jueves, 16 de junio de 2011

Carta a María San Gil

Viviste el asesinato cobarde de tu jefe y amigo en directo, a bocajarro y a tan sólo unos centímetros de distancia; guiada por tu coraje, saliste en (inútil) persecución del asesino, que huía cobardemente por las callejuelas de la parte vieja; y años después, en el juicio, te enfrentaste a la mirada del asesino con la misma valentía y firmeza con la que viviste aquel asesinato cobarde y con la que vives cada día desde entonces. Es lo que distingue a los valientes, su firmeza y determinación frente a la cobardía.

Durante todo este tiempo, María, has sido un permanente ejemplo de superación y sacrificio; un referente moral, humano y político; un modelo de cercanía, de claridad de ideas, de fidelidad a tus principios y a tus valores, ¡incluso de simpatía! (eso que tanto se reclama ahora desde tus filas y que tú has ejercido sin necesidad de renunciar a ti misma ni de reinventarte al estilo ‘pop’); has sido la cara amable y sincera, el lenguaje directo y transparente, la sencillez en persona, la honestidad, siguiendo fielmente la estela de tu amigo y mentor asesinado.
     Has sido la gran luchadora por la libertad, junto a las demás y los demás valientes que viven cada minuto como auténticos héroes y verdaderos condenados (al silencio, al desprecio, a muerte), y que ahora renuevan su heroísmo tras el envenenado triunfo de la serpiente. Algo que hay que padecer día a día para entender de qué pasta estáis hechos; y para entender también de qué pasta están hechos, no ya los asesinos (que no engañan a nadie que no se deje engañar), sino quienes los subvencionan, quienes los justifican, quienes los utilizan, quienes los amparan, quienes los equidistancian… quienes los legalizan; aquellos que se ponen o se quitan la máscara según la conveniencia del momento, pero cuyo rostro es siempre, ha sido siempre, el mismo rostro hipócrita, falso e inmoral desde los tiempos de Miguel Ángel Blanco y el pacto de Estella. Esos mismos que os han apuñalado, a ti y a los tuyos, tantas y tantas veces; que os han despreciado, que os han insultado, que os han escupido –incluso muertos- tantas y tantas veces.

Por eso, María, estuve contigo cuando te fuiste, hace tres eternos años. Volviste a tomar una decisión valiente, sincera y honesta, como no podía ser de otra manera siendo tú. Una decisión generosa y sacrificada, como tu propia vida; y leal, aunque haya quien diga lo contrario, leal a tus ideas, a tu gente y a tu partido (por mucho que algunos trataran de hundirte miserablemente, utilizando incluso tu cáncer para atacarte). Y aunque te fuiste –asqueada- de la vida política, nunca nos dejaste del todo, pues siempre has estado presente, e implicada, en todas aquellas causas en las que crees, sin dar la espalda a tus principios, sin ponerte siquiera de perfil, encarándolos con la mirada firme, de frente, con valentía, sin complejos. Has estado con las víctimas del terrorismo, siempre, pero también con las otras víctimas, las más inocentes de todas las víctimas: te recuerdo en la gran manifestación por la vida, hace un par de años, llegando a una rebosante Puerta de Alcalá, literalmente acosada por tus fans, pidiéndote un autógrafo, un abrazo, una sonrisa (esas sonrisas tuyas); echándote de menos como se echa de menos la voz de la conciencia en los momentos de incertidumbre; necesitando tu regreso como se necesita, de vez en vez, un soplo de aire fresco y limpio entre tanto aire viciado.
Ahora, después de un tiempo desaparecida (a veces literalmente, por seguridad), regresas para contarnos tus vivencias, tus miedos, tus esperanzas, tu lección de vida en tu 'media' autobiografía. No es mal momento para volver a escuchar tu voz, ahora que tu Donosti querida, la ciudad por la que Goyo Ordóñez fue asesinado cobardemente en tu presencia, ha caído en manos de la serpiente. Igual que mi Zarauz querido. ¿Quién nos lo iba a decir, verdad, después de tantos años luchando, llorando y muriendo? “Hemos perdido un terreno que nos va a costar mucho recuperar”, lamentas; y peor aún, porque esto es sólo el principio del fin, pero no de ETA, sino del País Vasco. "Los terroristas no están ganando porque nos hemos entregado. Y para entregarse ahora, que nos lo hubieran contado hace 20 años y a lo mejor hubiéramos sufrido menos." La pena es que hubo un momento, no hace mucho, en que estuvimos muy muy cerca de vencer. Y tantos mártires involuntarios habrían tenido un cierto sentido.

Ahora que has vuelto, aprovecho para pedirte un favor: nunca calles, María. Por favor. Necesitamos, además de leerlas, escuchar tus palabras, tus mensajes, tus ideas claras y valientes. Como eran las de Goyo. Y créeme, tu voz va a tener eco. Porque la voz de los valientes siempre resuena en los corazones honestos. Y de esos, a pesar de todo, aún quedan muchos.


1 comentario:

Anónimo dijo...

querido Pepe,me has enganchado a tu blog,me gusta como escribes y como llevas tus raices y las reflejas cuando escribes de tus amigos de la infancia,un saludo C.Rey