martes, 17 de marzo de 2009

El lince de los obispos y el mono de los diputados


Estoy totalmente de acuerdo con la nueva campaña de los obispos en defensa de la vida de los humanos no nacidos; aunque a priori pueda parecer simple, incluso simplista, creo sinceramente que no lo es en absoluto. Es certera y directa, fácil de entender y plenamente justificada en estos tiempos que nos ha tocado vivir. Los nuevos valores que nos quieren imponer desde el gobierno, la televisión, los foros, los líderes de opinión, internet y la calle han convertido el ecologismo en la nueva religión; si eres ecologista, eres bueno, eres solidario, eres “humanitario”. Ésta es la gran paradoja. Y la gigantesca hipocresía. Mientras nos desvivimos por defender a muerte los huevos de la malvasía cabeciblanca o del quebrantahuesos, seres vivos dignos de protección, esta sociedad nuestra tan ecologista y tan “humanitaria” se desvive con idéntica vehemencia por exigir la muerte de miles de niños no nacidos, seres vivos no tan dignos de protección. No es demagogia, como algunos nos quieren hacer creer. Es la pura y maldita realidad. Los huevos de malvasía cabeciblanca encierran en su interior una vida preciosa que tiene que florecer para alegrar nuestras propias vidas. Pero lo que una madre humana encierra en su seno no es más que un bombo o un quiste o un conjunto más o menos informe de células con apariencia más o menos humana pero que, en ningún caso, tiene por qué florecer ni alegrar nuestras vidas si la madre que lo protege en su seno decide no protegerlo más, sin mayor razón que la de ejercer su derecho a no querer esa vida y, por tanto, con todo el derecho (incluso obligación) a ejercer su derecho a “interrumpirla” (como decía el sabio Julián Marías, tan hipócrita es «llamar al aborto interrupción del embarazo, como llamar a la horca interrupción de la respiración»).

Será porque el huevo de malvasía cabeciblanca no forma ya parte del cuerpo de la madre, por lo que la malvasía cabeciblanca madre no puede ejercer ningún derecho sobre él. Y lo mismo, claro, con la cría del lince ibérico. Aunque, ¿se imaginan que un automovilista despistado atropellara accidentalmente a una hembra de lince ibérico preñada, en la carretera M-501? Se instauraría la cadena perpetua en el primer consejo de ministros y ministras y al despiadado homicida le caería todo el peso de la ley, con Garzón a la cabeza (él caza especies no protegidas y además con licencia, no como otros…). Y, de paso, a la presidenta Aguirre también, responsable directa por haberse empeñado en construir la despiadada autovía y poner en peligro cierto tan preciosas vidas.
E insisto, no es demagogia. El valor que se le da a un feto humano no deseado por su madre es cero. Punto. No vale nada. Es inexistente. Y me da igual que tenga 50 años o 16 (que ésa es otra). Si matar a un humano no nacido es un derecho vital y pisar un huevo de malvasía cabeciblanca es un delito penal, esta sociedad tan ecologista, tan solidaria y tan “humanitaria” lo que está es muy, muy enferma. Y es muy poco racional, ya puestos.

Toda esta reflexión me lleva hasta aquél asunto de los grandes simios que se debatió en el Congreso, allá por junio de 2008, acerca de lo cual escribí un artículo que viene muy a cuento, y que aprovecho para recordar. Si cambiamos mono por lince, ya tenemos la campaña de los obispos.


«Hoy la noticia "humanitaria" del día es que el Gobierno de Ezpaña quiere abanderar en Europa el Proyecto Gran Simio, ése que pretende aplicar los derechos humanos a los gorilas, chimpancés, bonobos y demás especímenes casi, casi humanos. Literalmente se trata de «proteger a los grandes simios del maltrato, la esclavitud, la tortura y la muerte», así como de prohibir que se experimente o investigue con ellos (y ellas), ya que son los seres vivos más evolucionados y parecidos a nosotros (y nosotras): nada menos que compartimos un 98% de ADN, un poco más que con el gusano nematodo (75%), que debe ser muchísimo en ambos casos, en vista de lo que se parecen tantos humanos a los primates y, sobre todo, a los gusanos (aunque nos separe más porcentaje de ADN, ¡qué cosas!).
¡Pues me parece muy bien, oye! Lástima que otros seres igual de vivos, y mucho más humanos (¡su ADN coincide en un 100%!), no merezcan la misma consideración ni la misma compasión. Lástima que, aun teniendo su información genética ya completa, por el simple y trágico hecho de no haber nacido, no sean considerados seres más humanos que los gorilas, los chimpancés y los bonobos. Lástima que cada año 100.000 de estos seres 100% humanos no merezcan ser tan protegidos de la tortura y la muerte como los primates. Y encima se piden cada día más muertes sin el menor recato, como si fuera la cosa más natural del mundo... y no pasa nada. ¿Se imaginan que un grupo de ciudadanos pidiera, o mejor, exigiera, asesinar a 100.000 gorilas, chimpancés y bonobos al año por daños psicológicos? ¿Y que encima cada año exigieran poder matar más y con total libertad? ¡Menuda salvajada, ¿verdad?!
Pues eso, y nada más que eso, es lo que muchos pedimos. Si estos políticos tan progres y tan humanitarios quieren los mismos derechos que los humanos para los simios, nosotros sólo queremos los mismos derechos de los simios para los niños, aunque aún no hayan nacido.

Por cierto, la iniciativa ha sido aprobada por unanimidad en el Congreso, votos del PP incluidos. ¿Habrá una iniciativa igual de solidaria y humanitaria -por parte del PP, por ejemplo- a favor de esos pequeñitos seres humanos, tan inocentes como un chimpancé o más? Sinceramente, me temo que no.»
(Blog de Mister Paz. 26 de junio de 2008)

(Os invito también a leer otro artículo reciente sobre el barco abortista y la fiesta que se quiso montar la Bardem: "Los 100.000 hijos de la nada".)


Pues eso. Que lince sí. Niño, también. Sobre todo niño también.

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4 comentarios:

Anónimo dijo...

No puedes ser más claro. Es una verdadera pena que haya personas que piensen así, que se le de más importancia y que se esté legislando hoy en día en esta dirección, en dar una mayor protección al nacimiento de un animalito, del tipo que sea, que al de un ser humano, que a un recién nacido o a punto de nacer. Acabo de ser padre hace muy poco, y no te puedes ni imaginar la alegría y satisfacción que me ha dado ser padre. Tenemos en casa algún animal e incluso los hemos visto nacer, son muy monos y cariñosos, y también me he alegrado mucho,!pero es muy distinto!De todas formas no creo que haya que ser padre o madre para pensar así.

Anónimo dijo...

El otro día, en una tertulia televisiva en la que se discutía sobre la nueva ley del aborto, cuando el tertuliano "defensor de la vida" sacó una simple ecografía para ilustrar sus argumentos, la defensora del aborto directamente se levantó y se fue del plató. Una muestra más del talante de esta gente y también de su miedo a enfrentarse con la realidad, en este caso una inocente imagen de un feto en la tripa de su madre. No quiero pensar lo que habría hecho la demócrata esa si le hubieran sacado imágenes de abortos reales, de esos cuerpos diminutos cortados en trocitos...

Anónimo dijo...

El amigo de los linces éste, el de Doñana, está molesto porque el lince está en peligro de extinción y en cambio hay superpoblación de humanos, y claro, que un niño sobrante no tiene el mismo valor que un lince escaso y que la Iglesia se ha colado de pleno. Creo recordar que Hitler también pensaba que sobraban muchos judíos; y Stalin que sobraban muchos en general; y Pol Pot y otros grandes pensadores de la teoría de la superpoblación.

Pues esa es la España que estamos haciendo florecer. El siguiente paso, ¿cuál será? ¿Acabar con el paro acabando con los parados? ¿Fabricar jabón con los fetos muertos, para no desperdiciar recursos energéticos renovables? ¿Ampliar la ley de plazos por arriba, es decir, a partir de los 80 años el que moleste al doctor Montes?

Anónimo dijo...

Lo realmente asombroso es cómo han conseguido codificar los cerebros de mucha gente: "proteger-animal"=bueno/progre, "proteger-vida-humana"=facha. Todo está explicado en tus anteriores blogs de comunicacion y es exactamente eso: adoctrinamiento. Es por eso que no soportan el darse de frente con la realidad en forma de ecografía o bolsa con restos de feto.