miércoles, 30 de septiembre de 2009

La foto del cachondeo y la de la infamia


La dichosa foto ha sido el boom del día en internet y, aunque no tenía entre mis planes inmediatos escribir sobre el tema ni sobre la imagen, ha sido tal el bombardeo mediático y forático a que me he visto sometido, que no he podido resistir (¡y lo he intentado, lo juro!), así que me he rendido cobardemente. Lo siento, soy débil. Soy humano. Y me he dejado llevar. Pero creo, sin embargo, que voy a aportar una novedad interesante en el enfoque de la foto de marras, que pienso sinceramente que ha sido tratada con bastante desenfoque.

Y es que lo más grave de esta imagen no es que las niñas hayan acudido a Nueva York en avión oficial y a hotel caro, invitadas por usted y por mí, simplemente porque estaban encaprichadas desde tiempo ha en conocer a Ohbama! y señora.


Lo más grave no es que carezcan de gusto, clase y oportunidad a la hora de elegir su vestimenta gótico-tenebrosa-con-botas-cazavampiros para tan histórico acontecimiento, que se supone iba a quedar inmortalizado para la posteridad.

Lo más grave no es utilizar a una agencia de noticias estatal, que pagamos usted y yo, para sacarse una íntima foto de familia, si es que en verdad era una íntima foto de familia.

Lo más grave no es que en dicha íntima foto de familia de ambas sonrientes familias, el matrimonio Ohbama! se haya olvidado de sus niñas, por lo que la foto familiar queda incompleta y estéticamente coja.

Lo más grave no es que la agencia Efe,después de haber realizado la foto en exclusiva, y después de haberla distribuido, haya intentado posteriormente censurar su publicación, atentando así contra la libertad de expresión y de información por orden presidencial.

Lo más grave no es que nuestro familiar presidente abomine con tan desmedido fanatismo de los dulces rostros de sus niñas, de cuya imagen nos ha intentado privar una vez más, síntoma inconfundible de padecer el Síndrome de Andreíta.

Lo más grave no es que sea el único dirigente en el mundo, desde que existe la fotografía, que prohíba la difusión del dulce rostro de sus niñas, renegando del ejemplo del mismísimo Ohbama!, de Kennedy, de Sarkozy o de la propia Familia Real (¿se imaginan la felicitación de Navidad con todos los infantes pixelados, además de phoshopizados?).

Lo más grave no es que el presidente censure esta entrañable imagen y en cambio su Secretaria de Organización, la señorita Pajín, no censure la foto de su señora madre celebrando desaforadamente la victoria de la Sucia Batalla de Benidorm, imagen a todas luces mucho menos estética (física y moralmente).

Lo más grave no es que la anécdota de una foto familiar entre dos familias de dirigentes mundiales, que podía no haber sido más que eso si la hubieran sacado con la cámara familiar, se haya convertido en el acontecimiento del día, en la imagen del día y en el cachondeo del día.

Lo más grave no es, como consecuencia, que circulen por internet cientos de montajes burlescos cebándose con la pobres niñas del rostro pixelado, que en el fondo no tienen culpa de tener un padre tan absurdo y una madre tan poco inteligente.

Lo más grave no es que esta foto tonta haya superado a la de Megan Fox en su última película, que es cosa mucho más seria y agradable, donde va a parar.

Lo más grave no es, en fin, que hayan pasado desapercibidas las sabias palabras de nuestro visionario líder en la ONU, achacando directamente al cambio climático la culpa de la crisis económica mundial, palabras que, de haber sido escuchadas y consideradas, podrían haber marcado el inicio de nuestro despegue económico hacia el liderazgo de la champion league económica mudial.

Lo verdaderamente grave y vergonzoso e infame es que el llamado Tribunal Superior de Justicia del País Vasco no haya prohibido ni censurado ni pixelado las fotos de los asesinos y asesinas etarras, por considerar que no es un delito de enaltecimiento del terrorismo, sino que «forma parte de la libertad de decisión de los participantes en las concentraciones para hacer llegar los mensajes a sus destinatarios», fotos que ha autorizado en tres manifestaciones convocadas en Mondragón, localidad gobernada por la izquierda abertzale (¿pero no era ilegal?) y donde, por cierto, Ortega Lara sufrió su inhumano secuestro.


Lo de las niñas de Mister Paz es una mera anécdota, provocada por la estúpida obsesión y las cortas miras de nuestro estadista particular. Lo de los gudaris es una patada más en los rostros de las víctimas, una infamia más en su memoria. Nada pixelada, por cierto.

martes, 22 de septiembre de 2009

Libertad, responsabilidad y juventud asilvestrada


We dont need no education / We dont need no thought control / No dark sarcasm in the classroom / Teacher, leave those kids alone / Hey, teacher, leave those kids alone! / All in all its just another brick in the wall / All in all youre just another brick in the wall.


A punto de cumplirse 30 años del nacimiento del genial e inmenso The Wall, la obra magna de Pink Floyd, conviene recordar una cosa que tal vez ande un poco olvidada en estos tiempos modernos que corren: las frustraciones colegiales de Roger Waters, en forma de maestros prepotentes, malvados y especialmente sádicos, acabaron hace ya muchos años, allá por la posguerra, cuando el amigo Roger era un infante incomprendido. Hoy, al menos en esta Ezpaña que sufrimos cada día, lectivo o no, el sádico es el alumno y el ladrillo no está en el muro, sino estampado en la cabeza del profesor, o profesora, que aquí también ha llegado la ley de la igualdad y no se hacen distingos de género a la hora de humillar, mancillar, maltratar o directamente golpear.
A lo largo de estas últimas semanas se han desbordado ríos de tinta, física y virtual, en periódicos, webs, blogs, televisiones, radios, púlpitos y demás medios de comunicación de masas, tratando de alumbrar siquiera un poco la oscuridad que nos envuelve en cualquier asunto relacionado con la otrora aplicada juventud. Ocio embotellado, educación embrutecida, violencia estandarizada, delincuencia generalizada, valores invisibles e inaudibles, futuro más inexistente que incierto. Desde la gamberradita de Pozuelo, en la que unos descerebrados (pijos o no, ésa no es la cuestión) atacaron sin miramiento a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (dicho así no sé si impone más), amparados en la masa anónima y bestial, en la complicidad-ignorancia-comprensión-miedo de sus papis y en la estupidez sin más del presunto juez que los castigó sin postre, desde ese día, digo, se ha abierto un debate que en realidad llevaba sin cerrarse desde hace años, pero sin portadas en los medios ni acaloradas discusiones en las tertulias. El caso es que cada día salen a la luz nuevos casos de violencia en las aulas y fuera de ellas, de violencia física y psicológica de alto grado, con premeditación, alevosía y youtube (que debería ser un agravante), casos en los que las víctimas son los maestros y los violentos son los alumnos y sus ejemplares papis, que a su vez también son víctimas de sus propios hijos.
Y todos nos llevamos preguntando desde hace unas semanas ¿de quién es la culpa? Y unos culpan a la sociedad y a la marginación y a la lucha de clases; y otros a la falta de alternativas de ocio sano; y otros a los estúpidos e irresponsables alcaldes que permiten e incluso fomentan el botellón; y otros a los padres, que van de colegas y claro, se les trata como a colegas; y otros culpan a la autoridad represora; y otros a la falta de autoridad; y otros a los niñatos malcriados y consentidos; y otros a los parias rebeldes con o sin causa; y otros a la televisión, que aparte de mala es maléfica; y otros a la ley, que es blanda y cobarde, pero muy políticamente correcta; y otros al relativismo moral que se nos impone por activa y por pasiva; y otros, en fin, a la falta de oración. Cada cual a lo suyo. Y todos tendrán su parte de razón, no digo yo que no, pero todos olvidan que la culpa de los actos de uno no puede ser más que de ese uno. O sea, que si nos mola tanto la libertad individual, nos debería molar tanto o más la responsabilidad individual que conlleva. Lo dijo muy clarito George Bernard Shaw, que solía tener razón casi siempre: «No busquemos solemnes definiciones de la libertad. Ella es sólo esto: Responsabilidad».
La culpa no es del sistema, ni de la sociedad, así, en abstracto; ni siquiera de los padres, aunque compartan parte de la responsabilidad, pues quién no conoce hijos más o menos descarriados de padres rectísimos (yo mismo lo fui, dicen); tampoco de la ley, aunque quien tiene el deber de hacerla cumplir a veces la cague, con todas sus letras y todas sus consecuencias. Ni siquiera es del sistema educativo; éste es parte del problema, pero no el culpable. La culpa, esencial y principalmente, es de cada alumno maltratador, de cada padre encabestrado, de cada niñato borracho, de cada “mister hyde” adolescente, de cada estúpido alcalde, de cada político cobarde y de cada juez insensato que no sean capaces de cumplir su deber, por políticamente incorrecto que sea. «La libertad no consiste en hacer lo que se quiere, sino en hacer lo que se debe» dijo Campoamor, el poeta, hace más de un siglo. Lo otro es anarquía. Es el adolescente el que elige: elige si sale o no, con quién va, adónde va, cómo y cuánto bebe y para qué, qué se mete y hasta dónde llega, en su pedo, en su violencia o en su inconsciencia; incluso elige si se mata o no al volante; y si es niña, además, elige si se deja o no, hasta dónde y con qué consecuencias previsibles. Elige también si al día siguiente se arrepiente o repite; si aprende o presume de ‘hazaña’; si asume la responsabilidad de sus actos o la elude cobardemente; si acepta la culpa individual o la diluye en la masa informe del grupo, la sociedad, el sistema o la madre que los parió. Y todas esas elecciones, decisiones, responsabilidades son de cada uno, personales e intransferibles, individualísimas. Como su libertad.

Como ‘reza’ la mismísima Internacional, que tanto gusta a estos chicos y chicas que nos gobiernan, «No hay derecho sin deber». La libertad conlleva una gran responsabilidad. Por eso la libertad hay que educarla. Por eso, para que funcione debe funcionar también la autoridad. Porque igual que los jóvenes han de merecerse la libertad, los mayores han de merecerse el respeto. Sin miedo a caer en el autoritarismo. La disciplina es buena, de verdad. Los profesores están indefensos hoy en día, carecen de autoridad y, por consiguiente, adolecen de respeto. No es culpa suya, sino de la absurda ley que prefiere un alumno desestabilizador dentro del aula antes que (¡pobrecito!) castigarlo o expulsarlo. Así, aunque los angelitos sepan cuál es su responsabilidad (porque lo saben, no nos engañemos), algunos se aprovecharán de la falta de límites en el colegio y ejercerán de rebeldes oficiales; si esos límites tampoco los encuentran en casa, el asunto se agrava y se forja el delincuente; si tampoco pone límites el juez, ¿dónde acabará el asilvestrado sucedáneo de Sidney Poitier en ‘Semilla de Maldad’? ¿O es que habrá que contratar ex militares, tipo Glenn Ford, para mantenerlos a raya? ¿No sería más fácil endurecer la ley, con sentido común, recuperar el respeto de los maestros, restablecer la autoridad de los mayores, en general, y volver a encauzar a una juventud que es incapaz de asumir la más mínima responsabilidad? ¿No sería más eficaz restaurar el valor de la exigencia, del esfuerzo, de la instrucción y del conocimiento como fuentes de la verdadera libertad, volver a la tan injustamente vilipendiada DISCIPLINA? Como en cualquier país europeo, esos que tan bien nos vienen como excusa cuando queremos equipararnos en leyes del aborto, eutanasias y demás bendiciones para la vida, pero que a la hora de imitar responsabilidades, ¡uy!, ahí ya no. En Francia un alumno puede ir a la cárcel por agredir a un profesor, en Italia se levantan cuando el maestro entra en clase y en Alemania se tratan de usted; en Gran Bretaña, agredir a un maestro es igual que agredir a un policía y un padre con malos modales puede ser multado hasta con 575 euros. Y, por cierto, no creo que sigan utilizando ya los implacables métodos descritos por Roger Waters en ‘Another brick in the wall’, donde los alumnos acababan cayendo en una trituradora que los convertía en carne picada, metafóricamente, claro.

¡Ay, qué daño hizo el mal llamado ‘viejo profesor’ a la juventud de nuestra generación con su «bendito sea el caos, porque es síntoma de libertad»! Afortunadamente, la mayoría salimos, más o menos ilesos, de ese naldito caos y demás ‘colocones’ que pregonaba el nada tierno Galván. Los asilvestrados adolescentes de hoy ¿serán capaces de conseguirlo?
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miércoles, 16 de septiembre de 2009

Iluminados, locos y mentirosos compulsivos



Hace muchos años, cuando apareció en el mundo el Detector de Mentiras, todos los abogados y los estudiosos de la conducta humana estaban fascinados ante invento tan revolucionario. Un día, a cierto abogado se le ocurrió una exploración muy particular. Trasladó la máquina a un hospital psiquiátrico y sentó en ella a un internado: J. C. Jones. El señor Jones era un psicótico y como parte de su delirio aseguraba que él era Napoleón Bonaparte. Una vez sentado y conectado al detector de mentiras, tras la rutina de calibración, se le preguntó:
-¿Es usted Napoleón Bonaparte?
El paciente pensó un instante y después contestó.
-¡No!, ¿cómo se le ocurre? ¡Yo soy J. C. Jones!

Todos sonrieron, salvo el operador del detector, que informó que el señor Jones MINTIÓ.


Yo no sé si esta anécdota, rescatada de algún libro de Jorge Bucay, es real o no. Lo importante es, para mí, si es o no posible que alguien presuntamente cuerdo sea capaz de creerse tan literalmente sus propias mentiras y, lo que es peor, hacérselas creer a los demás. Y yo afirmo categóricamente que sí. Llevamos viéndolo, leyéndolo y escuchándolo día tras día desde hace años.

Y es que estamos gobernados por un loco, un iluminado o un mentiroso compulsivo. O las tres cosas a la vez. No se explica, si no, cómo continuamos escuchando de su boca que ya hemos tocado fondo (otra vez) y empezamos a salir de la crisis, mientras todos los expertos, nacionales e internacionales, afirman exactamente lo contrario; no se explica tampoco cómo puede seguir llamando, sin sonrojarse ni un poquito, misión de paz a la guerra de Afganistán, con sus muertos en acción de combate y demás, o cómo negó enérgicamente en su día que se fueran a enviar más tropas de vacaciones a tan paradisíaco destino; ni se entienden las mil y una fórmulas semánticas para no llamar crisis a la crisis o la promesa del pleno empleo justo antes de elevar a la enésima potencia las colas en el INEM, a pesar del Plan EEE (otra gran mentira) y la madre que parió a los cartelitos; ni se entiende que llamara hombres de paz a Otegui y De Juana, y accidente al atentado de la T-4, y que negara la negociación con la serpiente más veces y con mayor fruición que San Pedro a su Maestro y Señor; no se entiende su defensa de la vida al tiempo que mima a su particular defensora de la muerte, la dulce Bibí, ni son creíbles sus quimeras de Alianza de Civilizaciones con aquellos que pretenden reconquistar Al-Andalus sembrando cadáveres y cosechando libertades; tampoco se entiende su delirante convencimiento de que lidera Europa desde la silla de la Bruni y que ilumina el planeta todo cuan refulgente Marianne de la mano de Ohbama!; no se entiende, no, que se crea que puede charlar con los líderes mundiales de tú a tú y luego se quede en vergonzoso silencio en su rinconcito, por falta de tablas e idiomas; o que hable con el amenazante puño en alto y entonando la Internacional de diálogo social, pensiones y empleo mientras con el otro puño golpea nuestros contribuyentes estómagos con nuevos impuestos, más paro y creciente desesperanza. No se entiende, en fin, que nos hable de corrupción política quien mantiene en sus filas y en sus filias a las famiglias de los Chaves y de los Pajines, por poner dos ejemplos calentitos. Infinitas mentiras tan tontas y tan rebatibles que, para un humilde servidor, sólo tienen una explicación: este tío está loco, es un iluminado o ha llegado a acostumbrarse a mentir con tal descaro, que ha acabado por no saber discernir, en su sonriente delirio, la realidad de la farsa.


Lo mismito que a los iluminados de Arenys de Munt, que llevan décadas creyendo sus propias mentiras de un país que nunca existió y unos mártires que nunca lo fueron; 95% de síes a la independencia de los Paisos Catalans sobre un 41% de participación significa, según cálculos matemáticos elementales hasta para un tío de letras como un servidor, que mucho más de la mitad del pueblo de marras no votaron ‘sí’. Lo mismo que el estatut eterno ése. Y además, predicando la democracia, el comportamiento ejemplar y el buen rollito mientras insultaban, empujaban y abofeteaban a los reporteros de Intereconomía (Charlas y compañía, sois mis héroes) por el imperdonable delito de no compartir opinión. Ya lo dice el pequeño Napoleón Bolaporta: «Cataluña es una Nación y Madrid una distribución administrativa». Con un par.


Y lo mismito que los colegas del amigo Mister Paz, los muy democráticos Chavez y Evo. El gorila rojo reencarnado en Bolívar+Ché, que va de gira por el mundo vendiendo imagen de simpaticote revolucionario de guante blanco mientras la gente muere a espuertas en su país con la mordaza puesta. Y encima va de intelectual el tío, provocando el caos con su visita a la Casa del Libro durante hora y media (¿pero éste sabe leer?), de la mano sonriente de Brufau, que ponía la gasofa. Y el del jersey de colores, que ahora se cree Gandhi con flequillo, luchando pacíficamente contra la explotación colonial con la mano izquierda y poniendo el cazo con la derecha. ¿Pero de verdad se creen estos tipos sus propios personajes? Y lo que es peor, ¿se los cree el resto del mundo, Oliver Stone aparte?


Desde luego en Ezpaña sí, me temo. Andamos rodeados de locos mentirosos, de delirantes iluminados, de psicóticos peligrosos que nos llevan al pozo mentira tras mentira. No como el simpático Napoleón Jones de la anécdota. O como el inofensivo Teddy Roosvelt de la genial y capriana “Arsénico por compasión”, donde el sobrino de las dulces ancianitas asesinas bajaba las escaleras al grito de ¡caaaarguen! y toque de corneta, camino de su ‘retiro’ en la residencia “Happy Day”. Y eso es justo lo que nos hace falta, un manicomio donde encerrarlos a todos de por vida. A cornetazo limpio… ¡Caaaaaarguen!

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martes, 8 de septiembre de 2009

No a la guerra… ¿de Afganistán?


Por fin Ezpaña se ha dado cuenta. Después de 7 años tratando de convencernos de que nuestras tropas se encontraban en una misión humanitaria de pacificación solidaria en pos de la Alianza de Civilizaciones, eso de matar a no sé cuántos civiles en un bombardeo de la OTAN, sin avisar y con toda la mala uva, y además justo después enterarnos de que nuestros soldados tuvieron que rechazar un ataque a disparo limpio durante seis horas seis, matando a 17 insurgentes y desobedeciendo impunemente la proclama pacifista que el exministro Bono soltó en su día (eso de «mejor morir que matar» o «responder al fuego enemigo con fuego es malo, muy malo» o algo así), y encima enterándonos también de que a lo largo de estos años de misión de paz han muerto un trotón de soldados españoles (87) en accidentes o en encuentros poco amistosos con delincuentes comunes (que diría la ministra Chacón) pero extraordinariamente diestros en las artes bélicas y en el suicidio colectivo, después de tanta paz y tan poca gloria, vamos y nos enteramos de que lo de Afganistán es una guerra en toda regla y que, sin ninguna vergüenza, vamos a enviar todavía más efectivos militares, que no civiles, al peligrosísimo territorio enemigo. Por orden expresa del presidente imperialista de los USA. A ver quién le dice que no.
Y claro, la respuesta de nuestros líderes de opinión y manipulación de masas, de nuestros adláteres intelectuales, de nuestros cejudos guardianes de las más puras esencias de la moral laica, no se ha hecho esperar. ¡Pues buenos son ellos y ellas! Y claro, pues se han lanzado a la calle, como tiene que ser. Y no solos, precisamente, sino acompañados por cientos de miles (5 millones según los convocantes) de ciudadanos y ciudadanas cabreados y cabreadas que al grito de «Vosotros, fascistas, sois los terroristas», «Obama, Zapatero y Chacón: asesinos y asesina», «No más sangre por opio» y «¡No al holocausto palestino! Judíos=Nazis» (digo yo que por aprovechar pancartas), han abarrotado las calles de toda Ezpaña del negro y rojo de las pegatinas con el “No a la guerra” y del negro humo de las rojiblanquiazules banderas americanas quemadas por doquier y por joder.

El recorrido de la manifestación en Madrid se ha visto desbordado por la masiva afluencia de amantes de la paz sin dobleces ni partidismos. "Esto se ha desbordado. No nos lo esperábamos", reconocía un policía municipal. En el camino, varios centenares de incontrolados se han despachado a gusto lanzando piedras, ladrillos, adoquines y hasta vallas enteras contra la embajada estadounidense, aprovechando las obras de la calle Serrano. Un par de encapuchados enkufiyados incluso han intentado derribar el muro exterior con una excavadora, pero al no encontrar las llaves, se han visto obligados a desistir. Otros, aprovechando la confusión, han tratado de asaltar algunas de las megalujosas tiendas que se levantan, desafiantes, a ambos lados de la calle, al grito de “¡muerte al Capital!”, pero la imponente presencia de los guardias jurados y sus porras han hecho aflorar su prudencia (o su cobardía, según se mire) de forma más o menos instantánea. Varios incontrolados han agredido verbalmente a un dirigente socialista que acompañaba a su señora de compras en Loewe, a los que han gritado con saña “¡asesino! ¡asesina!”.
La marcha ha estado encabezada por cuatro pancartas: La primera, con el lema 'No a la guerra', sostenida con orgullo por una representación de actores y actrices que ha increpado duramente al Gobierno; la segunda, 'Paremos la guerra contra Afganistán', ha sido llevada con idéntico orgullo por representantes de movimientos sociales; la tercera, 'No a la intervención del Estado español', la sostenía otro grupo que representa a partidos políticos (minoritarios) y sindicatos; mientras que la cuarta tenía el lema 'Periodistas contra la guerra y por la libertad de expresión' con María Antonia Iglesias y Enric Sopena en ambos extremos, y Maruja Torres en el centro. Al frente de la manifestación, con la primera pancarta, se encontraban los artistas Juan Luis Galiardo, Marisa Paredes, Imanol Arias, Vicente Aranda, Fernando Trueba, el Gran Wyoming, Ana Belén, Victor Manuel, Elías Querejeta, Juan Diego Botto, María Barranco, Carlos Saura, Nuria Espert, Rosa León, Eloy Arenas, Luis Cobos, Pepón Nieto, Javier Martín, Pastora Vega, Loles León y, por supuesto, Javier, Pilar y Miguel Bardem, entre otros. Ya en la Puerta de Alcalá, brillante colofón del recorrido, Leonor Watling, José Saramago y Pedro Almodóvar han sido los encargados de leer el manifiesto contra la guerra. El actor Juan Luis Galiardo ha asegurado que la «ciudad y las leyes son de los ciudadanos, no de sólo un grupo». En la misma línea, el director Pedro Almodóvar apuntaba minutos antes del comienzo de la movilización, que no se puede «estar de acuerdo con una guerra vengativa», recordando que es una guerra que comenzó Bush ‘el maldito’ para vengar el 11 S. La actriz Verónica Forqué ha confiado en que las movilizaciones sirvan para conseguir «un mundo más justo y pacífico». El actor Juan Diego Botto ha lamentado que, pese a las importantes manifestaciones que se están registrando en toda España, el presidente Zapatero «ya tenga la decisión tomada de hacer lo que Obama le diga». El presidente de la SGAE, Teddy ‘Judas’ Bautista aprovechó para reclamar 12.000 euros al presidente del gobierno por plagiar descaradamente la célebre frase de JFK al afirmar que «la cuestión no es qué puede hacer Obama por nosotros, si no qué podemos hacer por Obama». El cantante Víctor Manuel, por su parte, ha recalcado que la invasión «es una tremenda injusticia para un pueblo que está sufriendo la tiranía de un dictador», y luego ha entonado a coro con Ana Belén la oda que dedicó a Franco, “Un gran hombre” (1966). Gaspar Llamazares, que increíblemente sigue ahí, aunque sin crecer, ha exigido la retirada del embargo a Cuba in-me-dia-ta-men-te, si no quiere vérselas Obama con él. Por su lado, el ex aspirante a la Presidencia de la Comunidad, Rafael Simancas, ha llamado al jefe del Ejecutivo "esbirro" del presidente estadounidense (no sabemos si por despiste o por rencor). La Plataforma de Mujeres Feministas Abortistas y Pacifistas (ABORPAZ) ha exigido que la Vicepresidenta del Gobierno no vuelva a lucir palmito en bikini por respeto al colectivo de mujeres del pueblo afgano, que se han sentido profundamente ofendidas y humilladas, llegando al extremo de sollozar desonsoladamente bajo sus burkas, de pura vergüenza ajena. Por último, el músico y compositor Luis Cobos ha confiado en que el Gobierno sea capaz de escuchar «lo que les están diciendo miles de ciudadanos en toda España» en las diferentes manifestaciones organizadas por el sindicato de la ceja, los sindicatos del parné y demás movimientos asociativos.

El emotivo y multitudinario acto ha finalizado con la actuación de Miguel Ríos que, aprovechando para promocionar su última gira, ha entonado con llanto en los ojos el “Himno a la Alegría”, encogiendo el corazón a los asistentes y el bolsillo a Teddy Bautista, que no le ha podido cobrar un solo euro por los derechos de autor, ni en nombre de Schiller ni de Beethoven.
Unos minutos después, los pacíficos manifestantes han seguido manifestando su pacífica opinión respecto a la deleznable guerra de Afganistán lapidando las sedes del partido en el gobierno que encontraban a su paso. Afortunadamente, no se conocen víctimas personales, más allá de la ceja de una señora de la limpieza, partida a causa de un certero ladrillazo.

Asimismo se espera que el próximo 26 de septiembre tenga lugar la lectura de un duro Manifiesto Contra la Guerra en la ceremonia de clausura del 57 Festival de Cine de San Sebastián, alias Donostia Zinemaldia, que será leído al unísono en castellano, euskera, catalá, galego, bable, silbo y persa afgano; además, los ganadores de los diferentes premios pronunciarán sendos alegatos antimilitaristas, antiintervencionistas y antiimperialistas, sin importarles quién esté en el gobierno yanqui o en el del Estado (español). No se espera, en cambio, ninguna condena a ETA.

En fin, una vez más, nuestros adláteres intelectuales (injustamente tildados de titiriteros y cosas peores) han resultado ser todo un ejemplo de coherencia, valentía y elevados valores éticos y han vuelto a demostrar por qué son los cejudos guardianes de las más puras esencias de la moral laica y las ansias infinitas de paz. Amén.
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martes, 1 de septiembre de 2009

La cabeza atrapada entre los barrotes y las bofetadas

El titular de “El Caso” rezaba así: «Quedó con la cabeza aprisionada entre las rejas de la ventana de su novia». Y continuaba, por ahondar un poco más en el drama: «El padre de ésta estuvo dándole de bofetadas hasta que le liberó un herrero».

Sucedió una noche de agosto de 1964, en un pueblecito del partido de Atienza (de cuyo nombre el cronista no quiso acordarse), cuando un joven campesino quiso cortejar a su enamorada a la vieja usanza y, probablemente dilatada por el fuego de la pasión de los enamorados, introdujo su cabeza entre los barrotes de la ventana, sin duda para susurrar a su novia bellas palabras de amor o besarla cariñosamente con la inocencia de la época. Pero, ay, cuando el mozo trató de sacar su cabeza, los barrotes se cerraron sobre su cuello dejándolo prisionero y bastante más que acongojado. Probó torciendo la cabeza, poniéndose de puntillas y agachándose, pero nada; enjabonaron las orejas, apalancaron los barrotes con una barra… nada de nada. En eso, pasaron unos quintos de ronda nocturna y, tras los lógicos chistes, burlas y carcajadas, se apresuraron a prestar auxilio a la angustiada pareja. Intentaron separar los despiadados barrotes con la reja de un arado, pero sin éxito. Acudieron entonces a despertar al herrero del pueblo, que llevaba ya horas de sueño reparador, mientras los demás continuaron con los forcejeos para liberar al prisionero. Y en ésas estaban cuando, debido al ruido que siguió al sigilo de los primeros momentos, el padre de la desafortunada cortejada se despertó y bajó las escaleras apresuradamente para darse de bruces con el aprisionado galán. El hombre reaccionó violentamente y comenzó a darle de bofetadas al frustrado aspirante a yerno suyo, que tan sólo podía gritar su dolor y su vergüenza. Por fortuna, el herrero logró finalmente liberar al joven Romeo, no sólo del cepo del barrote vil, sino también de los bofetones del indignadísimo padre de su Julieta. Suponemos que el infortunado galanteador tuvo el suficiente sentido común como para no volver a cortejar a ninguna muchacha que viviera tras unas ventanas enrejadas.

Este divertido suceso, real como la vida misma, me recuerda la tristísima situación, real como la vida misma, que estamos sufriendo en esta Ezpaña zapateril que nos ha tocado padecer, y que hace año y medio nos empeñamos en repetir. Mister Paz nos ha metido la cabeza entre los crueles barrotes de la crisis económica, con la engañosa promesa de que vamos a besar apasionadamente la prosperidad, el pleno empleo, la champion league, la felicidad social y demás zarandajas, y ahora nos vemos cruelmente prisioneros, atrapados sin remedio y sin posibilidad de escape ni de rescate, mientras la crisis nos da de bofetadas con saña y hasta con satisfacción. Por gilipollas. Y encima repetimos. Y lo peor de todo, es que esta vez no parece que haya un herrero capaz de serrar los barrotes y liberar de la angustia, la desesperación y la vergüenza a millones de españoles que han metido su cabeza en la trampa mortal, seducidos por el iluminado de su presidente.

Pero claro, ¿qué se puede esperar de un estadista que no ve más allá del día de hoy, a la hora de cenar (con su señora y sus niñas), que tiene como único plan la más absoluta improvisación y cuya miope visión futuro se reduce a las próximas elecciones? ¿Qué se le puede pedir a una cabeza que vive atrapada en sí misma, entre los barrotes de su propia incapacidad, de su propia necedad, de su propio vacío mental? ¿Qué se le puede pedir a un cerebro de arenas movedizas que se hunde —que nos hunde— un poco más cada vez que abre la boca para soltar una nueva mamarrachada? Impuesto sí, impuesto no, impuesto sí pero no, este impuesto puede, éste ni de coña, a éste sólo un poquito y éste, que es el fetén, se lo cobramos a los ricos. Y todo esto nos sale por… ¡420 euros! Un chollo, oiga. Joder, lo que se aprende en dos tardes de economía. ¿Y este mismo estadista no fue el que afirmó, en plan frase para el mármol, que «subir impuestos es de derechas»? Pues eso. Y su Ministro del paro, un tal Corbacho, que dice que no tiene medios para sacarnos de la pobreza, o sea, de liberar nuestras cabezas de los barrotes mientras nos parten la cara con verdadero sadismo, cuatro millones y medio de bofetadas que nadie, al parecer, es capaz de detener.

Y yo me pregunto: ¿si finalmente logramos sacar la cabeza, dentro de un par de años o así, seremos tan necios, tan inconscientes, tan gilipollas como para volver a meterla entre los mismos barrotes en las próximas elecciones? Voto a que sí. Y me doy miedo.

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