El 26 de diciembre de 2008, en su último discurso del año, el capitán timonel que guía los pasos de los españolitos por las procelosas aguas de este mundo incierto, soltó una frase para la Historia: “La tempestad es fuerte, pero tenemos un barco sólido que conoce bien su rumbo”. Y añadió, por si no cogíamos la metáfora: “Estamos en condiciones de superar la crisis. Confiar en España no es optimismo, es realismo”. Hoy, dos años después, y tras habernos pasado cada semana por la quilla del realismo, no sólo no estamos en condiciones de superar la crisis, sino que ya no confía en el barco sólido ni España, ni Europa, ni el Mundo, ni el FMI, ni el Mercado, ni el Clan de la Zeja, ni los ‘barones’ del PSOE (“mejor sin él”, dicen). Ni Wikileaks, que ha sacado los colores (el rojo y todo el pantonero) a este Gobierno de mentirosos, facinerosos, felones, gritones e inmaduros. “No es un político de convicciones políticas”; “Lleva mal que le den clases de algo”; “Es cortoplacista y trasnochado” son algunas de las definiciones de nuestro iluminado presidente. Claro, que también aseguran los informes robados y filtrados que es “un político astuto con una asombrosa habilidad, como un felino en la jungla, para oler las oportunidades de peligro”. Exacto, para oler las oportunidades de peligro y esconderse con agilidad felina, sí, pero al más puro estilo avestruz. Ésa es su especialidad, como acaba de demostrar una vez más con el exhibicionismo impúdico-militar de los descontrolados controladores (¡cómo le va el teatro al siniestro Rubalcaba! ¡Y cómo se les ha vuelto a ver el plumero totalitario! ¿Se imaginan la que se habría armado si, por ejemplo, Aznar hubiera solucionado un conflicto laboral de este porte por la vía militar? Habrían ardido las sedes del PP antes de acabar el puente. Fijo).
El caso es que el capitán -oh capitán mi capitán- Mister Paz, felino en la jungla y avestruz en la política, está llevando este barco antes llamado España viento en popa a toda vela… rumbo al abismo. El Iluminado de la Moncloa, ése que según sus propias palabras ha venido “a cambiar el orden mundial”, el mismo que corrigió al propio Jesús con su “No es la verdad la que nos hace libres, es la libertad la que nos hace verdaderos” y que cada noche (según él mismo) le dice a su mujer “no sabes, Sonsoles, la cantidad de cientos de miles de españoles que podrían gobernar”, este mesías cegado por su propia iluminancia, este grumete con ínfulas de Almirantísimo que hace footing en los mismos jardines de El Pardo donde el Generalísimo jugaba al golf, este peligro andante y gobernante que ha batido todos los records de mal gobierno, de mediocridad, de ruina económica y moral, de caída en picado en la escena internacional, de división civil, de infantilismo político… sigue ahí, en la cabina de mando, timón en mano, manejando los destinos de tantos millones de españoles. ¿Pero es que nadie puede hacer nada?
En el Motín del Caine, cuando el capitán Queeg se convierte en un neurótico peligroso y pierde el control de la nave USS Caine durante una tempestad, el segundo oficial Greenwald toma el mando, aunque luego es acusado de instigar el motín. El conflicto moral que plantea la novela de Herman Wouk (que adaptó al cine magníficamente Edward Dmytryk) es ¿qué deben hacer los oficiales cuando consideran que su capitán ha perdido la cordura? ¿Dónde queda la frontera entre la obediencia y la responsabilidad de velar por la tripulación y la nave? Los oficiales del USS Caine lo tienen claro y deciden relevar del mando al incapacitado que, consideran, les lleva inevitablemente al desastre. Y yo me pregunto ¿no es eso, exactamente, lo que está sucediendo ahora en España? ¿No tenemos acaso un incapacitado total que nos lleva inevitablemente al desastre a base de torpezas, frivolidades, neurosis y fanática ceguera? ¿Es que no existe en nuestra Constitución una fórmula que permita relevar del mando a un Presidente manifiestamente incapaz y sustituirlo, pongamos, por un Gobierno de Gestión hasta las próximas elecciones?
En Estados Unidos, que saben de democracia un rato más que nosotros, existe una figura de Derecho llamada “impeachment”, que permite que los cargos públicos puedan ser condenados, destituidos e inhabilitados de las funciones que han desempeñado de forma desastrosa, ilegal o inmoral. Aquí tenemos la Moción de Censura, que el perenne opositor dueto Rajoy-Arriola no aplica por cálculos electorales. También se ha escuchado en los últimos tiempos el runrún de un Gobierno de Consenso o de Gestión, con la aquiescencia del Rey y bajo los auspicios del Informe Everis dirigido por Eduardo Serra, hombre muy cercano a Juan Carlos I. Y queda la posibilidad, apuntada por no pocas voces, de adelantar las elecciones generales haciéndolas coincidir con las municipales y autonómicas de 2011 (que además de ahorrarnos una pasta, nos ahorraría un año de zapaterismo, con todo lo que ello significa). O de movilizar a la población civil, más allá de partidismos, a ver si gritando todos al mismo tiempo se nos escucha (“Hazte Oír” va cosechando éxitos de convocatoria cada vez mayores. Por algo será…). Porque si no tomamos nosotros la iniciativa, nadie lo va a hacer. El PP, confiado por las encuestas, espera la caída de Mister Ruina tumbado en la camita (Arriola dixit: “Tú, Mariano, métete en la cama y no salgas hasta las Generales”). Mientras, la nave en la que todos navegamos va inevitablemente a la deriva, con rumbo tambaleante y a merced de la tormenta, dirigida por un presidente que empezó por accidente y repitió por ineptitud del adversario, dejando a su paso una gruesa estela de desgobierno, descontento, desánimo, despropósitos, desconfianza y millones de desempleados.
Dice la sabiduría popular (la del pueblo, no la del PP) que cuando un tonto coge una vereda, la vereda se acaba, pero el tonto sigue. Pues ya es hora de pararle, antes de que la vereda nos lleve al desastre total. Como la tripulación del USS Caine, hay relevar al inútil capitán del mando, coger el timón y regresar a puerto. Y una vez allí, con serenidad, con cabeza, con sentido del Estado, con responsabilidad política y con una nueva tripulación, profesional, capaz y multipartidista, poner rumbo hacia la salida de la tempestad. Y entonces, sólo entonces, llegará la calma.
PD. No, no vale un relevo dentro del PSOE. No vale quitar a Zapatero para colocar a Rubalcaba. En este caso, hay que relevar al cuerpo de mando completo, por aquello de la responsabilidad compartida. Todos son la misma tropa. Todos dan el mismo miedo.
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