Hace unas semanas se cumplió el 15 aniversario del asesinato de Gregorio Ordóñez, Goyo. Ahora que vuelve el manido discurso de la izquierda abertzale con la solución negociada, la vía política, el proceso democrático y demás vergüenzas que escupe la serpiente cada vez que se aproximan elecciones en el País Vasco; ahora que, otra vez, Eguiguren quiere hacernos creer que "algo se mueve en Batasuna"; ahora que en Lasarte se ha rendido homenaje a Begoña Urroz, el bebé de 22 meses primera víctima de ETA en 1960 (han tenido que pasar 50 años para merecer una placa en su pueblo natal), conviene recordar la figura y el legado de Goyo Ordóñez. Porque él siempre tuvo las cosas muy claras; y también las expresaba con nítida (y mortal) claridad.
Yo recuerdo perfectamente el momento en que le conocí. Fue el 25 de julio de 1994, unos meses antes de su asesinato, camino del concierto de Pink Floyd en el estadio de Anoeta. Nos presentó un amigo común y me saludó como si me conociera de toda la vida; me resultó cercano, simpático, sincero, muy campechano, como era él; y recuerdo que no me extrañó no ver guardaespaldas en las cercanías (aunque ya habían sido asesinados por ETA unos cuantos cargos públicos, pero no fue hasta la muerte de Goyo y especialmente la de Miguel Ángel Blanco cuando se abrió la veda salvaje). Probablemente mi cabeza estuviera más en el Dark Side of the Moon que me esperaba en Anoeta que en el lado oscuro de mi querida tierra vasca, que Goyo Ordóñez trataba de iluminar con un poco de verdad entre tanta tenebrosa mentira.
Y es que si una palabra puede definir a Goyo Ordóñez ésta es "verdad". Desde que inició su carrera política en Alianza Popular, con sólo 24 años, hasta su cobarde asesinato a manos de Txapote y compañía cuando aún no había cumplido los 37. Era uno de esos políticos vocacionales de los que quieren cambiar las cosas, que se preocupaba más por los demás que por sí mismo, que no entendía de corrección política sino de corrección moral, que estaba enteramente comprometido con la verdad. Y que hablaba a la cara, diciendo las cosas como eran, denunciando el terrorismo y a quienes lo amparaban sin miramientos verbales. "ETA y HB son la misma porquería"; "Con los asesinos lo único que hay que negociar es el color de los barrotes"; "Ha llegado un momento que ya no puedo más, de ver tanto atentado, tanta sangre en nuestras calles, tanto yugo, tanto fanatismo; fanatismo de quienes disparan y fanatismo de quienes apuntan; y fanatismo de partidos que se dicen democráticos, pero han estado amparando a ETA y se han aprovechado de ETA. Y ha llegado el día de decir ¡basta ya!"
La popularidad y el carisma de Goyo crecían a la misma velocidad que el odio y la rabia de los asesinos. En las Europeas de junio de 1994, el PP fue la lista más votada en San Sebastián y Goyo se postulaba como firme candidato a la Alcaldía en las elecciones de mayo de 1995. Esa perspectiva resultaba insoportable para la serpiente etarra, y el 23 de enero le disparó a bocajarro, por la espalda, mientras disfrutaba de una comida entre amigos y compañeros de Partido. Pero el odio abertzale fue más allá de su muerte, y siguiendo las directrices de monseñor Setién ("¿Quién ha dicho que un padre quiere a todos sus hijos por igual?"), se le negó el derecho a un funeral digno y cristiano, como buen católico que había sido toda su vida. Incluso, después de enterrado, el fanatismo y la rabia profanaron su tumba varias veces, en el cementerio donostiarra de Polloe.
Dos consecuencias positivas tuvo su muerte: una, que no llegó a vivir la vergüenza del pacto de Lizarra ni el "proceso de paz" de Rodríguez Zapatero. La otra, que su muerte constituyó el revulsivo que inició en la política a luchadores de la verdad como María San Gil. O como Antonio Basagoiti.
El lunes conocí a Antonio Basagoiti. Nos presentó un amigo común, como hace 15 años, en vísperas de un concierto de Pink Floyd (en este caso, un tributo a la banda) y ambos recordamos a Gregorio Ordóñez. Al estrechar su mano y charlar con él, sentí de nuevo la cercanía y la honestidad de un político valiente. Y al escuchar su discurso ante un auditorio de empresarios y periodistas, reconocí la semilla de su admirado amigo en sus palabras, en sus valores, en sus reivindicaciones, en sus sueños. Vi también mucho sentido común y claridad de ideas. Y nítida claridad en cada una de sus frases. Y vi, sobre todo, mucha generosidad; porque no es común que un político ceda cuota de poder en pos de un objetivo más elevado y altruista, en este caso la paz, la libertad y la prosperidad de su tierra ("he dejado de ser líder de audiencia, pero bienvenido sea").
Iñaki Ezquerra, su amigo, lo presentó como una sabia mezcla de romanticismo y pragmatismo, de idealismo y realismo. Y señaló que, detrás del político implacable, hay un vasco que ama a su tierra, que no se pierde un partido del Athletic, que participa en las fiestas y que pisa la calle, que es donde está la vida real. Pero Antonio Basagoiti dijo más: habló de un año de normalidad y entendimiento en el País Vasco, de combate a ETA en todos los frentes, de lo que preocupa a los ciudadanos, no a los políticos; habló de sumar a todos y de anular a los violentos en todos los frentes, desde los libros de texto hasta la Ertzaintza; y habló de esa apuesta ganadora que supone el pacto PP-PSE, que, recalcó, está apoyado en convicciones muy profundas. "Lo que está pasando en el País Vasco demuestra que los partidos podemos actuar con responsabilidad y altura de miras; con sentido de país". Y recordó que ETA sólo hay una, y es la mala; y que Batasuna, tenga el nombre que tenga, es ETA. Y que si algo se ha de mover en Batasuna, que sean los dientes por la rabia de no poderse presentar a las elecciones de 2011.
Hace 15 años conocí a Gregorio Ordóñez. El lunes le volví a ver en los ojos de Antonio Basagoiti.
TIRARSE LOS MUERTOS PARA GANAR LA PARTIDA
Hace 2 semanas
1 comentario:
Me ha encantado su escrito,yo me acuerdo muy bien la primera vez que oi un discurso de Gregorio Ordoñez, era por la tv y me quede paralizada de la valentia que habia en sus palabras, tambien me dio mucho miedo por su persona,no habia visto nunca un hombre tan valiente, Dios lo tenga en su gloria.Ahora conozco personalmente a Basagoiti, es fabuloso, es tal como lo describes,nos hacen mucha falta politicos como ellos y en las esferas mas altas sobre todo.Espero que Dios le proteja por muchos años, que seguramente que nos hara mucho bien, sobre todo aqui en el Pais Vasco y ojala algun dia pudiera gobernar el pais.
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