¡Cómo ha cambiado el circo! El Coliseum Bernabeum lleno hasta la banderum aclamando al Cristiano que va a devorarse, él solito, a los leones, a los uros, a los gladiadores y a la legión romana en pleno si se tercia. 85.000 ciudadanos blancos, dicen. ¡Joder con el circo! Y de esos 85.000, ¿cuántos miles de parados, de pequeños empresarios sin empresa, de comerciantes con el comercio cerrado sine die, con el cartelito de “se vende”, “se alquila” o “se regala” colgado de la persiana cerrada? ¿Cuántos miles de mileuristas, de precarios, de ahogados ensalzando, aclamando, vitoreando, adorando al becerro de oro de 95 millones de kilates? ¿Cuántos que han dejado de comer carne durante un mes para comerse 80 o 90 pavos en la túnica blanca con el 9 por detrás y el bwin por delante? Sí. Cuántos sacrificados ciudadanos —los únicos sacrificados en este circo— arrodillados ante el nuevo dios galáctico, gritando con las bocas bien abiertas y los ojos bien cerrados, que a veces es mejor no ver lo que se adora, no vaya a ser que veamos, no sé, ¿la cruda realidad?
En fin, allá cada cual con su afición, o su ficción, o su adicción o su fanaticción, o lo que sea.
Mas el circo no se detiene, que para eso es el nuevo —y el ancestral— deporte nacional. The show must go on. Y si adoramos al Cristiano por ganar 95 millones de euros para saltar al campo vestido de blanco, a Camps lo echamos a las fieras por dejarse regalar 10.000 euros para vestirse de gris. Y será verdad, oiga. O no. ¡Qué más da! La cagada ya está hecha. Y el pulgar del juez Flors —que tiene nombre de cómico— ha quedado señalando hacia abajo. Hemos pasado del “Yes, we Camps” al “Cagaturi te salutant”. Y aunque la cosa no tenga delito más allá de la estupidez, la torpeza y la mentira, Camps purgará en la arena, mas no solo: le acompañará el valiente Rajoy —aunque no es precisamente Charlton Heston— con la mano quemada de ponerla tanto en el fuego. Menudo panorama. ¡Menudo circo! El pueblo clama, pidiendo sangre; y los leones salen, hambrientos, con las garras recién afiladas con el samurai shark y el colmillo bien torcido.
El delito no es vestir, más o menos gratis. El delito es mentir, y eso no debería salir gratis. No, sobre todo en un partido como el PP, que debe ser y parecer, como la mujer del César. O más.
Pero al César lo que es del César y a Flors lo que es de Flors. Ahora queda averiguar la verdad, que al final es lo único que merece la pena. Pero sea cual sea, la verdad y la pena, la arena ya está manchada de sangre. Y todavía queda Bárcenas. Y mientras, el vice César tercero Chaves Maximus Subvencionatur permanece en el palco partiéndose el sternum de la risa, dispuesto a perdonar —privilegio de los dioses— 900.000 euracos, por el rostrum, al fiel centurión Cebrián adeudados por la tdt de PRISA. Y eso da para muchos trajes. Romanos y Milanos.
Y de César a César, o a dios, que en caso del otro Flo, el Florentino, tanto da. El PP clama, desde la arena, ¡por favor, Florentino César, traenos más Cristianos que adorar, para entretener a la plebe, para entumecer al populacho. Panem et circenses, que la paellum se nos ha pasado (de rosca, de lista o de tonta, aún no sabemos). Y todavía queda Bárcenas.
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TIRARSE LOS MUERTOS PARA GANAR LA PARTIDA
Hace 2 semanas
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