jueves, 26 de febrero de 2009

Navegando por el Anxo mar y otras reflexiones electorales


Y en estas que llega Anxo con su look play boy Martini en yate de 43 metros por 5, surcando la Costa da Morte y oteando el horizonte eólico en amistosa compañía y complicidad, y va y revoluciona la campaña electoral. Después de presentarse ante el respetable como Espartaco, el esclavo libertador (no el torero, que eso está mal visto) con aquel memorable “Eu son Anxo Quintana” clamado a coro por una oprimida multitud de esclavos-ciudadanos de la oprimida nación de los suevos; después de secuestrar amablemente a 700 ancianos -que, inocentes ellos, se creían camino de Portugal- para venderles su programa electoral por sorpresa y por narices (¿no hacían lo mismo los opresores?) en un mitin “improvisado” a mitad de camino de su destino turístico y justo en la frontera del delito electoral; después de los cochazos, los despachazos, los cristalazos ray-ban, las sillazas, las angulazas y demás -azos y -azas del despilfarrador Touriño; después del ático superlegal y superguai del rebelde Pepiño (gallegoparlante que sólo habla castellano por rebelión ante las imposiciones), metro más, metro menos encima del anxo mar; después del cese-dimisión del ministro más bermejo del gobierno Z por unos cuernos de más y muchos votos de menos, y su flamante relevo por un gallego dialogante, masón y defensor de la nación de Breogán; después del Siberian Tour de Maleni (la del “plan Galicia de Mierda”) para descubrir por qué nieva cuando hace frío si hay lo del calentamiento global ése, y por qué el aeropuerto de A Coruña está a los mismos 50º bajo cero que en el aeródromo de Irkutsk; después de tanta emoción encadenada en la ya de por sí emocionante campaña gallega, llega Anxo, el grumete del Rey (de Jacinto, no del héroe del 23F), y nos vuelve a sorprender con otra vuelta de tuerca a la hipocresía, a la corruptela y a la energía alternativa.
Pues, oh casualidades de la vida, resulta que el tal Rey de los mares es también el Rey de los vientos, y ha sido agraciado por la lotería nacionalista con un paquete de 142 megavatios en el reparto de la cosa eólica gallega, a pesar de no tener casi experiencia en el sector energético. Y claro, los favores al Rey con favores se pagan, con papel en este caso: nada menos que todo un periódico al servicio del amo nacionalista, el Xornal Gallego, que con la que está cayendo ya son ganas de lanzar un nuevo diario en papel (ruina de muchos y fortuna de algunos, parece ser).

Y todavía quedan dos días más uno para reflexionar. ¿Qué nuevas sorpresas nos depararán?

Y navegando por el hermoso Cantábrico en un velero no llamado Libertad, de Galicia al País Vasco, donde las X de Patxi e Ibarretxe se miran y se estudian como prudentes espadas que no se sabe si se van a cruzar en buena lid o se van a unir frente al enemigo común. ¿ETA? No, coño, el Basagoiti, que no tiene ni X ni nada, el muy español (y mira que podía haberse llamado Antxon, como Patxi, que eso euskaldiza mogollón). Y mientras, la serpiente ejecutando su campaña, que hace tanto ruido que ya ni se la oye. Dos atentados que han pasado casi desapercibidos con tanto estruendo de trabuco ministerial, más un muerto en la precampaña, bastante muerto también en la memoria colectiva (hace tanto tiempo ya…). Y los chicos de la gasolina y la goma dos que se manifiestan indignados contra el chico de la maza de Lazcano, el valiente e indolente Emilio, el desesperado e impotente Emilio, la voz que muchos querrían alzar contra los hijos de puta y que ha hablado a mazazo limpio en la sucia herriko taberna, en la inmunda caverna de la serpiente. Y la serpiente que grita “¡faxista!”, que es lo único que sabe gritar, porque es la única palabra que sabe articular.

Y mientras Emilio y su maza huyen del mordisco venenoso de la serpiente, para salvar la vida (perdida ya su casa), otros muchos miles de vascos (cientos de miles) le miran desde el exilio, y le comprenden, y le apoyan, y le amparan; y lloran con él la impotencia, la rabia y el asco. La tristeza. El dolor. Y, como Emilio, este domingo no podrán votar en su pueblo, porque su pueblo los echó. Cosas de la democracia. Y, como Emilio, esos miles de exiliados por el terror cruzarán los dedos el domingo por la noche rezando, implorando por un cambio que no llegará. Por una sentencia que no se cumplirá: pena de muerte para la serpiente (por aplastamiento o inanición, lo mismo da).

Y mientras Emilio y otros 200.000 exiliados vascos verán las urnas sólo por televisión, más de 300.000 descendientes de emigrantes gallegos, que no verán las urnas y que sólo han visto Galicia por televisión, decidirán con su voto (a 45 euros la unidad) quiénes y cómo se reparten la tarta de santiago, quiénes y cuánto siguen chupando del queso de tetilla y poniéndose de marisco como un Rey, en alta mar o en la Cava Baja.

Pues eso, que dan ganas de comprarse una isla desierta, más allá de Finisterre, y perderse allí para siempre. Con yate, por si acaso suena la gaita y se puede volver del exilio.
...

1 comentario:

Ramón Morcillo Valle dijo...

Pepe, muy buen artículo.

Este Anxo Quintana es de lo más impresentable; ya sólo nos falta verlo navegar en el Azor.
Al tiempo...
Saludos