"Me quejaba de que no tenía zapatos, cuando vi a un hombre que no tenía pies". Cumpliendo la primera parte del viejo y sabio proverbio andaba yo el otro día, quejándome del rejonazo en toda la testuz que me había metido el taller oficial Toyota por una sibilina avería, que me ha dejado sin tabla de surf nueva y sin cenas durante todo el verano, cuando caí, cuan Pablo converso caído de su blanco corcel, sobre la "Hoja de Caridad" que Caritas nos plantó en plenas narices el domingo desde las páginas del ABC.
Resumo:
«Minusválido de 46 años, sin familia, necesita con urgencia unas gafas y una dentadura nueva; se solicita ayuda para completar el pago del alquiler de una viuda de 79 años que estuvo 9 viviendo en la calle, hasta que unas religiosas se ocuparon de ella; separada con dos hijos de 9 y 11 años ha contraído deudas del suministro del gas y agua que no puede costear, aunque trabaja cuidando enfermos pese a padecer una minusvalía del 68%; matrimonio marroquí con 5 hijos menores de 12 años, uno de ellos con parálisis cerebral que necesita una prótesis que sus padres no pueden costear; soltera de 60 años con minusvalía del 68% y una hija de 22 años con esquizofrenia paranoide, acogidas por la parroquia, precisan ayuda periódica para compra de alimentos; matrimonio con hijo que padece asimetría craneal precisa de prótesis que ellos no pueden costear por encontrarse los dos en el paro; separado con un hijo de 10 años, sufrió una caída con rotura de cadera y ha perdido el trabajo sin derecho a prestación social, va a perder la vivienda por no poder hacer frente a la hipoteca: se solicitan 500€ para costear al menos su alimentación; matrimonio jubilado con una pensión de 546€, avalaron con su vivienda un préstamo para que su hijo pudiera mantener el negocio, pero éste sufrió un infarto y ahora precisan 900€ con urgencia para abonar la deuda con el banco y no perder su casa»... y así hasta no sé cuántos casos, esperando ayuda urgente y desesperadamente de unos afortunados que, como yo, andamos quejándonos por no tener zapatos mientras disfrutamos de unas vacaciones en la costa para regresar en unos días a nuestro puesto de trabajo, que aún resiste cuan titán y nos aguarda con reconfortante esperanza de nuestro regreso.
Y mientras unas se recorren el mundo vendiendo una Ezpaña idílica, en una especie de turismo gubernamental de lujo, a costa del dinero de todos —incluido el de los desesperados que Caritas mantiene vivos—; otros descansan de sus fracasos en el palacio veraniego de La Mareta, cancha de baloncesto incluida, junto a tropecientos asesores cuyo asueto pagamos también entre todos; otros se gastan nuestra pasta en ir de compras a La Tienda del Espía o en adquirir esposas nuevecitas y refulgentes que deslumbren al ciudadano de a pie, previo paseíllo de la vergüenza ante las cámaras de los fotógrafos y de la televisión; y otras patrocinan con el sueldo de usted y el mío guías de "¡viva el sexo porque sí!" "ponte el DIU y disfruta, colega" y "aborta cuanto antes, no seas tonta" dirigidas a niñas —¡niñas!— de 9 a 17 años; y mientras, por cierto, Alemania, Francia y EE.UU. sí empiezan a ver brotes verdes sin necesidad de fumárselos, aquí, en esta Ezpaña que nos toca sufrir, seguimos produciendo parados a espuertas, seguimos generando desgracias personales y familiares, fracasos económicos y desesperanza generalizada; seguimos poniendo parches tipo "subsidia, que algo queda" y aplicando unas teorías económicas —por llamarlas de alguna manera— que harían partirse de risa si no provocaran tanto llanto. Y en septiembre más. Mucho más. Más parados, más fracasos, más desgracias, más llanto. Un llanto que no se puede ocultar a base de Gripe A, pandemia mortal donde las haya, por mucho que se empeñen en el empeño con la cómplice e interesadísima ayuda de la prensa —hay que vender periódicos, señores—, ni a base de pergeñar día sí, día también, nuevas y peregrinas tácticas de dinamitar a la oposición, al más puro estilo La vida de los otros de la muy democrática ex Alemania Oriental.
Ezpaña va mal, muy mal. Y la verdadera desgracia es que no existe una Caritas que se ocupe de alimentarnos, cuidarnos, curarnos y pedir ayuda, por caridad, para sacarnos del pozo y devolvernos la dignidad. "El Amor —Caritas— es una fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y la paz". Ya lo dijo el Papa Benedicto XVI (Caritas in Veritate, 1, Introducción), pero claro, éstos y éstas que nos desgobiernan saben de amor lo mismo que una mantis religiosa y, si encima quien lo dice es el Papa, pues vade retro, Benedicto! Luego, eso sí, confían en la generosidad infinita de Caritas para alimentar las miles de bocas que cada día pasan de la cola del paro a la cola de los comedores sociales sin parada previa y sin previo aviso. Ya saben, la miseria moral de unos acaba por ser la miseria literal de muchos. Y lo que nos queda…
Yo, por lo pronto, he decidido dejar de ciscarme en el taller y en la madre que parió a la válvula del gasoil y donar una parte de mi egoísmo a, por ejemplo, esos pobres ancianos que pueden perder su casa a manos del subvencionado banco de turno por haber intentado ayudar a su hijo con lo poco —o nada— que tenían. Por si al Gobierno no le llega el brote verde a tiempo para alimentarlos.
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TIRARSE LOS MUERTOS PARA GANAR LA PARTIDA
Hace 2 semanas
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