miércoles, 6 de julio de 2011

El gilipollas

Vaya, vaya la que se ha armado con lo de la SGAE, la SDAE, el amigo Teddy, su segundo Neri y su particular micro-génesis (su mujer, su cuñada y su hija), los habituales de la ceja y algún que otro espontáneo de la cosa cultural patria, que cuando abren la boquita casi nunca es para decir algo inteligente («cuando tan torpe la razón se halla, / mejor habla, señor, quien mejor calla» que ripió Calderón; y no pienso pagar por la cita, que conste). La tontería ganadora la ha soltado esta vez el amigo Calamaro (ése que tuvo algún momento de gloria como Rodríguez y ahora saca ristras de canciones como quien pesca salmones en una piscifactoría), que no se le ha ocurrido otra cosa que comparar la detención de unos (presuntos) chorizos con el 23F, al más puro estilo Almodovariano y su golpe de estado pepero del 11M. Pues vale, Andrés. Olé tus huevos.

El millonario Alejandro Magno-Sanz también la lía como sólo él sabe liarla en twitter y acusa de «cortitos, rabiosos y oportunistas» a todos los que protestan en Internet por el mangoneo autoral. Pues vale. Y Caco (¡caco!) Senante, que es un tipo grandote que una vez compuso una canción sobre el mojo picón y se le agotaron las ideas tras la indigestión, sospecha que es una conspiración pre-electoral. Pues vale. Y un tal Caballero (que rima con Quevedo y su “poderoso caballero es don dinero”) remata la cosa con el victimismo habitual: «el transfondo social de todo es que la gente no quiere a los artistas» (snif). No, amigo, la gente a quien no quiere es a los aprovechados y a los mangantes, sobre todo cuando roban a manos llenas y encima te llaman ladrón a ti (lo del canon digital, ya saben).

Pero, pese a la disputada competencia de sus colegas directivos y amiguetes de la SGAE, la palma (asturiana) se la ha llevado el nieto del abuelo Vítor, que fue picador allá en la mina (el abuelo, no el nieto) y poeta-pelota del franquismo (el nieto, no el abuelo); o sea, Víctor Manuel, que no se corta un pelo y habla directamente de “mano negra” (¿se referirá a la de Alfredo Pepunto?) y llama directamente gilipollas a los que osen decir que han desaparecido 400 millones de euros. Y qué quieren que les diga, tiene razón el nieto Vítor, que siempre ha tenido muy claro lo de ser gilipollas (en una entrevista afirmó, contundente, «yo soy comunista, no soy gilipollas», cuando se le preguntó por su amor a los frutos del capitalismo y su rechazo al reparto de los bienes… propios). Tiene razón porque el dinero, como la energía, no desaparece, se transforma; ergo los 400 millones de euros no han desaparecido, se han transformado. Lo que hace falta saber ahora es en qué (descapotables, chaletitos, pensiones vitalicias, generosos regalos, maletines, producciones musicales propias…), que 400 millones de euros son muchos millones y tienen una capacidad de transformación notablemente más versátil que los transformers y Mortadelo juntos. Y dan para muchos trajes, por cierto.

Dan también, por ejemplo, para que el amigo Teddy cobre unos 30.000 euros al mes como capo de la SGAE y se asegure, además, una pensión vitalicia de casi 300.000 euros anuales, unos 24.500 euros al mes, cifra que excede levemente la pensión media de los españolitos de a pie; de los que tengan, claro. A lo mejor hasta le da para subirle la pensión a su ex mujer, que malvive por las calles con su guitarra y los 350 euros que le pasa el oneroso Teddy. Desde luego, sí le da para sus amiguetes: la SGAE invirtió entre 2002 y 2008 más de dos millones de euros en un plan de pensiones para sus directivos. Por si perdían las elecciones, digo yo.

Y es que para pagar las pensiones, los sueldos, los negocietes y los vicios de estos tipos y tipas hace falta mucha pasta gansa. Por eso recorren cada rincón de España, al más puro estilo Sheriff de Nottingham, recaudando con indisimulada voracidad el impuesto revolucionario en bodas, bautizos, funerales, peluquerías, ascensores, restaurantes, conciertos benéficos, tarareos electorales, funciones de colegio, silbidos a pie de obra y (todo llegará) nanas a pie de cuna. En la Era Teddy Recaudeitor todo vale. Y es que desde que interpretó a Judas en la maravillosa versión patria de Jesucristo Superstar («a mí por el fango se me arrastrará (…) ahora la historia me condenará» predijo, con gran tino), Teddy Bautista le ha cogido un gustillo a las monedas de oro que raya en lo enfermizo; no sé si es pura avaricia, mala leche o una especie de síndrome de Gollum («¡es mío, sólo mío… mi tesorooo!») que piensa que un 20% de todo el dinero que suena en España es de su propiedad (¿intelectual?); nada escapa a su oído y a su peaje. Y mientras reparte las monedas entre sus colegas y familiares, acusa de robar a todos los ciudadanos porque sí y nos cobra el canon preventivo. Eso sí, con su jubilación vitalicia de 24.500 euros al mes. Ya lo decía Pink Floyd: “Money, it’s a crime”. Y ya lo decía Vítor Manuel, “yo soy comunista, no soy gilipollas” (igualico que su señora, por cierto, que facturó 57.813 euros al Ayuntamiento socialista de Toledo por un concierto benéfico que recaudó 11.800 euros. ¡Toma caché, Ana Belén!).

No, si aquí los gilipollas somos todos nosotros, que nos dejamos mangonear e insultar por estos piratas y encima les pagamos el retiro. Hasta que ha llegado el juez Ruz, el nuevo héroe de las causas justas. «Mi mente clara está / por fin descubrí dónde todos vamos a parar» cantó Judas-Teddy en la obra magna de Camilo Sesto. Pues eso, todos a la cárcel (si son culpables, claro; que aquí no condenamos gratuitamente): Teddy, Neri y familia, Caco, Caballero, Sinde… y el nieto Vítor, si se tercia. Por gilipollas.

No hay comentarios: