—Espejito, espejito ¿quién es la más bella del Consejo de Ministros y Ministras del Reino?
—Tú, Bibi, oh dulce princesa de la paridad y la desmaternidad.
—Espejito, espejito, dime ¿quién es la más lista, la más valorada, la más preparada, la más jóvena, la más femenina, la más guay, la más querida por todos y todas los ciudadanos y ciudadanas y la más mimada por su presi?
—Tú, oh Bibi, sabia juvenil y lozana con rostro de alhelí, cabello de ángel y cuerpo de ninfa silvestre. Tú, oh inocencia ininterrumpida de privilegiado intelecto. Adalida de las mujeres desvalidas, azote de los machotes y los nonatos, reina de la ingeniería social. Tú y sólo tú, bella Bibi, joven Bibi, astuta Bibi.
La ministra, asomando una dulce sonrisa en los labios (y ocultando sus colmillitos), se retira orgullosa de sí misma, dejando al espejito mágico avergonzándose de sí mismo; atraviesa el largo pasillo ministerial y llega hasta su despacho, muy zen él, se sienta frente a la mesa ministerial, muy vacía ella, toma un bolígrafo de cuatro colorines y una hoja de papel rosa, y empieza a escribir la parida… estooo… la ocurrencia paritaria del día. Hoy toca: prevenir situaciones de violencia machista en la infancia y garantizar la plena participación en igualdad de todo el sistema educativo, anulando los estereotipos de mujeres pasivas, débiles y lloronas en los relatos preadolescentes. O sea, censurar, reescribir y/o prohibir los cuentos infantiles clásicos por machistas y retrógrados.
Del boli multicolor saca el color rojo y empieza a escribir (con una letra preciosa, hay que reconocerlo):
Los Tres Cerditos serán los dos cerditos y las dos cerditas; eso sí, sin formar familia, sino una comuna hippy donde todos y todas hacen gorrinadas con todos y todas. Y los dos cerditos plancharán y lavarán como el que más.
Alí Babá y los 40 Ladrones se llamará Alá Bibí y las 40 Picaronas, que tienen una cueva secreta llena de esclavos eunucos, a los que utilizan para obtener placer sin consecuencias.
Pinocho ya no es Pinocho, sino Pinocha, la heroína que salva a su abuelo Pepetto, machista y homófobo de pro, de las garras de su trasnochada ideología antes de que se convierta en burro. Al final, Pepetto se casa con Stromboli y adoptan a Pinocha.
Caperucita Roja es en realidad una maqui, de la que por cierto huyen los lobos (metáfora de los nacionales), que no lleva dulces a su abuelita, sino municiones y un mapa del clítoris para que se lo enseñe a su torpe amante, el sargento del regimiento.
En Hansel y Gretel, la bruja será ahora un brujo, el brujo Gürtel; y la tentadora casa de chocolate, en realidad estará hecha de monedas de oro.
La Bella y la Bestia son dos amantes del sexo femenino que, tras años de ser repudiadas y separadas por la oprobiosa sociedad (el facha Gastón), logran al fin deshacer el embrujo y
Los Músicos de Bremen se convertirán en los músicos de Cádiz, que tienen mucha más grasia, dónde va a parar. Y asustarán a los ladrones a base de inteligentes chirigotas.
Blancanieves no huye de su madrastra, sino de su padrastro, que es un machista pedrerastra; y cuando llega a la casita de los enanitos, son ellos los que friegan, lavan, planchan y además extraen los diamantes, mientras Blancanieves ve el fútbol y juega al poker con las amigotas.
El Traje del Emperador será, por decreto, El Traje de Faralaes de la Emperadora, una famosa y bella bailaora que triunfa primero en los corrales y luego en la política, siempre gracias a sus dotes intelectuales, espíritu emprendedor y capacidad de liderazgo.
Y por resumir, Juan Sin Miedo será Juana la Loca (un travesti temerario); el que hace la compra en Los 7 Cabritillos será el padre, mientras la cabra va a la oficina; Ricitos de Oro estará representada por un gay, que no hay en ningún cuento; y, ya que estamos, Mowgli y Baloo también están liados; Aladina será la nueva heroína musulmana, con su genia de la lámpara y su mona y su elefanta y demás; y la Cenicienta no sale corriendo porque se rompa el hechizo, sino porque ha quedado con el cochero a las 12:01; la madre de Bambi no muere a manos de un cazador anónimo, sino a manos del ex ministro Bermejo; el soldadito de plomo muere por pacifista, no por cojo; La Princesa y el Guisante queda absolutamente prohibido porque no tiene arreglo ninguno; y, en fin, Alicia en el país de las Maravillas también porque nunca ha entendido ni papa.
Es lo que tiene ser una completa ignorante, que no ve más allá de su muy sectaria y muy paritaria visión del mundo. ¿O es, acaso, un permanente afán de ser la protagonista del cuento, antes de que se acabe el chollo y vuelva al ingrato anonimato? Lo cierto es que, como protagonista, nunca podrá ser la madre de la historia; como mucho,
—Espejito, espejito, dime: ¿no soy yo, aparte de la más bella miembra del Reino, la auténtica y verdadera heroína de la feminidad, la paridad, la igualdad y nonatalidad?
—Señora mía, sea lo que usted quiera. Yo dimito.
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