Esta es la historia de una mujer de buen corazón que una mañana se encontró, tirada junto al camino, una pobre serpiente casi muerta por el frío. «Llévame dentro, por amor de Dios. Llévame dentro, buena mujer» suplicó la serpiente. «Te llevaré a casa y cuidaré de ti» le aseguró la mujer. La abrigó, la calentó junto al fuego y le dio leche y miel. Cuando volvió del trabajo esa noche, comprobó que la serpiente había revivido. «Eres tan bonita, pero si no te hubiera cuidado ahora estarías muerta», susurró la mujer. La acarició, la besó y la abrazó suavemente. Pero la serpiente, en lugar de darle las gracias, la mordió con saña. «¡Yo te salvé! —exclamó la mujer— Y aún así me muerdes. ¿Por qué? Sabes que tu mordedura es venenosa y ahora voy a morir». «Oh, ¡cállate estúpida mujer! —siseó el reptil con desprecio—. Sabías perfectamente que era una serpiente antes de llevarme a tu casa».
No sé por qué, esta vieja canción de Al Wilson me recuerda a cierto iluminado presidente del gobierno que cierto día se encontró una serpiente moribunda, la llevó a su casa, la abrigó, la calentó junto al fuego y le dio leche y miel. La serpiente, agradeciendo los cuidados, se curó y revivió con gran rapidez. ¡Qué bueno soy, pensó el presidente, qué magnánimo y bondadoso! Lo malo fue que la serpiente, una vez curada, volvió a morder. Y lo peor es que, cada vez que muerde, el veneno nos infecta a todos.
Por eso, cuando escucho campanas de tregua, cánticos de negociación y músicas celestiales de procesos de paz siempre me viene a la cabeza la canción de Al Wilson, The Snake, y pienso que los «procesos democráticos por vías políticas y pacíficas», sin «llevar a cabo acciones armadas ofensivas» no son más que palabras huecas y llenas de veneno, como los colmillos de la serpiente. Y que lo único que pretenden los terroristas es que algún pacificador profesional se crea esas mentiras y se lleve a la serpiente moribunda a su casa, para cuidarla y ponerla en plena forma de nuevo. Ya lo hizo el PNV en Lizarra y luego Mister Paz y Txusito en el proceso que nunca existió, el que acabó por puro ´accidente´. Y ahora están en ello EA y Aralar.
La serpiente seguirá mordiendo y matando, porque es serpiente y es lo único que sabe hacer. Y si le damos concejales y subvenciones y censos y acercamientos y credibilidad democrática, estamos alimentando su veneno con leche y miel. Y la única forma de que deje de mordernos es extirparle los colmillos y encerrarla en una jaula, transparente a ser posible, para que la sociedad vasca y la española en general sepan en todo momento que está ahí, encerrada, vencida, anulada. De por vida.
3 comentarios:
Pepe. Un buen sistema, dicen, es chafarles la cabeza.
Estoy de acuerdo con usted. Las serpientes bien encerraditas. Acuérdese el otro día el pasmo que se llevó una señora al encontrarse de golpe y por la noche en el piso una boa que el vecino de arriba había descontrolado. Y desde luego a las etarras ni agua.
Por favor, pasen cuando puedan por mi blog de política y literatura
http://elblogdejoseantoniodelpozo.blogspot.com/
Gracias
La serpientes siempre son peligrosas, por lo tanto es un buen sistema aplastarles la cabeza para que no hagan daño
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