miércoles, 14 de octubre de 2009

De costa a costa y me piro porque me toca

España es un país de abundante costa, no en vano está en una Península, que es lo bueno que tienen las penínsulas (para quien le guste el mar, claro). Tenemos costas de todos los colores, especímenes y condiciones: Costa Blanca, Costa Brava, Costa del Sol, Costa Ballena, Costa Dorada (o Daurada, según la inmersión costera), Costa Adeje, Costa de la Luz, Costa da Morte (que es donde se estrellan los barcos y se hunden los partidos), Costa Cálida, Costa del Azahar, Costa Vasca (cuna del surf y vivero de faisanes), Costa Mediterránea en general, Costas Gallegas, Asturianas y Cántabras, incluso Costa Serena, que es como una especie de hotel flotante que recorre el apacible Mare Nostrum transportando apacibles jubilados a un mundo de falso lujo que en tierra ni siquiera alcanzan a soñar. Vacaciones en el Mar, pero sin el simpático Capitán Stubing y sin souvenirs en Puerto Vallarta.
Y por supuesto tenemos al Costa de Valencia (teníamos un Costa en Madrid pero se esfumó, como arrasado por un extraño tsunami gallego en el Mediterráneo). Al Costa de Valencia, entrañable, sus amigos le llaman ‘Ric’, no sé si porque suena más pijo o por acercarle (me entra la risa) al héroe de “Casablanca”, por aquello de acercarse a su héroe de Valencia (el de “Yes, we Camps”) que a su vez quiso acercarse a su héroe de la Casa Blanca, el flamante ganador del recién instaurado Premio Nobel de la Paz Futura, Barack Ohbama! Aunque ya metidos en metáforas cinéfilas, yo a Ric Costa lo veo más creíble protagonizando “From Here to Infinity”, ambientada en la Costa del Pacífico (Pearl Harbor o así), en la que él mismo estrella su carísimo vehículo de 80.000 euros contra un kamikaze japonés, sin necesidad de especialista profesional alguno, sacrificando su vida por salvar a su país. Y encima sin haberle dado tiempo a revolcarse con una esplendorosa Deborah Kerr envueltos por el salvaje y apasionado oleaje. Lástima.
Además de nuestras maravillosas costas y nuestro entrañable Ric Costa, hay otras costas por el mundo que me vienen en oleadas a la memoria, ya puestos a enlazar tonterías. Por ejemplo, Nikka Costa, la candorosa niña que allá en el 80 a veces se preguntaba «¿dónde he estado? ¿quién soy? ¿me he adaptado? Creéme, es duro estar sola, ahí fuera, por mí misma». Y luego nos hacía soltar un mar de lágrimas con ese estribillo melancólico y premonitorio: «Cuando estoy decaída / y me siento triste / cierro los ojos / y puedo estar contigo / Oh sé fuerte por mí / cariño créeme, / ayúdame, ayúdame te necesito». Es que estoy viendo a Rikki Costa cantándole esto a Camps y no me llega el alma a los pies, lo juro.
Teníamos también al entrañable y sabio Paco Costas, que siempre nos daba «La segunda oportunidad» para que no estampáramos el coche contra una roca gigante en mitad de la carretera (todavía me duele ver aquel precioso Jaguar convertido en un acordeón). Un programa que no debió ver en su día el amigo Ric Costa, a tenor de cómo debió quedar su carísimo Infinity recién estrenado y recién estrellado. Fue, creo, la primera imagen que vi de Ric Costa: entrando en el parlamento autonómico, traje a supermedida, brazo en cabestrillo y cuello encollarinado, partido de risa cuan memo quinceañero después de estrellar la Vespino, y los colegas riéndole la hazaña. Hay que ser tonto. Esa foto me dio ya una imagen certera del personaje. Luego le oí hablar… y entonces decayó también mi imagen de Camps, culpable sin eximentes ni atenuantes de haberlo elegido portavoz (¡con esa voz!). Cosas del PP, ya sabemos.
Y luego está el Gold Coast, que suena a oro pero es tabaco barato, no como las lujosas baratijas en forma de caviar ruso, pelucos y demás que regalaban Don Vito Correone, su compinche El Bigotes y los 40 ladrones del «¡ábrete gürtel!». Éstos, que llegaron con ínfulas de Costa Azul pero están más cerca de la costa siciliana, por supuesto sin el glamour romanticista de Puzo, sino más bien la cutrez casposa de Esteso y Pajares en “Los Bingueros”. O en “Los Chulos”, tanto da.
Y de costa a costa, coast to coast, a través de la U.S. Route 50, que parte de Ocean City, Maryland, en la costa Este, atraviesa todo el país con orgullo y sin interrupción y muere en Sacramento, California, en la costa Oeste; pasando por Washington, of course, que es donde está la Casa Blanca (que no tiene nada que ver con Casablanca, en principio) y donde nuestro Mister Paz y el recién estrenado Premio Nobel de la Paz Futura han tenido media hora, minuto más minuto menos, para salvar a la Humanidad del inminente apocalipsis nuclear y/o climático, que nunca me aclaro. El que no estaba invitado al encuentro planetario era el tal José Luis Ulibarri, que es algo así como el Gürtel Connection con la Moncloa, que sí, que también está metida en el ajo correoso de Don Vito, pero que parece ser que no es momento ahora de airearlo, que ya habrá tiempo después. Cuando convenga. Como lo del Faisán, que no es caviar ruso, ni peluco de a 20.000, ni Infinity de a 80.000 pero apesta a corruptela ministerial y/o policial y/o judicial que no veas. Claro que cuando se cruzan los nombres Garzón y Rubalcaba, de ahí sale algo malo seguro. Y malo en el sentido de maligno. Incluso malévolo, que les pega más. Porque eso de jugar con la ley antiterrorista para aplicársela a la oposición en lugar de a los terroristas, pues qué quieren que les diga, muy democrático no suena, la verdad. Lo reconozco, a mí Rubalcaba siempre me ha dado un poco de miedo; incluso cuando detiene etarras tengo la sensación de que lo hace por alguna razón oscura. No sé, serán paranoias mías.
Pero, siguiendo con la tontería ésta de las costas, quien mejor ha definido la astracanada pepera que estamos viviendo (o sobreviviendo) es, curiosamente, Costa Gavras. Sí, amigos, el activista director franco-griego se adelantó años a los acontecimientos (al contrario que el PP, que va siempre a rebufo de los acontecimientos) y nos explica de manera acertadísima la situación de marras a través de los títulos de sus películas: “Estado de Sitio”, “Desaparecido”, “El Sendero de la Traición”, “La Confesión”, “Un Pequeño Apocalipsis” e incluso “Z”, que aunque está ambientada en la dictadura militar griega de los 60, recuerda asombrosamente a la Ezpaña actual, con sus triquiñuelas judiciales, sus manejos perodísticos, sus investigaciones frustradas y demás.

Total, que después de tanta costa, tanto Costa y tanta costalada mediática del PP (absolutamente merecida, por otra parte, que es que no se enteran de nada estos chicos, y cuando se enteran no hacen nada), aún no sabemos si el colega Ric ha dimitido, le han echado, le han manipulado, le han snobeado o ha caído como un pichón. Y mientras escribo la tontería ésta, escucho a Ric Costa y luego a María Dolores de Cospedal y me viene a la cabeza María Dolores Pradera, musitando aquella maravilla que escribió un tal José Alfredo y que decía:

«No me amenaces, no me amenaces
cuando estés decidida a buscar otra vida
pues agarra tu rumbo y vete
pero no me amenaces, no me amenaces
ya estás grandecita, ya entiendes la vida
ya sabes lo que haces.

Porque estás que te vas y te vas y te vas
y te vas y te vas y te vas y no te has ido»

Pues eso.
...

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