No es por señalar, pero al amigo Z y a sus camaradas lo que les mola el color rojo raya en lo enfermizo. O si no que me expliquen por qué llevan meses, ¡meses!, tratando con todas sus ganas, toda su infinita ignorancia y su mucho más que infinita demagogia, de enfermar las saneadas cuentas del Estado —o sea, nuestra pasta—, simplemente para teñirlas de su color favorito; están tan obsesionados con el rojo, que después de ver el triunfo apoteósico de “La Roja” en la Eurocopa, les ha entrado la envidia tonta y ahora quieren que el euro sea más rojo todavía. Lo malo es que aquí no va a haber triunfo apoteósico sino debacle apocalíptica. ¡Maldito rojo! (me refiero al color, obviamente, no me vayan a pensar mal).
El caso es que durante meses (desde mucho antes de esos 100 días de —snif— segundo mandato del autoproclamado rojo Z) hemos estado jugando a las palabras («¡No vale decir crisis! ¡Uy, lo he dicho!»). Y todos hemos seguido el juego, todos: desde los medios de comunicación, afines y desafinados, hasta la cada día más pardilla oposición pepera pasando por la cada vez más visible oposición no pepera. Los ciudadanos de a pie no tanto, porque más que a las palabras hemos jugado a los hechos, por ejemplo a ver cuántos agujeros más tiene el cinturón. Pero puestos a jugar, si nos fijamos en la progresión de palabras y frases que se han utilizado en los últimos meses para evitar la palabra innombrable, sinceramente, la que menos miedo me da es justo la innombrable.
Veamos:
Dificultades coyunturales, empeoramiento, desaceleración, brusca desaceleración, desaceleración transitoria ahora más intensa, desaceleración rápida, situación ciertamente difícil y complicada, debilidad del crecimiento económico, crecimiento debilitado, condiciones adversas, frenazo, coyuntura económica claramente adversa, deterioro del contexto económico, escenario de crecimiento debilitado, periodo de serias dificultades, difícil momento coyuntural, gravedad de la situación, las cosas van claramente menos bien, situación grave y preocupante, claro y rápido empeoramiento de la situación, problema de dificultades, tiempos difíciles y complicados, aminoración del superávit (ésta acojona ¿verdad?), serias dificultades creadas por circunstancias externas, hacer frente a una situación que esperemos que sea corta y se pueda solventar de forma rápida (¡inefable Pepiño!), etcétera, etcétera, etcétera.
¿A que dan miedo? Desde luego, cualquiera de estas frases te la dice tu médico y date por muerto (sobre todo si quien te lo dice es el doctor Muerte, perdón, el honorable doctor Montes). Hagan la prueba: «Lo siento señora, su marido sufre una coyuntura coronaria claramente adversa» (dos semanas de vida); o «su páncreas sufre una desaceleración transitoria ahora más intensa» (un mes a lo sumo); o «respecto al nuevo tratamiento, las cosas van claramente menos bien» (una semana y cuidándose mucho). Y ya si el doctor te dice, con rostro afligido y voz exageradamente grave, «acaba de entrar usted en números rojos», si no te mueres directamente en la consulta de la impresión, es que te quedan días, ¡horas incluso!
Pero no temáis, hombres de poca fe. Porque una vez Z ha mentado la palabra innombrable, ya está tan trasnochada que no parece grave. Crisis. ¡Pues vaya! Crisis, crisis, crisis. Nada, ni un temblor. Y si encima nuestro sabio y económicamente solvente presidente (perdón por el pareado) nos tranquiliza afirmando con su habitual sinceridaz que «la situación económica actual requiere de reflexiones profundas para acertar en la respuesta política. Antes de tomar decisiones se están haciendo reflexiones de fondo» y que nunca la economía española había enfrentado una situación de este tipo en «unas mejores condiciones de partida» y que «España saldrá todavía más fuerte» de esta situación «complicada», ¡pues nada!, ¿de qué hay que preocuparse? Todo está controlado. Y el que se preocupe es un antipatriota y un fatalista y un irresponsable y un catastrofista y un pesimista antropológico y no merece vivir en un país que lidera la ChampionsLi de la economía mundial.
Y si además Pepiño, alias P, el gran estadista y prestiogiosísimo anal-ista económico internacional nos dice que todo esto es «fruto de la guerra de Irak», que «lo que ha pasado en EEUU por la pésima gestión de Bush, que ha dilapidado la herencia de Clinton, ha llevado a una crisis sin precedentes al sector financiero», pero que «los tiempos son difíciles, y no estamos para negarlos, sino para afrontarlos, resolverlos», pues yo me quedo más tranquilo, qué quieren les diga. Y si nos hemos fundido el superávit y estamos en números rojos, pues oye, que es nuestro color, el de la selección, el de Cuatro, el de Ezpaña. Y nos favorece un montón. ¿O no?
2 comentarios:
Con el Felipismo ganaba el PSOE porque al español medio le daba igual que le robaran siempre que los que metieran mano en la caja fueran "descamisados" (y qué descamisados). Ahora volverán a votar a Z porque les volverá a prometer pleno empleo y 600 euros a cada uno cuando queden meses para las siguientes elecciones. Pues CON SU PAN SE LO COMAN (en la cola del paro, claro).
Como cantaba Gomaespuma, "rojos, rojos, los números son rojos, podrían ser azules pero se vuelven coloraos". A lo mejor es que se han puesto rojos de pura vergüenza, los numeritos de Solbes, ZP, Sebastián y demás prebostes de la economía en dos tardes.
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