jueves, 2 de febrero de 2012

Educación para la Progresía o Manipulación de la Ciudadanía


Históricamente (y a menudo histéricamente) nuestros progres se han autoproclamado, sin excepción, ‘intelectuales’. Aunque algunos y algunas apenas sepan hablar sin patear cruelmente el DRAE. Y mientras ellos y ellas van de representantes genuinos de la cultura progresista, que es la única que existe, su obsesión, paradójicamente, es convertir a la sociedad en un rebaño iletrado, sin información, sin valores, sin pensamiento propio, sin iniciativa. Más manejable, esto es, más manipulable. Un rebaño de ovejas burras, para entendernos.
De ahí sus denodados ímpetus por convertir la Educación en una escuela de zoquetes, vagos, irresponsables, asilvestrados e inmaduros. ¿Que has suspendido 4? No te preocupes, chaval, que para no causarte trauma te dejamos pasar de curso y todo olvidado. ¿Que la profe te tiene manía? Pues dale caña, amenázala, abóllale el coche, tírale el i-pod a la cabeza y que te indemnice por el destrozo. Esto es, básicamente, lo que supuso la LOGSE en el felipismo, lo que el aznarismo no supo corregir (esa LOCE fantasma) y lo que el zapaterismo llevó a sus más altas cotas de (in)excelencia.
La máxima, para la progresía, es que los jóvenes se diviertan, forniquen como locos y se olviden de estudiar, y del esfuerzo y de la autosuperación, que eso es represivo y demodé. ¿De qué sirve hacer una raíz cuadrada si dominas las técnicas masturbatorias? ¿Para qué vas a aprender historia si eran todos unos machistas y xenófobos? ¿Por qué estudiar inglés si puedes ver las pelis de Almodóvar en V.O.? ¿Qué tiene Cervantes que no tenga Belén Esteban? Al final, la educación de nuestros jóvenes y jóvenas se ejerce no en los colegios y universidades, sino en los botellones, en Internet, en el Marca, en el cine patrio y en las series y programas de televisión. En la escuela de la vida, vamos. La idea de fondo es tan simple como terrorífica: crear una Generación Ni-Ni-Ni (Ni estudia Ni trabaja Ni piensa). Y a fe que lo han conseguido, con creces.
Cuando la progresía nos vende una política educativa de vida fácil para los niños, está creando una generación sin concepto de la realidad que va a fracasar en su vida laboral. Porque la vida no es fácil y no van a salir preparados de la universidad para enfrentarse a ella. Pero a los progres lo único que les interesa es crear asnos en el país de Jauja, una generación feliz y vacía, sin valores, sin expectativas, sin ideas, sin principios, jóvenes ni-ni-ni que les vote sí-sí-sí en cuanto cumplan los 18 años.

Capítulo aparte merece esa asignatura de adoctrinamiento puro y duro que bautizaron con el sugerente nombre de Educación para la Ciudadanía. Una asignatura absolutamente clave para la progresía, tanto es así que no sólo había que estudiarla a conciencia (y nunca mejor dicho), sino aprobarla con nota. Y sin posibilidad de objeción, ni por parte de los profesores ni de los alumnos. Aunque invadiera parcelas de la más estricta intimidad individual, la conciencia y la moral. O precisamente por eso. A modo simplemente informativo, he aquí algunas educativas lecciones de esta ejemplar manipulación, asignatura ésta que los progres no tienen pendiente, precisamente.

Economía
«El capitalismo impone su orden totalitario con infinitamente mayor eficiencia que todos los campos de concentración nazis juntos» (Akal). «El neoliberalismo económico, en principio, perjudica a todos los trabajadores, pero sobre todo a las mujeres trabajadoras» (McGraw). «Los países desarrollados en buena medida lo son porque históricamente colocaron a los países más pobres a su servicio y los han mantenido así» (Serbal).

Matemáticas
«...Puestos a creer en milagros y misterios, más seguro que fiarse de eso de que una virgen pueda parir a un niño que además sea el hijo de dios... es mejor creer en las matemáticas» (Akal)

Historia
«Desde que Colón descubrió América en 1492, Occidente ha colonizado el mundo; y desde la revolución industrial del s. XIX lo ha explotado a conciencia» (Serbal). «En 1917 otra revolución, en Rusia, derrocó a los zares, devolvió al pueblo el poder e instauró un régimen de igualdad y libertades colectivas que se llamó socialismo» (Serbal). «En la ‘historia de la persecución’ los comunistas han sido víctimas de la represión, igual que los homosexuales o los judíos» (Octaedro).

Educación sexual
«...Pero una cosa es el sexo biológico con el que nacemos, y otra, la identidad sexual que construimos a lo largo de nuestra vida» (Pearson Educación-Alhambra). El aborto es una «ampliación y consolidación de los derechos de las mujeres» (Octaedro). «La diferencia en las relaciones de género no es algo natural ni biológico, sino aprendida y, muy a menudo, impuesta» (Ed. Algaida). La anticoncepción postcoital o píldora abortiva es «el método anticonceptivo más seguro» (Octaedro).

Sociedad
Viñeta con la conversación entre unos niños pijos: «lo bueno de la dictadura de mercado (en negrita) es que tiene lo bueno de los fascismos precedentes pero sin el mal rollo ese de los desfiles y las marchas militares» (Akal).

Si esto no es adoctrinamiento, que venga Lenin y lo vea. Lo reconoció el insigne demócrata Gregorio Peces Barba: «La asignatura de Educación para la Ciudadanía es la mejor expresión de la moralidad de una cultura secularizada y laica que considera al hombre el centro del mundo» (le faltó decir «y al liberalismo el centro del infierno»). Por eso es reconfortante la decisión del ministro Wert de suprimir EpC y, al mismo tiempo, devolver a los docentes la autoridad y la dignidad perdidas (masacradas); a los alumnos los valores de esfuerzo y respeto, a los profesores y así mismos; y a las familias el papel de educadores en cuestiones morales y de conciencia, que nunca debió haber quedado en manos de los profesores. Se trata de crear ciudadanos educados (en el sentido más amplio), no borregos adoctrinados.

Esperemos que no quede en lo que quedó la LOCE.

viernes, 13 de enero de 2012

La fotografía de ETA, el retrato de España. Y un órdago a juego (sucio)

El plan se está cumpliendo con matemática precisión. Los terroristas son ahora los pacifistas, los asesinos son ahora las víctimas y las víctimas son ahora los indeseables que van a dar al traste con la pacificación. La hoja de ruta que Batasuna trazó hace siete años en el velódromo de Anoeta y que el hombre de paz Otegui voceó al mundo gracias al megáfono de Odón Elorza, se está siguiendo paso a paso, logro a logro. Primero la negociación, luego las treguas trampa y la legalización política, después la internacionalización del conflicto, más legalización política (ahora en el Congreso) y, una vez alcanzado el poder, el dinero, y la legitimación, el paso definitivo, el órdago final. “Todas a juego”. A juego sucio, se entiende.

Sí, ahora nos quieren vender que Arnaldo Otegui es Nelson Mandela, con su número de preso político tatuado en el corazón abertzale y su numerito archiensayado de hombre de paz necesario y suficiente para la resolución del conflicto. No sé si es cierta la broma macabra del Premio Nobel; no me extrañaría, conociendo el percal (el nuestro y el sueco). Lo que sí es más que probable es que Otegui (el ‘Gordo’ en sus tiempos de ETA), se postule para lendakari en las muy próximas elecciones vascas. Y cabe la posibilidad de que gane. Sin previo arrepentimiento ni cargo de conciencia alguno; sin ceder un milímetro de sus postulados y objetivos. Hacia eso vamos. Los del PNV, que han estado alimentando a la bestia durante 30 años, están que no se lo creen; y rabian pensando que acabarán siendo fagocitados por su monstruo de Frankenstein (“Yo te creé ¿y así me lo pagas?” “Ah, haber elegido muerte…”). Bildu y Amaiur se están merendando al PNV por la diestra y la siniestra, aliados con IU/EB, los verdes, los sindicatos y la amatxo que los parió a todos. Y el PSE, de la mano de Patxi y Txusito, ahí anda, helando la sangre a la madre de Pagaza y a todos nosotros; jugando este siniestro mus de pareja con Otegui, con pares y juego, pero sin dignidad.

¿Y enfrente, qué tenemos? Un Partido Popular en progresiva decadencia (moral y electoral) que ya no sabe si está en contra, a favor, en las antípodas o equidistante. Totalmente desnortado, vamos. Será el miedo a que los llamen fascistas por defender a las víctimas; paradójico, después de haber sufrido en sus carnes la mordida de la serpiente tantas veces y tantas veces aguantando el veneno sin desfallecer. Aunque no sin fallecer. Y las pocas voces discordantes que aún respetaban y defendían sus principios han sido acalladas y exiliadas (la última voz, la de Santi Abascal), no sea que crispen el ambiente de resolución del conflicto y la jodamos. 

Mientras, las víctimas sufren, y lloran, y rabian; de pura injusticia, porque ahora son ellas las malas. Sus voces tampoco se escuchan y sus movilizaciones transcurren entre pobres cifras de asistencia y vergonzosas ausencias. “Voces Contra el Terrorismo es más terrorista que ETA. Triste realidad” han dejado en el blog de la asociación. Esta es la idea, que ETA ha cambiado y ahora es amable y simpática, entrañable, y que los antipáticos sin entrañas son las asociaciones de víctimas, que no hacen más que protestar y acordarse de sus muertos, los muy quejicas. ¡Hay que mirar al futuro! ¿O es que no se enteran? Con lo bien que nos llevamos ahora todos, ¡cagoensós!

Lo dijo la portavoz batasuna, una tal Mariví Ugarteburu, el pasado sábado en la mega manifestación abertzale de Bilbao, que pidió a los gobiernos español y francés que "observen con atención la fotografía" de la manifestación en favor de los presos y "se muevan dando pasos" para "afianzar el camino hacia la normalización democrática de este país". Exigió además que “los presos políticos vascos deben volver a Euskadi dueños de todos sus derechos” y reclamó a Rajoy que “mire bien la fotografía de la manifestación”.
Pues vale, a pesar de la innegable multitud asistente (incluido el inagotable Willy Toledo, que ya no sabe qué hacer para salir en la tele) y lo bonita que quedó esa fotografía a la que tanto alude Mariví, yo le recomiendo a Rajoy, a Fernández Díaz, a Basagoiti, a Oyarzábal y demás cúpula pepera, vasca o nacional, que eche un vistazo a esas otras fotografías que están grabadas a sangre, fuego y goma-dos en las mentes y los corazones de las víctimas; y que no las olviden. Incluyendo las fotografías de Gregorio Ordóñez, de Miguel Ángel Blanco o de Ortega Lara, por poner tres ejemplos, así, a bote pronto.
Y, ya puestos, si quieren echar un vistazo a otra fotografía, menos sangrienta pero igualmente infame, aquí les dejo un trocito del artículo que escribí el 4 de diciembre de 2008, un día después del asesinato del empresario Ignacio Uría y la partida de cartas que sus compañeros continuaron aún con su cuerpo caliente y su sangre derramada sobre la acera. ¿Se acuerdan?

«Ayer asesinaron a Inaxio Uría. Otro más en la lista de la serpiente, recién descabezada y recién recabezada. Y sus compañeros de tute, sus amigos, su cuadrilla, mientras la manguera borraba los restos de sangre de la acera, sentaron a otro en su silla y reanudaron la partida. Y hoy, el PNV se rasgará las vestiduras mientras mantiene a ANV en cientos de ayuntamientos y exclamará “¡Han matado a uno de los nuestros!”, pensando que los otros casi mil no lo eran; y EA se rasgará las vestiduras, e intentará negar durante unas horas a su mesías terrorista, del que siempre ha sido fiel apóstol; y el PSE se rasgará las vestiduras y Eguiguren, el dialogante, buscará resquicios negociadores olisqueando el aire nauseabundo del miedo de unos y del “ansia infinita de paz” de otros; y el PP se rasgará las vestiduras y, tal vez, recuerde a María San Gil mientras trata de hacerse más simpático, más amable, más amigo de una parte de la sociedad vasca que sólo quiere verlo muerto. De un tiro en la nuca. Y la Patronal vasca se rasgará las vestiduras mientras, a escondidas, preparan la bolsa para conservar la vida. Y durante 24 horas se guardarán minutos de silencio, y se votarán mociones y se rendirán homenajes, y todos los partidos “democráticos” se unirán y condenarán el cruel atentado, mientras la serpiente se revuelve de risa y odio.
Y mañana, la sociedad vasca (no toda, pero sí mucha), volverá a la normalidad, a su rutina, a su cobardía, a su indolencia (cruel enfermedad, la de ETA, que mata los sentimientos). Y se sentará en su mesa del bar, pedirá un pacharán, encenderá un farias y seguirá su partida de tute o de mus, qué más da, mientras el cadáver de Inaxio aún no se ha enfriado del todo.
“Corto el mus”, “paso”, “paso”, “paso”… “se fue.”»


Pues en esto estamos, señor Rajoy. La partida sigue. Otegui es mano y tiene treinta y una. Y nos ha metido órdago a juego (sucio). Si lo vemos, habremos perdido la partida definitivamente; y de paso, la dignidad. Si aguantamos, aún podemos ganar. En sus manos están las dos opciones, las dos fotografías; usted decide cuál es la ‘foto finish’.


jueves, 5 de enero de 2012

Mediocracia vs. Meritocracia vs. Mierdocracia

Habemus nuevo Gobierno (¡aleluya!). Echando un primer vistazo al perfil –y al CV- de los nuevos ministros, parece que la cordura se ha impuesto, por fin, a la insensatez, que la razón prima nuevamente sobre el disparate y que la experiencia profesional, la responsabilidad y la capacidad de resolución vuelven a ser más valoradas que la juventud, el sexo y las relaciones político-afectivas. Han sido dos legislaturas de experimentos y excentricidades que han dejado a España casi comatosa. Confiamos en el nuevo equipo médico y en su diestra mano para salir con vida de ésta.

Consideraba Joseph Heller que algunos hombres nacen mediocres, otros consiguen la mediocridad y a otros la mediocridad les cae encima. Obviamente, el novelista estadounidense no llegó a conocer a Zapatero (falleció en 1999, afortunado él), pues habría tenido que añadir que los hay también que, además de nacer, adquirir o ser aplastados por ella, respiran mediocridad, emanan mediocridad, contagian mediocridad, se rodean de mediocridad. Y son capaces incluso, en el colmo de la paradoja, de llevar la mediocridad a sus más altas cotas, de alcanzar la absoluta excelencia en mediocridad.
“No te puedes imaginar la cantidad de cientos de miles de españoles que podrían gobernar” le confesó en cierta ocasión el presidente Zapatero a su señora. “¿Me lo dices o me lo cuentas, José Luis?” podría haberle respondido Sonsoles, conociendo el percal. Con tal declaración de intenciones, lo que estaba estableciendo ZP eran los cimientos de una nueva forma de Gobierno, que no era precisamente la Sofocracia de Platón (el poder de los que saben, formados intelectualmente, con temperamento para gobernar y sin ambiciones) sino justo lo contrario, esto es, la Mediocracia de Zapatero.



Todo comenzó con el posado Vogue, entre pieles y sofás de diseño, a las puertas mismas del poder monclovita. Pretendida imagen de "un Gobierno moderno, contemporáneo, el primero con igual número de mujeres y hombres” que en realidad quedó como el retrato de la fijación del nuevo Gobierno por el feminismo radical y la paridad impuesta, no de mérito sino de cuota. Y eso que las ocho primeras ministras eran un Consejo de Sabias, con carrera y todo, comparadas con las que vinieron después. Lo mismo que los ministros.
Lo importante en este primer gabinete, sin embargo, no eran sus curriculums, sino su actitud ante el poder: básicamente de nuevos ricos y nuevas ricas. Las ministras no competían en logros y servicio al ciudadano, sino en despilfarros, caprichos, modelitos y groserías. Un botón de muestra: la ‘vice’ de la Vega recibía cada mañana un séquito de peluqueras y estilistas y una decena de modelitos a elegir el que mejor sentara a sus funciones del día; o, muy femenina ella, se gastaba 45.000 euros en "equipos automatizados para higiene de tazas WC y urinarios de diversas dependencias" de La Moncloa. Pero claro, como “el dinero público no es de nadie”, en palabras de Carmen Calvo, se lo podían gastar a puñados (de millones) en reformar sus residencias oficiales, viajar en business con amplio séquito o hacer millonarios favores a las amigas en formato subvención.
            Por ahí pasó también la inefable Magdalena Álvarez, Maleni para los amigos, que llevó la mediocridad a las más altas cotas de excelencia (“Tengo la cabeza que tengo, y las posibilidades que tengo” o “Hay determinadas cuestiones, que aun conociéndolas, no las conozco” o “antes partía que doblá” y demás perlas); y el pausado abogado –que no economista- Solbes y su nefasta gestión de la crisis ¿qué crisis?; o el simpar Jesús Caldera, ministro de Trabajo, y sus ideas de bombero después de prender el fuego de la inmigración con su “efecto llamada” (o llamarada); o el cazador Bermejo, rojocapitalista donde los haya.


“Si algo puede salir mal, saldrá mal” nos avisa la Ley de Murphy. “Si algo puede salir mal, saldrá peor” corrigió la Ley de Zapatero. En la segunda legislatura el Gobierno se superó a sí mismo en Mediocracia incorporando lustrosos fichajes como Karma Chacón, que era aún más pacifista que Bono y añadía los méritos de ser nacionalista, mujer y embarazada, que descoloca más (aunque, a pesar de su pasado pro Pepe Rubianes, con el tiempo logró gritar “¡Viva España!” en lugar de “¡me cago en la puta España!”). O como Sebastián en Industria, para poner el país a 110 por hora o regalarnos millones de bombillas ecológicas que se quedaron en las oficinas de Correos.
Pero, sobre todas y todos, llegó Bibiana Aído, la lozana Bibi, la dulce y flamenca Bibi. Y aunque su curriculum cabía en un post-it de los pequeños, llenó páginas y páginas con sus logros y sus obsesiones: el aborto libre y la paridad extrema. Llegó innovando el lenguaje con sus “miembros y miembras” y sus mujeres “inferiorizadas”; y fue superándose día a día con su teléfono para canalizar la agresividad masculina, sus comisarias de igualdad, su rescritura paritaria de los cuentos infantiles, sus guías para reconducir los juegos en el recreo o sus millonarias subvenciones a la causa feminista, tipo "Elaboración de un Mapa de Inervación y Excitación Sexual en Clítoris y Labios Menores". Y su mayor logro: la tramposa y mortal Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de Interrupción del Embarazo, que convirtió un crimen en un derecho, permitido incluso a menores de edad sin consentimiento paterno.
            La cosa había alcanzado ya un nivel que se antojaba insuperable hasta que en 2009, crisis mediante, recibieron cartera dos pesos pesados de la mediocridad zapateril: nada menos que José Blanco y Leire Pajín. Pepiño, el de Primero de Derecho por la Uned, el de “yo me crezo ante las dificultades”, el creyente que no amaba a la Conferencia Episcopal, el que apostó por Obama pero no lo dijo “para no interferir en lo más mínimo en el proceso de eleción del Partido Demócrata”. Pepiño, el escudero fiel de Zapatero, el colocador de sus amigos (“el clan del percebe”), el Goebbels del Psoe, el preclaro estadista, el del Estado de Alarma en Barajas, el héroe que salvó cómodamente desde Ferraz a la delegación madrileña en Bombay mientras Esperanza Aguirre “huía con la careta de gesto heroico”, entre balas y cadáveres. Pepiño, el campeón de Fomento.

Pero si hemos de quedarnos con una imagen, una sola, de lo que han supuesto los sucesivos gobiernos de la Era Zapatero para España, es la imagen de Leire Pajín como ministra de Sanidad (¡!). Joven, ambiciosa y nada preparada (JANP); princesa de la demagogia, reina del feminismo. Desde aquel insuperable acontecimiento planetario (“amanece un tiempo nuevo para la paz…”), pasando por sus nociones avanzadas de Economía Paritaria ("Yo quiero que el poder sea más tía"), su concepto de sexo seguro (el aborto) o su exquisitez verbal (“La ministra puede nombrar a quien le salga de los cojones”) hasta sus maquinaciones familiares en Benidorm o su despropósito de Ley de Igualdad de Trato, Leire Pajín es el rostro, el espíritu y el alma de la Mediocracia, la más genuina representación de una Ezpaña que, gracias a Dios, ha llegado a su fin.

Ahora, con el nuevo Gobierno de profesionales capaces y experimentados (salvo excepciones), con un nuevo Fiscal General independiente y respetado, con nuevos Directores Generales de esperanzador perfil (salvo excepciones), andamos un poco más optimistas. Aunque empiecen por recortarnos hasta el alma, confiamos en que no sea por capricho ni por ignorancia, sino porque está la cosa muy malita, y el tratamiento ha de ser de choque. Estaremos atentos. Y esperemos que no metan la pata gestora, porque entonces, ya sí, entraremos directamente en la Mierdocracia.


miércoles, 28 de diciembre de 2011

El belén más progre del mundo


Los poderes fácticos del pueblo se reunieron en asamblea extraordinaria. En el Orden del Día, un único asunto: El belén del Ayuntamiento. No era tema baladí, pues aunque el pueblo se había declarado oficialmente laico, aconfesional, ateo y progresista, había ciertas arcaicas costumbres que, muy a su pesar, no podían erradicarse de la noche a la mañana. Pero sí actualizarse, y en eso estaban. Para empezar, habían sustituido la expresión “Feliz Navidad” (tan cursi, tan falsa y tan poco progresista) por “Feliz Laicidad”, mucho más acorde con los tiempos y con el ideario del pueblo; no había grandes abetos con lucecitas de colores por las calles, sino modernos conos de neón que representaban magnos acontecimientos histórico-democráticos, escenas de amor universal y famosos videojuegos; y en la plaza mayor, una pantalla gigante emitía, ininterrumpidamente, el último documental del Sumo Progresista Michael Moore: Tocando los co… lores a la navidad (Bowling for Fahrenheit 25/12).

Faltaba únicamente resolver el asunto del belén. Y a ello se pusieron los poderes fácticos del pueblo tras degustar los deliciosos mazapanes, marquesas, yemas, mantecados y turrones que las monjitas de clausura habían regalado al Ayuntamiento, justo antes de ser expropiado su convento para reconvertirlo en balneario-spa de lujo. Tomó la palabra el concejal de Urbanismo, que era el que mandaba: “Yo propongo que el castillo de Herodes sea una maqueta del balneario-spa, símbolo de prosperidad del pueblo. Y así relajamos un poco al pobre Herodes, que ha sido muy maltratado por la historia”. La propuesta fue aprobada por unanimidad. La concejala de Paridad propuso: “Tiene que haber tantas Reinas Magas como Reyes Magos, que vale ya de machismo monárquico, ¡hombre!”. “Y además que sean republicanos” añadió el Edil Honorario de la Memoria Histórica, veterano de la Guerra Civil. "Y republicanas” precisó la concejala de Paridad. El concejal de Turismo, que le tiraba los tejos a la de Paridad, apuntó: “También debería haber igual número de camellos y camellas y de ángeles y ángelas ¿no?”. ¡Bien!, exclamaron todos y todas; ¡Me encaanta!, se emocionó la concejala de Paridad que, en el fondo, era tan mujer como la que más y no le hacía ascos al de Turismo (que, además, tenía habitación gratis en el Parador del pueblo).

El liberado sindical tomó entonces la palabra: “todos los trabajadores y trabajadoras de este país tienen que estar representados y representadas en el conjunto del belén, que ya está bien de poner sólo pastorcitos y lavanderas, que encima no están sindicados ni sindicadas”. Y todos y todas aplaudieron, y decidieron poner transportistas y transportistos, albañiles y albañilas, comerciales y comercialas, mineros y mineras, electricistas y electricistos, etcétera y etcétero. El proletariado y la proletariada en general, vaya. “Y nada de nieve en las montañas, ¡eh! –saltó el concejal de Medio Ambiente-, que hay que reivindicar el peligro inminente del calentamiento global antropomórfico y apocalíptico”. Murmullo de aprobación general. “Y hay que buscar hueco para las turbinas eólicas, aunque sea quitando palmeras. ¡Por la sostenibilidad!” añadió el concejal de Economía Sostenible, que tenía acciones de Turbi Eoliconsa. “Y paneles solares en las casas y en los graneros, que no se nos olvide” apuntó el Concejal de Industria Sostenible, que era consejero de Lumisol S.L.

El edil de Hermanamientos Internacionales y Alianza de Civilizaciones alzó su voz: “Hermanos, no os olvidéis de colocar la mezquita en lugar prominente, con su buen minarete; y alfombras orientadas a la Meca en prados y patios; y banderas palestinas en los balcones de las casas; y nada de cerdos ni vino ¿eh?, que eso es muy infiel; y…”. Vale, vale Paco Hassán, le calmó el alcalde; y le prometió una mezquita de Córdoba a escala en el centro mismo del belén. El concejal de Cultura propuso colocar un club de alterne junto al camino, que era muy progresista y además necesario, pero la concejala de Inmigración argumentó indignada que eso era pura explotación machista y xenofobia racista y esclavitud sexual y que cuando llegara a casa se iba a enterar, el muy putero. “¡Esta semana, ajo y agua, mamón!” El resto de poderes fácticos guardó un prudente silencio en espera de que el matrimonio resolviera su disputa (con perdón). Para aliviar la tensión, la secretaria de Asuntos Federales del Partido exigió una representación de las diferentes sensibilidades nacionales del Estado, esto es, un caganer, un olentzero, una meiga y una flamenca (“¿Qué pasa? ¡Andalucía también es una nación!”).

Hubo quien bromeó con la idea de poner una gasolinera, en la que se reunieran a escondidas Herodes y Judas, pero no le hizo mucha gracia al concejal de Fomento y se desestimó. Sí, en cambio, se aprobó la original ocurrencia de colocar en el portal un grupo de okupas indignados, quienes previamente habrían liberado a la mula y el buey (que habían sufrido maltrato animal durante tantos siglos); eso sí, la compañera María y el compañero José podrían quedarse si la asamblea de admisiones lo aprobaba y si ambos aceptaban la normativa vigente del Movimiento 25D ¡Cristianismo Real Ya! (sexo libre, básicamente). 

Faltaba el punto final. El colofón. La guinda. El broche de oro. El remate. ¡La apoteosis total! El detalle perfecto para culminar el belén perfecto. ¡La estrella! Pero no una estrella cualquiera, sino una señora estrella. La madre de todas las estrellas. Grande y brillante, resplandeciente y deslumbrante, de luminoso neón rojo intermitente al más puro estilo Las Vegas. Como gritando al mundo entero: “¡Aquí está el belén más democrático, paritario, ecológico, solidario, multicultural y progresista de la historia! ¡Venid y adoradlo!"

La sala de exposiciones del Ayuntamiento se abrió al público una fría mañana de diciembre. Junto al belén, los orgullosos creadores de obra tan magna esperaban sonrientes las alabanzas de los ciudadanos y ciudadanas. Una niña que llevaba horas en la cola, ilusionada y expectante, fue la primera en entrar. Se acercó al belén, lo miró de arriba abajo y exclamó, con una desolada expresión de tristeza en el rostro: “Pero… ¿dónde está el Niño Jesús?”


viernes, 16 de diciembre de 2011

Urmangarín y el círculo del 99

Había una vez un rey muy triste que tenía un paje que era muy feliz, siempre con una sonrisa en los labios y una actitud ante la vida alegre y serena. Tratando de descubrir el secreto de tanta felicidad, cierto día el rey le preguntó: «¿Por qué estás siempre alegre y feliz? ¿Eh? Por qué?» El paje le respondió: «Señor, no tengo razones para estar triste. Su majestad me honra permitiéndome atenderle. Tengo a mi esposa y a mis hijos viviendo en la casa que la corte me ha asignado. Nos visten y nos alimentan y, además, su majestad me premia de vez en cuando con algunas monedas para darnos algún capricho. ¿Cómo no voy a ser feliz?» El rey seguía sin explicarse el secreto del paje feliz, pues las razones que le había dado no le parecían suficientes para justificar su alegría.
Así que llamó al más sabio de sus consejeros y, tras explicarle el asunto, le preguntó: «¿Por qué es ese hombre feliz?» El consejero miró al rey y le dijo: «Tu paje es feliz porque está fuera del círculo». «¿Y qué círculo es ese?», le espetó el rey. «El círculo del 99; entrará en él sin darse cuenta y se convertirá en una persona infeliz. Y una vez dentro, ya no podrá salir» respondió con solemnidad el consejero, y añadió ante la extrañeza del rey: «Te lo mostraré con hechos: esta noche dejaremos ante la puerta de tu paje una bolsa con noventa y nueve monedas de oro, ni una más ni una menos, y una nota que diga “Este tesoro es premio por ser un buen hombre. Disfrútalo y no le digas a nadie que lo has encontrado”. Y después verás».
Cuando el sirviente halló la bolsa, entró en su casa y vació el contenido: ¡una montaña de monedas de oro! Y todas para él. Con los ojos brillantes por el reflejo del oro, empezó a hacer pilas de diez monedas. Pero cuando formó la última vio que era de ¡¡¡nueve monedas!!! Buscó la moneda que faltaba desesperadamente por toda la casa. «¡Me han robado!» gritó. Buscó y buscó, pero nada. Sobre la mesa, como burlándose de él, una montañita resplandeciente le recordaba que había 99 monedas de oro, "sólo 99". Pensó: «99 monedas es mucho dinero. Pero claro, no es un número completo como 100». El rey y su consejero, que observaban a través de la ventana, vieron que la cara del paje ya no era la misma: su ceño estaba fruncido, los ojos se le habían vuelto pequeños y arrugados y la boca mostraba un horrible rictus. Ya no era feliz.
El sirviente escondió entonces las monedas entre la leña y empezó a hacer cálculos, hablando solo. ¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar para comprar su moneda número cien? No le importaba trabajar duro, porque con 100 monedas sería rico y podría dejar de trabajar. Calculó que en once o doce años ahorraría lo suficiente, pero doce años era mucho tiempo. Entonces pensó en trabajar también por las noches y pedir a su esposa que buscara también un trabajo. Siete años. ¡Demasiado tiempo también! Comerían menos y vendería algunas ropas… Pero tampoco. Estaba desesperado, no sabía qué hacer para conseguir esa moneda que completaría las cien y le haría un hombre rico. El rey y el sabio volvieron al palacio. El paje había entrado en el círculo del 99... Y ya nunca volvió a ser feliz.
No pasó mucho tiempo antes de que el rey lo despidiera. No era agradable tener un paje que estuviera siempre de mal humor.

El yerno del Rey de España lo tenía todo para ser un hombre feliz. Prestigio como deportista, buen porte, una esposa enamorada y unos hijos maravillosos, un magnífico palacio asignado por la corte, un ducado, ropas, alimentos, viajes (todo gratis), un trabajo solidario y, además, su majestad le premiaba con su afecto y algunas monedas para darse un capricho de vez en cuando. ¿Cómo no iba a ser feliz?
          Pero, por alguna razón, decidió que lo que tenía no era suficiente. Y quiso más. Mucho más. Y entró en el círculo del 99. Como el sirviente del cuento, hizo sus cálculos y decidió que para ser feliz tenía que conseguir su moneda de oro, como fuese. Y lo hizo. Pero luego decidió que cien no era suficiente, ni doscientas, ni mil, ni cien mil. Y utilizó todas sus habilidades e influencias para conseguir sus monedas. Su nombre, su firma, el nombre de su esposa, el poder de su título, las trampas legales, el miedo –o la ambición- de los políticos, la inocencia de los niños discapacitados. No se detenía ante nada. Ni siquiera disimulaba, porque se creía totalmente impune al castigo. Hasta que la justicia comenzó a cuestionar su impunidad, y el círculo empezó a cerrarse a su alrededor. Primero fue desterrado a Washington (un destierro de lujo, eso sí); pero no fue suficiente. La prensa lo denunció y los súbditos lo denostaron con justificada indignación. Entonces el rey lo repudió, el príncipe lo señaló, los políticos cómplices confesaron y hasta el Museo de Cera lo apartó de la Familia Real y lo relegó a su anterior empleo, vestido de chándal.
          No sabemos aún hasta dónde llega su delito, desde el punto de vista penal. Lo decidirá la Justicia (confiamos). Tampoco sabemos si la Casa del Rey ha tapado sus maniobras durante años, ni el grado de complicidad de su esposa (si la hay). Pero sí tenemos muy claro hasta dónde llega su comportamiento inmoral, su absoluta falta de ética como persona y su total irresponsabilidad como miembro de una institución, la Monarquía, a la que ha dañado profundamente. La codicia es mala, muy mala; peor si encima lo tienes todo. E infinitamente peor si esas monedas, además, se las estás robando a tus propios súbditos. Y no nos sobran, precisamente.





martes, 13 de diciembre de 2011

ZP, Rajoy y el experimento de la esperanza

Otro año más, los españoles celebramos la Constitución (la Carta Magna, no el Puente Magno, aunque también), salvo los energúmenos de siempre (los de ERC que la queman y los nacionalistas que la ignoran) y algún memo nuevo (el tontolaba de Cayo Lara y su pravdiana estupidez) por mucho que todos –todos- se beneficien de ella. Incluidos, claro, los dipuetarras de Amaiur, que son los que más se la van a beneficiar. Otro año más el vanidoso y soberbio Bono, con ese afán de protagonismo cursi que le caracteriza, ha soltado su sermón, tramposo como siempre, afectado como siempre, pero esta vez con un par de verdades probablemente involuntarias.
          Alaba el amigo de los equinos y los aeropuertos fantasma a su otrora enemigo Zapatero, y le dedica estas bellas y metafóricas palabras: «durante ocho años ha tenido en sus manos el timón de la gobernación (…) y cuando la mar se calme y la tempestad amaine contemplaremos en toda su dimensión tu obra como presidente». Primera verdad: cuando se retiren las brumas, cese la lluvia y se calmen las olas (esto es, cuando tomen posesión los nuevos y se levanten las alfombras) todo el desastre provocado por 8 años de tempestad zapaterista saldrá a la luz en toda su gigantesca dimensión, y veremos que es mucho más de lo que la brumosa tormenta nos permitía ver. Económica, política, social y moralmente hablando.
          La segunda verdad que el amigo de los constructores de ciudades fantasma nos revela en su alocución es que la Carta Magna es una “gesta” de los españoles y que «mientras estemos unidos en lo esencial hay esperanza». Lo que no revela Bono es qué es lo esencial en lo que debamos estar unidos, porque gracias a la estrategia cainita de su otrora enemigo ZP a los españoles ya no nos une nada, aparte la Selección Española de Fútbol, y puede que a estas alturas ni eso. Pero sí tiene razón en que esa es la única esperanza que nos queda (la otra Esperanza sólo los madrileños) y que si no ayuntamos esfuerzos y direcciones, seguiremos tirando hacia lados opuestos con lo que eso supone de avance.

Esto de la esperanza me recuerda al famoso experimento del profesor Rudolf Bilz y sus ratas de campo. Comprobó el psicólogo alemán que si una de estas ratas es arrojada a un barreño lleno de agua, sin posibilidad de escape, nada desesperadamente durante unos quince minutos y, pasado este tiempo, muere a causa del estrés y el desconcierto, por el miedo mortal ante una situación sin salida.
Curiosamente, la capacidad de aguante de estas ratas supera las 80 horas nadando antes de ahogarse, y eso llevó a Bilz a su segundo experimento: al día siguiente dejó a otra rata nadando en el interior del barreño durante unos minutos y luego le lanzó una tablilla, por la que pudo trepar y salir del agua hacia un refugio seguro; poco después, esa misma rata fue lanzada al barreño, sin tablilla salvadora, y para sorpresa del doctor Bilz el animal no murió de estrés a los 15 minutos, sino que aguantó 80 horas nadando sin parar hasta su total agotamiento. La clave, la esperanza de que en algún momento se le volviera a arrojar la tablilla salvadora.

Los españoles llevamos ya unos años nadando desesperadamente en las procelosas aguas del barreño en que nos metió nuestro particular Dr. Bilz, alias Zapatero, esperando que se nos arroje la tablilla salvadora. Parece que nos llegó el pasado 20N, con barba y parsimonia, y alguna que otra duda sobre su seguridad. Pero, en cualquier caso, con suficientes dosis de esperanza como para que las ratas aguantemos nadando el tiempo que haga falta hasta salir del barreño. La imagen del Congreso de los Diputados de este pasado martes es de lo más reveladora: los abucheos a Zapatero y los aplausos a Rajoy no son sino símbolo de que el gallego y su equipo son nuestra –y puede que única- salvación. Si él nos falla, ay, nos ahogamos todos. Somos españoles, aguantamos mucho, pero ya apenas nos quedan fuerzas para seguir braceando. Glub… glub…


jueves, 24 de noviembre de 2011

"No es bueno que Dios esté solo", de Gonzalo Altozano: desmontando tópicos.

No corren buenos tiempos para hablar de Dios, especialmente si es para hablar bien. Ni siquiera entre los auto declarados creyentes, ni siquiera entre los católicos practicantes. Desconozco los motivos de esta reticencia generalizada; cada cual tendrá el suyo (yo mismo también): miedo al qué dirán, vergüenza, temor al encasillamiento, pereza, pudor, cobardía o simple falta de convicción. Y es que no está fácil la cosa y, claro, escasea la vocación de mártir. Habrá quien piense que el tema rebasa los límites de la intimidad, o que una conversación sobre Dios ha de ser necesariamente aburrida, pesada, trascendental o eterna.

Pues no. Éste es precisamente el primer tópico que desmonta Gonzalo Altozano con sus ciento una conversaciones sobre Dios con ciento una personas tan diferentes entre sí como diferente es su relación con Dios o su forma de hablar de Él (No es bueno que Dios esté solo, Ed. Ciudadela). Lo que consigue Altozano es, precisamente, que cada charla sea cualquier cosa menos trascendental. Las hay emotivas, divertidas, curiosas, impactantes, sorprendentes, deportivas, redentoras, entrañables, ejemplares, valientes; naturales, todas; y también todas interesantes, y amenas. Y absolutamente sinceras, a corazón abierto. Cada respuesta es casi una confesión –hecha de buen grado, claro- con total naturalidad, sin manierismos, sin trampas, sin complejos; sin intentos de quedar bien (el entrevistado) o de forzar lo que no se quiere mostrar (el entrevistador).

El segundo tópico que se desmorona al leer este libro es que hablar de Dios es cosa de teólogos, beatos, curas, meapilas, abuelas y nostálgicos del nacionalcatolicismo en general. Pues tampoco. A lo largo de sus 334 páginas han hablado de Dios gentes tan poco sospechosas como actrices, rockeros, jubilados, aventureros, modelos, escritoras, ateos, deportistas, ex presidiarios, presentadoras de TV, políticos, periodistas, raperas… y sí, un sacerdote o dos. Unos desde el convencimiento profundo, otros desde el agnosticismo, o desde el recuerdo de la infancia o desde la reciente conversión; y algunos desde una respetuosa distancia (que al final no es tanta). Pero todas y cada una de estas personas tienen algo interesante que contar y algo importante que aportar. Todas y cada una de estas conversaciones, dirigidas con maestría y sutileza por Gonzalo Altozano, nos revelan que, sencillamente, Dios puede ser un magnífico tema de conversación; y además doblemente enriquecedor: por lo que nos da a conocer de otras personas (en un grado de intimidad habitualmente inalcanzable) y lo que descubrimos en nosotros mismos. Interesante ¿verdad?

El tercer tópico que cae bajo el peso de estas ciento una entrevistas es que tiene que ser, sí o sí, una lectura mortalmente aburrida. Error. Altozano consigue extraer de cada personaje, de cada historia, de cada pregunta el dato más jugoso, la confesión inédita, el toque emotivo, el hecho curioso, la anécdota divertida, el punto vitalista, el comentario ingenioso. Y sin perder un ápice de la personalidad de cada uno. El resultado es una charla entre dos amigos, hablando animadamente, tranquilamente, de otro Amigo; recordando vivencias, anécdotas, discusiones, experiencias compartidas, cómo se conocieron o qué tal va su relación ahora. Se crea una complicidad entre los dos (entre los tres) de la que el lector también quiere formar parte. Así, comparte el momento en que Miguel Aranguren se topó con Dios en una playa de Mombasa, 20 años atrás; o los otros 20 que pasó Ángel Fana en una cárcel cubana y cómo acabó convirtiendo a más de un militar comunista hablándole de la Navidad y del Amor; descubre el valor de Marta Oriol y su alegría de vivir a pesar de haber perdido en un accidente a su marido, su hijo y el bebé que esperaba (“una pesada cruz, pero con fe se lleva de otra forma”); se une a la reivindicación de la presentadora Pilar Soto, que está “harta de que se metan con la Iglesia, de que esté bien visto hacer yoga pero no ir a misa”; se entera de que Alfredo Amestoy se confiesa devoto del “Niño Jesús”, y de que cada noche le reza el “Jesusito de mi vida”; admira a Carlota, que se siente mimada por Dios a pesar de que un árbol caído la dejó en silla de ruedas, hace muchos años (antes de casarse y tener tres preciosas hijas); se sorprende con la historia de Fabio de Miguel, alias McNamara en los 80, que pasó de compartir escenario con Almodóvar cantando “voy a ser mamá, voy a tener un bebé y le llamaré Lucifer” a ser un verdadero devoto de la Virgen: “buscaba la felicidad donde no estaba: en la droga, en el sexo, en la fama”. Ahora la ha encontrado en el rosario, en la misa, en la Comunión.

Hay otras muchas historias que compartir, como la de Pedro, mecánico de profesión y tan orgulloso de su fe como de su Atleti; o la de Javier Clemente, genio y figura, que reivindica una iglesia más peleona (“El Cristo que me gusta, mi Cristo, es el que entra a golpes en el templo y se queda solo”); o la increíble conversión de un hombre que iba a Cuba de turismo sexual y acabó, por casualidad, en un avión que lo llevó a los Balcanes, a Medjugorje. Descubrimos también a Paco, taxista y agnóstico hasta hace un año, que usa el taxi como púlpito y confesionario. Y a Juan de Dios Pizarro, jubilado, toda una vida trabajando en su mercería para sacar adelante a su familia, con un esfuerzo añadido: no tiene brazos ni piernas (“El sufrimiento nos hace mejores. La prueba es que el Señor cargó con su cruz”). Y a los actores de la serie “7 vidas”, Santi Rodríguez, ‘el Frutero’ (“Somos como los seguidores de del Atleti: orgullosos de nuestro club… pero callados”) y Amparo Baró, ‘Sole’, que defiende a muerte la labor social de la Iglesia y reza todas las noches un Ave María a la Virgen para que cuide a su madre, fallecida hace 20 años.

No es bueno que Dios esté solo es, en fin, un libro recomendable y necesario en estos tiempos de laicismo mal entendido, o de catolicismo mal vendido. Ameno, sorprendente, entretenido, fácil de leer... Y, sobre todo, muy interesante: por lo que nos cuenta, quiénes nos lo cuentan y cómo nos lo cuentan. Ya lo dijo Pablo VI: “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los testigos que a los maestros”. Gonzalo Altozano lo sabe bien y, desde luego, no podía haber elegido mejores testigos.

Ya lo saben. Esta Navidad tienen la ocasión de hacer –y hacerse- el regalo perfecto. Bueno para el espíritu, apto para todos los públicos e infinitamente más barato que un ipad.




viernes, 18 de noviembre de 2011

Zapatero, ¿el Azote de Dios o el Zote de España?

En julio de 2007 el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, alias Mister Paz, alias ZP, alias el iluminado de la Moncloa, alias muchas otras cosas, visitó el mausoleo del mahatma Gandhi en el bello barrio de Raj Ghat, en Nueva Delhi; dejó escritas en el libro de ilustres unas inspiradas palabras que quedaron para la historia:  “PAZ. Vivir en PAZ, la más grande utopía universal. Con emoción y admiración... a Ghandi. De España, un país en paz, un país para la paz”. Paz, paz, paz, paz, cuatro veces en una sola frase dejó escrita la palabra paz el presidente de la paz, siguiendo a pies juntillas aquella máxima que ya desde su discurso de investidura marcó la línea roja de lo que iba a suponer su gobernanza: un ansia infinita de paz, el amor al bien y el mejoramiento social de los humildes. Ni en esta sentencia, copyright de su señor abuelo (de uno de ellos; del otro, ginecólogo y no fusilado, sólo sabemos que ayudó a nacer a su ingrato nieto), ni en la bella dedicatoria a la memoria de Gandhi hay una sola verdad. Todo es hueco, todo es falso, todo es retórica sin sustancia, palabras vacías como un cántaro vacío, como la vacía cabeza de su autor. Como aquel gesto absurdo, tonto, infantil, inoportuno y ultrajante ante la bandera de un aliado, cuando aún estaba en la oposición; un significativo precedente.

Llegado el fin -¡al fin!- del zapaterismo, lo que ha dejado este mal aprendiz de Gandhi es todo menos un país en paz; y, desde luego, no un país donde hayan mejorado los humildes. A lo largo de dos legislaturas, que han parecido una despiadada eternidad, nos ha dejado no pocos logros: el enfrentamiento entre españoles en aras de la mentira histórica, la voladura del espíritu de la transición, la satanización antidemocrática de la derecha, el aborto como derecho inalienable, el despilfarro obsceno, la muerte (ya anunciada por Guerra) de Montesquieu, el desprestigio internacional (de liderar la Champions League a la cola de los PIGS), la falaz negociación con ETA y la vil traición a las víctimas, la chapucera y mentirosa gestión de la crisis, la institucionalización de la mediocridad al más alto nivel, la absurda e injusta paridad, el prohibicionismo, la puntilla a la educación, la costosísima y estéril alianza de civilizaciones, las guerras disfrazadas de misiones de paz, el laicismo fanático, la muerte de los valores y el advenimiento del relativismo moral, la permanente agresión a la familia, la indignación universal, el empobrecimiento general (salvo presuntas excepciones) y más de cinco millones de parados (“nuestra peor previsión de paro siempre será mejor que la mejor que tuvo el PP”, abril 2008).

No, Mister Paz no ha sido precisamente Gandhi sino más bien un Atila. Ha dejado tras de sí un país arrasado y desesperanzado. En lo económico, en lo moral, en lo social, en lo educativo, en lo judicial, en lo internacional, en lo institucional, en lo policial, en lo militar, en lo diplomático, en lo comercial… no creo que haya un solo estamento de la sociedad española que esté ahora mejor que hace siete años; ni uno. Ha pasado por la presidencia de España como Atila por Constantinopla; Atila, el Azote de Dios, que en sólo ocho años (¡qué coincidencia!) no dejó más que destrucción, desgracia y desolación. A su paso no crecía la hierba como al de Zapatero no han crecido los brotes verdes… ni de ningún otro color; salvo rojos, tal vez (por lo de números rojos, no me malinterpreten). Y, como Atila, ha dejado descompuesto su imperio, que en el caso del huno murió con él tras las luchas sucesorias de sus ambiciosos herederos, Elac, el heredero oficial, Dengizik y Ernakh (lo que vendrían a ser Rubalcaba, Chacón y Bono, un suponer, que ahora se devorarán los hunos a la huna mientras el otro anda supervisando nubes en su retiro forzoso).

Ocho años, ocho, soportando al iluminado y sufriendo sus iluminancias. Hay quien cree que le movía la maldad disfrazada de inopia; puede ser. Sin embargo uno se inclina más a pensar que lo suyo era simple y llanamente estupidez; tal como la definió el gran historiador económico Carlo María Cipolla en sus Leyes Fundamentales de la Estupidez (por cierto, unos años antes de la Era Zapatero): «El estúpido no sabe que es estúpido. Esto contribuye poderosamente a dar mayor fuerza, incidencia y eficacia a su acción devastadora (…) Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida y el trabajo, hacerte perder dinero, tiempo, buen humor, apetito, productividad, y todo esto sin malicia, sin remordimientos y sin razón. Estúpidamente». Y concluye: «La capacidad de hacer daño que tiene una persona estúpida depende de dos factores principales: del factor genético y del grado de poder o autoridad que ocupa en la sociedad». Digamos que un presidente de Gobierno, máxima autoridad de un Estado, tiene una capacidad infinita de hacer daño; si además lo hace con una sonrisa en los labios de la magnitud de la que nos ocupa, ustedes calculen.

En fin, no quiero extenderme más en este final del fracasado Zapatero (sí, amigo: has convertido en fracaso absolutamente todo lo que has tocado, como un Midas inverso), que para eso están los archivos de este Malecón. Simplemente colgar en sus cejas y en su sonrisa el cartelito de “The End” mientras suena, en plan Apocalypse Now, la deprimente canción de los Doors al tiempo que los helicópteros arrasan la selva con napalm. La fiel imagen de lo que este Atila de iluminado intelecto nos ha dejado después de ocho años en el trono. Sólo espero que el general Aecio que le venza el domingo en los campos Cataláunicos de las urnas sepa, quiera y pueda sacarnos de este agujero negro que no parece tener fondo.

Y mientras Atila se retira a su guarida de León, de rositas tras el desastre causado, yo me seguiré preguntando si ha sido el Azote de Dios o el Zote de España (y gran parte del extranjero). En cualquier caso, ambas se escriben con Z. Como ¡ADIOZ, HAZTA NUNCA! 

lunes, 14 de noviembre de 2011

¡Ay, Pepiño!

Ay, Pepiño, Pepiño
¿qué te pasa, rapaz,
que andas tan tristiño?
¿Qué te ha hecho, dime,
el corruto Jorgiño,
ese chulo engominao
que declara en chandaliño?
¿Te ha dejado al aire
tu blanquito culiño?
¿Ha cantado el muy felón
lo de los euriños?
¿Te ha vendido a la oposición
por lo de aquel asuntiño?
¿Qué te ha hecho, campeón;
qué te ha hecho, mi Pepiño?

Ay, Pepiño, Pepiño,
que me miras con desaliño,
¿onde están esos ojos
antaño tan graciosiños?
¿Onde está tu mirada
de astuto y osado topiño?
¿Onde está tu descaro,
tu verborrea de niño?
¿Do, tu regate dialetico
al estilo Robinho?
¿Y onde están tus colegas,
onde, tus amiguiños?
Aquellos que compartían
favores y pulpiño,
los mismos que te adoraban
cuando eras poderosiño
y ahora te menosprecian
como a un vulgar leprosiño.
¿Onde está su cariño,
su estima, su confianza?
Dime, ay, mi Pepiño
¿No te habrán desterrado
de su corazonciño?
Sólo de pensarlo
¡ay, me giño!

Ay, Pepiño, Pepiño,
Ya sólo te queda el favor
de Conde Pumpiño.
Porque lo que es Alfrediño,
sólo piensa en tirarte al Miño
con una urna de piedra
bien amarrada al tobiño,
después de arrancarte los ojos
y de comerte los carballiños.
Es lo que tiene el cohecho
y el arreglar asuntiños
a espaldas de la legalidad
y a la vista de os nostros ojiños;
que la poli no es tonta, carallo,
y saben oler los euriños
que no pasan por el banco
y apestan a cheque en ´Blanco´
más que un marrón en el calzonciño.

Ay, Pepiño, Pepiño,
héroe del atril,
estratega del aliño,
¡no llores nunca mais
que se me estremece el corpiño!
¡No sufras mais, carallo,
que se me encoje el rabiño!
¡Que vuelva a ti la alegría
entre ríos de albariño!
¡Olvídate del Dorribo,
del Orozco y del tu primiño!
¡Olvídate del Supremo
del juez y del banquiño;
olvídate del gasolineiro
y de los fríos barrotiños!

Ay, Pepiño, Pepiño,
que no puedo verte así,
¡que me estriño!
¿Cómo he de consolar
esos ojiños tristiños?
¿Hundiendo otro Prestige?
¿Comprándote otro chaletiño?
¿Conxurando a trasgos y meigas
para eliminar el corpiño
del delito monetario
que agarrote de los güeviños?

Ay, Pepiño, Pepiño,
¡cómo has podido pasar
de gran superministriño
a ser un Blanco perfeto
de las huestes de Marianiño.
¡Te han metido la gaita
por el mismísimo calzonciño!
¡Te han estampado el surtidor
en tu prominente fuciño!
Mas no medres, campeón,
que "O chegar o San Martiño,
mátase o porco
e bébese o viño".
(A cada cerdo le llega su San Martín
y su San Quintín a cada choriziño).
Ya no te queda carrera
ni para alcalde de tu puebliño;
y si has de acabar en el trullo
por tus presuntos asuntiños,
aprovecha para acabar
primero de Derechiño
¡que ya te vale, zagal!

Ay, Pepiño, Pepiño,
que apestas a gasoliña
¿Qué se siente al saborear
tu propia mediciña?

Ay, Pepiño, Pepiño,
Después de las eleciones
no vuelvas nunca mais;
húndete con tu Zapatiño
-¡vaya par, vive Dios!-
en las aguas de tu atiquiño,
en la piscina de tu chalé
o en el mismísimo Miño.
¡Adeus, Campeón
adeus corrutiño!

jueves, 3 de noviembre de 2011

Carta a Otegui de un exterrorista del IRA

Arnaldo (lo siento, no puedo considerarte "querido" ni "estimado"),

Tal vez yo no sea quién para decirte qué hacer o qué dejar de hacer en tu lucha armada y/o política; y probablemente no deba meterme en los asuntos de un pueblo que no es el mío (y cuyas historias nada tienen que ver entre sí; nada en absoluto); pero si de algo han de servir mi experiencia y mi lucha, primero como terrorista y luego contra el terror que yo mismo protagonicé, espero que sea para convencerte, a ti y a los tuyos, de que el único camino posible es el que yo seguí. El único, créeme.

Yo, como tú, fui un terrorista activo. A los 15 años entré en el IRA Provisional, cansado de convivir con tanquetas, barricadas y soldados británicos armados hasta los dientes (soldados, no policías; y de los más duros) en cada rincón de Free Derry; harto de sufrir el odio ancestral de los protestantes orangistas, de ver cómo agredían a nuestros niños, quemaban nuestras iglesias "papistas" o nos asesinaban en actos terroristas (sí, en el Ulster matábamos los dos bandos). Hemos sido un pueblo muy pobre, hambriento y humillado, desde siglos atrás (muy diferente al tuyo, siempre tan próspero y con un nivel de autonomía que a nosotros nos habría ahorrado muchos muertos ), y eso también marca, porque somos uno con nuestra historia. Mi vida se vio especialmente marcada el domingo 30 de enero de 1972, cuando me manifestaba por las calles de Free Derry, junto a otras 15.000 personas, a favor de los derechos civiles; vi al otro lado de las barricadas el regimiento de paracaidistas británicos que vigilaba que no traspasáramos la "frontera" de la zona protestante. Y vi también cómo empezaron a dispararnos indiscriminadamente y mataban a trece personas (seis de ellas de mi edad, 17 años) y herían de bala a otras treinta. ¿Tú has vivido una experiencia semejante, Arnaldo, con muertos a tiros; o en tu "guerra" el enemigo sólo lanza pelotas de goma?

Después de aquel Domingo Sangriento pensé "si me tienen que matar, que sea por algo importante, no por una protesta civil", así que me apunté voluntario a un sinfín de operaciones con explosivos y cartas bomba. No sé a cuántos ingleses maté; si es que maté alguno. Pero eso no importa, si el IRA mata y tú eres parte del IRA, cada muerte es tu responsabilidad. A los 18 años era el terrorista más buscado, y a los 20 fui detenido y condenado a 30 cadenas perpetuas. Mi primer día en prisión los guardias me sacaron de la celda a medianoche y me dieron una paliza: el IRA acababa de asesinar al padre de uno de los oficiales; fue la primera de muchas palizas; luego me negué a vestir el uniforme de una prisión inglesa, y estuve 14 meses en la celda de castigo (sí, allí los presos irlandeses no tienen privilegios, al contrario; muchos incluso han muerto en huelgas de hambre). Yo me creía fuerte, invencible, un auténtico guerrero de la libertad. Pero comencé a darle vueltas a todo: "Estamos destruyendo nuestro país, a familias enteras, provocando terror y dolor. ¿Qué sentido tiene?" Estaba orgulloso de haber atentado contra políticos y generales pero tenía dudas sobre el resto de mis víctimas. ¿Tú has llegado a sentir lo mismo alguna vez, Arnaldo?

Pedí consejo al sacerdote de la prisión (¡sí, somos católicos!) y me regaló una Biblia. Leí los Cuatro Evangelios de una sentada y empecé a pensar que todo era un error: la guerra, la violencia, las muertes. Comencé a escribir cartas a mis víctimas, multitud de cartas, y fui el primer terrorista del IRA que abogó por el cese de la violencia y la rendición. Los demás -mis compañeros y mis enemigos- pensaron que me había vuelto loco: ¿un terrorista irlandés pidiendo perdón? ¡Increíble! Tuve que luchar todo un año con el Gobierno británico y las autoridades de la prisión para que me permitieran enviar mis cartas y publicar mis llamamientos en la prensa. Empecé a buscar la verdad y a tomar conciencia de los derechos humanos (¿te suenan, Arnaldo?). Mi propia conciencia me condenaba por mis actos, después de una vida de violencia y terror. Llegué a la conclusión de que el terrorismo está en el interior de las personas, de cada uno de nosotros; y cada uno tenemos que reconocer nuestra culpa y pedir perdón desde dentro, desde nuestra conciencia, desde nuestro corazón.

Cumplí una dura condena de 14 años. Cuando salí, el 4 de septiembre de 1989, empecé a estudiar y escribí un libro, The Volunteer, sobre mis años en el IRA y pidiendo el fin de la lucha armada ("detén la guerra, la violencia es un error, pide perdón y entrégate"). No creo que lo hayas leído, Arnaldo, pero te lo recomiendo. Mis compañeros lo hicieron y poco a poco fueron tomando conciencia de que no hay libertad con violencia (¡libertad, qué bonita palabra!), hasta que finalmente dejamos la lucha armada y entregamos las armas, hace unos años. Hoy vivo en Dublín y trabajo ayudando a indigentes (te lo recomiendo también; es una gran lección) además de dar conferencias por todo el mundo contando mi historia.

Después de cinco años en el IRA y treinta pidiendo perdón, a mis víctimas y a mi país, aún no me he perdonado del todo; cada día siento la responsabilidad, la conciencia culpable de mi pasado. Pero mi experiencia puede hacer bien; por eso te escribo esta carta, a ti, a tu pueblo vasco y a todos los españoles. No te engañes, Arnaldo, tu victoria política hoy, si ETA no se disuelve definitivamente y deja las armas, sólo va a traer más amargura y dolor.

Sinceramente, yo creo que ningún gobierno debe negociar con terroristas, ni con el IRA ni con ETA. Cuando hayáis cambiado vuestra conciencia, vuestro corazón; cuando hayáis pedido perdón por la violencia y por las víctimas y destruyáis vuestras armas con testigos internacionales, entonces se podrá hablar del fin de ETA. No hay más terrorismo en España que el que hay en los corazones de los terroristas; las falsas ideologías (¡pero si habéis sido España desde hace siglos!) hacen que los jóvenes se conviertan en asesinos profesionales bajo el propósito de hacer un mundo mejor, pero la violencia siempre crea más injusticias que las que pretende curar. Los asesinos no son una parte de los políticos; sólo los que se arrepienten en conciencia y se dedican al servicio público, tal vez puedan llegar a serlo.

No sé qué intenciones te mueven a ti, Arnaldo. Si realmente promueves el fin del terrorismo o estás buscando poder para perpetuarlo. Yo sólo puedo decirte: escucha a tus víctimas, escucha su dolor, el daño irreparable que has ocasionado. Y, si aún te queda conciencia, pídeles perdón; entregad las armas y entregaos a la justicia. Éste es el único camino. Te lo dice alguien que encontró la salida.


Shane O´Doherty.






Nota: este artículo ha sido escrito a partir de una conferencia de Shane O´Doherty, a la que asistí hace unos meses, tomando sus palabras literalmente (salvo, obviamente, las que se refieren explícitamente a Arnaldo Otegui).