miércoles, 7 de julio de 2010

El orgullo de Zerolo vs. el Orgullo de Nadal

¡Zerolo vive! ¡Lo sabía, lo sabía! ¡No podía haber desaparecido así por las buenas! El tío más ubicuo y omnipresente de la política española; ése que salía en todas (¡todas!) las fotos oficiales y oficiosas daba igual la compañía, el tema o la reivindicación (socialismo, lesbianismo, palestinismo, pacifismo, feminismo, antitaurinismo, laicismo, anticlericalismo o cualquier otro ismo); el personaje más fotogénico y marketiniano del mega fotogénico y marketiniano psoe, sí, sí, Zerolo el único, el inimitable, el inconmensurable, Zerolo el bello, Zerolo el Magnífico, Zerolo el Orgásmico... ¡HA VUELTO! No sabemos dónde ni con quién ha estado (suponemos que dándole al orgasmo democrático con su cónyuge A), pero ya está con nosotros y con nosotras. Y estamos todos y todas tan contentos y contentas que sus amigos y amigas le han organizado una fiesta. ¡Y vaya fiesta! Un fiestón, vamos. Todo un carnaval para él solito, con carrozas, disfraces, música, sexo, alegría por un tubo y más de un millón de amigos y amigas, de todas las edades (muchos niños, claro, que se vayan enterando de lo que es la libertad de elección antes de que se hagan mayores y puedan pensar y elegir por sí mismos). Un merecidísimo homenaje a tan insigne personaje y una alegría para nuestros ojos. Volver a ver esos bucles perfectos coronando esa sonrisa perfecta sobre ese cuerpo (suponemos) perfecto, de verdad, no tiene precio. Todo “por la igualdad trans”, que no sabemos si es trans de transgénica, de transiberiana, de transpirada, de transversal o simplemente de transmutada.

Allí estaban todos y todas rodeando a mi Zerolo, ¡millones, oiga! Aunque este año se han notado más las ausencias que las presencias: como la Bibi, que fue un visto y no visto, pues tenía otras conquistas sociales y constitucionales que celebrar, como el derecho a matar o así al hijo que es que no te viene nada bien en ese momento, la verdad; y tampoco se les vio el plumero (con perdón) a Méndez y su pareja de hechos Toxo, sindicalistas y residentes en Madrid, que otrora no se perdían ni una y este año debían andar perdidos por el metro, buscando la salida; ni a Pepiño, que antaño era un fijo en la pancarta y desde que es ministro con presupuesto prefiere la corbata a la fantasía; tampoco vimos a Llamazares, aunque con su menguada estatura (física) podía perfectamente estar detrás de la pancarta y no enterarnos; ni asomó la bombillita el ministro Sebastián, aunque seguro que le reservaban un sitito en alguna carroza multifestiva (a cambio de poner la cerveza, con los 100.000 euracos que le ha sacado a Intereconomía por reivindicar una normalidad no oficial); esta vez ni siquiera se apercibió, ni sobrio ni mamado hasta las cejas, al insigne Jorge Javier Vázquez, rey de la programación infantil, ni a sus elegantes divas y divos de su elegante tertulia; tampoco había gays, lesbianas, transgénicos, etc. del innoble pueblo de Israel, asesinos, genocidas y homófobos como el que más; ni había, un suponer, colectivos islamistas, que la movida ésta homorgullosa no es que les vuelva locos o locas, la verdad (creo que, allí, más que en carrozas los llevan en grúas); ni tampoco se vieron muchos vecinos de Chueca, que habían tenido que exiliarse “voluntariamente” a casas de familiares o amigos porque su barrio se había convertido en un basurero literal y metafórico durante una larguísima semana, llena de noches y de días. Ni se vieron, por aclarar, miles de homosexuales serios y serias a los que sencillamente no les va la cosa ésta del Orgullo Multicolor, Multirruidoso, Multiorgásmico, Multicultural y Multitrans.

En fin, lo importante es que Zerolo sí estaba y que se le veía feliz al muchacho, ahí, cortejando maromos trans, y que el más de un millón de amigos, amigas y transloquesean se lo pasaron de rechupete entre visibilidades lésbicas, cuerpazos gays y orgasmos democráticos. Una fiesta de la que, con toda la razón, Zerolo se tenía que sentir orgullosísimo. ¡A ver quién la supera el día de su cumple! (si es que este chico cumple años).

Yo, que no estuve en la fiesta, no sentí el orgullo de Zerolo. Ni por él ni por todos sus compañeros y compañeras, aunque fueran un millón, o una millona que diría la otra. ¡Qué le vamos a hacer! Soy así de rarito (no se crean, me encanta ser así de rarito). Pero este fin de semana sí he tenido mi ración de orgullo. Me sentí orgulloso del gran Rafa Nadal, de esa bestia del tenis que ayer logró otro gran triunfo en su carrera imparable. Me sentí orgulloso de su hazaña, repetida dos años después en la hierba de Wimbledon (tras un año de lesiones y una recuperación espectacular); me sentí orgulloso de su fuerza, de su tesón, de su entrega, de su profesionalidad, de su espíritu de sacrificio y superación; me sentí orgulloso de su deportividad y de su humildad, y hasta de su volterera. Eché en falta, eso sí, su informalísimo abrazo al Príncipe de 2008, bandera española en mano, para “agradecerle como español su apoyo”; lo eché en falta porque el Príncipe no estuvo en la pista central del All England Tennis Club, igual que Pepiño no estuvo en la pancarta de la Cabalgata Guay. ¡Lástimas, ambas!

Lo reconozco, sí. Yo, que soy así de raro, me sentí orgulloso como español y como persona de Rafa Nadal, porque representa muchos de esos valores que nos quieren hacer olvidar e incluso arrebatar (esfuerzo, deportividad, agradecimiento, modestia, respeto, sano patriotismo) en esta Ezpaña cada día más perdida en orgullos sobredimensionados, talk shows abrasivos, buenismos tontos, famas vacuas, libertades engañosas y relativismos absolutos en la que nos están intentando sumergir Mister Paz, Zerolo, Bibiana y demás miembros y miembras del Colectivo ZP. Así que, ¡gracias Nadal! Ojalá tu ejemplo tenga más fuerza que el de Zerolo. Y ojalá nos hagas sentir orgullosos de ser españoles muchas veces más.



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