viernes, 1 de octubre de 2010

La jauría humana en la huelga general


Ha muerto Arthur Penn, el director de la mítica y violenta Bonnie & Clyde, de obras magistrales como El milagro de Anna Sullivan, Pequeño Gran Hombre o El Restaurante de Alicia o la desmitificadora El Zurdo, su debut. Pero, sobre todo, el director que supo retratar como nadie la violencia gratuita del ciudadano medio, convertido en turba impensante por simple sinrazón, en implacable cazador del hombre por el hombre, a muerte, como una jauría de lobos plautianos; y con una excusa cualquiera, llámese racismo, miedo, alcohol, frustración, aburrimiento, miseria moral, demostración de poder… o simple deseo de violencia. La película, claro, La jauría humana (The Chase, 1966), uno de los más impresionantes repartos de la historia del cine (Marlon Brando, Angie Dickinson, Robert Redford, Jane Fonda, E.G. Marshall, James Fox, Robert Duvall, todos en verdadero estado de gracia) y un retrato implacable de la degradación moral de un pueblo presuntamente pacífico y adormecido al que le basta (y le sobra) un chispazo para estallar en una orgía de salvaje violencia persecutoria: un negro falsamente acusado, un fugitivo que vuelve a casa, unos cuernos, unos celos, unos litros de whisky, un extraño con una pistola y la fiesta acaba en tragedia, con paliza casi mortal al sheriff y con caza mortal al hijo pródigo. Y luego, de la violencia inconsciente del sábado noche a la resaca de culpa y conciencia el domingo por la mañana. Hasta que otro chispazo, otra excusa, vuelva a sacar a la jauría humana a la calle, a la caza.


Dos días después de la muerte de Arthur Penn, el sindicalismo patrio ha rendido devoto homenaje a La jauría humana. Fue ayer, en Sevilla, en Barcelona, en Gijón, en Valencia. Y especialmente en Madrid ("vamos a parar Madrid por las buenas o por las malas"). Es preocupante el odio visceral que estos representantes (en fin) de los trabajadores le profesan a la presidenta de la Comunidad Autónoma que más puestos de trabajo ha creado en los últimos años. Curioso que crucifiquen a Esperanza Aguirre por decretar unos servicios mínimos más suaves que, por ejemplo, Patxi López. Paradójico que la califiquen de "excesivamente agresiva" los mismos que revientan escaparates, lapidan esquiroles o queman coches patrulla. Como la jauría humana de Arthur Penn.


La huelga ´general´ de ayer no fue más que eso. Una demostración de matonismo sindical, de violencia gratuita (aunque nos ha costado nosecuántos millones de euros), de turba descerebrada, de acoso criminal (la ley dice que "será reo de una pena de 6 meses a 3 años quien quisiera imponer coactivamente a un trabajador el iniciar o continuar una huelga contra su voluntad") y persecución implacable al abuelo, al escolar y al trabajador que quería ejercer su derecho al trabajo, pero se lo impedían los representantes del trabajador. Fue la dictadura de estos demócratas del palo, la silicona, la pedrada y la amenaza disuasoria estilo ´naranja mecánica´. Piquetes informativos o cognitivos o convencitivos o como quieran que los llamen ahora, que no son más que matones a sueldo de la subvención. "Sois el piquete de la libertad (…) Esparcid la simiente de la libertad, el antídoto contra la resignación (…) Somos los garantes de la libertad" declamaron sin asomo de vergüenza unas horas antes de la huelga. Los ´garantes de la libertad´, dicen. Eso suena tan cruelmente paradójico como aquel "El trabajo os hará libres" que se leía, forjado en siniestro hierro, a las puertas de Auschwitz.


Hola trabajador, yo te defiendo, soy el garante de tu libertad, pero si trabajas hoy te rompo la crisma, o el negocio, o el camión, o la dignidad. Hola parado, yo te defiendo, soy el garante de tu libertad, pero en 3 años de crisis galopante no he movido un dedo para que conserves tu puesto de trabajo, ni tu dignidad. Eso sí, he garantizado el puesto del maître y los camareros de El Chaflán, el Tse-Yang y demás lujosos templos gastronómicos pagando con tarjeta a cargo de vuestras cuentas corrientes y menguantes.


Leo en un periódico que el lamentable Gobierno y los anacrónicos Sindicatos han empatado en la huelga, que todos contentos, al cincuenta por ciento y así. Puede ser. Lo que sí es seguro al cien por cien es que hemos perdido todos los demás. Como siempre. Y lo que nos queda por perder, al menos hasta que nuestros gobernantes y nuestros apoltronados sindicales hagan huelga indefinida. Pero de hambre.


Mientras, nos seguiremos viendo reflejados en el Robert Redford perseguido y cazado por la sinrazón de la jauría humana. Democracia, la llaman.


lunes, 27 de septiembre de 2010

La Esteban, presidenta del Gobierno (glups)


Leo el titular y me entras sudores fríos por el cerebro sólo de pensarlo: “Belén Esteban tercera fuerza política del país”. Y uno piensa si es que nos hemos vuelto locos, si ya lo estábamos de antes o si somos directamente gilipollas. No sé si es peor el hecho en sí, o sea, el tirón popular de esta “princesa del pueblo” (¡toma!), o el que esta noticia (¿?) pueda ser tomada en serio, no ya por el “pueblo”, sino por la prensa seria. Que esta impresentable pueda presentarse a las elecciones generales sería, además de puro esperpento, un gravísimo síntoma de cómo está la cosa política en esta Ezpaña nuestra. Pero, sobre todo, es una muestra más de hasta dónde puede llegar el poder de la tele.


Porque esta idiotez, disfrazada de encuesta de Sigma 2, no es más que una gran campaña de publicidad de Telecinco. Una cadena que ha demostrado que se puede caer tan bajo como sea posible y más, sólo por la audiencia. En cada uno de sus programas estrella, en cada una de sus entrevistas exclusivas, en cada uno de sus tertulianos y tertulianas de postín. Han encontrado un filón en la Esteban que piensan exprimir al máximo, hasta dejarlo más seco que la ética del presidente de la cadena y sus colaterales.

Ya la Sexta nos coló en Eurovisión al Chikilicuatre, ahora estrella anticapitalista de los sindicatos del crimen. Y T5 nos cuela constantemente a sus mediáticas estrellas estrelladas de Gran Hermano, Ambiciones y demás estercoleros televisivos. Esta es otra campaña más en busca de audiencia, al precio que sea, que suele ser bien bajo (éticamente hablando).

Pero, claro, viendo el nivel ético e intelectual de los políticos que nos desgobierrnan, el ejemplo que reciben los ciudadanos y ciudadanas destepaís es más bien pobre. Lo peor es que nos hemos acostumbrado a la mediocridad: ministros sin titulación universitaria, presidentes autonómicos apenas con estudios primarios; secretarias de organización con CV que caben en una caja de cerillas, diputados iletrados, sin modales ni vergüenza; máquinas políticas sin más escuela que la sede del partido ni más estudios que los estatutos; y un presidente del Gobierno sin experiencia gestora, sin idiomas, sin preparación económica, sin autoridad (no manda ni en su casa), esclavo de la demagogia, de la frase vacía, de la nadería más absoluta, para quien lo único importante es la foto… Pues eso, que entre todos nos están dando la clave para triunfar en la España de hoy: ser nada, ser menos que nada. Basta con tener todo el poderío de un grupo de comunicación detrás, o de una cadena de TV.


Como en el caso de la “princesa del pueblo” (¡manda huevos!). De verdad, no me la imagino diciéndole al Financial Times “mi Andreíta no se toca”; o contándole a Durao Barroso que “Belén va a hacer lo que la de la gana”; o dándole un corte de manga a Cameron, que eso se entiende hasta en inglés; o gritándole a Berlusconi que se lave la boca con aguarrás; o avisando a Sarkozy “¡cuidadito, que ma-to!”; o cobrando por exclusivas en las ruedas de prensa oficiales, más caras si se le escapa el lagrimón; o visitando a Obama en la Casa Blanca con su Andreíta disfrazada de Primera Comunión laica; o soltando en la ONU un “que nadie tenga el par de cojones que tengo yo para decirlo”, mediando en cualquier conflicto diplomático. O mostrando los inciertos resultados de su operación antiestética a Angela Merkel. O celebrando la retirada de las tropas de Afganistán enseñando las tetas nuevas en la portada del Interviú. O celebrando el consejo de ministros y ministras en el glamuroso plató de Sálvame de Lux. Por ejemplo.


No me imagino tampoco a Jorge Javier de ministro de Fomento del Gaycismo, ni a Karmele de ministra del Sexo Puro y Duro; ni a Jordi de ministro de Manipulación Interna, ni a la Milá de ministra de Prohibiciones y Contradicciones, ni a Mª Antonia de ministra de Laicidad Extrema ni a Enric de ministro de Aniquilación de la Oposición (o sea, de la Campanario), ni a Paquirrín como ministro de Analfabetismo y Obesidad. Ni, ya puestos, a los chicos/chicas de Gran Hermano como Asesores de Presidencia en Asuntos Varios (u Ovarios). Un suponer.

Para mí es un verdadero misterio de la modernidad cómo un ser tan bajo, zafio, manipulador, grosero, exagerado, aprovechado, chabacano y demás virtudes ha llegado hasta donde está. No logro entenderlo. Lo juro. Será que ando lejos del sentir popular. Será. Ya hubo hace años un experimento con gaseosa y se llamó Jesús Gil. Éste sería un experimento con queroseno. Y es mucho más inflamable, más peligroso y más espeluznante.


Lo único bueno de toda esta historia, al contrario que la de John Doe (la gran película de Capra que protagonizó Gary Cooper), es que durará poco. La Esteban se acabará quemando a lo bonzo por fama y dinero y Telecinco será quien ponga la gasolina. Lo que no sabemos es si la cerilla final la encenderá ella misma o Vasile. Antes de las elecciones será un cadáver mediático más. O menos.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Mamá, ya no quiero ser artista; quiero ser sindicalista


Las niñas ya no quieren ser princesas. Y a los niños no les da por perseguir sus sueños de ser toreros, ni bomberos ni futbolistas. Ni artistas. Ni siquiera de la zeja. Ahora lo que se lleva es ser liberado o liberada sindical. «Mamá, ya no quiero ser artista; quiero ser sindicalista. Y cuando sea mayor y triunfe en mi no-trabajo, poder llegar a liberada. ¡Eso es lo más de lo más! Vamos, que hasta Paris Hilton dice ahora que prefiere ser liberada que millonaria excéntrica, que al final se pasa todo el día y toda la noche currando y gastando mientras podría estar todo el día y toda la noche cobrando sin currar. Un chollo, oye. Y encima puedes quedar con todos tus amigos y amigas de facebook un día cualquiera entre semana (como no trabaja ninguno ni ninguna…) y montar un fiestorro de 20.000 colegas en Vistalegre gratis total, regalo de todos los españoles. Son de majetes…


»Sí mamá, ya no quiero ser artista. Quiero que la empresa a la que no voy a trabajar me pague mi sueldo íntegro por ir al sindicato a no-trabajar. Todo sea por defender los derechos de los trabajadores y las trabajadoras, como yo. Y quiero que si recortan sueldos (por lo de la crisis ésa que han provocado los cerdos capitalistas y los empresarios explotadores y fascistas) a mí no me toquen ni un céntimo, aunque fiche dos veces al año, que mi labor es vital para la igualdad, la libertad, la fraternidad del proletariado y para la makroeconomía destepaís (¿o era carreful?).


»Y ya puestas a pedir, quiero un merecido sobresueldo de 30.000 euritos (para empezar) por asistir de vez en cuando a algún consejo de administración de ésos que pululan por la empresa pública y privada. No sé, tipo Renfe o Adif, o Caja Madrid, que ahí hay mucha pasta en la caja (jajajaja…). O de todas, como María Engracia Cardeñosa, que es secretaria de Administración y Finanzas de UGT y consejera de cinco empresas del sindicato, socia de otra, presidenta de la Consultora de Pensiones y Previsión Social Sociedad de Asesores y tesorera de Fundación Paz y Solidaridad y consejera de Atlantis Vida Compañía de Seguros y Reaseguros y de No Sé Qué Más. ¡Mi héroa! A mí, el puesto me es igual que me es lo mismo, en principio: asesora, consejera, vocal, socia o presidenta. Total, voy a cobrar igual los pluses, las dietas y las retribuciones que me correspondan legal y legítimamente. Y lo mejor es que una vez estás dentro, es para siempre, ad internum o in eternum o internum eternum, que decimos las que sabemos latín. ¡Ay, qué vida más dura, mami! (es broma, jejejeje). Oye, que te invito a comer en el Bulli un día de éstos y como si fuera el Burguikin, euro arriba euro abajo.


»Ah, y sin olvidar los beneficios como trabajadora y afiliada que es una, o sea, los seguros, la formación, las pensiones privadas, la vivienda y la información sindical. Y chollos de pisos protegidos, como los áticos de Toxo, que para eso tenemos coleguillas de directivos en las inmobiliarias. O de dueños. Y hablando de chollos, también puedo meterme en algún órgano consultivo del Gobierno, para hacer que hago informes y dictámenes sobre asuntos laborales y sociales, que en realidad me bajo del rincón del vago punto com. Y si todo va sobre ruedas, me monto un chiringuito de Cursos De Formación Para Parados Que Están Trabajando Por Su País y me cubro de oro. Eso ya es arena de otro costal. Ahí hasta me puedo pensar lo del bungalou en el Caribe como la Chacón. ¿Te imaginas, mami? ¡Es que me meo en las bragas sólo de pensarlo!


»Y no creas que me olvido de ti, mamita. Que en cuanto esté metida en el ajo te meto a ti de Consejera Materna o de Vicepresidenta Asesora Filial o de Atesorera Social-lista o de lo que sea. Que para eso eres sangre de mi sangre y me pariste con dolor. Eso sí, para la huelga general del 29 a ver si me coses la camiseta roja con la frase “Muerte al capital, por explotador y por cabrón”, que tú lo haces muy bien. Ah, y ya que estás, ciento cincuenta bocatas, para los compañeros y compañeras. Yo te pago el pan. Ale, me voy a currar, que hemos quedado en el bar del sindicato para echar un mus. ¡Ay, cómo mola ser una mujer liberada!»



Pues eso.

...

jueves, 9 de septiembre de 2010

La serpiente rediviva.


Esta es la historia de una mujer de buen corazón que una mañana se encontró, tirada junto al camino, una pobre serpiente casi muerta por el frío. «Llévame dentro, por amor de Dios. Llévame dentro, buena mujer» suplicó la serpiente. «Te llevaré a casa y cuidaré de ti» le aseguró la mujer. La abrigó, la calentó junto al fuego y le dio leche y miel. Cuando volvió del trabajo esa noche, comprobó que la serpiente había revivido. «Eres tan bonita, pero si no te hubiera cuidado ahora estarías muerta», susurró la mujer. La acarició, la besó y la abrazó suavemente. Pero la serpiente, en lugar de darle las gracias, la mordió con saña. «¡Yo te salvé! —exclamó la mujer— Y aún así me muerdes. ¿Por qué? Sabes que tu mordedura es venenosa y ahora voy a morir». «Oh, ¡cállate estúpida mujer! —siseó el reptil con desprecio—. Sabías perfectamente que era una serpiente antes de llevarme a tu casa».


No sé por qué, esta vieja canción de Al Wilson me recuerda a cierto iluminado presidente del gobierno que cierto día se encontró una serpiente moribunda, la llevó a su casa, la abrigó, la calentó junto al fuego y le dio leche y miel. La serpiente, agradeciendo los cuidados, se curó y revivió con gran rapidez. ¡Qué bueno soy, pensó el presidente, qué magnánimo y bondadoso! Lo malo fue que la serpiente, una vez curada, volvió a morder. Y lo peor es que, cada vez que muerde, el veneno nos infecta a todos.


Por eso, cuando escucho campanas de tregua, cánticos de negociación y músicas celestiales de procesos de paz siempre me viene a la cabeza la canción de Al Wilson, The Snake, y pienso que los «procesos democráticos por vías políticas y pacíficas», sin «llevar a cabo acciones armadas ofensivas» no son más que palabras huecas y llenas de veneno, como los colmillos de la serpiente. Y que lo único que pretenden los terroristas es que algún pacificador profesional se crea esas mentiras y se lleve a la serpiente moribunda a su casa, para cuidarla y ponerla en plena forma de nuevo. Ya lo hizo el PNV en Lizarra y luego Mister Paz y Txusito en el proceso que nunca existió, el que acabó por puro ´accidente´. Y ahora están en ello EA y Aralar.


La serpiente seguirá mordiendo y matando, porque es serpiente y es lo único que sabe hacer. Y si le damos concejales y subvenciones y censos y acercamientos y credibilidad democrática, estamos alimentando su veneno con leche y miel. Y la única forma de que deje de mordernos es extirparle los colmillos y encerrarla en una jaula, transparente a ser posible, para que la sociedad vasca y la española en general sepan en todo momento que está ahí, encerrada, vencida, anulada. De por vida.

lunes, 23 de agosto de 2010

La cordura aún sigue de vacaciones


Llego a Madrid (al duro asfalto, al trabajo, al calor sofocante, al gris, al ruido, a la rutina pesada, a las horas eternas) procedente de Cantabria (de los pastos, de las olas, del fresquito, del verde infinito, del silencio, de la aventura diaria, del horario sosegado) y, la verdad, no me ha dado tiempo ni de disfrutar del síndome postvacacional, ése que cada vez disfrutan menos millones de españoles porque no tienen trabajo al que volver ni vacaciones de las que retornar. Y es que llevo dos días aquí (¿seguro que son sólo 2? ¿O son 20? ¿Me he ido?) y se me antoja que la locura habitual y descerebrada que últimamente asola este país llamado Ezpaña no se ha ido de vacaciones; o ha vuelto el mismo día que yo, que ya es mala baba.


Por empezar con una semibuena noticia, bien por la liberación de los cooperantes u oenegistas españoles secuestrados; bienvenidos a casa y demás. Lástima (si se confirma, que se confirmará) que los terroristas islamistas tengan ahora unos cuantos milloncejos de euros más para secuestrar a más oenegistas, comprar más armas, suicidar a más fanáticos, explotar más bombas en autobuses y mercados, odiar más al infiel, gritar más alto su victoria sobre España/Al-Andalus y, en fin, comprar más voluntades y corruptelas varias. Y, por cierto, ya que su vuelta sana y salva ha sido posible gracias al gobierno español, el CNI español, la Diplomacia española, el falcon del Ejército español y, sobre todo, los 7 millones de euros que hemos pagado todos los españoles, pues ya podían sus colegas de Barcelona Acció Solidaria haber colocado una banderita española (entre la catalana y la europea habría quedado chupi) en el camión que encabezaba la caravana simbólica que organizaron para celebrar el feliz acontecimiento. Ya saben, por solidaridad. O simple agradecimiento.


Sigo leyendo la prensa digital y me encuentro con el amigo Txomin, el asesino sanguinario de ETA, que ahora quiere ser papá y como debe andar con problemas de eyaculación precoz o impotencia crónica, en lugar de llamar a Boston Medical Group va el tío listo y apelando a su “derecho a la paternidad” pide ser devuelto a su anterior prisión (de la que fue trasladado por conflictivo) en aras de la reagrupación familiar para poder seguir con su pareja, la también etarra Nerea Bengoa, un tratamiento de fertilidad (que pagamos usted y yo). Para tener más etarritas o así. Como ya hizo la super mami Elena Beloki hace un par de años; o como hacía De Juana Chaos, el flaco, entre dieta y dieta polvete. Y claro, esos intransigentes de la AVT se han sentido ofendidos, humillados e insultados por considerar que tales privilegios no son nada justos, ya que ellos sólo pueden reagruparse con sus familiares asesinados en los cementerios. Y yo, pues qué quieren que les diga, lo que siempre he dicho: que cuantos menos huevos de la serpiente eclosionen, antes morirá el bicho por falta de descendencia. En sentido metafórico y literal.

Y mucho más cuando estamos todos como tontos esperando el dichoso comunicado de ETA (el de siempre antes de cada proceso electoral; la tregua trampa de rigor, ya saben) en el que anunciará que apuesta por la solución política pero sin dejar las armas, sin disolverse, sin pedir perdón y encima exigiendo el reconocimiento de sus “víctimas”. O sea, lo mismo de ayer.


Seguimos con delincuentes indeseables. Turno para "El Rafita", ya saben, el autor del brutal asesinato de Sandra Palo, oficialmente libre y sin antecedentes penales por mor de la Ley del Menor, que ha vuelto a ser detenido (por enésima vez desde que abandonó la minoría de edad). En esta ocasión sólo por robar una furgoneta. Pero no se preocupen, esperaremos estoicamente a que vuelva a asesinar salvajemente a alguna jovencita y nos volveremos a echar las manos a la cabeza preguntándonos, entre sollozos culpables, cómo ha podido ocurrir tal cosa.



Y hablando de chorizos, butifarras en este caso, resulta que el nuevo Código de Consumo de Cataluña puede castigar a los establecimientos que no rotulen o atiendan a sus clientes en catalán con multas de hasta… ¡¡un millón de euros!! Olé tus huevos. Eso es recaudación y lo demás propinas. Si ya tenían poca ruina los pobres ciudadanos catalanes, ahora les cae todo el peso de la ley encima. Nens, a ver si en las próximas elecciones os pensáis mejor el voto, que todo lo que os sucede y acontece viene precisamente de ahí. De vuestro voto y de vuestro no voto.


Y, por no perder comba (o sea, votos; o sea, poder; o sea, pela), CIU amenaza con apoyar la insumisión fiscal de los catalanes, que es algo así como dejar de pagar impuestos al Estado Español pero no dejar de cobrar pasta gansa del Estado Español. Y digo yo que por qué no hacemos los españoles una insumisión fiscal para dejar de pagar esa pasta gansa a los catalanes, a ver si dejan de hacer el ganso de una puñetera vez. Por ejemplo, los 7 millones que ha costado el rescate de los cooperantes u oenegistas de Barcelona Acció Solidaria. Y me respondo a mí mismo: porque los bárbaros, intransigentes y nacionalistas españoles sí somos solidarios. No se me ocurre otra explicación.


Aunque según el Financial Times, la cosa sigue muy chunga en la Ezpaña de la recuperación y los brotes verdes. Y la deuda está creciendo casi tanto como el ego de Mohamed VI, el amigo marroquí enemigo de España, que se ha apuntado una nueva muesca en el mapa. Ya hasta los parados se van a quedar sin prestación si no van a los cursos patrocinados por los sindicatos. Y la huelga general en unas semanas. Y Trini y Gómez dejando pequeñitos a Espe y Gallardón (en puyas, que no en votos). Y el calor que no para. Y en Madrid que no hay playa. Ni olas. Ni verde. Ni vacas. Ni silencio. Y yo me quiero volver a Cantabria. De vacaciones infinitas, con la cordura.

martes, 10 de agosto de 2010

De medusas, tentáculos, venenos y política en general


Andábamos el otro día remojándonos entre, bajo, sobre y tras las olas de la magnífica playa de Somo (donde el gran Seve, me contó un día, baja a pasear a sus perros en cuanto los visitantes ocasionales estamos donde nos corresponde el resto del año), cuando avistamos una "carabela portuguesa", que no es un barco pirata del vecino ibérico ni los restos mortales de Cristiano Ronaldo tras el Mundial, sino una medusa muy cabrona que este año ha decidido que el Cantábrico es un mar fantástico para veranear (que ahí le doy la razón, al bicho). El caso es que la "Physalia physalis" ésta, que es como se llama en culto, no parecía gran cosa (yo he hecho surf en mi Zarauz del alma rodeado de medusas de más de un metro de eslora, lo juro) pero en realidad tiene más peligro que el pulpo de 20.000 leguas de viaje submarino. O eso decían los socorristas y la prensa, por precaución unos y por rellenar estivales vacíos de papel los otros.

Lo bueno que tienen estas medusas es que se ven. Y hasta son bonitas, las tías (o tíos, que no se diferencia muy bien que digamos el sexo de la cosa, para desgracia de Bibiana). Por encima de la superficie del mar asoma o flota la campana, de unos 20 cm., que es como la cabeza; transparente tirando a morado, muy bonita, y se ve venir de lejos. Lo malo es, como casi siempre, lo que no se ve: unos tentáculos de metro y medio que pululan por debajo de la superficie y que cuentan con 1 millón de elementos urticantes por centímetro cuadrado, más o menos, con un potente veneno que te inyectan sólo con rozarte y que te provoca dolores de cabeza, espasmos, ojos llorosos, dificultad para tragar, sudoración y una mancha roja en la zona de la picadura. Como el gobierno de Zapatero, vamos. Y, para colmo, aun muertas son igual de peligrosas, o sea, que si partidas en pedacitos les tocas los tentáculos te pican igual. Como Tomás Gómez, o así.

Por supuesto que las elementas urticantes que están fastidiando el verano a los pocos que hemos podido veranear no tienen culpa de nada, las pobrecitas (como el Gobierno, ya digo), y que todo es culpa del cambio climático que ha calentado la antaño fresquísima agua cantábrica y, claro, vienen las Phylis y las Physalias buscando las cálidas aguas mediterráneas y se encuentran con las anchoas del amigo Revilla (que aún se cree lo del AVE de Pepiño, el muy ´salao´) y con las olas y el verde infinito de las costas y demás bellezas cántabras y, lo normal, aquí que se quedan. Y si encima no hay tortugas ni atunes ni Garzones ni demás depredadores naturales, pues con más razón.

Total, que un sinvivir. Y uno que quería tranquilidad, olitas, paseos, vida familiar y olvidarse de la política y de sus tentáculos y de la crisis y del gobierno y de Pepiño (que el otro día andaba en O Carballiño zampándose al primo del pulpo Paul, digo yo que porque no podía meter en la olla hirviente a los controladores descontrolados) y de los ´bous´ de Montilla y de la paletada Obamaníaca y del pesado de Mourinho y del affaire Trini-Gómez y de los venenos etarras y su Papá Noel Rubalcaba y demás urticantes realidades patrias, pues viene la "carabela portuguesa" a recordarnos que no, que en esta vida estamos para recibir picaduras donde más duela; y que por mucho que pretendamos ver lo evidente, al final nos la clavan por lo bajini. Por confiados. O por ´pringaos´.

Aunque siempre hay esperanza, y para librarnos de tan molesta plaga podemos ´imital´ el remedio japonés: en ensalada, aliñadas con salsa de ciruelas en escabeche, salsa de soja y aceite de sésamo. O sea, medusa a la urna. ¡Deliciosa!

martes, 3 de agosto de 2010

Catalonia is different

Pues vale. Pues ya está. Ya hemos prohibido las corridas de toros en Cataluña y nos hemos quedado más a gusto que un caganer vestido de culé cantando Els Segadors. Y todo en aras de la justicia animal, o sea, de la protección de las pobres bestias de la fauna autóctona frente a esos criminales trogloditas del traje de luces y la espada asesina, y frente a los despiadados espectadores, puro en ristre, de este circo sangriento y salvaje, espectáculo de masas insensibles, fachas y cavernícolas (se llamen Picasso, Heminway, Alberti, Goya, Lorca, Prieto, Jalón, Montilla o Companys, que también iba a los toros el muy facha).

El caso es que, puestos a defender a las bestias del maltrato animal de los humanos, podían seguir estos chicos prohibiendo, por ejemplo, el Zoo, que es un lugar donde los animales que ayer eran libres hoy son esclavos y además no tienen intimidad ninguna, y les tiran cacahuetes y porquerías poco adecuadas a su dieta de animales salvajes (alguien me dijo que un dirigente de ERC es también dirigente del Zoo de Barcelona, pero no recuerdo quién). O podrían prohibir la carne de cerdo y derivados (butifarra incluida), que además de vivir como unos en pésimas condiciones de higiene mueren como unos mártires, desangrados vivos, y profiriendo espeluznantes alaridos de dolor sin oportunidad de lucha ni dignidad ni nada. O también el ganado de carne, esos toracos cebados hasta pesar más de 1200 kilos y que no pueden corretear por la dehesa porque viven enclaustrados y sobre todo porque se les parten las patas en cuanto tratan de levantarse; yo los he visto con estos ojitos y, la verdad, daban más pena que sus primos del campo.

Podrían prohibir las granjas de pollos, donde miles de gallinas viven hacinadas cada día y cada hora de su miserable existencia, soportando temperaturas extremas y aplastamientos que a menudo son mortales; o los acuarios y peceras, donde los pececillos viven encerrados en un espacio deprimente en lugar de vagar por esos mares de Dios; y no digamos los delfines de los parques acuáticos, obligados encima a hacerse los simpáticos con los crueles niños que pagan por verlos hacer monerías; y ya puestos, los hamsters, los canarios, los galápagos, los conejitos y demás mascotitas de celda de castigo hogareña; o los caballos, que probablemente preferirían galopar con el viento por las verdes praderas pirenaicas en lugar de vivir en una cuadra mínima y dar saltitos en el Polo de Barcelona porque a su amo le ha dado por ahí; o las vacas de leche, devorando pienso en su cubículo noche y día, exprimidas como limones y amputadas las ubres cuando su número no coinciden con los tubitos de la exprimidora. O sea, como condenadas a galeras hasta su muerte en la silla eléctrica.

No sé por qué me da que a todas estas bestias, si les dieras a elegir, estoy casi seguro de que elegirían la suerte del toro bravo: vivir unos años en pleno campo, libres y felices correteando por la dehesa, para luego morir luchando con bravura, en una batalla de no más de 15 minutos, frente a un enemigo que te admira y te respeta. Pero esto, me dirán, no es más que pura demagogia. Puede.

Pero la cosa va de bravura, honor, respeto. Valores que se pierden porque ya no están de moda en la moderna Cataluña del prohibicionismo y el cerebro de barretina. Porque aquí lo que se lleva es la cobardía, el olvido, el mirar hacia otro lado cuando una minoría es la que ordena y manda, la que prohíbe y castiga, la que obliga y condena. Uno está harto de que la excusa sea siempre la misma: que son cosas de los políticos catalanes, que son los que quieren la independencia y la inmersión lingüística y quitar los toros y prohibir las muñecas flamencas y la celebración del Mundial, y las banderas de España y la camiseta roja y, dentro de nada, la tortilla de patatas, el gazpacho y la paella. Uno está harto de escuchar en la tele al ciudadano indignado por las indignidades de estos tipejos, pero a la hora de la verdad, que son las elecciones, vuelven a salir los de siempre, o sea, los errecianos.

Y claro, uno está ya un poco hasta los cuyons del eterno victimismo de la ciudadanía catalana, porque son ellos los que provocan sus propios males y, de paso, los nuestros. Los mismos que callan y otorgan con la mamandurria del Liceo; los mismos que se ocultaron, en vergonzoso silencio, bajo los escombros del Carmel; los mismos que permiten a un personaje como Carod Rovira gastarse millones de euros catalanes en abrir utópicas embajadas catalanas en los rincones más coquetos, y más caros, del globo; los mismos que se quedan en casita durante las pseudo jornadas electorales de los referendums independentistas, ésos que votan el 20% de la ciudadanía y salen el 99% de síes (¿se imaginan que todos los que están contra la independencia hubieran salido a votar y hubieran votado "no?"); los mismos que hipotecan el futuro de sus hijos, condenándolos al monolingüismo y al pensamiento único; los mismos que permiten a sus políticos alejar de sus tierras la prosperidad, expulsando con su proverbial estupidez millones en inversiones extranjeras; los mismos, en fin, que mantienen en la poltrona a los que les mangonean, les abofetean y les torean, les torean, sí, con tercio de varas, de banderillas, de muerte, con estocada y puntilla, y sonando una rumba de Peret, antes de que la prohíban por su sospechoso origen andaluz. Como el Montilla o así.

miércoles, 21 de julio de 2010

El Gran Carnaval de la Telecarroña


Años 50. Nuevo México. Chuck Tatum es un periodista de poca monta y menos escrúpulos que, tras quedarse sin trabajo en Nueva York, acaba, por un capricho del destino y de la gasolina, en un pueblo –un agujero- perdido en el desierto. Alburquerque se llama, el agujero. Allí alquila su pluma y su talento al diario local, en espera de alguna miserable noticia que reseñar. La suerte sonríe a Tatum cuando el indio Leo Mimosa queda atrapado en una mina. Rescatarlo puede ser cuestión de horas, pero Tatum se saca de la manga una jugada maestra y convence al ambicioso sheriff, al corrupto capataz del equipo de rescate y a la amargada esposa de Leo, Lorraine, de realizar el salvamento de forma que dure varios días y dé tiempo a convertirse en noticia, en "la Gran Historia", y en la gran exclusiva, claro. Un hombre atrapado entre la vida y la muerte en las entrañas de la roca; una esposa desconsolada esperando, impotente, a sus pies; unos hombres jugándose el tipo por rescatarlo; y un cronista que tiene acceso en exclusiva al condenado, que incluso se convierte en su único amigo, para contar la historia día a día, minuto a minuto, resuello a resuello.


La cosa funciona: el bar de Lorraine empieza a recibir visitantes curiosos, primero de la región, luego de todo el país. Llegan coches, caravanas, autobuses, trenes. Se montan tiendas de campaña junto a la mina, y después tiendas de souvenirs y puestos de comida y casetas de feria y atracciones y hasta una noria. Miles y miles de personas, de insensibles voyeurs de la tragedia de Leo, de espectadores sin corazón y sin cerebro, sin conciencia, expectantes ante el mínimo acontecimiento de esta historia "de interés humano". Y Tatum, el narrador, saboreando el éxito de la jugada. Pero su ambición no se detiene ahí, y además de jugar con la vida de Leo, se la juega también con su mujer. Todo por la noticia, por la gran historia.


Al final, claro, Leo muere ("¡El circo ha terminado! ¡Váyanse a sus casas!"). Y el público de este gran carnaval de miserias hace que lo siente, y se retira apesadumbrado, decepcionado, a la falsa y gris felicidad de sus hogares. Lorraine, la esposa, la viuda, ve abierta la puerta de su celda y escapa de su vida, de sus fantasmas, de su agujero. Y el desalmado Chuck Tatum, el periodista, el carroñero, acaba siendo devorado por el monstruo ambicioso y desalmado que él mismo ha creado. Y puede que por su propia conciencia.


"El Gran Carnaval" (Ace In The Hole, 1951) es una obra maestra, otra más, del genio Billy Wilder (y una de las más impactantes interpretaciones de un enorme Kirk Douglas). Su película más cáustica, más despiadada y más corrosiva. Y probablemente la más real. Por eso es también la única de sus obras que no triunfó, porque el espejo que colocó frente a la sociedad norteamericana de la época fue demasiado cruel y demasiado certero.


Y yo me pregunto: ¿no es éste, acaso, el mismo Gran Carnaval que transcurre, cada día y cada noche, por las pantallas panorámicas que presiden nuestros hogares, adormeciendo nuestras mentes y codificando nuestras conciencias? ¿No son esos presuntos periodistas de la víscera como Chuck Tatum, carroñeros de la noticia "de interés humano", que fabrican sus crónicas barrenando vidas? ¿No son esos pseudofamosos por un día, juguetes rotos y devorados por sus carroñeros, como el indio atrapado y sacrificado en la mina? ¿O como su amargada esposa, que no duda en venderse por unas monedas y unas promesas? ¿Y no son los espectadores de nuestro circo televisivo como esos miles de ciudadanos curiosos y ociosos, insaciables de morbo y sensacionalismo, indolentes ante al dolor ajeno?


¡Miren a su alrededor, damas y caballeros, niñas y niños! ¡Disfruten del Gran Carnaval! Revuélvanse las tripas con la carnaza del famoseo, con las vísceras de las familias rotas, con las princesas del pueblo y los exhibicionistas del vicio; con las vociferantes vendedoras de baratijas morales; con los calumniadores al peso, a tanto la onza de mentira; con los profesionales de la escandalera y el alboroto, nada gratuitos por cierto; con los tertulianos de la gresca y el insulto, del vocerío y la falsa disputa; con los charlatanes y los embaucadores, traficantes de miserias y de juguetes rotos que venden su alma al telediablo; con los cronistas de la farsa, moscas cojoneras con zoom o micrófono, siempre pegadas a la mugre, propia y ajena.


Miren a su alrededor y asquéense de las hipócritas condenas y las fingidas vergüenzas ("me avergüenzo de pertenecer a la misma cadena que Sálvame", dice la presentadora de Gran Hermano, después de enseñar las bragas), de los impostores de la fama y de la nada, del sexo como moneda de cambio (¿no es eso prostitución?), de muertos juzgados y condenados, de familias rotas vendidas como saldo, en pedacitos, a tanto el pedacito con lágrima, a tanto el pedacito con cuernos, a tanto el pedacito con sangre…


¡Miren a su alrededor, damas y caballeros, niñas y niños! Y reconozcan entre sus cercanos a los voyeurs del sensacional espectáculo, aplaudidores de la arcada, animadores de la burla, jueces implacables de la desdicha ajena, turba de la guillotina mediática, adictos incurables a la vida de los otros. Culpables de dar audiencia, subvención y justificación a este Gran Carnaval, a esta Feria de las Vanidades infame y cruel, a esta Ruleta Rusa de la denigración, voluntaria o involuntaria (qué más da, mientras suba la audiencia…). Todo por la noticia. Todo y más por la gran historia. Todo y más aún si hay exclusiva.


Alguien dijo que la gente está dispuesta a ver cualquier cosa en la televisión con tal de no verse a sí misma. Lo que no saben es que, en realidad, eso es precisamente lo que ven: su inequívoco reflejo. Como la sociedad norteamericana (y universal) de 1951 ante el espejo despiadado y palmario de Billy Wilder.


Y ahora, háganse un favor, desconecten la tdt, enciendan el dvd y pónganse una buena película. Les recomiendo El Gran Carnaval.

martes, 13 de julio de 2010

La tarjeta amarilla más bonita de la historia


Ante todo, disculparme por faltar a mi palabra. Sé que hace unas semanas prometí no volver a escribir de fútbol, aunque fuera para hablar mal. Incluso redacté un Manifiesto Antifutbolización (que no antifútbol, quede claro). Pero esto es más grande que el fútbol, más grande que el deporte y más grande, mucho más grande, que la mera afición (o fanatismo, según). Lo reconozco, me he dejado llevar, me he dejado vencer. Pero como repetía insistentemente el Vizconde de Valmont a Madame de Tourvel en Las Amistades Peligrosas, mientras la seducía cruelmente, «No puedo evitarlo».

Sin embargo, porque ya lo han hecho otros, hoy no quiero hablar de fútbol. No quiero hablar del casi infarto compartido en familia (padres, hermanos, cuñados, sobrinos, hijos y mujer) durante ciento veinte minutos, especialmente los últimos cuatro; ni quiero hablar del jogo bonito de la Selección Española frente el jogo feo de Holanda, del juego rastrero, de la patada a lo Karate Kid del guarro De Jong, de las 12 tarjetas, las 200 patadas y los gestos antideportivos, del antifútbol de esta Naranja Mecánica que se parecía más que nunca a la de Burguess/Kubrik y sus drugos ultraviolentos, puestos hasta los tacos de leche con velocet del bar lácteo.
No quiero hablar tampoco de las obviedades y tontunas que han soltado los políticos estos días, ni siquiera mencionaré el deseo del tontu Urkullu de que sólo quiere que gane la selección de Euskadi; o de la Pajín, asociando la victoria de España a la superación de la crisis; o del miedo de Carod Rovira a que se vieran en las fachadas catalanas más banderas españolas que senyeras (como así fue).

No. No quiero hablar tampoco de los cavernícolas de siempre, que apalearon o apuñalaron a los aficionados que vestían con orgullo la camiseta de su selección, en Barcelona, Pamplona, Bilbao, Vitoria y hasta en el Zarauz de mis amores y de este Malecón. No quiero hablar de la archimentada (aunque muy cierta) metáfora de la España Unida jamás será vencida, del qué grandes somos cuando olvidamos nuestras diferencias o de mira cómo asturianos, salmantinos, valencianos, catalanes, vascos, madrileños y demás podemos llegar adonde queramos en cuanto nos olvidamos de la política, esa cosa pringosa que todo lo contamina y pervierte. No quiero hablar de gestas tipo Breda o 2 de Mayo, ni de naranjas exprimidas y digeridas como vitamínico y refrescante zumo. Al enemigo, puente de plata.

No quiero hablar de Nadal, ese chaval que venía de ganar Wimbledon por segunda vez y de recuperar su número uno del mundo, y que animó a su selección como uno más, con su modestia, su naturalidad y su pintura rojigualda hasta las cejas; como Gasol, otro español grande. No quiero hablar del pulpo Paul, aunque haya dejado a Nostradamus a la altura de un alevín, ni siquiera como posible candidato para presidir el Tribunal Constitucional, a ver si así aciertan alguna vez (o aún más: ¿se imaginan que en las próximas elecciones sólo hubiera dos urnas, una del PSOE y otra del PP, con sendos mejillones en su interior, y que fuera el pulpo Paul quien decidiera el nuevo presidente del Gobierno? Nos ahorraríamos una pasta electoral y la necesidad de ir a votar con la nariz tapada).

No quiero hablar de la marea rojigualda que literalmente inundó el domingo de fiesta y orgullo patrio «¡yo soy español, español, español!» las calles de toda todita España, desde Canarias a Santander, desde Fuentealbilla a Santiago, desde Cádiz a Barcelona (más gente que en la mani del sábado hubo ayer en la avenida María Cristina). Ni quiero hablar de la gilipollez de Puyol y Xabi alardeando de senyera, suponemos que por consigna (¡ay, qué mala es la envidia nacionalista!), de una forma tan tonta, excluyente e injusta para sus compañeros españoles, para su entrenador español, para los miles de espectadores españoles que acudieron al Soccer City y para los millones de españoles que vibramos con el mejor equipo español de nuestra historia futbolera.

No quiero hablar de Del Bosque, ese grandísimo mister que es como el vecino de al lado, un tipo corriente, tranquilo, paciente, contenido, bonachón, educado, sabio, líder… pues eso, un tipo enorme. Ni quiero hablar de Iker y Sara, Casillas y Carbonero (¡qué injusto Mundial habéis soportado, chicos!), ni del beso incontenible, espontáneo y maravilloso que le plantó en los morros San Iker a su santa en mitad de la entrevista. Grande, Iker, grande. Y hablando de Iker, no quiero, tampoco, hablar de las lágrimas (dulces, memorables, históricas) del gran capitán de este gran equipo construido desde el trabajo, la honestidad, el tesón, el esfuerzo, la generosidad y la unidad; de este equipo antidivo, sin engreídos, sin estrellas, sin galácticos («yo no soy galáctico, soy de Móstoles»); de este equipo ejemplar donde todos son cracks, donde todos son uno, sin más.

Hoy, si me lo permiten, quiero hablar, más que de la gesta de la Selección, del gesto de Iniesta. De ese gol para la historia que el genio albaceteño dedicó a su amigo, el jugador del Español fallecido hace un año. De esa camiseta blanca que rezaba “Dani Jarque siempre con nostros”. De ese inconmensurable, generoso y ejemplar homenaje a la amistad: «nos ha dado fuerza a todos. Todavía no había podido hacerle un homenaje en el mundo del fútbol a Jarque y la ocasión es espectacular». Espectacular tú, Iniesta. Estoy convencido de que marcó ese golazo, con todas las ganas del mundo, para poder quitarse la camiseta y mostrar su homenaje. Aunque le valiera una tarjeta amarilla. La tarjeta más emocionante, generosa y bonita de la historia del fútbol. Una gran lección.

Pues eso, ¡que viva Iniesta! ¡Que viva el fútbol! ¡Que viva España!

miércoles, 7 de julio de 2010

El orgullo de Zerolo vs. el Orgullo de Nadal

¡Zerolo vive! ¡Lo sabía, lo sabía! ¡No podía haber desaparecido así por las buenas! El tío más ubicuo y omnipresente de la política española; ése que salía en todas (¡todas!) las fotos oficiales y oficiosas daba igual la compañía, el tema o la reivindicación (socialismo, lesbianismo, palestinismo, pacifismo, feminismo, antitaurinismo, laicismo, anticlericalismo o cualquier otro ismo); el personaje más fotogénico y marketiniano del mega fotogénico y marketiniano psoe, sí, sí, Zerolo el único, el inimitable, el inconmensurable, Zerolo el bello, Zerolo el Magnífico, Zerolo el Orgásmico... ¡HA VUELTO! No sabemos dónde ni con quién ha estado (suponemos que dándole al orgasmo democrático con su cónyuge A), pero ya está con nosotros y con nosotras. Y estamos todos y todas tan contentos y contentas que sus amigos y amigas le han organizado una fiesta. ¡Y vaya fiesta! Un fiestón, vamos. Todo un carnaval para él solito, con carrozas, disfraces, música, sexo, alegría por un tubo y más de un millón de amigos y amigas, de todas las edades (muchos niños, claro, que se vayan enterando de lo que es la libertad de elección antes de que se hagan mayores y puedan pensar y elegir por sí mismos). Un merecidísimo homenaje a tan insigne personaje y una alegría para nuestros ojos. Volver a ver esos bucles perfectos coronando esa sonrisa perfecta sobre ese cuerpo (suponemos) perfecto, de verdad, no tiene precio. Todo “por la igualdad trans”, que no sabemos si es trans de transgénica, de transiberiana, de transpirada, de transversal o simplemente de transmutada.

Allí estaban todos y todas rodeando a mi Zerolo, ¡millones, oiga! Aunque este año se han notado más las ausencias que las presencias: como la Bibi, que fue un visto y no visto, pues tenía otras conquistas sociales y constitucionales que celebrar, como el derecho a matar o así al hijo que es que no te viene nada bien en ese momento, la verdad; y tampoco se les vio el plumero (con perdón) a Méndez y su pareja de hechos Toxo, sindicalistas y residentes en Madrid, que otrora no se perdían ni una y este año debían andar perdidos por el metro, buscando la salida; ni a Pepiño, que antaño era un fijo en la pancarta y desde que es ministro con presupuesto prefiere la corbata a la fantasía; tampoco vimos a Llamazares, aunque con su menguada estatura (física) podía perfectamente estar detrás de la pancarta y no enterarnos; ni asomó la bombillita el ministro Sebastián, aunque seguro que le reservaban un sitito en alguna carroza multifestiva (a cambio de poner la cerveza, con los 100.000 euracos que le ha sacado a Intereconomía por reivindicar una normalidad no oficial); esta vez ni siquiera se apercibió, ni sobrio ni mamado hasta las cejas, al insigne Jorge Javier Vázquez, rey de la programación infantil, ni a sus elegantes divas y divos de su elegante tertulia; tampoco había gays, lesbianas, transgénicos, etc. del innoble pueblo de Israel, asesinos, genocidas y homófobos como el que más; ni había, un suponer, colectivos islamistas, que la movida ésta homorgullosa no es que les vuelva locos o locas, la verdad (creo que, allí, más que en carrozas los llevan en grúas); ni tampoco se vieron muchos vecinos de Chueca, que habían tenido que exiliarse “voluntariamente” a casas de familiares o amigos porque su barrio se había convertido en un basurero literal y metafórico durante una larguísima semana, llena de noches y de días. Ni se vieron, por aclarar, miles de homosexuales serios y serias a los que sencillamente no les va la cosa ésta del Orgullo Multicolor, Multirruidoso, Multiorgásmico, Multicultural y Multitrans.

En fin, lo importante es que Zerolo sí estaba y que se le veía feliz al muchacho, ahí, cortejando maromos trans, y que el más de un millón de amigos, amigas y transloquesean se lo pasaron de rechupete entre visibilidades lésbicas, cuerpazos gays y orgasmos democráticos. Una fiesta de la que, con toda la razón, Zerolo se tenía que sentir orgullosísimo. ¡A ver quién la supera el día de su cumple! (si es que este chico cumple años).

Yo, que no estuve en la fiesta, no sentí el orgullo de Zerolo. Ni por él ni por todos sus compañeros y compañeras, aunque fueran un millón, o una millona que diría la otra. ¡Qué le vamos a hacer! Soy así de rarito (no se crean, me encanta ser así de rarito). Pero este fin de semana sí he tenido mi ración de orgullo. Me sentí orgulloso del gran Rafa Nadal, de esa bestia del tenis que ayer logró otro gran triunfo en su carrera imparable. Me sentí orgulloso de su hazaña, repetida dos años después en la hierba de Wimbledon (tras un año de lesiones y una recuperación espectacular); me sentí orgulloso de su fuerza, de su tesón, de su entrega, de su profesionalidad, de su espíritu de sacrificio y superación; me sentí orgulloso de su deportividad y de su humildad, y hasta de su volterera. Eché en falta, eso sí, su informalísimo abrazo al Príncipe de 2008, bandera española en mano, para “agradecerle como español su apoyo”; lo eché en falta porque el Príncipe no estuvo en la pista central del All England Tennis Club, igual que Pepiño no estuvo en la pancarta de la Cabalgata Guay. ¡Lástimas, ambas!

Lo reconozco, sí. Yo, que soy así de raro, me sentí orgulloso como español y como persona de Rafa Nadal, porque representa muchos de esos valores que nos quieren hacer olvidar e incluso arrebatar (esfuerzo, deportividad, agradecimiento, modestia, respeto, sano patriotismo) en esta Ezpaña cada día más perdida en orgullos sobredimensionados, talk shows abrasivos, buenismos tontos, famas vacuas, libertades engañosas y relativismos absolutos en la que nos están intentando sumergir Mister Paz, Zerolo, Bibiana y demás miembros y miembras del Colectivo ZP. Así que, ¡gracias Nadal! Ojalá tu ejemplo tenga más fuerza que el de Zerolo. Y ojalá nos hagas sentir orgullosos de ser españoles muchas veces más.