viernes, 26 de junio de 2009

Mister paz en Togo: ¡Acábese la pena de muerte!


Y llegó Mister Paz a Togo, República afortunada ella, y les regaló la vida, así, como quien no quiere la cosa. Dijo Mister Paz: «Acábese la pena de muerte» y la pena de muerte acabóse. Y vio Mister Paz que era bueno. Lo que no sabemos es si lo dijo en éwé, en kabiyé o en francés que, como ya demostró en la Asamblea Nacional francesa, es un idioma que domina a la pegfegsión. Aunque es posible que lo dijera en la lengua hausa, más minonitaria, pero muy parloteada por los musulmanes de la República Togolesa, o sea, los amiguetes de la Alianza de Civilizaciones, o sea, los mismos que lapidan a las mujeres por mirar las barbas del vecino y los mismos que cuelgan de la grúa —y del cuello— a los colegas de Zerolo, el Bautista Laico. El caso es que nuestro iluminado presidente ha ido de visita a Togo con toda su iluminancia, y viendo que la gente allí muere a espuertas, especialmente de SIDA, que sólo los cuatro o cinco que no fuman ni beben pasan de los 58 años, que nueve de cada 100 niños mueren al poco de nacer —por lo que no hace falta promocionar el aborto— y que, entre guerras, golpes de estado y matanzas varias allí no pasan de 6 millones de habitantes ni con un promedio de casi 5 hijos por mujer, pues Mister Paz se preguntó, con toda su solidaridaz a flor de piel: «¿Qué puedo hacer yo, oh poderoso presidente de un país championlig, por estos pobres negr… digo, afroamericanos, que no tienen ni dónde caerse muertos? ¿Cómo puedo salvarlos de la miseria y federarlos a mi misión de Paz? ¿Enseñándoles Educación para la Ciuadanía? ¿Recuperando su Memoria Histórica? ¿Dividiéndolos en 17 regiones étnicas y dando a cada una un trato diferente para que se sientan todos iguales? ¿Trasladando a Lomé o a Sokodé la central de Garoña ycomprarles luego la energía más barata que a Francia, que se aprovechan de que somos vecinos, los muy capulluás? ¿Enviarles a Leire para que les organice una campaña interplanetaria de recaudación de fondos perdidos? ¿O a Pepiño, que seguro que levanta el país levantando miles de áticos en los siete kilómetros y medio que tienen de costa? ¿Qué puedo hacer, oh abuelito, qué puedo hacer?» Y que no se le ocurría nada a Mister Paz. Hasta que, de repente, mientras veía Bambi por la parabólica del hotel, justo en el momento trágico de la muerte de la mamá de Bambi a manos de los crueles cazadores neocón, se le encendió una bombilla de bajo consumo sobre la cabeza y exclamó: «¡Euskera!... ¿o era eureka?... ¿eunuka?... Bueno, lo que sea. Ya sé lo que voy a hacer por el país Tongo éste: les voy a abolir la pena de muerte. ¡Eso es! Como en Cuba y Corea y China y los países de la alianza de civilizaciones, o sea, Arabia Saudí, Libia, Palestina, Irán, Irak, Pakistán… Así sólo se quedan los imperialistas americanos, que ya me encargaré yo de convencer a Ohbama! cuando quedemos en su rancho». Y dicho y hecho, oiga. Quedó en la Asamblea Nacional con el presi Gnassingbé y sus camaradas del democrático parlamento y, dedicándoles su más espléndida sonrisa —y no sabemos si dedicándoles un espléndido maletín— declaró abolida la pena de muerte en la República, lo que le llevó a rememorar con afligida congoja la Guerra Civil española —cosa nada obsesiva ni enfermiza en Mister Paz— y a declarar solemnemente que «España cuenta con razones de peso para lanzar y abanderar esta propuesta ante la Comunidad Internacional. Con ocasión de nuestra historia, familias de muchos españoles sufrieron la ejecución, por motivos políticos, entre amigos y familiares». Total, que la cosa quedó sellada como “Ley Zapatero”. Lo que ignoramos es si va a funcionar tan maravillosamente como el “Plan Zapatero” por el pleno empleo en España, y si va a colocar también un enorme cartel en cada patíbulo y/o muro de fusilamiento anunciando, bien visible, la «Zona de No Ejecución. Queda terminantemente prohibido matar por obra y gracia de Mister Paz». Y los togoleses y las togolesas serán enormemente felices y felizas, mientras siguen muriendo de SIDA, de mortalidad infantil, de vejez a los 58 años, de hambre, de sed y de injusticia. Los únicos que han protestado contra el feliz iluminado han sido los desagradecidos mosquitos, que han tratado de derribar el Falcon presidencial. Afortunadamente, como somos un país de la championlig mundial sobrado de pasta, no como otros, Mister Paz y su séquito habían viajado en dos (2) Falcons. Con un par.

Y yo me pregunto, si esa mesiánica dedicación a salvar vidas por el mundo —cosa que me parece muy loable— no podría aplicarla un poco por estos lares. O sea, que una vez autodesignado adalid mundial de la abolición de la pena de muerte, ¿no le da pena la muerte de cientos de miles de seres vivos cuyo único delito es no ser deseados o no poder ser deseados? ¿De verdad le importan más los (grandes o pequeños) delincuentes de Togo que los más inocentes de los españoles? ¿O lo que realmente le importa es la foto, muy por encima del feto? A fin y al cabo, ¿no dicen que es de izquierdas defender a los más indefensos? Claro, si fueran seres vivos… o humanos… o linces… o togoleños.
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lunes, 22 de junio de 2009

Hacer el bien, hacer el mal o hablar para no hacer nada.

Hay quienes entregan su vida a salvar las vidas de los demás y quienes matan vidas para justificar su propia vida. Esta semana que muere hemos tenido dos nítidos ejemplos de estas dos visiones antagónicas de la vida y la muerte.
Una, la de Vicente Ferrer, que dedicó 55 años de su existencia a velar por los más desfavorecidos, a cuidar y curar a los miserables entre los miserables, a darles trabajo y dignidad, a ofrecerles un mínimo de esperanza, a justificar su propia existencia. 375.000 vidas son testigos de su elección de hacer el bien.
La otra, la de los asesinos de ETA, que llevan 50 años de vil existencia aterrorizando, extorsionando, torturando, coartando, mutilando, sesgando vidas de forma cobarde y miserable, cortando de cuajo la esperanza de almas inocentes sin la menor compasión, sin la más mínima dignidad ni justificación. 875 vidas y miles de víctimas son testigos de su elección de hacer el mal.

Pero hoy no vamos a hablar de ETA, no vamos a condenar a ETA, no vamos a clamar al cielo gritando contra ETA, no vamos a rasgarnos las vestiduras, una vez más, llenándonos la boca de las sempiternas expresiones de indignación y repulsa, de altisonantes lamentos y adornadas tristezas, del no doblegarán a la democracia o el unidos les podemos vencer; de palabras huecas y frases hábilmente memorizadas que, una vez cada cierto tiempo —coincidiendo con alguna muerte, claro—, nuestros políticos sueltan automáticamente para que su dolor, su deterrminación y su pedigrí democrático queden convenientemente reflejados en los medios, aderezados de rostros contritos y ojos llorosos, o indignados, según.

No, no vamos a hablar de ETA, ni vamos a hablar de hablar. Hoy vamos a hablar de actuar, de hacer. De hechos. Como los hechos de Vicente Ferrer, que no dedicó la mitad de su vida a blablablabla solidaridad blablablabla caridad blablablabla donativos blablabla… o sea, a soltar la proclama desde un cómodo despacho o desde una sala de prensa del partido de turno —eso se lo dejamos a Mister Paz o a Leire Pajín y sus 20.000 euros de solidario sueldo— mientras otros se ensuciaban las manos lavando cuerpos putrefactos y almas ulceradas; no, él no proclamaba solidadridad, él ejerció la solidadridad, la auténtica, la verdadera, la real: la única. Su vida fue caridad, entrega, generosidad. Como la de Teresa de Calcuta. Como la del padre Christopher Hartley. Y también como la de miles de misioneros valientes, de médicos y cooperantes anónimos, de hermanas con alma de ángel que viven y mueren cada día en los rincones más oscuros de este triste planeta, hablando cara a cara con el SIDA, la lepra, la miseria, la guerra, el odio; entregando sus vidas por algo tan valioso como una sonrisa o un simple “gracias”. Ellos no hablan de solidaridad, de leyes de dependencia, de reparto justo, de logros sociales, de derechos a decidir… No, ellos no hablan de caridad, son caridad. Ellos no prometen, cumplen. Ellos no dicen, hacen.

Quien ha vuelto a hacer, como sólo sabe, es la serpiente etarra. Asesinando cobardemente a un policía. A uno de esos héroes anónimos que se juegan la vida haciendo —70 detenciones son sus hechos—. Y nuestros políticos y próceres, otra vez, no han parado de hablar —«rebeldía cívica y democrática», «desprecio vil al derecho sagrado a la vida», «no habrá negociación, ni con un muerto ni con cien» «sólo pedimos unidad de los demócratas», «les enseñaremos el camino de la cárcel», «responderemos con toda la fuerza y la contundencia», «que paguen sus culpas como deben pagarlas», blablablabla—. Pero es que estamos hartos de palabras. Queremos hechos. Hechos como ilegalizar Izquierda Internacionalista, vergonzosamente legal gracias al TC; hechos como ilegalizar ANV o PCTV, vergonzosamente legales gracias a Conde Pumpido; hechos como no permitir que una asesina salga de la cárcel para reírse de los muertos con la excusa de un tratamiento de fertilidad a sus cuarenta y muchos años; hechos como cerrar las herriko tabernas y tirar la llave al fondo del Cantábrico; hechos como aniquilar todas y cada una de las subvenciones que generosamente recibe el entorno etarra; hechos como cortar de raíz el odio irracional inoculado en las ikastolas; hechos como volver a meter unos años en chirona a los cachorros de la gasolina, en cuanto asomen la kufiya; hechos como el de ejercer todo el peso de la ley, en su interpretación más absolutamente estricta, contra todo aquél que alimente, ampare, justifique, ensalce o simplemente ría la gracia (¿verdad Follonero?) a cualquier miembro, amigo, simpatizante o simple conocido de ETA. Sólo si actuamos sin complejos, sin miramientos y sin piedad —dentro de la ley, obviamente—, podremos aplastar definitivamente a la serpiente, desde la cabeza hasta la última escama de la cola. Solamente con hechos, conseguiremos que la serpiente deje de hacer, y que hable sólo para pedir perdón… justo antes de expirar.

Decía Vicente Ferrer que «la conciencia está puesta por Dios para evitar que hagamos el mal, por eso te remuerde». Hagamos pues, el bien, como él. Sigamos su ejemplo y defendamos la vida sin cobardes o convenientes ambigüedades. Eso incluye desintegrar a ETA de una vez para siempre. Sin palabrería. Sin remordimientos. Sólo así haremos justicia a Eduardo Puelles, a su valiente viuda y a todos aquellos héroes que entregan su vida a la impagable labor de proteger las nuestras.

viernes, 19 de junio de 2009

La sabiduría popular y la triste realidad: del malevo a la infamia pasando por la chapuza

«La sabiduría es hija de la experiencia» sentenció el multidisciplinar Leonardo da Vinci, que de sabiduría y experiencia sabía un rato, el tío. El pueblo español, cuando quiere, también sabe ser sabio e incluso demostrarlo, sobre todo cuando las experiencias, más las malas que las buenas, tocan su orgullo patrio, cuestionan su honor o rasgan su bolsillo. En estos últimos meses de desgobierno y despropósito, las experiencias vividas —sufridas— por el tan sabio pueblo soberano han sido especialmente inspiradoras, al parecer, como queda demostrado con la última ocurrencia perpetrada por el Instituto Cervantes de la ex televisiva Caffarel, en el democrático experimento que ha venido a llamarse “El Día del Español”. La cosa ha consistido en invitar a internautas de todo el mundo a proponer, votar y compartir su palabra preferida. Y el pueblo, que además de sabio es generoso y participativo, ha propuesto, ha votado y ha compartido. Y la verdad, he de reconocer que también ha acertado. No sé si la elección final, las 10 palabras ganadoras, son el resultado de tanta negativa experiencia, de la mera casualidad o de las ganas de enredar de éste su fiel y nada objetivo servidor, pero sea como fuere, a mí me da que las preferencias de los internautas están cargadas de intención y de sabia reflexión. Si no me creen, lean, lean…

1. Malevo.
Es curioso que la favorita entre las favoritas sea una palabra argentina, lo que dice mucho de quién tiene más tiempo libre en este globalizado mundo hispanoparlante. Pero la elección del número uno no puede estar más acertada, ya que este gobierno de Mister Paz cada día se acerca más al matón pendenciero del arrabal bonaerense, chuleando, maleando y navajeando al ciudadano honrado en cada oscura esquina de esta crisis que aún ignoramos cuán sucia y tenebrosa es.

2. Chapuza.
Cuando el jefe de los ser-vicios de inteligencia se va de pesca de alto standing a cargo del dinero de los contribuyentes, es pescado in fraganti —e in foto— con las manos en el marlin y tratan de ocultarlo con el photoshop sustituyendo en la foto la cabeza del susodicho jefe por la del compañero de pesca que tiene al lado, sin cambiar la de éste, sinceramente, acojona pensar que éstos del CNI son nuestros mejores espías. Y Rubalcaba, ¿no dice nada ahora de Mortadelo y Filemón?

3. Albricias.
El pueblo sabio debe ser gran aficionado a la NBA, pues aparte del anillo ganado a pulso por el grandísimo Gasol con los Lakers, no encuentro ninguna otra razón o acontecimiento que merezca celebrar con júbilo y alborozo. Bueno, sí, que Tita Cervera ha revelado finalmente la verdadera identidad del padre de su hijo. ¡Albricias!

4. Infamia.
Las cínicas mentiras de Mister Paz con la crisis, la vileza de la nueva ley del aborto, el deshonroso amor fraternal del vicepresidente Chávez, la creciente demagogia barata e infantil de la teenager Pajín, las bilis orales de su predecesor y próximo sucesor Pepiño Blanco, la mezquindad sin límites de Tomás Gómez, el permanente servilismo hacia sí misma de la ministra Chacón, la sirvengozonería generalizada de la clase (¿clase?) política, el indecente compadreo de El Follonero con el cachondo Otegui… pienso que tal vez “infamia” debiera haber sido la number one de la lista.

5. Valentía.
El pueblo llano siempre está repleto de valientes anónimos. Por ejemplo, cualquier autónomo o empresario PYME que, con la que está cayendo —y lo que queda—, mantenga vivo su pequeño negocio dejándose la vida y algo más en su batalla contra las medidas salvadoras del gobierno. Y no digamos los que osan emprender un nuevo negocio. ¡Unos héroes!

6. Malabarista.
Vender la subida del tabaco y la gasolina como un beneficio para nuestra salud, la salud del planeta y la salud de la Ley de Dependencia ha batido todos los records del malabarismo dialéctico de Mister Paz y sus secuaces (en este caso secuaza). Jamás llegué a imaginar, ni siquiera cuando escribí la hipersurrealista novela “Bienvenido, Mister Paz”, que pudieran llegar a tan altas cimas del morrus operandis de forma tan espectacular. Si dedicaran todo su ingenio de embaucadores profesionales a vender coches, acababan con el stock automovilístico nacional en dos semanas.

7. Cariño.
Falta de, más bien. La falta de cariño que tienen estos tipos y estas tipas por la vida de cientos de miles de tiernos infantes que han cometido el imperdonable delito de no tener las suficientes semanas de vida como para merecer seguir viviendo. El derecho a decidir, lo llaman. Despiadado eufemismo.

8. Abrazo. ¡Qué bonita es la hermandad entre los pueblos! ¡Y qué cara! Sobre todo la de Carod Rovira, que cada vez que se abraza a un nuevo pueblo hermano se gasta una pasta gansa. Nueva York, Berlín, Londres, París, Buenos Aires, México… ¿cuántos cientos de miles de euros al año nos cuesta a los españolitos de a pie —nacionalistas y no— cada abrazo en forma de embajada o de simple viaje con megadelegación y tropecientas tarjetas de crédito del hermano José Luis?

9. Bregar.
O cómo el ciudadano que aún tiene trabajo trata de defender su vida, su honra y su hacienda para salir de esta crisis que no tiene culpables pero sí condenados. Eso los que tienen trabajo; los que no, simplemente tienen la vida partida en dos, y nadie que se la remiende.

10. Sonrisa.
El sabio ciudadano conserva aún una cierta esperanza en que algún día, no demasiado lejano, todo vuelva a ser como antes, cuando tenía trabajo, dignidad, objetivos, futuro. Y cuando piensa eso, sonríe. No con la sonrisa hueca (mueca) del optimismo antropológico de su presidente, sino con una sonrisa mucho más tenue, sincera e ilusionada entre tanta desilusión.

Pues eso, la sabiduría popular que se dice. Sólo espero que no sea como la de los cocodrilos que, según la dramática versión de sir Francis Bacon «vierten lágrimas cuando devoran a sus víctimas. He ahí su sabiduría.» ¡Pobrecitos!

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martes, 16 de junio de 2009

Reflexión sobre la muerte inevitable y las muertes que se podían haber evitado


«Había en Bagdad un mercader que envió a su criado al mercado a comprar provisiones, y al poco tiempo el criado regresó pálido y tembloroso y dijo: “Señor, hace un momento, mientras estaba en la plaza del mercado, he sido empujado por una mujer que se hallaba entre la multitud y, cuando me volví, vi que era la Muerte. Me miró e hizo un gesto de amenaza. Préstame tu caballo para alejarme de la ciudad y escapar a mi destino. Iré a Samarra y allí la Muerte no me encontrará. El mercader le prestó su caballo y el sirviente montó en él, picó espuelas y huyó a galope tendido. Después el mercader bajó a la plaza del mercado y, descubriéndome entre la multitud, se acercó y me dijo: “¿Por qué esta mañana le has hecho un gesto de amenaza a mi criado?” “No fue un gesto de amenaza -respondí-, sino de sorpresa. Me ha extrañado verlo aquí en Bagdad, porque esta noche tengo una cita con él en Samarra."»

En este pasaje, que he tomado prestado —sin permiso de la SGAE— de la obra Sheppey del escritor inglés Somerset Maugham, la propia Muerte relata al protagonista la famosa leyenda sufí que tantas versiones ha conocido a lo largo de los siglos, y cuyo último ejemplo de la fatalidad inevitable acabamos de conocer hace tan sólo unos días. Me refiero a la italiana Johanna Ganthaler, a quien la fortuna dejó en tierra al perder el vuelo 447 de Air France que se estrelló el pasado 31 de mayo en el Atlántico, pero a quien la muerte encontró sólo unos días después en una carretera de Austria, al estrellarse su automóvil contra un camión. Podemos llamarlo destino, fatalidad, sino, ventura, azar, estrella, dersignio divino, inexorabilidad o simplemente —suena más cinematográfico— la hora señalada. El caso es que cuando toca, toca. Y cuando no toca, no toca. Que se lo digan si no al japonés Tsutomu Yamaguchi, nonagenario superviviente de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki; o al guarda forestal Roy Sullivan, cuyo cuerpo ha sobrevivido a las descargas de siete rayos, siete, con sus respectivos miles de amperios cada uno; o a la enfermera que se salvó de tres mega naufragios entre 1911 y 1916, incluido el del Titanic —podrían haber sido más, pero suponemos que no la dejarían embarcar ya en ningún otro transatlántico, yate, carguero o simple pesquero—; o, también, a la única superviviente de un accidente aéreo que luego resultó ser la única fallecida en un accidente ferroviario... Sí, cuesta asumirlo, pero nuestro destino está marcado por la muerte inevitable, y da igual que tratemos de huir a Samarra o a Austria: si tiene que alcanzarnos, nos alcanzará.

Sin embargo, uno no puede evitar preguntarse si esa muerte inevitable sí podía haberse evitado en decenas de atentados perpetrados por los fanáticos etarras durante los últimos 27 años. Las valientes —aunque no sorprendentes— declaraciones de dos ertzainas apuntando directamente a sus politizados jefes y a los políticos que los politizaban y utilizaban a su antojo, han abierto los ojos a la opinión pública —otros ya lo sabíamos desde hacía años—, al acusar a los mandos de obligar a los agentes a mirar hacia otro lado en todo asunto que tocara o simplemente rozara a la Izquierda Abertzale, en todas sus ramificaciones; en sus propias palabras, había una «predisposición política para no detener a estas personas» y recibían «órdenes directas de superiores para no actuar contra ETA y su entorno». Hechos muy graves, muy crueles y absolutamente inmorales, que ya denunciaron exhaustivamente libros como “ETA. El saqueo de Euzkadi” de Isabel Durán y José Díaz Herrera o “El árbol y las nueces” de Isabel San Sebastián y Carmen Gurruchaga. Casos tan repugnantes como aquél en que se envió a una simple pareja de ertzainas a sofocar una kale borroka de más de 20 salvajes, que a punto estuvieron de quemar vivos a los agentes, entre cajero y cajero; o decenas de partes de terrorismo callejero camuflados en inocentes peleas de vecinos por órdenes superiores; o la detención de un único etarra desde 1982, curiosamente unos días antes de las elecciones vascas; o el simple hecho de que cientos de ertzainas se hayan visto obligados a pernoctar al otro lado de la frontera, en Cantabria, para poder tender sus pantalones sin tener que darles la vuelta para ocultar su identificativa raya roja.
Sí, no puedo evitar preguntarme si acaso no se habrían evitado muchas muertes, decenas de asesinatos, por el simple hecho de que la Ertzaintza hubiera ejercido de policía al servicio de la seguridad y de los ciudadanos, en lugar de al servicio del PNV y de su sangrienta quimera de una nación idílica, en la que no es concebible, por principio, una fuerza policial represora.
Muertes evitables, sí, como las del brutal atentado de Vic, que estos días recuerdan con profunda tristeza y consternación las fuerzas de seguridad y con superficial oportunismo y fotogenia los políticos “centrales” y catalanes, que han dejado miserablemente de lado a quienes podían haberles ensombrecido la foto.

Políticos. Cada
vez que la pronuncio me resulta una palabra más desagradable y despreciable. Para ellos una muerte no es más que un voto perdido inevitablemente. En Samarra, en el paraíso Euskaldún o en esta Ezpaña nuestra que no sé si nos merecemos.

Por acabar con un cierto brote de optimismo moral —no verde, que ésos de optimismo tienen zero—, me voy a permitir terminar como he comenzado: citando al gran Somerset Maugham; en concreto la frase final de “El filo de la navaja”*, en la que el personaje que es él mismo define certeramente al protagonista, Larry Darrell —que, por cierto, fue salvado de la muerte en la guerra por un compañero que entregó su vida a cambio—, y que siempre he pensado que debiera ser la máxima aspiración de todo ser humano. Dice así: «Creo que quien le haya conocido no podrá sustraerse a su bondad y nobleza. La bondad es, al fin y al cabo, la fuerza más poderosa del mundo». Dios le oiga, amigo Maugham, Dios le oiga.


*Según la muy notable adaptación cinematográfica de 1946, dirigida por Edmund Goulding y protagonizada por Tyrone Power, Gene Tierney y Herbert Marshall.

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[Ayer, tristemente, sucedió una de esas muertes inevitables que, no por esperada, fue menos amarga. Si nadie merece castigo tan cruel y prolongado, ella infinitamente menos. Después de dos años de feroz y dolorosa batalla contra la leucemia, Begoña por fin descansa en paz. Y hoy Zarauz está un poco más triste, más solo, más apagado. Y mucho más desamparado. Adiós, amiga, te echaremos de menos.]

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martes, 9 de junio de 2009

La derecha ha arrasado en Europa… ¡¡socorrooo!!

Ha sucedido. La mayor hecatombe de la historia política reciente acaba de acontecer. Se han conjuntado no se sabe qué planetas o estrellas o galaxias y lo que debía haber sido un advenimiento del progresismo más progresista y guai de la Europa más europea, se ha transformado en un advenimiento de la derecha más derechona, fascistoide y antieuropea. O sea, una catástrofe de dimensiones apocalípticas. Para Europa, para el mundo y para la galaxia Andrómeda. Hasta lo de Ohbama! y Mister Paz no parece ya muy seguro. ¡Ay, doble catástrofe! ¡Ay, ay, doble apocalipsis!

Sí, ciudadanos euroescépticos y euroestúpidos. Por vuestra culpa ha ganado la derecha en las elecciones europeas, y no sólo en España (PP 23-PSOE 21) sino sobre todo en el Parlamento Europeo (por más de 100 escaños) que, al fin y al cabo, es lo que cuenta (creo). Eso significa —según las teorías pajinistas— que los cabezas rapadas nos meterán a todos los que tengamos patillas largas en campos de concentración y posterior exterminio; que se restaurará la pena de muerte para los que no sepan beber el té con el meñique hacia arriba; que volverá la santa inquisición para pasarse por la pira a los judíos y a los islamistas y a los protestantes y a los cienciólogos y a los adventistas del séptimo día y a los que bautizan almas inocentes al estilo laico y zerúleo; que se expulsará a patadas a moros, turcos, indios, maoríes, gitanos, afroamericanos, afrofranceses, afrobelgas y demás afros, por feos y por afros; que serán despedidos sin piedad y sin indemnización todos los trabajadores que no quieran acogerse al nuevo estatus de “esclavo europeo sin derechos ni para ir al baño”; que se instalarán puertas de seguridad extrema con sistema de apertura “visa oro” en todos los hospitales públicos; y que, en fin, moriremos todos (y todas) arrasados por gigantescos tsunamis o por gigantescas dunas de arena, según venga el viento, por no idolatrar al dios Gore. Esto es lo que nos espera a todos los ciudadanos (y ciudadanas) de la decadente Europa por no haber votado al PSOE (ni al PS francés, SPD, SPOE, PS portugués, ni a los laboristas de Brown que acababa de apoyar el gafe Mister Paz, etc.), es decir, por no haber votado progresismo, por no haber votado futuro, por no haber votado política social, por no haber votado tolerancia… y por no haber votado Ohbama!, que se presentaba por la circunscripción de Calahorra.

Pero la hecatombe europea no acaba ahí, ni mucho menos, porque además del tsunami, el desierto, los campos de exterminio, la inquisición y la muerte y tal… ¡ay, cruel destino!, vuelven Bush y Aznar con todo su ejército de neocons, que deben ser como los orcos del Señor de los Anillos pero con zapatos caros y ladrillo en ristre, que no dejan crecer ni un mísero brote verde allá por donde pasan. Y claro, unidos a Merkel, Sarkozy, Berlusconi, Borissow, Rajoy y demás señores de la oscuridad, la Tierra Media Europea se va al carajo antes de que llegue la conjunción interplanetaria e interatlántica de Ohbama! y Mister Paz, que era la única esperanza que nos quedaba a los seres humanos vivos. ¡Qué ingrata despedida! ¡Qué injusto final! ¡Qué desolador epílogo de esta vieja y cansada diosa, de esta Europa milenaria y recién democrática! Y pensar que sólo con haber votado ¡un poquito más! hacia la siniestra (snif) nos podríamos haber salvado. ¡Qué tontos somos los hombres (y las mujeres)! ¡Qué desagradecidos (y desagradecidas)! ¡Qué insensatos (e insensatas)! ¡Qué abominables (y abominablas)! Y sobre todo los españoles: pensar que hemos dado la espalda (levemente, eso sí) a quien tanto bien nos ha hecho, a quien tan lejos nos ha llevado, a quien tan generosamente se nos ha entregado, en cuerpo, alma y sonrisa; pensar que hemos traicionado a quien nos ha alimentado, abrigado y protegido, a quien nos ha dado trabajo y consuelo, a quien nos ha cuidado con tanto mimo y respeto como a sus propias hijas. ¡Malos que somos, oiga!

Nos lo tenemos merecido. Todo cuanto nos suceda a partir de ahora lo tenemos muy merecido. Estábamos avisados. Nos lo vaticinó la vidente Leire en sus vídeos visionarios. ¡Que viene la derechaaaa! Y nosotros, ale, a votar en masa a los fachas. Si es que no aprendemos. Así que todo lo malo que nos pase nos lo merecemos con creces. Por muy terrorífico que sea. Incluso la dimisión de la visionaria Leire (Dios no lo permita) por meter la pata hasta el corvejón con su visionaria campaña. Por su estúpida campaña. Por su fanática campaña. Por su infantil campaña. Si es que ya se sabe, quien con niños se acuesta, mojado se levanta. Y a ésta, creo que le han quitado el pañal a destiempo. Y el espejo.
En fin, nunca pensé que echaría de menos a Pepiño.

La campaña ha terminado ¡aleluya! Y, mientras unos se lamen disimuladamente las heridas (o heriditas) y otros sobredimensionan su victoria sin disimulo alguno, la única noticia reconfortante entre tanto desastre natural, moral y social, la única luz que arroja un poco de luminosa esperanza entre tanta desesperante oscuridad es el estreno de Mari Mar Blanco como presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento Vasco, cargo que en su día ocupó Josu Ternera. Sobran los comentarios.

viernes, 5 de junio de 2009

La alienación interplanetaria de Leire Pajín.


«Cuando la Luna esté en la Séptima Casa
y Júpiter se alinee con Marte

entonces la Paz guiará los Planetas

y el Amor dirigirá las Estrellas.


Abundarán la armonía y la comprensión,

la simpatía y la confianza,

no más engaños ni más burlas.

Vidas doradas, sueños de visiones,

revelación de místico cristal,
y la verdadera liberación de la mente.

Éste es el amanecer de la Era de Acuario.
La Era de Acuario.»

No. No es que me haya quedado fatalmente tocado por culpa de ésta tan poco edificante campaña de las elecciones europeas, americanas, generales o lo que sean. Ni que me haya fumado los tetrahidrocannabinolados brotes verdes que mencionaba el otro día el consejero Güemes. No. Tan sólo me he limitado a traducir la letra de la maravillosa, rebelde, hedonista y colorida “Aquarius”, canción protagonista del archifamoso musical “Hair” (1967) y de su posterior versión cinematográfica (1979), e himno oficioso del movimiento hippie de los años 60, el auténtico, el genuino, o sea, el de la guerra de Vietnam. Y cuyos contraculturales miembros y miembras sí se ponían verdes —y morados— de tetrahidrocannabinol. O sea, cannabis por un tubo. Haz el amor, no la guerra. Ya saben.

Y a cuento de qué viene toda esta alegoría hippie-musical, se preguntarán ustedes. Pues viene a cuento de que la gran pseudo hippie (ésta nada auténtica) del panorama político patrio sí ha debido de fumar no se sabe qué para soltar la psicodélica ocurrencia que ha soltado la niña. Literal:

«Les sugiero que estén atentos al próximo acontecimiento histórico que se producirá en nuestro planeta: la coincidencia en breve de dos presidencias progresistas a ambos lados del Atlántico, la presidencia de Obama en EEUU y Zapatero presidiendo la UE (…) Una esperanza para muchos seres humanos»

Yo no sé si la confluencia, la convergencia, la unión, la coincidencia, la alineación, la alienación o lo que sea de Ohbama! y Mister Paz es el amanecer de una nueva Era; no sé si cuando la Moncloa esté en plena armonía con la Casa Blanca habrá más simpatía y confianza en el mundo, menos burlas y engaños; ignoro si entonces la Paz guiará a los Planetas y el Amor dirigirá a las estrellas, hacia no se sabe dónde ni falta que hace; y no sé si quiero imaginar mi vida dorada, soñando visiones o visionando sueños y experimentando revelaciones de místico cristal que liberen mi mente de una vez por todas y por siempre. Lo que sí tengo claro, cristalinamente claro, es que la camarada Leire tiene un pajín mental que no se aclara. Su perdida adicción a Ohbama! está haciendo mella en sus neuronitas, aunque el problema no viene de ahora. ¿Recuerdan aquél primer síntoma, justo después de su dosis iniciática?: «Amanece un tiempo nuevo para la paz, las relaciones multilaterales y los derechos sociales (…) un tiempo nuevo para el mundo». Sí, lo dijo ella, palabra, dos segundos y medio después de ser Ohbama! elegido nuevo César del circo mundial, flamante mesías de la progresía interplanetaria y revelación divina, mística y luminidosa de nuestra Leire. Desde entonces, la sintomatología de ohbamaniasis se ha ido agravando paulatinamente, narcoleptizando su entendimiento y desparramando su insensatez, cada vez más extendida y extensa. Pero no bastan el ridículo extremo, los sinsabores mediáticos, la cuesta abajo política, ni siquiera la bronca demócrata por usar el nombre de Ohbama! en vano… nuestra ohbamadicta Pajín seguirá enganchada a su dios, a sus dioses, a ambos lados del Atlántico, y continuará soñando visiones y experimentando revelaciones místicas y, en fin, liberando su mente en el amanecer de su particular Era Acuarius, Escorpius, Centaurus, Progresius o Estúpidus.

Y dentro de tanta estupidez tragicómica, lo peor de todo no es que lo diga, es que se lo cree.

Yo, por si la cosa se contagia, esta noche voy a revisionar “Hair” en mi VHS mientras me tomo un whisky… con aquarius. En plan vacuna.

«When the moooon is in the seventh House…»
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martes, 2 de junio de 2009

El dilema del 7-J: votar, no votar... o botar a Zapatero

Uno está un poquito harto ya de las Europeas, para qué nos vamos a engañar. Y eso que de Europa, lo que se dice Europa, mucho no se ha hablado, precisamente. Sí se ha hablado, y mucho, de Obama —¡qué manía!—, y de Aznar y Bush —¡qué obsesión!—, y de la crisis —¡qué remedio!—. Se ha hablado, también mucho, de presuntos trajes y presumibles trajines, de falsos sastres que hoy dicen digo y mañana Francisco, de correas que aprietan y no acaban de ahogar, de cinturones de a 500 euros para mítines obreros o de los de «abróchense los cinturones que el Falcon va a despegar». Se ha hablado, sí, del imputador imputado —¡ya era hora!—, y de la gripe A o X, qué más da, que no da ni miedo ya, de lo exagerado de la cosa; no como la gripe Z, también llamada paro, que ésa no es que dé miedo, es que da pavor: que se lo pregunten a los 4 millones de contagiados, y subiendo; una pandemia en toda regla, sí señor, y con pocos visos de encontrar remedio, que mientras media España se contagia, el laboratorio gubernamental se dedica a esparcir otros virus antes que a investigar vacunas. Se ha hablado de Chaves, el vice-de-no-se-sabe-qué-ni-para-qué, y de su exorbitante amor a la familia —propia—, en su sentido más amplio y oneroso. Y se ha hablado, en fin, de las tetas —con perdón— de la ministra Aído, que cada vez que abre la boca la bisoña ninfa zapateril muere la inteligencia, además de la inocencia —y ésta muere a espuertas—.


Total, que en la previa a estas elecciones europeas se ha hablado mucho de todo pero poco de las elecciones europeas. Será que aburren. O que no interesan. O que realmente no son elecciones europeas.


Yo, por llevar la contraria, sí voy a hablar de las europeas. Para enredar un rato. Veamos: según creo, de lo que se trata es de votar a los mejores candidatos para defender nuestros intereses —los españoles— en el Europarlamento, frente a los buitres de otros países que tiran de la cuerda hacia su lado, probablemente con más fuerza y eficacia. Bien. El PSOE afirma que con Aznar Europa no nos quería nada-nada, ni nos respetaba nada-nada y que ellos nos devolvieron al «corazón de Europa». Reflexionemos: el corazón es el motor impulsor que da vida, y nosotros, pienso, estamos más cerca de la angina de pecho permanente; tampoco somos precisamente las piernas que hacen avanzar a Europa, con fuerza y seguridad, hacia adelante; ni somos las manos de Europa, las que trabajan, las que crean empleo y riqueza; no somos los ojos de Europa, con esa ceguera estúpida y obcecada que negó la crisis durante meses; tampoco somos los oídos de Europa, haciéndonos los suecos ante serias advertencias que no queremos oír; ni la nariz, que sólo tenemos olfato para oler nuestra propia inmundicia, presente y pasada; no somos, ni de lejos, la cabeza de Europa, ni en sentido pensante ni mucho menos liderante; y, obviamente, no somos los órganos reproductivos de Europa, entre tanto condón, tanta pildorita y tanto aborto impune, reproducirnos es lo que menos hacemos los españoles. Y si nos somos el corazón, ni las piernas, ni las manos, ni los ojos, ni los oídos, ni la nariz, ni la cabeza ni los órganos reproductores de Europa, entonces ¿qué nos queda? Pues eso, la cola, el trasero, el fondo, la nalga, las cachas, el pandero, las asentaderas, el sisifris, el arterisco, el cachetón, las posaderas, el culamen… o sea, el culo de Europa, para entendernos. Ahí es donde nos han dejado Mister Paz y sus inefables extesiones en el extranjero, Moratinos y Chacón, a lo largo de estos cinco interminables años. En el culo de Europa y del mundo, que los que no se ríen de nosotros, nos temen por poco fiables, y los que quedan, nos ignoran. El culo de Europa, a veces con silla y a veces sin, pero culo, siempre.


Pues bien. Yo me niego a seguir siendo la nada en Europa; a no tener fuerza ni decencia para defender nuestros intereses con uñas y dientes, a patadas si hace falta —¡esa añorada Loyola de Palacio!—; me niego a resignarme a que nos quiten lo que en justicia nos corresponda, por perdernos en demagogias inútiles o alternativas absurdas, por muy renovables que sean; y me niego a que Maleni me cubra de vergüenza ajena y propia una sesión detrás de otra —¿se la imaginan gritando a un europarlamentario enemigo «eso me lo dices en la calle» o al intrépido traductor intentando traducir «antes partía que doblá» o «Cuido tanto hablar, el hablar, que hablo peor, porque si hablara como siempre he hablado pué y no quisiera hablar despacito para no saltarme determinadas terminaciones que me la sigo saltando y demá, pué me costaría menos porque pienso más rápido que estoy hablando y entonces se me va el hilo de la intervención»? Sinceramente, tiemblo sólo de pensarlo.


Comentaba hace un par de domingos Alejo Vidal-Quadras en Los Últimos de Filipinas («probablemente la mejor tertulia de la radio») que España sólo tiene una solución: echar a Zapatero. Y yo estoy con él —con Alejo, no con Zapatero—, y lo que representan estas elecciones europeas es una primera patada para echarlo. En cuanto los buitres de su partido —al acecho desde hace años— huelan el fracaso en sus carnes, ellos mismos se encargarán de no dejar ni los restos; un tonto útil que gana elecciones deja de ser útil cuando empieza a perderlas. Yo, desde luego, prefiero dar esa patada a través de Mayor Oreja, Vidal-Quadras o Teresa Jiménez Becerril que no hacer nada, o que darle un pellizquito en la nalga por medio de otros votos. Votar a Rajoy, sí, para botar a Mister Paz. No nos engañemos, castigar a Rajoy no votando al PP no tiene sentido, porque Rajoy no se va a marchar ni perdiendo por 10 puntos —si lo de las elecciones vascas fue una victoria…—, y lo que conseguirán es darle un poco más de aire a Mister Paz. Y yo, de verdad, lo que necesito es darle la patada. En el trasero, en las cachas, en el pandero, en el sisifris, en el cachetón, en el culamen… o sea, en todo el culo. Con perdón.