martes, 27 de abril de 2010

Samaranch y nuestro primer Oro Olímpico. Una anécdota histórica.

El 12 de agosto de 1928, en el Estadio Olímpico de Amsterdam, sonaba el himno de España por primera vez en unas Olimpiadas. En lo más alto del mástil, nuestra bandera; y en lo más alto del podium (que en esta ocasión conformaban sus monturas), los capitanes de Caballería José Navarro Morenés, Julio García Fernández y José Álvarez de Bohorques, mi abuelo. Ese histórico día de verano, hace casi 80 años, la ciudad que vio nacer a Van Gogh vio también nuestro primer Oro Olímpico, en la modalidad de saltos de obstáculos por equipos; un triunfo que no se repetiría hasta 44 años después, en Sapporo ´72, gracias a ese gran deportista y gran tipo que fue Paquito Fernández Ochoa.

La medalla de oro volvió a España en tren y, cosas de la época, los tres campeones olímpicos fueron recibidos en la Estación del Norte de Madrid por… nadie. Probablemente un telegrama que se perdió en algún lugar del camino, entre la ciudad del Amstel y la del Manzanares. O entre un despacho y otro del propio Ministerio de la Guerra. Días más tarde todo se compensó con un gran banquete oficial que se ofreció a los campeones en el hotel Ritz, y al que acudió el Rey Alfonso XIII, quien los recibió con orgullo y cariño: "Vosotros los jinetes, los que nunca me habéis dado un disgusto".

Unos años más tarde, durante la II República, la pérdida fue mucho más grave que un simple telegrama. Porque lo que se perdió fue la medalla de oro. O mejor dicho, no se perdió, le fue arrebatada a su legítimo dueño durante un asalto a su domicilio madrileño (como tantos otros en esos tiempos oscuros). Y, con el oro olímpico, le robaron también todos sus trofeos hípicos, que eran muchos.

La medalla desapareció físicamente, pero su espíritu se mantuvo en la memoria de José Álvarez de Bohorques, y luego en la nuestra, su familia, durante décadas. Hasta 1984. Ese año, Juan Antonio Samaranch, presidente del COI, se enteró de que esa medalla histórica, el primer oro olímpico de España, llevaba 50 años desaparecido. Y no se lo pensó un segundo. Encargó una réplica exacta para reparar esa deuda con la Historia y el Olimpismo. Por pura justicia deportiva.

El acto de entrega de esa medalla "recuperada" fue tan sencillo como emotivo. Recuerdo que era una fría mañana de diciembre, sobre la arena del picadero cubierto del Club de Campo en Madrid, con la presencia de S.M. el Rey Juan Carlos y un puñado de familiares y amigos. El abuelo, con su sempiterno "loden", su sombrero y su bastón, y frente a él, su grandísimo amigo Beltrán Albuquerque colgándole de nuevo la medalla de oro, 56 años después de la primera vez, y fundiéndose luego en un abrazo largo, profundo y emocionado. Y todos nosotros, su familia, sus amigos, llorando como magdalenas.

Nunca he tenido la oportunidad de agradecer a Juan Antonio Samaranch ese acontecimiento, que para nosotros fue tan histórico como el de aquel 12 de agosto de 1928. O más, porque lo vivimos en directo. Por eso quiero aprovechar esta ocasión para hacerlo. Es también una cuestión de justicia deportiva. Así que, gracias, señor Samaranch; en nombre de toda mi familia, gracias. Y cuando llegue ahí arriba, dele un abrazo fuerte al abuelo. Y dígale que su medalla, que es de todos los españoles, está bien guardada.

(Artículo publicado en el Diario ABC el 25 de abril de 2010)

martes, 20 de abril de 2010

De Garzón a Largo Caballero pasando por la Bardem


Ya sé que el tema de Garzón es redundante y cansino a estas alturas del cuento, y que ahora quien tiene que hablar del asunto es el tribunal que le juzga; y cuanto antes, mejor. Pero es que también es bastante redundante y cansino este permanente empeño de la sacrosanta izquierda republicanista y guerracivilista en despertar lo que estaba bien dormido y en resucitar lo que ya estaba enterrado y bien enterrado (que no olvidado). La cosa no es casual, ni mucho menos. Ni es nueva. Viene exactamente de hace 6 años, un 16 de abril de 2004, cuando el recién nombrado presidente del Gobierno de España nos trasladó su breve ideario, que no era sino el de su abuelo paterno, finalizando su discurso de investidura con estas emotivas palabras: "Un ansia infinita de paz, el amor al bien y el mejoramiento social de los humildes".

Lo del mejoramiento social de los humildes es obvio que le ha salido regulín, vistos los cuatro millones y medio de parados (y subiendo), el endeudamiento nacional para varias generaciones y la desesperanza generalizada, entre los más humildes, los nada humildes y los mediopensionistas. Lo del amor al bien, bueno, habrá aún quien se lo crea, dejándose convencer por esos ojitos azules como el mar azul y esa sempiterna sonrisita que cada vez tiene menos gracia.
Y lo del ansia infinita de paz, eso sí que tiene gracia; porque el amigo Mister Paz, desde que las urnas y los muertos le auparon al poder —que asumió bajo el negro peso del vil asesinato de su abuelo paterno—, no ha hecho más que buscar la guerra. La guerra contra "la derecha", la guerra contra la Iglesia, la guerra contra la vida, la guerra contra la familia, la guerra contra los valores, la guerra contra la división de poderes, la guerra contra los otros abuelos… O sea, la guerra civil. Desde que llegó, ése ha sido su plan maestro: resucitar los demonios de la oprobiosa dictadura para demonizar al PP, presunto heredero del franquismo más rancio y opresor. La fórmula es bien sencilla: si logra identificar ´derecha´ con ´extrema derecha´, el éxito está asegurado legislatura tras legislatura. Y en esas estamos desde 2004.

El último capítulo ha sido lo de Garzón, ese juez que en 2003 definió Manuel Chaves con todo cariño y con estas palabras exactas: "Es una mala persona, lo era antes y lo es ahora. Es un gran simulador"; y que hoy es el héroe nacional e internacional de la izquierda universal, y nada tiene que envidiar a los superhéroes de la Marvel (esos mierdecillas imperialistas). Un mito, vamos. Y merecedor de las más democráticas alabanzas, como sucedió la pasada semana en la Universidad Complutense de Madrid, antaño lugar de estudio y carreras (delante de los grises) y hoy vademécum de doctores horroris causa (al de Paracuellos), pedradas a la libertad de expresión (al de la peineta) y ajusticiamientos en plaza pública (a la Transición).

Y es que lo del otro día fue bastante vergonzoso, para los españoles en general y para Garzón en particular (cuyo abogado tuvo que desmarcarse del acto al más puro estilo Lola Flores: "¡Si me queréis, irse!", como recordaba con acierto Carlos Herrera). Porque lo de Garzón no es más que una excusa que les venía a mano a toda esta banda de mafiosos morales para escupir su odio contra el enemigo, pues siguen viendo al PP como "el enemigo", en una guerra que no ganaron y que terminó hace ya tropecientos años; y le siguen viendo también como "el franquismo", al que ahora pretenden derrotar, 35 años después de su muerte.

Ellos, que durante el franquismo hacían carrera, y no precisamente delante de los grises, como José Sacristán y Pilar Bardem, que protagonizaron decenas de películas nada reivindicativas durante la dictadura; o como Jiménez Villarejo, fiscal por la gracia de Dios y del Movimiento desde principios de los sesenta; o como la Grandes, que se ríe de monjas violadas en el diario independiente del ex redactor jefe del diario Pueblo y ex jefe de informativos de Arias Navarro… y ahí lo dejamos, porque como sigamos ahondando en el pasado franquista y/o falangista de los socialistas de hoy, nos dan las uvas (¿verdad, Bermejo, Bono, De la Vega, Rubalcaba, Barreda, Víctor Manuel, Zerolo…?). Pero bueno, pelillos a la mar. Corramos un estúpido velo.


Porque ellos, tan republicanos y demócratas de toda la vida, hoy siguen con pertinaz ceguera las consignas de otro insigne republicano y demócrata de toda la vida, que definía así su visión de la vida: "Las elecciones no son nás que una etapa de la conquista del poder y aceptamos su resultado sólo a modo de inventario. Si triunfa la izquierda, podemos actuar dentro de la legalidad con nuestros aliados, pero si gana la derecha, tenemos que ir a la guerra civil. Deseo una República sin lucha de clases; pero para ello es necesario que desaparezca una de ellas. Esto no es una amenaza, es una advertencia. Les advierto que no hablamos por hablar, sino que cumplimos nuestra palabra". Pues nada, señor Largo Caballero, nos prestaremos a ser aniquilados; todo sea por la Democracia.


Eso es lo que se buscaba en la Complu el otro día en ese akelarre de odios, rabia y rencor con premeditación y alevosía: volver a la guerra civil. Quieren derrotar al dictador que murió en la cama mientras ellos le hacían la ola en vida. Y lo peor, después de habernos perdonado unos a otros. Ya lo dijo Mister Paz, "nos conviene que haya tensión". Menos mal que aún hay esperanza (y no me refiero al PP), y quedan socialistas serios, con sentido común y sentido democrático; lo malo es que en el equipo de Mister Paz permanecen castigados en el vestuario, con voz aunque sin voto. Pero esa voz, cuando llega, tiene un valor moral muy superior. Como nos llegó el viernes la de Nicolás Redondo Terreros:

"Lo que sucedió el otro día en la Universidad Complutense me parece que fue un acto estrictamente político, que no tiene nada que ver con la defensa del señor Garzón, que tiene que ser estrictamente judicial (…)
Ese acto fue un absoluto despropósito. Esa impugnación de la Transición Española me parece que es grave e irresponsable; y no sé si se dan cuenta que a Franco, que murió en la cama, no le vencimos; pero sí vencimos al franquismo. Y lo vencimos un 15 de junio de 1977, cuando los ciudadanos españoles, de un color o de otro color, de una posición o de otra fueron a votar, y votaron en libertad; y desde ese 15 de junio del 77 hemos ido derrotando al franquismo cada vez que los españoles han ido a votar (…) Y nos pusimos de acuerdo, no para olvidar la Historia, que está ahí, sino para no pasarnos facturas y quedar prisioneros del pasado; y ese acto, que Carlos (Herrera) llamaba guerracivilista a mí me parece que es más patético porque es simple y sencillamente un acto nostálgico, que nos vuelve a aprisionar en el pasado y nos impide mirar al futuro. Lo que hicieron fue una impugnación general de la Transición Española".


Pues eso, que a pesar de Zapatero, aún hay socialistas y socialistas. Yo, personalmente, me quedo con Redondo Terreros. Allá ellos los que prefieran a Largo Caballero (por recordar: "Si triunfa la izquierda, podemos actuar dentro de la legalidad con nuestros aliados, pero si gana la derecha, tenemos que ir a la guerra civil. Deseo una República sin lucha de clases; pero para ello es necesario que desaparezca una de ellas").

¡Glups!
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jueves, 15 de abril de 2010

Bibiana en el país de las paridillas


—Espejito, espejito ¿quién es la más bella del Consejo de Ministros y Ministras del Reino?

—Tú, Bibi, oh dulce princesa de la paridad y la desmaternidad.

—Espejito, espejito, dime ¿quién es la más lista, la más valorada, la más preparada, la más jóvena, la más femenina, la más guay, la más querida por todos y todas los ciudadanos y ciudadanas y la más mimada por su presi?

—Tú, oh Bibi, sabia juvenil y lozana con rostro de alhelí, cabello de ángel y cuerpo de ninfa silvestre. Tú, oh inocencia ininterrumpida de privilegiado intelecto. Adalida de las mujeres desvalidas, azote de los machotes y los nonatos, reina de la ingeniería social. Tú y sólo tú, bella Bibi, joven Bibi, astuta Bibi.


La ministra, asomando una dulce sonrisa en los labios (y ocultando sus colmillitos), se retira orgullosa de sí misma, dejando al espejito mágico avergonzándose de sí mismo; atraviesa el largo pasillo ministerial y llega hasta su despacho, muy zen él, se sienta frente a la mesa ministerial, muy vacía ella, toma un bolígrafo de cuatro colorines y una hoja de papel rosa, y empieza a escribir la parida… estooo… la ocurrencia paritaria del día. Hoy toca: prevenir situaciones de violencia machista en la infancia y garantizar la plena participación en igualdad de todo el sistema educativo, anulando los estereotipos de mujeres pasivas, débiles y lloronas en los relatos preadolescentes. O sea, censurar, reescribir y/o prohibir los cuentos infantiles clásicos por machistas y retrógrados.


Del boli multicolor saca el color rojo y empieza a escribir (con una letra preciosa, hay que reconocerlo):


La Bella Durmiente: a partir de ahora El Bello Durmiente, un príncipe ocioso y caprichoso que se queda profundamente dormido después de una borrachera post celebración del torneo. La princesa protagonista, que tiene un master en psicología aplicada, le salva de las garras de la bruja Melopea y, de paso, se anexiona un par de reinos vecinos tras una hábil negociación con sus respectivos reyes, y sin hacer uso de su cuerpo.


Los Tres Cerditos serán los dos cerditos y las dos cerditas; eso sí, sin formar familia, sino una comuna hippy donde todos y todas hacen gorrinadas con todos y todas. Y los dos cerditos plancharán y lavarán como el que más.


Alí Babá y los 40 Ladrones se llamará Alá Bibí y las 40 Picaronas, que tienen una cueva secreta llena de esclavos eunucos, a los que utilizan para obtener placer sin consecuencias.


Pinocho ya no es Pinocho, sino Pinocha, la heroína que salva a su abuelo Pepetto, machista y homófobo de pro, de las garras de su trasnochada ideología antes de que se convierta en burro. Al final, Pepetto se casa con Stromboli y adoptan a Pinocha.


Caperucita Roja es en realidad una maqui, de la que por cierto huyen los lobos (metáfora de los nacionales), que no lleva dulces a su abuelita, sino municiones y un mapa del clítoris para que se lo enseñe a su torpe amante, el sargento del regimiento.


En Hansel y Gretel, la bruja será ahora un brujo, el brujo Gürtel; y la tentadora casa de chocolate, en realidad estará hecha de monedas de oro.


La Bella y la Bestia son dos amantes del sexo femenino que, tras años de ser repudiadas y separadas por la oprobiosa sociedad (el facha Gastón), logran al fin deshacer el embrujo y la bellísima Bella fija su residencia en el castillo de Bestia, fea como un pecado pero con una gran belleza interior. Al final triunfa el amor puro y sin estereotipos (eso sí, los días que Bella baja a la aldea, a Bestia le salen unos cuernecitos como de bisonte americano; nada grave).


Los Músicos de Bremen se convertirán en los músicos de Cádiz, que tienen mucha más grasia, dónde va a parar. Y asustarán a los ladrones a base de inteligentes chirigotas.


La Ratita Presumida seguirá siendo presumida, pero ya no pretenderá casarse con un ratón de provecho, que eso es muy anticuado, sino participar en Gran Hermana y forrarse después sacando sus pechúmenes en Interviú, que eso sí que es modeno y feminista.


Blancanieves no huye de su madrastra, sino de su padrastro, que es un machista pedrerastra; y cuando llega a la casita de los enanitos, son ellos los que friegan, lavan, planchan y además extraen los diamantes, mientras Blancanieves ve el fútbol y juega al poker con las amigotas.


El Traje del Emperador será, por decreto, El Traje de Faralaes de la Emperadora, una famosa y bella bailaora que triunfa primero en los corrales y luego en la política, siempre gracias a sus dotes intelectuales, espíritu emprendedor y capacidad de liderazgo.


Y por resumir, Juan Sin Miedo será Juana la Loca (un travesti temerario); el que hace la compra en Los 7 Cabritillos será el padre, mientras la cabra va a la oficina; Ricitos de Oro estará representada por un gay, que no hay en ningún cuento; y, ya que estamos, Mowgli y Baloo también están liados; Aladina será la nueva heroína musulmana, con su genia de la lámpara y su mona y su elefanta y demás; y la Cenicienta no sale corriendo porque se rompa el hechizo, sino porque ha quedado con el cochero a las 12:01; la madre de Bambi no muere a manos de un cazador anónimo, sino a manos del ex ministro Bermejo; el soldadito de plomo muere por pacifista, no por cojo; La Princesa y el Guisante queda absolutamente prohibido porque no tiene arreglo ninguno; y, en fin, Alicia en el país de las Maravillas también porque nunca ha entendido ni papa.


La Ministra Bibi, exhausta por el esfuerzo a la par que orgullosa por la labor de limpieza sexitiva realizada, se queda dulcemente dormida sobre su borrador de la nueva ley “Educando en Igual Da”. De un certero plumazo, ha borrado toda una serie de valores de esfuerzo, prudencia, fraternidad, diligencia (Los Tres Cerditos); de valentía, superación, ingenio (Hansel y Gretel); de humildad vs. soberbia, de generosidad vs. envidia, de amor vs. crueldad (Blancanieves); de bondad, confianza, fe, justicia (Cenicienta); de obediencia y discreción (Caperucita Roja); de responsabilidad, sinceridad, conciencia, amor (Pinocho); de fortaleza, tesón, valentía (El Soldadito de Plomo); de sacrificio, comprensión, no juzgar por las apariencias (La Bella y la Bestia), etcétera, etcétera, etcétera.


Es lo que tiene ser una completa ignorante, que no ve más allá de su muy sectaria y muy paritaria visión del mundo. ¿O es, acaso, un permanente afán de ser la protagonista del cuento, antes de que se acabe el chollo y vuelva al ingrato anonimato? Lo cierto es que, como protagonista, nunca podrá ser la madre de la historia; como mucho, la madrastra. Y de las malvadas.


—Espejito, espejito, dime: ¿no soy yo, aparte de la más bella miembra del Reino, la auténtica y verdadera heroína de la feminidad, la paridad, la igualdad y nonatalidad?

—Señora mía, sea lo que usted quiera. Yo dimito.

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miércoles, 7 de abril de 2010

Cuento de Garzón. El juez que fue político y viceversa


Hace muchos, muchos años, allá por 1993, en un cercano país llamado España reinaba el paro galopante, la corrupción a tutiplén, el terrorismo de Estado, las leyes mafiosillas, los hermanísimos gorrones y la no separación de poderes. Eran los tiempos del Cambio, los 100 años de honradez y de la España que no reconocía ni la madre que la parió. La cosa, para unos cuantos, iba de perlas. Para el resto, no tanto, aunque la ignorancia los presuponía felices, o al menos, lobotizadamente dóciles. Pero hete aquí que por lontananza empezaba a asomar la sombra del enemigo, blandiendo sus espadas de negra incertidumbre; jaurías de dobermans rabiosos de poder; legiones de fascistas con ansia de cortar cabezas, capitaneados por un nadie oculto tras un bigote; hordas de alimañas ultras salidas de la caverna para devorar todo atisbo de humanidad, de sociedad, ¡de Democracia! que apareciera ante sus ojos ensangrentados. ¡Que viene la derecha! ¡¡Que viene la derechaaa!!

Hubo, de entre las valientes voces que se alzaron contra la inminente invasión de “la derecha”, una vocecilla que se escuchó tal vez más que las demás. No por su potencia sonora, ni por su tono chilloncete, sino por lo simbólico de su dueño, ex juez y flamante candidato de la izquierda bienamada y bienhechora, y por el contagioso convencimiento de su arenga:
“No quiero alarmar gritando que viene la derecha pero no sé si bajo la piel de oveja hay lobos”; “La intolerancia se ha apoderado de la derecha”; “Tiene que quedar claro que no gane la derecha”. “No estamos en una España ni dormida ni corrupta, está viva. Por el destierro de los corruptos, ya están doblando las campanas”; “Les vamos a dar un meneo que se van a enterar”; “Los intolerantes han enlodado el adjetivo, secuestrado el verbo, y ahora vienen por el sujeto”. “Hay que votar por derecho pero no por la derecha”; “Merece la pena dejar de ser neutral sin perder la independencia y sumarse a una idea de futuro (…) Yo he elegido la opción del futuro, que es la del PSOE y la de Felipe González”.
¡Qué retórica, mon Dieu! ¡Qué dominio de la metáfora paradójica! ¡Qué ingeniosa inteligencia en la conjunción de verbos, sujetos y predicados! ¡Qué facilidad pasmosa para la prosopografía, la lítotes, la alegoría y hasta el retruécano! ¡Qué labia, joder!

Fue la vocecilla guerrera del ex juez flamante número 2 por el PSOE, su sabia labia electoral sin complejos la que otorgó la victoria a ese partido sanote y honradísimo en las elecciones del 93. Mas un año después, viéndose traicionado, menospreciado y abandonado por aquellos a quienes otorgó la victoria (o sea, que no le dieron cartera), el otrora flamante candidato abandonó la política y volvió a su antiguo empleo, que era ser juez. O sea, el que juzga con ciega imparcialidad, independencia y neutralidad a los ciudadanos, sean de un lado, del otro, de en medio o de ninguna parte. Y, para demostrar su imparcialidad, independencia y neutralidad juzgó primero a sus desagradecidos ex colegas de partido, y donde antes no había corrupción él sacó terrorismo de Estado. Una risa, oiga.
Y claro, como su vocecilla atronadora no arengó al pueblo soberano en las elecciones del 96, y lo del doberman ya no coló cuando apareció lo de la cal viva, pues ganó “la derecha” (con trampas, claro; con mentiras, por supuesto; con juego sucio, no cabe duda) y los ex suyos se dedicaron a opositar. Y él, en unos años de extraña lucidez, se dedicó a ser juez. Y hasta colaboró en enchironar a muchos etarras, malos ellos, siguiendo la teorías represoras de “la derecha” gobernante.

Pero con el tiempo, nuestro neutralísimo juez ex político debió ser vencido por el tedio rutinario, y durante los siguientes años se dedicó a conocer mundo y a salvar a la Humanidad. Le gustó mucho Nueva York (con dietas y todo) y la selva amazónica, donde se hizo amigo de un mono muy simpático. Y salió a la calle para chillar con su vocecita el “No a la Guerra”. Y viajó a Chile y condenó a Pinochet a permanecer en silla de ruedas hasta que muriera de muerte natural; y persiguió en helicóptero, junto a 350 agentes, a unos peligrosísimos narcotraficantes en la Operación Nécora, pero lo único que consiguió fue unas condenitas a los malos y una condenaza al Estado Español por parte del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, por haber vulnerado el derecho al secreto de las comunicaciones de Sito Miñanco; también quiso procesar a Bin Laden, pero no se presentó en el juicio el muy malqueda; y a Berlusconi, por lo de Telecinco, pero debía de tener fiestorro ese día, y los demás procesados fueron absueltos por la Audiencia Nacional. Lo mismito que sucedió con los 18 empresarios imputados en el caso del lino, incluida la ministra Loyola de Palacio, todos absueltos sin cargos, aunque el daño moral que causó el juez ex político (incluidas dos muertes por depresión) fue bastante irreparable. También el caso Al Kassar pasó al Curriculum Vitae del amigo como un sonoro fracaso, y quedó en libre como un pajarito (el traficante sirio, no el juez fracasado).
Otro caso de los buenos fue lo del megadespliegue para registrar el Privilege, el buque presuntamente cargado con cinco toneladas de cocaína que resultaron ser 5.000 bidones de asfalto. Y también lo de las herriko tabernas, cuyo embargo se había olvidado de prorrogar, el muy despistadillo; y lo de los etarras que quedaron en libertad por lo mismo; y los narcotraficantes turcos, que salieron por la puerta grande por un “error de carpetilla”; y lo de las jornadas cinegéticas y gastronómicas con el ministro, la fiscal y el poli; y lo del Faisán, que ahora no y ahora sí, pero no; y otras muchas garzonadas que alargarían este cuento hasta el infinito y más allá. Por resumir, después de tanta cagada, en el seno de la Judicatura no se le considera ni buen jurista ni, mucho menos, buen instructor; es uno de los más desautorizados por los Tribunales que han examinado sus muy mediáticas y muy mediocres instrucciones.

Por todas estas razones, el protagonista de nuestra historia debió ser apartado de la toga hace muchos años; y es más, debieron quitarle el martillito ése de “orden, orden en la sala” el mismo día que se presentó como flamante candidato número 2 por el PSOE en aquellas lejanas elecciones generales de 1993. Ahora se enfrenta a tres querellas más, legítimamente propuestas y admitidas por el Tribunal Supremo: 1. Prevaricación en la Operación Desenterremos la Historia y Enterremos la Transición; 2. Aplicar la Ley Antiterrorista a los chorizos del caso Gurtel; 3. Recibir dinero de Botín con la mano derecha y votar con la izquierda para archivar una querella contra Botín. Las excusas, esta vez, apoyadas y firmadas por los abajofirmantes habituales (y además Sopena, ¡horror!), son que: 1. Los demandantes son fachas (ergo no tienen derecho ninguno a demandar a nadie, y mucho menos al juez ex político), 2. Son presuntos delincuentes (y, claro, no pueden utilizar para su defensa los errores del juez instructor), o 3. Que el Tribunal está politizado (manda huevos quién lo dice). O sea, ¡que viene la derechaaaa! Otra vez. Original, el tío. Independiente y neutral, el colega. Un profesional de la Justicia ciega, el amigo.

Pues nada, que otra vez el mismo cuento, el cuento de Garzón, el juez ex político. A ver si ahora tiene, por fin, un final feliz. O un final, al menos. Y que coma las perdices que quiera, pero donde le envíe el juez.