lunes, 9 de febrero de 2009

De lenguas viperinas, bilingües y lenguaraces


ETA ha vuelto a hablar. De la única forma que conocen: con la lengua viperina del terror. Y ha dicho lo de siempre: «aquí estamos, seguimos vivos, vivitos y coleando…». Coleando y mordiendo y envenenando y estrangulando. Es lo que tienen las serpientes, que son serpientes y no pueden dejar de serlo. Ni quieren. Ni saben. Ponen bombas, asesinan políticos o polícías o panaderos o niños, qué más da, extorsionan a empresarios, secuestran, torturan, queman autobuses, ganan elecciones, gobiernan, edukan… Sí, es lo que tiene ser serpiente, que por mucho que lo intente el pacificador de turno, nunca deja de ser serpiente; y si encima es alimentada, acurrucada, resguardada, mantenida, justificada, utilizada, comprendida, o simplemente tolerada, pues la serpiente se crece, porque no es tonta, y se retuerce con más saña y hace más daño, o al menos lo intenta. Hoy no ha podido ser, quizá hoy sólo era un susto, el aviso pertinente, mover así, un poquito, el cascabel. A la próxima hay mordisco, con veneno, claro; con muertos, claro. «Es nuestra campaña electoral, ¿qué pasa pues? ¿Que no hay libertad de expresión, o qué?». Pues eso, que se expresan. Y todavía hay quien piensa que hay serpientes buenas y malas; y todavía hay quien piensa que se las puede domesticar. Y lo volverán a intentar, fijo, cuando convenga. Ahora no es el momento. Ahora toca escupir a la serpiente. Mañana, ya veremos. ¿Verdad, Eguiguren?

Y entre tanto, mientras la serpiente etarra habla, en Galicia ya se siente que el veneno ha llegado a la sangre; y se esparce a gran velocidad y con eficaz virulencia. A los que sólo quieren hablar en dos idiomas, los callan en un solo idioma, a botellazos; a los que exigen libertad de elección de su propia lengua, les aplican la vacuna envenenada del totalitarismo; a los que piden paz en español y gallego -¡insensatos!- les responden con violencia, odio y fuego. Por fachas. Por fascistas. Por españoles. Por antipatriotas. Por que sí. La kale borroka ya habla galego, ¡otro éxito de la intransigencia democrática abertzale! Que todos puedan hablar el lenguaje de molotov, sin discriminación de raza, edad o sexo. ¿No es eso demócrata, o qué?

Y en Cataluña, Freedom for Catalonia, pues más de lo mismo. Con el mismo miedo, con el mismo fuego. Este sábado no tocó violencia. Habría fútbol, o estarían de botellón en Galicia, o esquiando, o viendo el vídeo de Wyoming, ¡qué más da! Pero están ahí siempre, su presencia se masca en el aire, omnipresente, omnipotente. Con capucha o con corbata, con botella o con bolígrafo, con sangre o con multa, con miedo o con rabia, con falta de libertad o con falta de libertad. La lengua viperina que todo lo emponzoña, hasta su propia lengua. Que por querer matar al enemigo acaba matándose a sí misma. Y lo que es peor, sin darse cuenta siquiera. Eso es lo que tiene el veneno. Que adormece antes de matar.

Y por si acaso, para que el enemigo único no levante cabeza, no vaya a hacerle pupa a la serpiente (¡optimistas!), hay que pisarle bien fuerte, hundirle un poquito más en su pozo negro, sin fondo y sin salida, y ahí entran en juego las otras lenguas viperinas: unas acusando sin causa ni prueba, mordiendo por morder; otras recuperando venenos dormidos tiempo ha, que todavía no han perdido su efecto, y puede que incluso haya aumentado, que a la carroña le viene bien el tiempo; y el de siempre, el del ático, escupiendo su rencor, vomitando su basura, inmerso en su propia miopía mental, que no le permite ver más allá de sus propias gafas.

Y mientras, el presumible cazador de tanta serpiente suelta, el único que puede acallar tanta lengua viperina, mordiéndose unos a otros a dentellada limpia, como perros rabiosos con hambre de pinchar en hueso; sin veneno, pero con rabia. Y el otro, con gomina y con chaqué, con bigote y con chalé, con rubia y albondiguilla; con Correa, pero con la lengua desatada. Pavoneándose de su propia estupidez (¡que te han pillao, moreno!). De El Escorial a ¿Soto del Real?
Y Garzón, por ahí en medio. Como siempre. Y, qué cosas, de montería con Bermejo («esta vez toca caza mayor, Baltasar»). ¡Será casualidad, oye!

Apuesto a que no (y chasqueo la lengua).

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