«La sabiduría es hija de la experiencia» sentenció el multidisciplinar Leonardo da Vinci, que de sabiduría y experiencia sabía un rato, el tío. El pueblo español, cuando quiere, también sabe ser sabio e incluso demostrarlo, sobre todo cuando las experiencias, más las malas que las buenas, tocan su orgullo patrio, cuestionan su honor o rasgan su bolsillo. En estos últimos meses de desgobierno y despropósito, las experiencias vividas —sufridas— por el tan sabio pueblo soberano han sido especialmente inspiradoras, al parecer, como queda demostrado con la última ocurrencia perpetrada por el Instituto Cervantes de la ex televisiva Caffarel, en el democrático experimento que ha venido a llamarse “El Día del Español”. La cosa ha consistido en invitar a internautas de todo
1. Malevo.
Es curioso que la favorita entre las favoritas sea una palabra argentina, lo que dice mucho de quién tiene más tiempo libre en este globalizado mundo hispanoparlante. Pero la elección del número uno no puede estar más acertada, ya que este gobierno de Mister Paz cada día se acerca más al matón pendenciero del arrabal bonaerense, chuleando, maleando y navajeando al ciudadano honrado en cada oscura esquina de esta crisis que aún ignoramos cuán sucia y tenebrosa es.
2.
Cuando el jefe de los ser-vicios de inteligencia se va de pesca de alto standing a cargo del dinero de los contribuyentes, es pescado in fraganti —e in foto— con las manos en el marlin y tratan de ocultarlo con el photoshop sustituyendo en la foto la cabeza del susodicho jefe por la del compañero de pesca que tiene al lado, sin cambiar la de éste, sinceramente, acojona pensar que éstos del CNI son nuestros mejores espías. Y Rubalcaba, ¿no dice nada ahora de Mortadelo y Filemón?
3. Albricias.
El pueblo sabio debe ser gran aficionado a la NBA, pues aparte del anillo ganado a pulso por el grandísimo Gasol con los Lakers, no encuentro ninguna otra razón o acontecimiento que merezca celebrar con júbilo y alborozo. Bueno, sí, que Tita Cervera ha revelado finalmente la verdadera identidad del padre de su hijo. ¡Albricias!
4. Infamia.
Las cínicas mentiras de Mister Paz con la crisis, la vileza de la nueva ley del aborto, el deshonroso amor fraternal del vicepresidente Chávez, la creciente demagogia barata e infantil de
5. Valentía.
El pueblo llano siempre está repleto de valientes anónimos. Por ejemplo, cualquier autónomo o empresario PYME que, con la que está cayendo —y lo que queda—, mantenga vivo su pequeño negocio dejándose la vida y algo más en su batalla contra las medidas salvadoras del gobierno. Y no digamos los que osan emprender un nuevo negocio. ¡Unos héroes!
6. Malabarista.
Vender la subida del tabaco y la gasolina como un beneficio para nuestra salud, la salud del planeta y la salud de la Ley de Dependencia ha batido todos los records del malabarismo dialéctico de Mister Paz y sus secuaces (en este caso secuaza). Jamás llegué a imaginar, ni siquiera cuando escribí la hipersurrealista novela “Bienvenido, Mister Paz”, que pudieran llegar a tan altas cimas del morrus operandis de forma tan espectacular. Si dedicaran todo su ingenio de embaucadores profesionales a vender coches, acababan con el stock automovilístico nacional en dos semanas.
7. Cariño.
Falta de, más bien. La falta de cariño que tienen estos tipos y estas tipas por la vida de cientos de miles de tiernos infantes que han cometido el imperdonable delito de no tener las suficientes semanas de vida como para merecer seguir viviendo. El derecho a decidir, lo llaman. Despiadado eufemismo.
8. Abrazo. ¡Qué bonita es la hermandad entre los pueblos! ¡Y qué cara! Sobre todo
9. Bregar.
O cómo el ciudadano que aún tiene trabajo trata de defender su vida, su honra y su hacienda para salir de esta crisis que no tiene culpables pero sí condenados. Eso los que tienen trabajo; los que no, simplemente tienen la vida partida en dos, y nadie que se la remiende.
10. Sonrisa.
El sabio ciudadano conserva aún una cierta esperanza en que algún día, no demasiado lejano, todo vuelva a ser como antes, cuando tenía trabajo, dignidad, objetivos, futuro. Y cuando piensa eso, sonríe. No con la sonrisa hueca (mueca) del optimismo antropológico de su presidente, sino con una sonrisa mucho más tenue, sincera e ilusionada entre tanta desilusión.
Pues eso, la sabiduría popular que se dice. Sólo espero que no sea como la de los cocodrilos que, según la dramática versión de sir Francis Bacon «vierten lágrimas cuando devoran a sus víctimas. He ahí su sabiduría.» ¡Pobrecitos!
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