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El Señor de las Moscas en Sol
Pareciera como si el escritor William Golding (que, por cierto, cumple años el mismo día que un servidor) se hubiera paseado hace 57 primaveras por la Puerta del Sol de esta primavera de Madrid, que lleva ya camino de las tres semanas y no tiene visos de terminar la cosa, o sí, pero no mañana, ni pasado, aunque tampoco en una “fecha infinita”, como apuntaba el otro día un indignado, que además debe ser uno de los listos de la plaza tomada.
Y es que las semejanzas con El señor de las moscas del autor británico van mucho más allá de la mera cuestión higiénica (que en este caso sería El señor de las pulgas, según comprobación propia). Empezando por el principio, lo que comenzó siendo una (tal vez justa) utopía, rebosante de ilusión revolucionaria, de quimérica voluntad de cambiar el mundo, de sincera y necesaria indignación en pos de una sociedad ideal, en busca de la democracia perdida, ha terminado siendo justo lo contrario: la utopía se ha pervertido y ha mutado en distopía, la realidad se ha impuesto al idealismo, la ilusión ha sido explotada (en ambos sentidos) por la manipulación y el adoctrinamiento y, en fin, la presumible sinceridad de intenciones se ha convertido en una gran farsa, y la democracia ideal en una caricatura asamblearia, burocratizada, totalitaria y castradora de voluntades.
Como en El señor de las moscas, la aparente benevolencia de la causa no es sino una excusa de los fuertes para mantener el control absoluto de algo que ya no se sostiene, ni se enmienda. Han paladeado el sabor del poder y se han enganchado. Y lo peor de todo es que se lo creen. Como la caracola de Ralph y Piggy, los indignados han acogido el megáfono como símbolo de su (presunto) poder y como instrumento de permanente convocatoria asamblearia. Como en El señor de las moscas, las guerras de clanes afloran cada día en el escenario democrático ideal, y se acaban imponiendo los radicales, que son siempre los únicos que tienen las ideas claras. Los okupas han okupado Sol y de paso han okupado todo el Movimiento15M, que ya no va a ningún lado (salvo hacia la izquierda). Y el “ágora permanente para todos, para todas y para todes” (literal, lo juro) se ha convertido en un gran estercolero físico y mental.
Como en El señor de las moscas, la responsabilidad de los primeros días, las obligaciones y las buenas costumbres han ido degenerando día a día, noche tras noche: sexo, droga y rock’n roll, vaguería, suciedad, reyertas, mendigos okupas, pulgas, chorizos, Paris Hilton, inseguridad generalizada y porquería, mucha porquería. No queda nada limpio en Sol (ni en Cataluña ni en etc.), literal y metafóricamente hablando. Dicen que quieren mantener la fogata viva, como Ralph y Piggy, pero ese fuego está quemando los negocios y las vidas de los comerciantes de la zona, que ya andaban bastante chamuscados tras siete años de socialismo utópico reformista, pacifista, nacionalista, feminista y anticapitalista.
Como en El señor de las moscas, han cazado un gran cerdo y se creen los reyes del mambo; han sido noticia durante unos días y se ven como el ombligo del mundo; han levantado simpatías por doquier (¿un 80% de la ciudadanía? ¡Ni de coña!) y han organizado un gigantesco festejo democrático con sus pinturas tribales, sus rastas y sus tambores de guerra (¡muerte al banquero, al sistema, a la oposición, al que se oponga!). De ahí no les sacan ni con tanquetas, como en los viejos tiempos donostiarras, cuando los borrokas salían por patas en cuanto el primer pikoleto ponía un pie en el bulevar.
Pero, como en El señor de las moscas, los “peques” se quieren ir a casa, tienen miedo y hastío, y cansancio. Y sensación de fracaso. La cosa no funciona, al menos así. Los primeros días tal vez, pero desde el día de las elecciones, la (presunta) revolución democrática no tiene sentido. Hay que replantearse los argumentos y los métodos y las reivindicaciones. Hay que ser serios y operativos, y razonables. Inteligentes, ¡coño! La bestia del radicalismo ya se ha hecho con el poder en la isla de Sol, el manifiesto okupa ha enturbiado la paz y la armonía neohippie de los primeros momentos; el flower power ha sido aniquilado por el anarko power y los héroes de la democracia pura son ahora los villanos del totalitarismo cabezón, los pesados del “no nos moverán”, los guarros del chabolismo revolucionario e ilegal. Jack y sus salvajes se han hecho con la isla y la civilización ha sido vencida por la barbarie. Como en El señor de las moscas, los indignados de Sol han acabado perdiendo la razón. Y su hoguera se está apagando. O la encienden en un lugar donde vuelva a arder con sentido (internet, un partido político, asambleas de barrios, un movimiento civil y cívico) o toda su isla de avatar va a terminar devorada por las llamas que ellos mismos han prendido, pero que ya no controlan.
Han clavado la cabeza de un cerdo en una estaca y la han colocado en medio de la Puerta del Sol; dicen que es la cabeza del sistema, pero no saben que es su propia cabeza. Y se está llenando de moscas.
PD. Dicen que se van el domingo. ¿Se pondrán de acuerdo en la hora?
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