jueves, 19 de noviembre de 2009

La Roja en Bermeo.

Lo primero, es de ley, felicitar a los pescadores y a sus familiares (¡qué mujeres!) porque han salido sanos y salvos del entuerto somalí. Zorionak!

Es lo único que ha salido bien de toda esta alakranada de despropósitos, ignorancias, improvisaciones, mareos legales, pifias, incongruencias, mentiras, bajadas de pantalón y cagadas (con perdón) en la mar salada que ha resultado ser el rescate (¿rescate?) del atunero vasco que llaman el Alakrana, en todo el mar conocido, del uno al otro confín. Pagar el chantaje, y además con intereses (parece ser el más generoso hasta la fecha), no es un buen resultado (y si el pago lo ha realizado el Gobierno es, además, asunto muy grave). Ya se avisó que después de lo del Playa de Bakio iban a venir más piratas a por el chollo hispano; tal vez por eso el Alakrana no faenara bajo pabellón español, para disimular, pero los piratas son astutos y saben que un barco español es español aunque vaya de euskaldún por la vida y por la mar. Y si es español, paga; y además, eso también lo saben, no mata, que los militares españoles tienen prohibido disparar a matar, aquí, en Afganistán y en la Conchinchina, que luego pasa lo que pasa y a Mister Paz le entra el cargo de conciencia y le vuelven a atormentar las pesadillas de cuando vio morir a la madre de Bambi, trauma que nunca ha superado aunque haya visto la película quinientas veces (según palabras del propio, que uno no se inventaría cosa tan exagerada y tan tonta).
El caso es que no se puede ir por esta vida llena de peligros y gente malota con la sangre de un teletubbie, porque luego pasa lo que pasa. Y lo que pasa es que los piratas se piran con casi tres millones de euros, para sus cosas y sus compras, y los pesqueros españoles se convierten en los favoritos para recibir collejas por todos lados, como Pepiño en el cole (¡pero si hasta intentaron atracar el Alakrana otra vez sólo diez minutos después de largarse los amigos del pirata Willy con el botín!).

¿Y hay solución?, se preguntarán ustedes. Pues sí, la hay. Y no es colocar a cuatro matones de discoteca en cada barco, en plan Chuck Norris, porque Chuck Norris sólo hay uno y ha entrenado muchas horas para ser Chuck Norris y soltar leches como las que suelta Chuck Norris. No. La cosa no va por la violencia, va por el… ¡talante! Viendo el fracaso que ha supuesto la Operación Atalanta, yo propongo aquí y ahora, con toda modestia pero con absoluta contundencia, la creación de un nuevo operativo urgente: ¡LA OPERACIÓN ATALANTE!
¿Y en qué consiste la Operación Atalante? Pues muy sencillo, consiste sencillamente en jugarse al fútbol el rescate del próximo secuestro atunero. En partido amistoso, por supuesto. Solución pacífica al conflicto donde las haya.

La cosa sería así: aprovechando que ahora la Roja, o sea, la Selección Española puede jugar otra vez en territorio euskaldún después de cuarenta años, por obra y gracia de Patxi, Basagoiti y Rosa, pues lo que haríamos sería organizar un partido amistoso entre la Roja y la selección de Somalia (que según Moratinos tiene Estado, o sea, que también tiene selección de fútbol). El equipo vencedor se llevaría la Copa Atalante y un premio en metálico (billetes sin marcar) de 2,7 millones de euros. Por supuesto, el Ministro de Deportes español y a la sazón seleccionador nacional de la Roja, Mister Paz (o sea, el Míster), aleccionaría a sus muchachos para dejarse ganar por humillante goleada. Y ante posibles imprevistos, como goles en propia meta de los somalíes, penalties involuntarios, hachazos a la argentina, ametrallamientos, etc., las delegadas de la FEA (Federación Española de Atalante), doña María Teresa y doña Carma, bajo la supervisión del delgado de Justicia, podrían adaptar las reglas del juego en función de las circunstancias y/o las conveniencias de cada momento y/o situación.

Por supuesto, el encuentro se jugaría en la villa marinera de Bermeo, en honor de los últimos arrantzales valientemente rescatados. Antes del encuentro, en la bella Plaza de Sabino Arana, presidida por la ikurriña, la bandera somalí y el cartelito de ‘euskal presoak etxera’ en la balconada del Ayuntamiento, el dantzari más virtuoso del lugar deleitaría con un aurresku de bienvenida a la delegación del gobierno somalí (o del señor de la guerra de turno ese día) y a la del gobierno del Estado (Mister Paz, Moratinos), en presencia del alcalde de la villa, el muy jeltzale don Xabier Legarreta, y del entusiasta pueblo bermeotarra.
Una vez finalizado el acto de bienvenida, y tras tomar unos zuritos en el batzoki, para ambientar, las delegaciones, el alcalde y el pueblo bermeotarra se desplazarían al estadio Itxas Gane, campo del Bermeo Futbol Taldea, donde ya estarían calentando los jugadores de ambas selecciones. El trío arbitral estaría formado por el hombre de paz Otegui, franqueado por el gudari Goikoetxea, felizmente curado del pie por un podólogo francés, y por el gudari De Juana Chaos, felizmente recuperado de su depresión post mortem (de 25 inocentes). El pirata Willy efectuaría el saque de honor, bajo la atenta mirada de su abogado, que observaría en respetuoso silencio, por si acaso. En el palco de honor, la delegación somalí y su pequeño ejército de escoltas, formado por 63 hombres armados con AK-47 y puestos de khat hasta las cejas. En el graderío, la delegación del Estado Español, el alcalde de Bermeo portando su pancarta de presoak etxera, el entusiasta pueblo bermeotarra, los dos mil soldados somalíes entrenados por el ejército español para luchar contra los piratas, los familiares de los pesqueros secuestrados, los armadores y sus señoras, un grupo de animosos vecinos de la vecina villa de Bakio y un par de surfers australianos vecinos de la vecina villa de Mundaka. Retransmitiendo el encuentro, Joseba Elosúa, dueño del bar Faisán, a la cámara; y el Ministro de Escuchas y Asuntos Oscuros, Pérez Rubalcaba, al micrófono. El partido, por supuesto, finalizaría con un resultado favorable para todos: 27-0. La delegación somalí recogería su Copa Atalante y su premio en metálico de 2,7 millones de euros (billetes sin marcar); el Míster estaría orgulloso de sus muchachos por haber cumplido con su deber con pacífica vocación; los piratas estarían orgullosos por haber cumplido su misión humanitaria; las familias de los marineros estarían felices por el feliz desenlace; los armadores, contentísimos de haber recuperado gratis total el carísmo atunero; y el abogado del pirata Willy no diría ni sí ni no ni todo lo contrario, pero se le notaría una cierta satisfacción en el rostro.
A continuación, se desplazarían todos al Restaurante Jokin, que tiene unas espléndidas vistas al puerto y al cabo Matxitxako (y además está muy cerquita del Banco Guipuzcoano, por si hubiera que sacar más metálico), donde degustarían un espléndido marmitako regado con vinos de la tierra y amenizado por el Orfeón Bermeano, que le da mil vueltas al Donostiarra. La cuenta correría a cuenta del Estado Español, faltaría más, que intentaría recuperar parte del gasto en el Casino del pueblo, jugando al mus contra la delegación somalí. Pero la pareja contraria les pillaría todas las señas y perderían, además del dinero del premio, unos miles de euros más.
Y así, hasta el siguiente pesquero secuestrado y la consiguiente Operación Atalante.

Y luego dicen que el pescado es caro.


1 comentario:

juan dijo...

Felicidades por su irónico, delirante y auténtico escrito. Me adhiero totalmente a lo expresado.
Siga con ese ánimo contando las aventuras y desventuras del Ingenioso Bachiller leonés que bajó a la Meseta para liderar a toda la Nación con sus geniales luminarias.
ZP, el Príncipe de la Paz (pobre Godoy), no deja de ser un vulgar y pobre imitador de D. Alonso Quijano.