jueves, 23 de abril de 2009

La cabeza y los huevos dela serpiente


Hubo un tiempo en que yo era parte de Zarauz y Zarauz era parte de mí. A veces, como hoy, desde este malecón me salpican inevitablemente los recuerdos. Me gusta, no se crean, recordar, añorar. Aquellos juegos de infancia entre el verde de las praderas y el del mar; aquellas campas rebosantes de alegría natural, sin politizar, el día de la Fiesta Vasca, todos vestidos de caseros hinchándonos de rosquillas y de risas; aquella sana juventud a caballo entre la espuma de las olas y la de la cerveza; aquellas horas eternas de gozo contenido sentado en mi malecón, admirando la bravura viva del mar, esperando el momento justo para entrar y desatar el placer y la adrenalina. Y aquellas noches luminosas, cuando el malecón se transformaba en buena música, en partidas de billar y futbolín, en amistad, en carcajada, en fugaces amores de verano, si había suerte, y en no tan fugaces si la suerte fallaba.

Recuerdo también los cruces con Arzallus y su cara de odio infinito, camino de mi casa; y el secuestro de Rafa, padre de mi íntimo compañero de surf, y la mediación de Arguiñano (decían), íntimo compañero de cocina del secuestrado. Y recuerdo las pintadas y las fotos de gudaris en la Plaza de la Música. Y las mañanas de playa solitaria a unos metros de Savater, vigilados por sus escoltas desde el malecón. Y el saludo de Goyo Ordóñez, camino del concierto de Pink Floyd en Anoeta, meses antes de su sacrificio. Recuerdo los pintxos del Gau Txori y las farras en los bares del malecón y las conversaciones trascendentales con amigos de la noche que luego se convirtieron en enemigos a muerte, pasados por el filtro de Jarrai. Y recuerdo las copas que le servía a Carlos Garaicoechea hijo —en el bar donde yo pinchaba—, cuando su padre, el lendakari Garaicokiki, empezó todo esto.

Y ahora, desde la lejanía que proporcionan los kilómetros y la edad, miro hacia Zarauz y veo a Ekaitz Sirvent Auzmendi, 30 años, el etarra detenido hace unos días junto a mi añorado malecón zarauztarra. Y veo a Jurdan Martitegui, 29 años, detenido en Perpiñán (donde Carod-Rovira ¿recuerdan?), supuesto nuevo ex jefe de ETA; y a su camarada de talde y de detención, Alex Uriarte, sobrino del etarra Eloy Uriarte. Y veo a los anteriores ex cabezas de la serpiente, Mikel Garikoitz Azpiazu "Txeroki", 35 años, y Aitzol Iriondo, 31 años. Y miro los últimos 30 años y ahora sí veo cómo empezaron a eclosionar esos huevos de la serpiente que hoy se han convertido en su cabeza impensante; veo cómo el Gobierno vasco, el PNV, la EITB, las ikastolas, las herriko tabernas, la kale borroka, los actos kulturales, el entramado abertzale en particular y la sociedad vasca en general han estado alimentando, mimando, protegiendo, educando —en casa y en clase, en la tele y en la calle— a esas crías de serpiente que luego se han convertido en la cabeza ejecutora de la bestia. Las fechas coinciden ¿verdad? 30 años de gobierno nacionalista, 30-40 años de edad media de las nuevas cúpulas etarras. ¿Que son más inexpertos? Vale. Pero también son más fanáticos, más descerebrados, e igual de venenosos, igual de letales. Y, además, todos son también perfectamente prescindibles. Si pierden una cabeza, les sale otra en tres minutos, como el rabo a las lagartijas. Así todo es más fácil, y más ágil.

La Guardia Civil tiene fichados a unos 4.000 jóvenes abertzales de entre 30 y 40 años, 4.000 crías de serpiente que han estado creciendo en las madrigueras de la kale borroka (que los fichan con 20 años o menos) y al amparo del Gobierno Vasco, y que están prestas para la lucha en cuanto sean reclamadas por mamá bicha. Unos días de campamento de verano en Francia y ale, a matar. Si te cogen, mala suerte, tenemos más. Total, disparar es fácil. Entrenan desde pequeños.

Por eso me preocupa que ahora se empiece a hablar otra vez de ETA buena, ETA mala; de presos, acercamientos y luchas internas; me preocupa que Otegui, el "gordo", vuelva a reclamar su estatus de "hombre de paz"; y que reaparezca el sempiterno Josu Ternera con su inseparable ternerito Egoitz (¡la mismita nariz de su aita, oye!). Pero ya lo he dicho una y mil veces y lo repito otras mil: no nos confundamos, en ETA no hay buenos y malos, no hay blandos y duros, no hay conversadores y ejecutores, no hay poíticos y asesinos; toda la serpiente es la misma bestia, la misma alimaña, de la cabeza hasta el último anillo, todos igual de culpables. Y si se habla con uno, se habla con todos; si se negocia con uno, se negocia con todos. Lo que hay que hacer es aplastar la cabeza de la serpiente y todos y cada uno de sus anillos. Y todos y cada uno de sus huevos. Si los dejamos eclosionar y crecer, nos acabarán mordiendo (es lo que saben hacer, es lo que les han enseñado). Y el efecto de su veneno será exactamente el mismo que el de sus aitas.

El día de la toma de posesión de Patxi López, yo miraré hacia Zarauz, y me imaginaré sentado en el malecón, añorando y esperando tiempos mejores. Y rezaré con todas mis fuerzas para que ese día empiece, de verdad, el fin de la serpiente. Desde dentro. Desde lo más profundo (no puede ser de otra manera). Y desde la cabeza hasta el último anillo del entramado. Hasta el último huevo.

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4 comentarios:

Ramón Morcillo Valle dijo...

Muy bueno y , sobre todo, muy valiente.

Enhorabuena.

dostoyevski dijo...

Con una década de edad de separación y unos kilómetros también de separación, los que hay entre Zarauz y San Sebastián, los recuerdos y sentimientos son parecidos.
Haces bien en señalar a ETA y sus huevos. Pero hay que señalar, acusar y responsabilizar a la ideología nacionalista como la culpable de la podredumbre de la que fue hace décadas una sociedad admirada.
Pero no sólo a los nacionalistas hay que señalar, acusar y responsabilizar, sino también a todos aquellos (muchos socialistas y comunistas) que por intereses políticos, económicos, intelectuales o de cualquier otra índole han intentado y de hecho han logrado confundir a gran parte de la sociedad española, haciendo creer que hay un nacionalismo moderado (bueno) y otro radical (malo).
El nacionalismo en esencia es el exceso o extremo del patriotismo. El nacionalismo tiene su punto de partida en el momento en que la racionalidad deja de controlar un sentimiento, el patriotismo.
Dicho sentimiento, el patriotismo, fuera del control de la razón se convierte en un sentimiento nuevo, el nacionalismo.
Esa carencia de racionalidad hace que dicho sentimiento, el nacionalismo, sea fácilmente ideologizable y por tanto manipulable.
De esto saben mucho los "valientes gudaris" intelectuales de Neguri y de la Sabino-etxea. Y por Ferraz e incluso algún canario de Génova también lo sabe.

Carlos Juan dijo...

es realmente triste que uno deba mezclar sus sentimientos, felices y tristes, de juventud por culpa de una panda de asesinos a los que los gobiernos han dejado ir creciendo.
Porque cada vez que se ha pactado con el PNV se engordaba a los etarras y cada vez que se ha "hablado" con ETA han crecido.
Me uno a tus oraciones para que se descabeze a la serpeiente y que sean los propios vascos, con la ayuda de todos los españoles, quienes lo hagan.

The Boss dijo...

El problema de esta gentuza es que también están pasando a otro paraiso español como es Santander, donde como tú, experimente los cambios, incluidos "amigos".
Muy bueno y me animo definitivamente a escribir en tu blog.