lunes, 26 de septiembre de 2011

Las ratas en campaña


Y empezó la campaña electoral. Al más puro estilo socialismo de la vieja escuela, o sea: “Combatiremos sus ideas dentro y fuera de la legalidad, e incluso justificaremos el atentado personal” (Pablo Iglesias, fundador del PSOE y la UGT, a Antonio Maura, presidente del gobierno legalmente constituido) o "Quiero decirles a las derechas, que si triunfan, tendremos que ir a la guerra civil declarada (…) La democracia es incompatible con el socialismo.” (Largo Caballero, enero de 1936). La cosa no es que haya empezado ahora, pues, sino que ha estado siempre con un paréntesis forzado de 40 años. Sucedió también con Suárez y, especialmente, con Aznar. Lo del doberman y todo eso, el “¡que viene la derecha!” de Alfonso Guerra, el pacto del Tinell y el cinturón sanitario, el Prestige, la guerra de Irak, la ultraderecha, la caverna mediática, el ataque a las sedes del PP, los ataques a los católicos, la profanación de iglesias, los insultos desde la calle y los púlpitos progres, el 11M, las manifestaciones contra el gobierno de la Comunidad de Madrid, las huelgas contra el gobierno de la Comunidad de Madrid, los acosos sindicales contra el gobierno de la Comunidad de Madrid…

Siempre es lo mismo. Están en permanente campaña de acoso y derribo contra todo aquel que se mueva un milímetro de la delgada línea roja. Dispara al facha se llama, el juego. Lo bueno que tiene la izquierda en España es que es muy izquierda, por un lado; no se cortan en presumir de las consignas totalitarias que aniquilaron la libertad y a millones de personas en medio mundo; lo hacen sin complejos, con el puño amenazante bien apretado y bien alto, como Marx manda. Y por el otro lado, es envidiable que andan todos como una piña, todos a una Fuenteovejuna, como una masa única y aterradora (la bestialis turba) que se mueve con espectacular eficacia multipropagandística. Ya se han puesto todos a ello: empezando por los de la zeja, que nunca defraudan (con los tolerantes Sabina, Almodóvar, Aranda y Grandes a la cabeza), siguiendo por los indignados y su nonagenario farsante, continuando por los sindicatos –of course-, los liberados, los profesores, las series de TV y los programas de ‘entretenimiento’, Bildu-ETA, RTVE y otros medios afines, las universidades (muy fuerte lo de la Universidad de Castilla-La Mancha, que incluyó un texto vejatorio contra Esperanza Aguirre en una prueba de selectividad), la fiscalía, los jueces (¡menuda entrada en campaña la de Gómez Bermúdez!)… todos contra el PP, como hace unos años era todos contra el fuego (y hace unos años más, todos contra la derecha con fuego).

No importan las razones, ni los métodos. Todos contra el PP porque es el PP. No importa el estado agónico en que nos ha dejado el indigente intelectual de la sonrisa perenne. Todos contra el PP y punto. No importa que el juego democrático se base en la alternancia. La derecha no tiene derecho a gobernar, como defendían los insignes socialistas Iglesias y Caballero (¡paradójicos apellidos donde los haya!). En realidad, no tiene derecho ni a ser. Y los progres de pro harán todo lo posible “dentro y fuera de la legalidad” para echarlos a las fieras. Ya Ortega y Gasset, que no era precisamente facha, los identificaba con “la violencia, la arbitrariedad partidista y el radicalismo”. Y hasta hoy.

Lo que pasa, en el fondo, es que rabian cuando pierden. Porque no sólo pierden el poder, pierden la pasta, el estatus capitalista que tanto denigran y que tan bien ejercen. Los políticos, los ‘artistas’, los sindicalistas, las feministas… todos (y todas) se quedan sin manduquen subvencionado, sin prebendas millonarias, sin áticos y cruceros, sin coches oficiales, sin viajes, sin visa oro, sin sueldazos a cuenta de los empobrecidos contribuyentes. No saben vivir sin la pasta del estado, por eso se agarran al puesto con uñas y colmillos, lanzando dentelladas como ratas asustadas y rabiosas. No saben retirarse con dignidad, porque no han sabido estar con dignidad. En realidad, no saben ser con dignidad.

En estos momentos, la izquierda radical (y no tanto) se está revolviendo como ratas atrapadas contra la pared. Prestas a saltar sobre los ojos de quienes, simplemente, pretenden limpiar de mugre un país en ruinas, sin paredes ya que lo sostengan. Otras, en desbandada, huyen del barco que ellas mismas han contribuido a hundir. Todo esto me recuerda al pasaje final de aquel oscuro relato de H. P. Lovecraft, Las ratas de las paredes: «era la eterna desbandada de millares de ratas infernales, en busca de nuevos horrores y decididas a que las siguiera hasta aquellas intrincadas cavernas del centro de la tierra, donde el enloquecido dios sin rostro aúlla a ciegas en la más tenebrosa oscuridad, a los acordes de dos necios y amorfos flautistas (…). El viscoso, gelatinoso y voraz ejército que se cebaba en los vivos y en los muertos (…) cuyo constante arañar nunca me dejaría ya conciliar el sueño; las ratas demoníacas que ellos nunca podrían oír; las ratas, las ratas de las paredes».

Ha empezado la campaña electoral. Habrá que vacunarse contra la rabia.

martes, 20 de septiembre de 2011

El cachondeo de Bildu y la triste impunidad

Mientras el presidente zombi espera anhelante el momento de dedicar lo que le queda de vida a supervisar las blancas nubes (en su mundo de fantasía no existen nubes grises) recostado en una hamaca en su flamante chaletito leonés, junto a su señora y sus góticas niñas; mientras el candidato Pérez continúa su particular tour “porque soy listo” por todos los rincones del país y de El País (y de RTVE, y de EFE y de etc.), repartiendo demagogias económico-justicieras a diestra y (sobre todo) siniestra; mientras la ministra Salgado va pidiendo limosna por las esquinas de Europa y el ministro Pepiño se va durmiendo por las esquinas patrias y al resto de ministras y ministras ni están ni se les espera; mientras la justicia, la fiscalía y la abogacía del Estado han cogido ya definitivamente el sueño de los justos y han entrado en la fase REM más insondable, en la inconsciencia más inconsciente… hay unos que no se dedican a supervisar nubes en su caserío, ni a parodiar a Robin Hood, ni a pedir limosnas por Europa, ni a dormirse siquiera un minuto, ni mucho menos a entrar en fase REM salvo, quizá, en lo que respecta a su conciencia. Ellos (y ellas) sí están, siempre están; y nunca se les deja de esperar. Y no defraudan, la verdad. Siempre cumplen las peores expectativas.

Ahora, además, lo hacen con descaro, recochineo, rechifla y reguasa. O sea, que se descojonan de nosotros en nuestra cara con total y absoluta impunidad. Y ése es precisamente el quid de la cuestión. La impunidad. Antes lo hacían con rabia, con odio, con miedo (más de uno se hizo caquita en los pantalones), incluso cubiertos con capucha. Pero es que ahora lo hacen de chirigota, disfrazados de guardia civil, policía nacional, falangistas, legionarios y Rey de España. Así fue la jocosa bufonada que organizaron las cuadrillas de la villa navarra de Alsasua, con la bendición de la simpática alcaldesa bilduetarra, Garazi Urrestarazu Zubizarr-eta, y la complicidad del pueblo en pleno. Una risa, oiga.

Al más puro estilo NO-DO, los katxondos katxorros de Alsasua se chotearon de las fuerzas de seguridad, del ejército, de la Iglesia (el paso era una muñeca hinchable sobre una cruz) y del Jefe del Estado, ambientados con esvásticas, banderas nazis, brazos alzados, discursos fascistas y vivas a España con el consiguiente “¡una, grande, libre!”, desde la balconada del ‘Gure Etxea’ (de propiedad municipal) comparando el evento con la situación actual de los oprimidos vascos y las oprimidas vascas; y para rematar el cachondeo, dos encapuchados –estos sí- denunciando la “asfixiante presencia de los cuerpos policiales”, a los que que ni se les quiere ni se les necesita y, por si las dudas, desplegando una inmensa pancarta con un contundente "¡Que se vayan a hacer ostias!” (con perdón).

Esto sucedió el 3 de septiembre y, que se sepa, ni el fiscal general, ni la justicia, ni el gobierno foral, ni la Guardia Civil, ni la Policía Nacional, ni el ministerio de justicia, ni el de interior (¡ja!), ni la delegada del Gobierno, ni el TS, ni la AN ni el ejército ni yo qué sé quién más ha movido un dedo ni siquiera para señalar a los katxondos katxorros de Alsasua y decirles “¡chicos malos!” Ná de ná. Impunidad total, oiga. Aquí lo de nemo me impune lacessit (“nadie me ofende impunemente") que reza el escudo escocés, como que no. Normal, teniendo en cuenta que el propio TS ha legalizado al brazo político de ETA y les ha llenado los bolsillos de pasta gansa, pagada por usted y por mí. Y claro, esto es lo que pasa cuando el niño te pide una chuche y tú le das una bolsa de chuches de 7 kilos, le llevas a Disneylandia, le abres una cuenta ahorro y le compras un descapotable para cuando sea mayor. Y cuanto peor se porta, más le das. Para que no se enfade, la criatura. Y es que la impunidad es la mejor invitación al delito.

Y así llevamos desde el 22M. Con Bildu choteándose en nuestros morros con todo tipo de provocaciones, declaraciones, festejos, homenajes, reivindicaciones, comilonas, recepciones y farras varias, dejando nítida y cristalina su relación con la serpiente (como si no lo supiéramos de antes), que por cierto acaba de corroborar la AN condenando a Otegui y Usabiaga por pertenencia a banda armada. Y aquí no pasa nada. Pero nada de nada. Y Bildu en la impunidad y el choteo. Y la Guardia Civil en la calle, manifestándose contra el acoso. Y aún nos queda Sortu.

"Un Estado donde queden impunes la insolencia y la libertad de hacerlo todo, termina por hundirse en el abismo." Ahí estamos, amigo Sófocles, ahí estamos.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Artur, no me toques los cullons, sisplau

El molt honorable president de la generalitat de catalunya, sir Artur Mas, ha estallado como un foc artificial con el último auto del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (¡de Cataluña!) que pretende, el muy, que el idioma común de todos los españoles pueda ser utilizado por todos los niños españoles para aprender las cosas que tienen que aprender los niños para poder tener un futuro mejor que nuestro presente… y sobre todo que nuestro pasado. Esto, así contado, puede sonar normal, lógico e incluso deseable para cualquier persona seria del mundo globalizado. Mas no para Mas (sir Artur), que prefiere que los hijos de sus ciudadanos se labren un futuro más bien de corto alcance y más bien de cortas miras. Eso en mi pueblo se llama egoísmo, fanatismo y estupidismo (que deben ser sinónimos de nacionalismo).

Decía el novelista y periodista portugués José María de Queiroz que una prueba de patriotismo es hablar mal cualquier idioma que no sea el nuestro. Está claro que el amic Sir Artur es un patriota con todas las de la ley (bueno, justo con la ley no, precisamente), pues lo que pretende es que sus patriotas compatriotas sólo hablen bien el catalán (a no ser que tengan pela suficiente para pagarse el colegio Alemán, donde sí estudian español), y si eso les anula oportunidades futuras para prosperar, que se jodan, así hablando pronto y mal (o sea, en español). Es, más o menos, lo que hacía Franco consigo mismo y con los españoles, que nos doblaba las pelis americanas para que no habláramos inglés y para que hoy se arruine el cine patrio. Por cierto, que en tiempos de la oprobiosa dictadura se hablaba catalán en Cataluña con plena libertad, o sea, que hablaban los que querían, aunque no eran muchos, y no a los que obligaban, como ahora en democracia.
         Y yo me pregunto, ¿existe algún país en el mundo donde se prohíba a los niños estudiar en el idioma oficial de su propio país? ¿O donde se impongan multas ruinosas a los comerciantes que vendan sus productos en el idioma oficial del país? Me atrevería a jurar que no.

Con el tema de la lengua no se juega, dice sir Artur. Y tanto. Aquí, en español ni se juega, ni se ríe, ni se habla, ni se canta, ni se escribe, ni se rotula, ni se vende, ni se piensa. O eso es lo que pretende sir Artur, libreta de multas millonarias en mano. Porque los ciudadanos catalanes andan un poco más despiertos que sus cegados dirigentes y saben que el español es absolutamente necesario para vivir y sobrevivir en el mundo actual. Y el inglés. Y el chino, de aquí a nada. Y tienen la grandísima suerte de poder aprender, desde la cuna, dos idiomas, dos culturas, dos formas de ver la vida que luego se podrán convertir en tres o más. Y eso enriquece. Hablar sólo catalán empobrece, sir Artur; aprender sólo catalán empequeñece; y administrar sólo en catalán, empobrece y empequeñece aún más, señor Mas-por-menos, porque expulsa literalmente a empresas, estudiantes, profesionales, multinacionales, fábricas, eventos y todo tipo de generadores de riqueza que buscan tierras más amables, fáciles y comprensivas a la hora de montar un negocio. El negoci, en Cataluña, ya no es lo que era.

A usted, sir Artur, el TSJC le toca las narices. Y el resto de España también, desde hace muchos siglos, porque según usted “intentan que el catalán vaya a menos porque configura nuestra identidad colectiva" (en la que no entran los toros aunque sí el jamón de jabugo). Y, por si quedaban dudas, chantajea a los posibles próximos gobernantes del Estado Español, el PP, amenazándoles con dejarles sin acuerdos si legislan contra la inmersión lingüística (Por cierto, ¿este Mas no fue el que firmó ante notario que jamás iba a pactar con el PP? ¿Es que ya se había cortado el cinturón sanitario?). Y para rematar la jugada, se declara abiertamente insumiso y se pasa la ley por el forro de los cullons. Para Mas, cualquier defensa del español es un ataque directo y sangriento al catalán. O sea, fanatismo sobre fanatismo y victimismo sobre victimismo. O sea, Mas de lo mismo.

“El nacionalismo se cura viajando”, afirmaba el Nobel de Literatura (en lengua española) Camilo José Cela; aunque viendo los periplos aventureros del megaembajador Carod Rovira, discrepo de don Camilo. Estoy más de acuerdo con el último Nobel de Literatura (en lengua española) don Mario Vargas Llosa: “Creo que, en última instancia, el nacionalismo está reñido con la democracia (…) Si usted escarba en las raíces ideológicas del nacionalismo, éstas son un rechazo de las formas democráticas, un rechazo a la coexistencia en la diversidad, que es la esencia de la democracia (…) El nacionalismo es siempre fuente de crispación, de confrontación y de violencia, y eso no excluye al nacionalismo que juega a la democracia al mismo tiempo que a la exclusión.” Cristalino, ¿verdad?

Por terminar de manera elegante, a lo caganer, como bien decía Josep Pla (que además de escribir mucho y bien –en catalán- también viajó mucho), "el nacionalisme es com un pet, només li agrada a qui se'l tira". Así que, señor Mas, y hablando de narices, deje ya de tirarse pedos al viento que sólo le gusta oler a usted. Y deje ya de tocarnos los cullons. Sisplau.





jueves, 1 de septiembre de 2011


Cada primero de septiembre, sin excepción, a uno le sobreviene la nostalgia tontuna y entra en un estado melancólico autosugestivo absolutamente inevitable. Y es que septiembre era mucho septiembre en aquellos viejos y buenos tiempos del Zarauz de mi niñez, adolescencia y juventud. Esos diez o doce días que culminaban las vacaciones eran lo mejor del verano, el auténtico verano. La marabunta de veraneantes regresaba a sus depresiones posvacacionales lejos de la arena ocre de la playa zarauztarra, que quedaba de nuevo en paz, aunque no en soledad; el malecón (mi añorado malecón) volvía a su condición de ‘paseo marítimo’, olvidando su agosto reconvertida en ‘Gran Vía marítima’; el pueblo recuperaba el sosiego después del trasiego, y uno ya se podía sentar en las terrazas del malecón, y entrar en los bares de pintxos, e incluso alcanzar la barra en los bares de copas (¡cómo se echa de menos la buena música y el mejor ambiente del Fany, el Nashville, La Marina o el Antxe!).

En septiembre se iba la marabunta, sí, y llegaban las olas, el espectáculo grandioso de las mareas vivas y el pueblo en pleno, a lo largo de toda la playa, admirando las moles de cuatro metros que rompían estruendosamente lejos de la seguridad del malecón. Y con las olas de septiembre llegaban los surfers, los pros, a los que veníamos de ver en Biarriz y Hossegor. Damien Hardman, Sunny García, Occhilupo, Derek Ho, Tag Burrow, Martin Potter, Flavio Padaratz amerizaban en Zarauz y revolucionaban el pueblo… Aún recuerdo el primer año de Campeonato del Mundo, en el 88, nacido de la ilusión de muchos y el empeño de unos pocos (Pukas, básicamente), metiéndose el jurado dentro del agua para ver a los surfers porque… ¡no había olas! Y recuerdo que el siguiente año no sólo hubo buenas olas, sino que fue elegido el campeonato favorito de los surfers y de la prensa (la marcha y la gastronomía tuvieron mucho que ver, además de la impecable organización). El éxito se repitió durante unos años, y para nosotros esos días de septiembre eran absolutamente mágicos: tus ídolos en vivo, pelis de surf en los Antonianos, ambientazo por las noches, jam sessions de blues en las carpas del malecón a las cuatro de la mañana…

Y el nueve de septiembre llegaba el culmen del verano: la Fiesta Vasca. Desde pequeños, todos nos vestíamos de caseros y caseras y acudíamos a la pradera de San Pelayo a corretear, jugar, cantar y comer rosquillas de anís; y por la tarde, a la Plaza de la Música, a bailar al son de las trikitrixas y la sidra recién escanciada. Con los años, la cosa acababa al amanecer, tras una noche de copas maratoniana en la que no era raro encontrarse a los pros del campeonato, con la txapela puesta, y puestos de cerveza hasta la quilla. Por la mañana, de gaupasa, directamente a coger gafas de sol, toalla y tabla, ¡y a la playa! Al agua resucitadora. Y a seguir soñando con la ola perfecta después de haber vivido, un año más, el verano perfecto.

Esta semana, en Zarauz, comienza de nuevo el campeonato del mundo de surf. Yo no iré, por desgracia, y lo echaré de menos. Como echo de menos, desde hace tiempo, los veranos (y los inviernos) en Zarauz, y el malecón, y a mis amigos, y los pintxos, y los bares, y el txangurro, y la fiesta vasca… Aunque este año, con Bildu-ETA llevando las riendas del Ayuntamiento, sinceramente, me apetecía poco. Porque sé que aprovecharán la repercusión para meternos el “presoak etxera” hasta en el marmitako; porque sé que habrán vuelto a infestar la Plaza de la Música de pancartas y de retratos y de banderas y de hachas y serpientes y de propaganda etarra en general; porque sé que la herriko taberna estará a rebosar de hienas sonrientes saboreando su txacoli; porque sé que la fiesta vasca ya no será tan festiva y sí cien por cien euskalduna; porque sé que hasta el campeonato de surf será por y para la causa abertzale, con la inocente complicidad de los surfers extranjeros; porque sé que mi septiembre en Zarauz no se parecerá en nada al de aquellos días que mi nostalgia, año tras año, se empeña en recordarme.

He vivido grandes momentos, los mejores de mi vida tal vez, en mi septiembre zarauztarra. He visto a Flavio Padaratz bailando samba en una ola perfecta de 3 metros; he reído hasta el amanecer, vestido con txapela y gerriko, sin ser insultado ni amenazado por no ser abertzale; he visto desaparecer el último rayo de sol tras el ratón de Guetaria, sentado en mi tabla, en compañía de mi soledad. Y todos esos momentos se han perdido en el tiempo como lágrimas en el xirimiri. Es hora de olvidar.