miércoles, 12 de enero de 2011

Eliminar a Zapatero

La noticia con la que me topé hace unos días es en verdad llamativa: “científicos holandeses desarrollan píldoras para olvidar traumas”. El primer efecto al leer el titular fue, paradójicamente, acordarme de alguien cuyo segundo apellido empieza por Z, un trauma difícil de olvidar porque no sólo forma parte de nuestro pasado reciente, sino de nuestro presente continuo y, lo que es peor, de nuestro futuro más bien imperfecto. En seguida, mis pensamientos se trasladaron a la mente del susobicho… perdón, del susodicho… y pensé que si nuestro presidente conociese la existencia de la píldora milagrosa, encargaba ipso facto a su ministra de insanidad que comprara un lote de unos 50 millones de dosis, que la propia doctora Pajín administraría a cada españolito/a “por sus cojones” (no lo digo yo, lo dijo ella). Y trauma solucionado, oiga. La gente se olvidaría de la crisis, y del último chiste de ETA y del Trichet, y de la Merkel, y de Grecia, y del Moody’s ese, y de los Standars y los Poors y, de paso, de los 5 millones de nuevos pobres, que no es que no tengan trabajo, sino que prefieren dedicar su tiempo libre a conocer gente en las colas del INEM o hacer vida social en los comedores sociales de Cáritas (¡y gracias a Dios que aún nos queda Cáritas). Buen comienzo del año electoral, ¿a que sí?


Luego, ahondando en la noticia, descubrí que la pildorita en cuestión iba de bloquear la recreación de situaciones traumáticas y otros eventos estresantes. O sea, que si usted sufre alguna fobia de la infancia, se quiere olvidar de su cuñado plomazo o simplemente no soporta acordarse de que hoy es lunes, pues se toma la pastillita y todo borrado. ¡Zas! De un plumazo. ¿Se imaginan? Pues olvídenlo, al menos por ahora, porque su efecto se encuentra limitado a episodios traumáticos graves, y no se borrarían de la memoria sino que se amortiguaría su efecto. Y además, está reservado a pacientes psiquiátricos (claro que en estos tiempos revueltos y traumáticos todos somos carne –o mente, mejor dicho- de psiquaitra, y ciertos beta-bloqueantes se recetan casi como aspirinas).

Y recordando, recordando, recordé un antiguo capítulo de esa genialidad del humor inteligente y políticamente incorrecto que es Boston Legal, que trataba también el mismo tema: una adolescente que había sido violada reclamaba su derecho a utilizar Propanolol para borrar el traumático episodio de su mente; su madre le negaba ese supuesto derecho argumentando que olvidar no es la solución, que los traumas hay que superarlos porque son las buenas y malas experiencias las que forjan nuestra personalidad, nuestro carácter, nuestra vida. El caso es que si recurrimos a los beta-bloqueantes o a las benzodiazepinas (que hoy sí se comercializan, aunque de forma controlada), con todo su potencial hipnótico, somnífero y amnésico, acabaríamos aún más dependientes de los fármacos y, lo que es peor, más dependientes de los gobiernos. Más felices, tal vez; pero mucho más borregos. Al más puro estilo Huxley y sus felizmente somatizados personajes.

Sinceramente, sería muy tentador tomar la pildorita y olvidar estos traumáticos 7 años de la Era Z. O mejor aún, borrar automáticamente al iluminado de la Moncloa y todo su legado con el teclado del ordenador: ‘Ctrl Z’ y fuera de nuestras mentes para siempre jamás. ‘Ctrl Z’ y fuera la desmemoria histórica. ‘Ctrl Z’ y fuera la ley-derecho del aborto. ‘Ctrl Z’ y fuera la Alianza de Civilizaciones. ‘Ctrl Z’ y fuera las relaciones con Chavez, Castro Bros., Mohamed, Gadafi y demás pájaros. ‘Ctrl Z’ y fuera la negociación que sacó a ETA del hoyo. ‘Ctrl Z’ y fuera la desconfianza (y el pitorreo) internacional. ‘Ctrl Z’ y fuera la juventud perdida, los estatutos excluyentes, el guerracivilismo, la cruzada laicista, el prohibicionismo empedernido. ‘Ctrl Z’ y fuera Bibiana, Pajín, Pepiño, Salgado, Maleni, Moratinos, Sinde, Bono, ¡Rubalcaba! ¿Se imaginan? ¡Qué felicidad! ¡Qué tranquilidad! ¡Qué PAZ! 

Sería una solución eficaz e indolora, ciertamente. Pero peligrosa. Porque borrar la memoria sería borrar la historia, y los pensamientos y las emociones y la perspectiva; sería eliminar nuestra capacidad de juicio, nuestra aptitud para aprender de los errores, nuestra libertad para acertar o equivocarnos; sería olvidar lecciones esenciales que nos hacen madurar, que nos permiten evolucionar como individuos, que nos permiten mirar al futuro. Eso es precisamente lo que quiere el socialismo: que olvidemos nuestra historia para vendernos la suya; que perdamos la capacidad de juicio, que vivamos sólo el presente, que dejemos de ser individuos para integrarnos en la masa, mucho más manejable, mucho más moldeable. “Vosotros sed felices, no sufráis, no os preocupéis, no penséis, no recordéis. Ya pienso y recuerdo yo por vosotros”.

¡Pues no! Me niego a olvidar. Me niego a borrar de mi memoria todo lo que ha supuesto este nefasto presidente para la reciente historia de España, para nuestras vidas, para nuestro futuro. Me niego a bloquear los traumas de millones de personas que han perdido algo más importante que la memoria: la dignidad. Me niego a eliminar los nefastos recuerdos que me ha provocado este especímen de mesías de salón, esta marioneta de sonrisa perenne y cerebro de Mr Bean. ¡No, no y no! El pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla. Pues ya hemos repetido, dos legislaturas. Me niego a tripitir, con Z o sin Z. Nunca nadie había hecho tanto mal en tan poco tiempo. Y eso no se puede olvidar.

Aunque, me temo, hasta el 2012 el último consuelo que nos queda es poder “elminar a Zapatero”… en el ordenador. Sólo tiene que seguir estos 3 pasos: 1. Cree un fichero y guárdelo con el nombre “a Zapatero”; 2. Arrástrelo a la ‘Papelera de reciclaje’ y haga clic en ‘Vaciar papelera’; 3. Cuando aparezca el mensaje “¿Desea eliminar ‘a Zapatero’?” responda “Sí”. En realidad, no servirá de mucho, pero le alegrará el día.

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