martes, 16 de diciembre de 2008

Sobre la cobardía y la crueldad

«La cobardía es la madre de la crueldad» decía, allá por el siglo XVI, el escritor y filósofo francés Michel Eyquem de Montaigne (1533-1592). Javier Arzallus Antia (1932- y aún vivo… snif), político, seminarista y gudari intelectual nacido en Euskal Herria -pueblo soberano que ya existía en tiempos de Montaigne, e incluso siglos antes- afirmó no hace muchas fechas que «los etarras no son cobardes, simplemente están acosados». Las citas y la consecuente reflexión sobre la cobardía vienen al caso por la archiconocida detención del gudari –éste nada intelectual- Aitzol Iriondo y su involuntaria incontinencia urinaria al enfrentarse, cara a cara, con los agentes de la Brigada de Búsqueda e Intervención que lo detuvieron, y tras sentir en su piel el acerado frescor otoñal del arma reglamentaria.

El hecho de hacerse pipí en los pantalones cuando te apuntan con un arma puede ser o no un acto de cobardía. Habrá opiniones. Desde luego, si eres un gudari de pro muy ejemplar no es, que digamos. Y sin embargo sí parece ser algo común entre los gudaris de pro, de los de ahora y de los de antes. Por poner sólo un par de ejemplos poco ejemplares, el famoso Juan Arruti Azpitarte, alias «Paterra», se hizo caquita en los pantalones, lloró como un bebé sin chupete y cantó la Traviata para delatar a otros quince valerosos gudaris de la banda, además de llevar a la Guardia Civil de turismo por diez pisos francos (con perdón). A Jesús María Zabarte Arregi, sutilmente apodado el «carnicero de Mondragón», las fuerzas represoras lo encontraron dentro de un armario empotrado, temblando y tocando las castañuelas con los dientes, mientras sus pistoleros se atrincheraban en otra habitación del piso franco (con perdón) que tenían en Hernani. También los cachorros de ETA -que podría pensarse que no conocen el miedo a tenor de sus valientes actuaciones contra los aguerridos pasajeros de un autobús de línea o enfrentándose a un cajero automático- tienen sus vergüenzas al aire: por ejemplo Mikel Zubimendi, responsable de la «kale borroka» en Guipúzcoa, a quien los agentes preguntaron, con sorna, por qué llamaban «txakurras» (perros) a los miembros de las Fuerzas de Seguridad; «Por el olfato que tenéis», respondió el cachorrillo, casi lamiéndoles la mano.

Sin embargo, como he dicho antes, estos actos pueden o no ser considerados un ejemplo de cobardía. Desde mi punto de vista son simples anécdotas desmitificadoras. Que vienen muy bien para nuestro consuelo, pero no son lo importante. La verdadera cobardía, como bien decía Montaigne, es la que nace de la crueldad. Y de ésa, los valerosos gudaris tienen a espuertas, y lo que es peor, la reparten con cobarde generosidad. Cobardía es matar por la espalda, de un tiro en la nuca, a un hombre desarmado. Cobardía es volar por los aires un hipermercado lleno de hombres, mujeres y niños inocentes; o una casa cuartel llena de hombres, mujeres y niños igual de inocentes; es colocar bombas lapa o hacer estallar coches bomba desde la seguridad de la distancia. O dejar “olvidada” una muñeca bomba en la barra de un bar. Cobardía es amputar piernas y vidas a niñas de ocho años; es secuestrar vidas y almas a hombres torturados hasta la desesperación… o asesinados después de una cuenta atrás sádica y brutal. Cobardía es brindar con champán y carcajadas por la muerte de dos personas escogidas al azar. Cobardía es enviar paquetes bomba, es accionar mandos a distancia, es lanzar granadas, es extorsionar, es dejar huérfanos y viudas… es asesinar a sangre fría, sin contemplaciones, sin distinciones, sin piedad. Con la más absoluta, enfermiza y fanática crueldad. Porque, mi cruel, enfermo y fanático señor Arzallus, la cobardía etarra no es por cómo viven, es por cómo matan.

Y cobardes, señor Arzallus, son también los que los justifican, y los que los amparan, y los que los utilizan, y los que los alaban, y los que señalan sus objetivos, y los que los votan, y los que pactan con ellos, y los que los mantienen en el poder, y los que ceden a sus chantajes, y los que los subvencionan, y los que mienten por ellos, y los que recogen las nueces, señor Arzallus. Todos ellos comparten su cobardía porque todos ellos son cómplices de su crueldad.

Cobardía es negociar con ellos por un puñado de votos. ¿Verdad, señor Eguiguren? ¿Verdad, señor presidente, alias Mister Paz? Y es también una crueldad, con las víctimas y con todos nosotros. Una cruel injusticia, además totalmente injustificable. Pero nos conocemos. Y cuando desde los púlpitos socialistas (Leire, Pepiño) se empieza a acusar a la oposición de falta de colaboración así, de repente, sin venir a cuento, es que vuelve el proceso; cuando se dan largas para expulsar sin contemplaciones ni subterfugios a ETA de los ayuntamientos, con la Ley en la mano, es que vuelve la negociación; cuando el negociator oficial Eguiguren se reafirma en que nunca ha visto «incompatible la vía del diálogo con la firmeza democrática de la ley», es que nunca ha dejado de dialogar con los “hombres de paz”, ni antes ni durante ni después de la tregua, ni antes ni durante ni después de nada. Estemos atentos, porque de aquí a unos meses nos la volverán a colar. Con cualquier excusa, por cualquier motivo. Es la gran esperanza del pacifista Z para coronarse como Mister Paz por los siglos de los siglos. Es su obsesión histórica. Y no nos engañemos, lo seguirá intentando hasta que lo consiga. Aunque todos sepamos, menos él y Eguiguren, que la serpiente no negociará su rendición jamás. Por ciego fanatismo. Por pura cobardía. Por miserable crueldad.

El tema entonces será quiénes lo volverán a justificar y quiénes volverán a apartar la mirada hacia otro lado, con la nariz tapada… o no. Y entonces recordaremos la frase del pensador cubano Enrique Varona: «¿De qué se hace un tirano? De la vileza de muchos y de la cobardía de todos». Bueno, de casi todos.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Para valientes Pepiño, que ahora dice que él solito salvó a la delegación de Bombay con un par de llamadas, pero que por modestia no lo había dicho antes. Desde luego, Pepe, lo clavaste en el artículo del otro día.

Anónimo dijo...

Es verdad, cada día insultan un poco más al PP y les llaman de todo menos guapos. Y eso que Mariano está encantado con la política antiterrorista del gobierno, que si no se los comen.
Un abrazo Pepe, sigue así, con ideas tan claras y tan bien expuestas.