miércoles, 17 de marzo de 2010

Esperanza, la rebelde con causa y sin IVA.

En 1841 tuvo lugar una rebelión de los ciudadanos de Plzen (Pilsen), pequeña ciudad en la región de Bohemia (Rep. Checa). Hartos del brebaje turbio y oscuro que habían bebido hasta entonces en los mesones, salieron a la calle para reclamar a las autoridades un tipo de cerveza más bebible, de mayor calidad. El alcalde reaccionó como debe un servidor de la ciudadanía, contrató al maestro cervecero Josef Groll y le dio un año para tener lista esa nueva luminosa bebida. El 5 de octubre de 1842 se abrió el primer barril, con gran ceremonia, y los ciudadanos de Plzen celebraron alborozados la creación ese néctar dorado que a partir de aquel momento se conoció como cerveza pilsen. Acababa de nacer la primera cerveza rubia de la historia: Pilsner Urquell. Desde ese día histórico, millones de personas en todo el mundo han podido disfrutar y celebrar el sabor suave y dorado de todas las cervezas rubias que han existido, existen y existirán. Y todo gracias a esa rebelión ciudadana.


Moraleja: que las rebeliones pueden ser buenas. Muy buenas, como en el caso de Plzen. O como pretende la rebelión propuesta por Esperanza Aguirre, que no es más que eso, una (justa) reclamación de los ciudadanos para intentar retirar un innecesario azote impositivo a sus ya menguados bolsillos. Si el gobierno necesita dinero (y mucho) para servicios sociales, que recorte gastos políticos (y muchos); si pretende crear empleo, que dé facilidades a los creadores de empleo (o sea, a las pymes). Pero con la subida del IVA ni se generarán más empleos ni más dinero. Más bien al contrario. Lo que sí se generará, seguro, serán muchas más facturas sin IVA, o sea B, o sea, menos recaudación para papá Estado. Y por cierto, ¿no fue Mister Paz quien afirmó que subir impuestos es de derechas?


Pero claro, lo ha dicho Esperanza Aguirre. Aunque sea lo que piensan todos los ciudadanos y todos los trabajadores y todos los pensionistas y todos los pequeños empresarios y todos los autónomos y todos los economistas (y seguro que incluso todos los sindicalistas). Pero si lo dice Espe, entonces ya no vale. ¡Mala, Espe, mala! Así que se pone en marcha la maquinaria demagógica socialista a toda potencia, para salvar el pellejo a base de titulares humeantes y fórmulas extravagantes, y expandir eso de que si Aguirre es una traidora a la patria, que si incita al delito, que si está fuera de la ley, que si es una insumisa, y una ultra y una facha y una extremista y una… en fin que la rebelión contra el IVA es casi, casi como el levantamiento de Franco contra la II República.


Y no es que la Presidenta haya auspiciado un motín en plan, digamos, Rebelión a Bordo, echando al malvado capitán Bligh y sus ministros a los tiburones, robando la valiosa Bounty (propiedad del Estado) y fundando una nueva comunidad autónoma nacional en una isla paradisíaca, con sus propios impuestos, leyes y felicidad.


Tampoco es que vaya de Jeannette por la vida, rebelde porque el mundo la ha hecho así y porque nadie la ha tratado con amor. Creo que Esperanza Aguirre es rebelde porque ella se ha hecho así y además tiene mucho amor, de su gente y de sus votantes, porque les hace hospitales y centros de salud, y escuelas bilingües y metro y les baja los impuestos y demás cosas que hacen las presidentas por sus ciudadanos. Hasta en el ex cinturón rojo de Madrid recibe amor, la muy rebelde.


No es, ni mucho menos, una rebelde sin causa, a lo James Dean, que vivió deprisa, murió joven e hizo un bonito cadáver. Esperanza tiene muy buenas causas por las que rebelarse ha vivido su carrera sin prisas y no parece que vaya a hacer un cadáver político a corto plazo, ni bonito ni feo.


Tampoco se me antoja una rebelde al estilo Espartaco (el esclavo, no el torero), aunque tiene sangre de gladiadora y lucha por aquello en lo que cree, y por aquellos en los que cree, aunque éstos no crean en ella. Más que liberar a los esclavos, la imagino yo a tridentazos en el circo contra los liberados (sindicales, se entiende).


No la veo como los Rebeldes de Coppola (The Outsiders), en lucha sangrienta por el poder de la calle entre ‘Dandis’ y ‘Grasientos’, o sea, entre pijos y macarras, o entre peperos y sociatas, o entre fachas y rojos, a navajazo limpio por unos votos y alguna sinrazón disfrazada de argumento; no, esa distinción fanática y goebbelsiana sólo se la creen ya los fanáticos goebbelsianos, a uno y otro extremo de la valla. Ella no, desde luego; es lo que tiene ser liberal.


En realidadad, la cosa ésta de la rebelión contra el IVA de Esperanza Aguirre me recuerda, y mucho, a la Rebelión en la Granja de Orwell. Esa revolución que empezó por los derechos de los animales y que acaba en una tiranía bestial, corrupta y mentirosa. Los Siete Mandamientos que se van cambiando sobre la marcha, a conveniencia del cerdo Napoleón, líder único y todopoderoso, me recuerdan mucho a las leyes de esta Ezpaña nuestra que se van modificando o contradiciendo según la coyuntura o la necesidad de justificarse. Siempre con la complicidad de los demás cerdos, eso sí (metafóricamente hablando, por supuesto).

Al final, la rebelión que iba a liberar a los animales del yugo del hombre, acaba con los propios animales trabajando larguísimas jornadas por raciones minúsculas de comida, y sin posibilidad de queja. Eso es precisamente lo que están consiguiendo Zapatero y sus cómplices: que trabajemos cada vez por menos, los que tengan trabajo, y no osemos alzar una voz de protesta, porque entonces seremos rebeldes, antipatriotas y fachas. Y quedará un único mandamiento, que es justo lo contrario de lo que proclaman: “Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros”.


O como el hombre-masa que definía Ortega y Gasset en otra rebelión, La Rebelión de las Masas: ese ser vulgar y conformista, encantado de su propia vulgaridad moral e intelectual; si todos nos sentimos “como todo el mundo” así no nos angustiamos y nos sentimos a salvo. El hombre-masa se cree que con lo que sabe ya tiene más que suficiente y no siente la más mínima curiosidad por saber más; carece de proyectos y va a la deriva (der-iva, ¡qué bueno); por eso no construye nada (¿qué, les es recuerda a alguien?).


Y por eso tampoco es extraño que cuando surge alguien como Esperanza Aguirre, que no se conforma con existir, que se exige a sí misma y a su equipo (¡y qué equipo!) el esfuerzo de realizar un proyecto detrás de otro, que dice las cosas claras, que defiende sus ideas sin flojeras, que coge el toro por los cuernos, ya sea para defender la Fiesta Nacional o la causa de Cuba, no es extraño, digo, que esa mediocridad que nos gobierna de deriva en deriva, la repudie, la insulte y la menosprecie… porque en el fondo la temen. O la envidian.


Pues nada. Como yo me declaro en contra de que me suban el IVA (y en general cualquier impuesto), agradezco a la lideresa que me brinde la opción de rebelarme y exigir su supresión entes de que nazca: ¿dónde hay que firmar? Y mientras espero que esta rebelión ciudadana dé resultado, celebraré con el resultado de aquella otra rebelión ciudadana en Plzen, o sea, con una birrita, que tengo una presidenta que se preocupa por mi dinero y mi bienestar, que vienen a ser casi lo mismo. Así que, pripitek! Y al IVA, que le den.

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