y volvió a llorar, sólo que esta vez el motivo del llanto era muy distinto: “Hijo…mi niño… ¡qué guapo eres!”



“Mira, éste es mi bebé” le dijo a su amiga, mostrándole la ecografía “Esto es lo que tengo dentro de mí. A que es precioso”. “Sí lo es”, dijo su amiga y añadió: “Yo te ayudaré a cuidarlo”. “Gracias. Lo necesitaré”.


Ya estaba llegando a Santander. Se notaba el verde vivo y fresco de los prados cántabros en contraste con el seco amarillo que había decorado todo el viaje. Una historia bonita, pensé, que se repetiría muchas más veces si, simplemente, las mujeres y las adolescentes que quieren abortar escucharan el latido vivo del ser que llevan dentro. Mientras, en mi iPod sonaba One Safe Place de Marc Cohn: “Life is trial by fire, And love’s the sweetest taste / And I pray it lifts us higher / To one safe place” (la vida es un viaje por el fuego, y el amor es el sabor más dulce; y rezo para que nos eleve más arriba, hacia un lugar seguro).


Y pensé que el lugar más seguro del mundo, debería ser el cuerpo de una madre.

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lunes, 1 de marzo de 2010

Esto lo arreglamos entre todos… botando a ZP en 2012.

Recuerdo aquel maravilloso verano del 82 —vacaciones de olas y noches golfas en el malecón de Zarauz— en que un día nos vimos todos “uniformados” con sendas camisetas de coloridas letras rezando “Yo voy por libre”. No sabíamos exactamente qué significaba ni por qué nos las regalaban, pero estábamos en la edad de ir por libre y el mensaje molaba. Simplemente.


Más tarde descubrimos que no era sino propaganda electoral del Partido Demócrata Liberal, fundado por Antonio Garrigues Walker, y que obtuvo 2 diputados en las elecciones autonómicas del 83. En vista del éxito, el PDL se integró en el Partido Reformista Democrático de Miquel Roca Junyent y juntos se estrellaron en las Generales de 1986, fracaso que disolvió el PRD a velocidad de Nesquick.


Y mira tú por dónde, ahora vuelven Garrigues y Roca de la mano, y de aquel “Yo voy por libre” en alegres letras de colores hemos pasado al “esto sólo lo arreglamos entre todos” en letras negras de luto y tragedia, aunque lo que quieran vender sea justo lo contrario. O sea, optimismo antropológico y antropatriótico. Cuatro millones de euros ha costado la campaña, organizada por el Consejo Superior de Cámaras de Comercio y patrocinada a pachas por una serie de grandes empresas del IBEX, a saber: Telefónica, Iberia, El Corte Inglés, BBVA, Banco Santander, La Caixa, Caja Madrid, Repsol, Cepsa, Endesa, Iberdrola, Red Eléctrica, Mapfre, Renfe, Abertis, Mercadona, Indra y la patronal de la construcción, Seopan. Lo más de lo más.


La primera reflexión que me viene, como publicitario que es uno, es el chollazo para la agencia de Publicidad, aunque haya prestado sus servicios gratis (¡menudo escaparate para SCPF!), y para la Central de Medios, que seguro que no ha prestado gratis ni una pobre marquesina; uno, que es mal pensado, ha llegado a pensar incluso que la cosa es un invento de la propia agencia de Publicidad y que se la ha colado astutamente a la Cámara de Comercio aprovechando la coyuntura psicológica del país.


La segunda reflexión que me viene es el por qué de la campaña: ¿es para crear buen rollito, siguiendo las pautas gubernamentales? ¿Es para lavar la imagen de las empresas del IBEX, algunas de ellas cómplices de la situación? ¿Es miedo a la ruina de esas mismas empresas, que en vez de ganar mil, ahora sólo ganan setecientos? ¿Es optimismo buenista y simplista, de ése tan de moda?, ¿O es para dejar en evidencia a la oposición, por aguafiestas y antipatriota?


La tercera reflexión me viene por los protagonistas de la historieta. Si están metidos el Follonero, Buenafuente, Millás, Angels Barceló, Adriá y demás etcéteras (lo de Gasol, Sanz y compañía es para disimular), es que hay gato encerrado y las coincidencias con las tesis del gobierno y contra las antítesis de la oposición ya no se me antojan tales coincidencias. Y si además el organizategui del asunto es Javier Gómez Navarro, ex ministro del Felipismo, pues blanco y en botella o verde y con asas o tararí que te vi o como sea. Vamos, que sólo falta Serrat cantando aquello de “todos contra el fuego…” pero en versión crisis.


Dice el susodicho Gómez Navarro que "Hay que traspasar las barreras del mundo político para que los ciudadanos hagan lo que tengan que hacer". O sea, que sus colegas de partido nos dejan el país hecho unos zorros y los que tenemos que sacarles las castañas del fuego somos los ciudadanos de a pie, o sea, los que vamos al paro (ellos no), los que nos apretamos el cinturón (ellos no), los que pasamos hambre (ellos no), los que pagamos los impuestos (ellos los suben), etc. Los de siempre, vamos.


Y digo yo, ¿acaso Telefónica va a bajar las tarifas en detrimento de sus abultados beneficios? ¿Va El Corte Inglés a contratar a miles de parados aunque sea con contratos temporales para salvar sus hipotecas? ¿Va el Banco de Santander (8.943 millones de euros de beneficio en 2009) a ofrecer préstamos gratis para crear nuevas empresas emprendedoras? ¿Y el BBVA, va a rebajar los sueldos millonarios de sus directivos o las multimillonarias indemnizaciones de sus ex directivos? ¿Van Endesa e Iberdrola a dejar de timarnos con los estimados de consumo? ¿Y Repsol, va a utilizar sus 1.559 millones de euros de beneficio para amortiguar las subidas del crudo, en beneficio de miles de camioneros, agricultores y transportistas al borde de la ruina? Y ya puestos, ¿van los abogados Garrigues y Roca a prestar los servicios de sus prestigiosos bufetes de forma gratuita a los damnificados por los impagos de la Administración? ¿O es que se trata simplemente de que los de siempre consumamos más, compremos más, viajemos más, gastemos más, nos arriesguemos más a pesar de tener bastante más apretado el cinturón cada día que pasa? Yo mantengo mi sueldo inamovible desde hace 3 años (y soy de los afortunados). ¿Ellos también? ¿Y qué pasa con el optimista Zapatero y sus optimistas ministros y ministras, es que no tienen responsabilidad ninguna de la situación? ¿Y no tienen acaso obligación de hacer todo lo necesario para superarla, más allá de crear una comisión? Por ejemplo, bajar impuestos, cambiar leyes, facilitar ayudas, favorecer la contratación…


“El presupuesto debe equilibrarse, el Tesoro debe ser reaprovisionado, la deuda pública debe ser disminuida, la arrogancia de los funcionarios públicos debe ser moderada y controlada, y la ayuda a otros países debe eliminarse para que Roma no vaya a la bancarrota. La gente debe aprender nuevamente a trabajar, en lugar de vivir a costa del Estado.” Desde luego el amigo Marco Tulio Cicerón lo clavó en el año 55 a. C. Y eso que no conocía a Mister Paz.


Proclama Garrigues, uno de los padres de la cosa, que España “no tiene el derecho a aceptar el pesimismo y está en condiciones de hacer grandes cosas”. Y tanto. Por ejemplo pegarle una gran patada en el trasero en las próximas elecciones al optimista antropológico que nos ha metido en un pozo cuya profundidad él mismo trata de ignorar. Ésta es la única solución para extirpar el pesimismo crónico que nos han enquistado este irresponsable y sus cómplices. Y sí, esto sólo podemos hacerlo entre todos. O al menos entre una mayoría suficiente.