miércoles, 15 de diciembre de 2010

Nos sigue doliendo Haití


Las noticias que nos llegan de Haití estos días no han mejorado mucho respecto a las de hace un año. Epidemia de cólera, miles de muertos, cientos de cadáveres por recoger, caos electoral, miedo, impotencia, falta absoluta de medios y de esperanza. Y sin embargo, nuestros oídos no escuchan el llanto de Haití como entonces. Menos mal que aún hay alguien empeñado en que no dejemos de oírlo.

Hace casi un año, la noticia conmovió al mundo entero, y los titulares se iban superando unos a otros en macabra e ininterrumpida secuencia: “Devastador terremoto en Haití”. “Destrucción y muerte en el país más pobre de América Latina”. “Puerto Príncipe reducida a escombros”. “Doscientos mil muertos. Miles de desaparecidos. Un millón de personas sin hogar”. La destrucción fue total. La desesperación también. El seísmo, con epicentro a sólo 15 kilómetros de la capital, alcanzó una magnitud de 7,0 grados, el más potente registrado en la zona desde 1770. Los efectos fueron absolutamente devastadores, para la población y para las infraestructuras, mucho más dañinos que un terremoto equivalente en cualquier país occidental. La pobreza es lo que tiene.   
    Inmediatamente fue declarada ‘oficialmente’ una de las catástrofes humanitarias más graves de la historia y se movilizaron Estados, ONG’s, organizaciones civiles y religiosas, estrellas del espectáculo y ciudadanos de todo el mundo. La respuesta fue impresionante. La solidaridad, ejemplar. Las conciencias del mundo civilizado quedaron tranquilas. Durante unos meses llegaron toneladas de ayuda, miles de voluntarios, cientos de médicos, bomberos, cooperantes, religiosas y misioneros, y todo un ejército (literalmente) para tratar de mantener un cierto orden en el caos humano y administrativo, en la vorágine de cadáveres, supervivientes, rapiñas y desgobierno total. Durante unos meses el mundo se conmocionó y se volcó con Haití. Durante unos meses. Luego, el mundo encontró otras causas por las que conmocionarse, más cercanas tal vez, más suyas. Y Haití se quedó solo, como antes, como siempre. Y al terremoto le sucedieron las lluvias, y más destrucción y más miseria; y luego el cólera, y más tragedia y más muerte. Y más dolor.

Una canción que nació del dolor
Pero aún hay quien no se olvida, aún hay quien sigue luchando, porque ese dolor lo lleva muy dentro. Y porque su proyecto de ayuda sigue vivo. Como un grito de rabia y esperanza, como un grito de tristeza y reivindicación (“¡Ay Haití! Me sigues doliendo, pero sigo gritando por ti. Para que el mundo siga escuchando tu lamento”). Ese grito, ese clamor, ese lamento se convirtió hace casi un año en canción, luego en un gran proyecto solidario, plagado de estrellas, y hace unos días en justo Premio “Algo Más que una Canción” otorgado por el IV Congreso Lo Que De Verdad Importa 2010.

    La idea nació de la tristeza, del dolor, de la importencia. Nació de las lágrimas de un padre, el del músico y productor Carlos Jean. “Cuando vi la mirada de mi padre tras el terremoto de Haití, donde él nació, sus ojos tristes como yo no los había visto nunca, pensé que había que hacer algo. No sabía entonces exactamente cómo, pero sí que había que ayudar”. De esa pena profunda en los ojos de su padre, de esa impotencia no asumida, de ese grito de dolor descarnado nació “Ay Haití”. El proyecto surgió de forma improvisada, apenas un mes después del terremoto, como un encuentro de pretigiosos DJ’s reunidos para recaudar dinero con urgencia. El éxito de la iniciativa “Mezclando por Haití” llevó a Carlos Jean a intentar multiplicar sus efectos beneficiosos a través de una canción, y qué mejor manera que echar mano de la estrellas del pop patrio e internacional, todos amigos suyos. Envió un email a David Summers, Nawja Nimri, Alejandro Sanz y Bebe, quienes respondieron inmediatamente a la invitación. De su encuentro en el estudio de grabación nació una canción que luego fue creciendo en internet (“fue una locura”, reconoce Carlos Jean). Empezó a correrse la voz y a sumarse cada vez más gente: futbolistas como Kaká, Iniesta, Forlán y Agüero, artistas de la talla de Juanes, Marta Sánchez, Pastora Soler, Shakira, Estopa, La Oreja de Van Gogh, José Mercé... Todos actuaron en el vídeo de forma desinteresada. “Hay corazones muy grandes”, se emociona Carlos Jean y explica que la canción fue creada con una sola idea: “evitar que Haití se fuera de las noticias, porque hacer de Haití noticia es ayudar”; y, por supuesto, destinar a las víctimas todo lo que recaudara el proyecto (“todo, recalca Jean, no sólo los beneficios”).
    Como era previsible, la canción “Ay Haití” se convirtió en un éxito, en un auténtico himno. Un grito de esperanza que se escuchaba en la radio, en televisión, en las galas, en internet, en los móviles. Durante meses, miles de personas se bajaron la canción (enviando un SMS al 28011) contribuyendo a la causa, no del todo perdida, no del todo olvidada, de Haití. Y es que “Aún hay tiempo de dar amor, borrar el miedo y la destrucción… Ay Haití, hay amor en tu voz; hay que volver a nacer, volver a creer, empezar otra vez”. Escúchenla. Bájensela. Un año después del terremoto, Haití aún no ha dejado de temblar.

Al finalizar las ponencias de la última edición de Lo Que De Verdad Importa, el pasado 26 de noviembre, las miles de personas que abarrotaban el Palacio de Congresos de Madrid bailaron, cantaron, palmearon y se conmovieron al ritmo de “Ay Haití” (por dos veces). Cuando Carlos Jean subió al escenario a recoger el premio, de manos de la Embajadora de Haití en España, el conmovido era él: “Ése que veis ahí, en el vídeo, es mi padre. Por él nació esta idea. Gracias en su nombre y en el de su país”. Gracias a ti, Carlos, por mantener viva la llama.

1 comentario:

Lola dijo...

Preciosa historia Pepe, precisamente, en la gente mas sencilla es donde se manifiesta Dios. Él, al igual que Daniela, vino a una familia humilde y tampoco tenía cobijo. ¡¡¡Y ERA TODO UN DIOS!!!
Yo creo, que el que dió su vida por nosotros, velará por Daniela y sus valientes padres. ¿Por qué había que quitarla de enmedio antes de nacer? ¿Quién sabe lo que esta niña llegará a ser? Y sea lo que sea, siempre será UNA HIJA DE DIOS. Mis oraciones no le van a faltar. Y cuando veas a su padre, dile de mi parte (que con cataplines o sin ellos, porque los tenga congelados) es un "tio" de lo que ahora ya va quedando poco. Mi felicitación más grande de esta Navidad para él