—Hola, preshidente (por accidente, jejeje).
—Hola, jefe de la oposición (por muchos años, jejeje). ¿Qué tal el tráfico? Un coñazo, ¿verdaz? Yo, como vivo aquí, pues no tengo que ir al Palacio de la Moncloa a ver al presidente, que soy yo. ¡Es bueno ser el presi!
—Bueno, dejémonosh de formalismosh y de chorradash y vayamosh al grano. ¿Por qué ya no me llamash nunca? Que sepash que eshtoy muy moleshto por haberme ignorado estos díash.
—Lo sé, lo sé, Mariano. Pero es que he estado muy liado. Y he estado en Francia y en París y en un montón de sitios, y ya sabes lo que me cansa viajar. Si lo hago es por responsabilidaz política y conyugal, que si no voy a ver a la corista se me pone a dar aullidos de megasoprano y me deja sin vajilla. ¿Y tú qué me cuentas?
—¿Cómo que qué me cuentash? ¡Qué me cuentash tú, que para esho me llamashte ayer en pleno “Mira quién baila”!
—¿Dónde, quién? Ah, lo de
—Ya. A esho me refiero. Has actuado por tu cuenta, sin contar con nosotrosh para nada. Has vishto a los banquerosh, a losh empresariosh y a losh sindicatosh antesh que a mí. Soy el último mono.
—Je,je, pues harías buena pareja con
—Manía pershecutoria, sí.
—Mira, en confianza, yo no tengo ni idea; esto es cosa de Solbes o de Sebastián o de la Vice, que ya no sé quién manda aquí; o de mi amigo Nico Sarkozy, que ya sabes que lo que dice la Bruni va a misa. A mí me dijeron 100.000 euros, yo pensé: es una cifra redonda, fácil de recordar o sea que será buena. Y con una cifra así, el plan funciona seguro.
—Ya, pero es que son 100.000 millonesh de eurosh.
—Bueno, pues más redonda todavía, más a mi favor ¿no? Ese dinero nos va a sacar de la crisis mundial y va a fomentar la paridaz y la igualdaz y la solidaridaz y la hermandaz entre las naciones y todo volverá a ser como antes, como hace una semana, que todavía no había crisis. ¡Es un plan cojonudo! ¿Es que no lo ves?
—¿Y qué se supone que quieresh de mí?
—Yo lo único que quiero es tu apoyo incondicional.
—Condicional, querrásh decir.
—No, no: incondicional. Mira, me lo ha escrito aquí Pepiño: IN-CON-DI-CIO-NAL.
—Puesh no sé qué decirte. Yo había pensado ponerte condicionesh.
—Pues mal empezamos. ¿Y cuáles eran , por curiosidaz?
—Transparencia, una comisión de control y que el objetivo básico sea ayudar a las familiash y a lash pymesh, y no enriquecer a los banquerosh.
—Ante todo, que sepas que mi intención es buscar el mayor terreno de entendimiento entre tú y yo, Mariano. Pero esas condiciones no las puedo aceptar porque son inaceptables.
—¡Lo que esh inaceptable esh no aceptar lash condicionesh!
—No me líes, Mariano, que te conozco. Que dices cosas que no entiendo y así no nos entendemos. Yo apelo a tu sentido de país.
—¿De El País? ¡Puesh lo que me faltaba!
—No, no, de país. De estado, de… de… ¡España! (que no me salía, coño). Este acuerdo es una cuestión de voluntaz política con independencia de las notas a pie de página que se puedan discutir posteriormente.
—Oye, buena metáfora, preshidente; ¿Te la ha escrito Pepiño?
—No, qué va. El asesor nº 325 ó 326, que es muy metafórico… Pero no te vayas por los cerros de Húmera. Yo lo que quiero es el acuerdo y la foto, Mariano. Y espero, deseo, confío, anhelo, que también ésa sea tu actituz.
—Pues no sé qué decirte, en esash condicionesh…
—In-condiciones, no te olvides, Mariano; que tú tienes muy poca memoria histórica.
—Y ademásh, una cosa es la crisish financiera que tiene todo
—¿Crisis? ¿Qué crisis? Si aquí no tenemos crisis.
—¡Esto esh demasiado! ¡Yo me largo!
—¡Eh, espera! ¿Y la foto?
—¡La foto te la haces con tu abuelo!
—¡Antipatriota! ¡Se lo voy a decir a Pepiño y te vas a enterar! ¡¡Pepiñoooo!! ¡¡A por el barbas!!
—¡Noooo! ¡Noooo! ¡¡Pepiño nooo!! ¡Firmo lo que sea, lo que sea!
El resto, queridos amigos, es historia.
4 comentarios:
Muy bueno. A mí me echan a Pepiño y no paro de correr hasta cruzar la frontera de USA, que allí no le dejan entrar seguro, por alimento contaminado.
Lo triste es que es verdad. El camelador y el camelado. El iluminado y el deslumbrado, que no sabe ni dónde está ni a dónde va. Y mientras, en Europa, nos dan hasta en el carnet de fútbol. ¡Aúpa Atleti!
¡Enhorabuena, Pepe! Al final o nos reímos un poco o no paramos de llorar. A ver cuándo escribes algo de Pepiño, que en tu novela está de lo más gracioso y lo echamos de menos.
¡Qué bueno! ¡Y qué triste! Pero ¿qué podemos hacer? Esto va de mal en peor.
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