Hace 3 años y medio, cuando empecé a escribir la novela Bienvenido, Mister Paz, en honor del ya iluminado presidente Zapatero, lo único que tenía claro era el título y el perfil del personaje. El título es un homenaje a la maravillosa película Bienvenido, Mister Chance (basada en la no menos maravillosa novela de Jerzy Kosinski , Desde el jardín) protagonizada por un insuperable Peter Sellers: un jardinero analfabeto y de mente más bien limitada (sólo sabe lo que ha aprendido viendo la televisión), que rige su vida por una falsa visión de la realidad –con una ausencia total de futuro: sólo existe el presente- y que va llevando a los demás a su propia irrealidad, a su mundo absurdo, simplón y desconcertante. A base de metáforas jardinescas y malinterpretaciones de los poderosos de turno, Chauncey Gardiner acaba siendo el economista más influyente del país y asesor del mismísimo Presidente de los Estados Unidos. Su laconismo, producto de la ignorancia, se confunde con sabiduría y se le toma por un optimista visionario, sin que en ningún momento haya dado señal alguna de inteligencia; pero con frases como “Esta es tan solo otra estación más para el jardín, donde en primavera todo crecerá sano y fuerte; árboles nuevos, flores nuevas de todas clases” o “se necesita un jardinero muy bueno, que cuide mucho el jardín (para dirigir al país durante los periodos de crisis)” convence a políticos, economistas, periodistas y ciudadanos de que es, simplemente, un genio.
La diferencia esencial entre Chance y Zapatero es que el primero casi llega a vicepresidente económico y que el segundo llegó a Presidente del Gobierno. Y lo que es peor, cuatro años después repitió.
Hoy, con la perspectiva que dan los años, los logros, las frases, las ocurrencias, las omisiones, los ridículos nacionales e internacionales, los desbarajustes y las iluminancias en general, parece que todo el mundo (¡incluido Cebrián, oiga!) se ha caído del guindo y se ha topado, al fin, con la verdadera y dura realidad de Mister Paz. A buenas horas, mangas rojas… Los que llevamos más de 7 años diciéndolo, y además aportando pruebas, hemos sido llamados de todo menos guapos, simpáticos y progres. Pero, huelga decirlo, teníamos razón (¡te lo dije, te lo dije!). Ahora, hasta el más progre cejudo clama por la despedida del iluminado; ahora, hasta el más fiel de sus leales cortesanos reza (laicamente) por su abdicación definitiva; ahora, hasta su guardia pretoriana le clavaría un puñal si tuvieran la certeza de que eso acabaría con él.
Pero Mister Paz no se va. Se ha aferrado al escaño como el coyote de la Warner a la rama que le salva de caer al fondo del barranco. O, por terminar con el genial Peter Sellers, como el patoso e inocentón Hrundi V. Bakshi en esa obra maestra que es El Guateque, que sigue tocando la trompeta, una y otra vez, sin previsible final, sin acabar de morir, mientras es acribillado a balazos por sus enemigos (en el caso de Mister Paz, también por sus amigos y sus simples conocidos). La deuda sigue creciendo, la crisis de sigue agravando, el número de parados sigue aumentando, el prestigio internacional sigue menguando… y el presidente en funciones permanece en babia, en su país de las maravillas, en su iluminancia perpetua, en su mundo de Mister Chance o de Hrundi V. Bakshi (con el pie sobre el detonador de la dinamita), sin darnos opción de salir del pozo. Porque mientras él siga al mando de la nave, España seguirá siendo el Titanic. Y de ésta no nos salvan ni los botes.
Ha sido el peor gobernante que hemos tenido en siglos, pero él sigue convencido de su misión salvadora, de que todo lo que hace es por nuestro bien. Y eso, sinceramente, es lo más triste. Y lo más cruel.
TIRARSE LOS MUERTOS PARA GANAR LA PARTIDA
Hace 2 semanas
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